jueves, 30 de marzo de 2017

Métodos de decapitación. La doncella de Escocia


Doncella original que se conserva en el Museo Nacional
de Edimburgo
Bien, prosigamos con la relación de estos curiosos artefactos que tanto dieron que hablar y, sobre todo, cortar, en su época. Tal como anticipamos en la entrada anterior, esta la dedicaremos a la tercera máquina por razón de antigüedad, conocida como scottish maiden, uséase, la doncella de Escocia. Ante todo, hay que aclarar el origen del nombre ya que este siniestro chisme se parece a cualquier cosa menos a una grácil doncella. Se trata, como más de uno habrá imaginado posiblemente, de una corrupción fonética, concretamente del gaélico mod un o modrun, que viene a significar "lugar donde se administra justicia". En el inglés del siglo XVI, cuando se creó esta máquina, dicho término se corrompió como madin para, ya en el siglo XIX, pronunciarse maiden, doncella. Como ya anticipamos, la idea surgió de James Douglas, IV conde de Morton y regente de Escocia que, en 1563, tuvo ocasión de verla en Halifax durante un viaje de regreso procedente de Londres. No obstante, en un manuscrito titulado "Divinas Providencias", obra de un clérigo llamado Fraser y datada en tiempos de Carlos II, este cronista afirmaba que, en realidad, Morton tomó la idea al ver una mannaia durante un viaje a Italia durante su juventud. En todo caso, este manuscrito no es considerado como fiable y la mayoría de los historiadores aceptan la teoría de que la tomó de la Halifax Gibbet, precisamente a raíz de la desastrosa ejecución de sir John Gordon, escabechado en Aberdeen en 1562 como reo de rebelión y que fue puesto en manos de un verdugo tan incompetente con la espada que dejó al pobre hombre convertido en carne para albóndigas antes de darlo por finiquitado.

Vista anterior de la máquina
Aunque la tradición adjudica al mismo Morton el dudoso honor de ser el primero en probar las excelencias del invento, la realidad fue muy distinta ya que hubo otros muchos reos ejecutados antes que el regente, que fue decapitado en 1581, o sea, quince años después de la adopción de esta máquina. Según un documento extraído de los libros del tesorero de la ciudad de Klinburgh, el 3 de abril de 1566 tuvo lugar la inauguración de la doncella con la ejecución de Thomas Scott, undersheriff de Perth y uno de los conspiradores que tomó parte en el asesinato de David Rizzio, secretario privado de la reina María de Escocia, al que le dieron tantas puñaladas que casi no dejaron un sitio de su cuerpo libre de cuchilladas. En los datos que se aportan en el documento en cuestión se especifica que se pagaron 7 chelines a los frailes que acompañaron al reo y se hicieron cargo del cadáver, mientras que Andrew Gotterson, un herrero que curiosamente había fabricado la cuchilla de la primera máquina, cobró 5 chelines por actuar como verdugo. Así pues, el que haya tenido noticia de que fue Morton el que estrenó la doncella, pues ya sabe que no fue así. De hecho, el mes de enero siguiente a la ejecución de Scott fue liquidado un tal Robert Aitken, de modo que ya vemos que hubo varios que precedieron al regente a la hora de probar el artefacto.

Vista posterior de la máquina
La máquina fue descrita perfectamente por el ilustre naturalista Thomas Pennant, que tuvo ocasión de ver un ejemplar arrumbado en los sótanos del parlamento escocés durante un viaje a aquel país en 1772. Porque debemos tener en cuenta que la doncella no fue un caso único como la máquina de Halifax, que estaba instalada de forma permanente en su patíbulo, así que podemos dar por hecho que hubo más de una doncella, y que se repartieron por todo el reino. Así pues, debemos suponer que la que vio Pennant fue la que se usó en Edimburgo durante todo el tiempo que estuvo vigente este sistema de ejecución, si bien hay constancia del traslado de máquinas de una ciudad a otra. Cabe suponer que esto se debía simplemente a que era más barato y cómodo trasladarla desmontada que fabricar una nueva. Por cierto que en el arsenal de Aberdeen se conservaba una cuchilla similar a la que nos ocupa, lo que corroboraría este hecho. La máquina constaba de un bastidor formado por dos vigas verticales de unos 3 metros de altura y separados uno del otro apenas 30,5 cm., con las caras internas acanaladas para permitir el paso de la hoja que, en este caso, ocupaba toda la anchura del bastidor. En total medía 13 pulgadas de ancho por 10 de alto (33 x 25 cm.), y estaba lastrada por un lingote de plomo de 34 kilos para imprimirle mayor velocidad durante el descenso, lo que se traduciría en mayor energía cinética y, por ende, en más contundencia. Tal como podemos apreciar en el grabado superior, dicho bastidor se sustentaba mediante un larguero que le daba el aspecto de un caballete de pintor, ideado para poder montarla y desmontarla fácilmente ya que, como hemos dicho, solo era instalada cuando se iba a llevar a cabo una ejecución. La soga que sujetaba la cuchilla corría por el larguero trasero mediante una polea colocada en la parte superior, quedando enganchada en la palanca que se aprecia en la misma.

Su mecanismo era de lo más simple. En la figura A vemos la cuerda que sustenta la cuchilla. En su extremo se ha fijado una argolla que se enganchaba en un tetón que emergía a través de un orificio practicado en la palanca. Bastaba presionar sobre ella para hacerla pivotar tal como aparece en la figura B, liberando así la argolla. Obviamente, este sistema requería el concurso de un verdugo el cual no tenía que tener ninguna habilidad especial ni ser un virtuoso de la espada. Además, la doncella era un sistema muy rápido que no requería de apenas preparativos para consumar la ejecución. Bastaban un par de minutos a lo sumo desde que el reo llegaba al patíbulo para acabar con sus preocupaciones mundanas, siendo el proceso similar al seguido en la guillotina.

El cepo estaba en la parte posterior de la máquina
La cabeza la apoyaba sobre un travesaño situado a 4 pies de altura (122 cm.), que estaba forrado con una gruesa capa de cuero, que para eso se empezó usando con personajes ilustres que tenían el pescuezo sensible a los roces. Y, en este caso, la máquina sí disponía de un sistema de bloqueo para el cuello que hemos recreado en la ilustración de la izquierda basándonos en un grabado que aparece en un catálogo del Museo Nacional editado a finales del siglo XIX, cuando aún existía parte del mecanismo. Se trataba de una especie de cepo de hierro formado por una barra basculante que era bloqueada mediante un pasador en función del tamaño del sujeto. De esa forma no era posible salir a escape antes de que cayera la cuchilla como ocurrió varias veces en Halifax, que aprovechando el pasmo del personal algunos reos pudieron poner tierra de por medio y escapar así a la justicia. Así pues, una vez colocado el condenado en el travesaño y cerrado el cepo, bastaba presionar la palanca que liberaba la soga de la cuchilla para que esta cayera desde una altura de unos 180 cm., siendo detenida por el grueso forro de cuero que envolvía el travesaño. Bajo el mismo había un gancho donde se fijaba un cesto de mimbre para recoger la cabeza y que esta no acabara en el regazo de alguna de las asistentes al evento, como ya dimos cuenta en la entrada anterior. Porque la doncella, al igual que la máquina de Halifax, tenían el mismo defecto, y es que sus cuchillas cortaban más por aplastamiento que por lo aguzado de su filo y desplegando una energía brutal, lo que hacía posible que las cabezas del personal salieran disparadas a gran distancia.

Aunque no quedó constancia escrita, pero sí gráfica a la vista del grabado que mostramos a la derecha, la doncella requería que el reo fuera colocado en un banco, mesa o plataforma debido a la altura a la que se encontraba el travesaño donde debía apoyar el cuello. Mientras que en la máquina de Halifax éste se tumbaba directamente en el suelo, en este caso se requería de un elemento auxiliar que permitiera al condenado arrodillarse o tumbarse para apoyar el cuello. No obstante, no apareció nada similar junto a la doncella almacenada en el sótano del parlamento tal como narró Pennant. Por cierto que este artefacto fue rescatado por la Sociedad de Anticuarios de Escocia y restaurado a sus expensas ya que uno de los largueros verticales tuvo que ser sustituido por estar en muy mal estado. Gracias a estos probos y cívicos ciudadanos se puede contemplar dicho ejemplar en el Museo Nacional de Edimburgo y pasar largas horas deleitándose con su contemplación mientras uno imagina como cae la cuchilla sobre los gaznates de todos sus cuñados, lo que debe producir espasmos de placer o incluso arrebatos místicos de esos que provocan temblores y emisión masiva de babas espumosas.

James Douglas, IV conde de Morton
El primer ejemplar lo fabricaron en 1564 los hermanos Adam y Patrick Shang, cuyo oficio era en realidad de ebanistas y no malos por cierto, ya que incluso hicieron trabajos para la familia real, concretamente una cama para el hermano de la reina. La cuchilla, como ya comentamos anteriormente, la fabricó Andrew Gotterson. El precio total de la máquina fue de dos libras justas. Por la doncella pasaron los pescuezos más ilustres de Escocia ya que no solo cercenó el del regente caído en desgracia, sino también, entre otros muchos personajes, el de Thomas Ross, un clérigo que tuvo la mala ocurrencia de emitir una serie de libelos poniendo a caldo a James IV, que al parecer llevaba fatal las críticas contra su persona y mandó al cadalso al cura en 1618 por faltón. La ejecución de Morton fue bastante sonada por tratarse de un personaje de elevado rango, teniendo lugar  a las 4 de la tarde del 2 de junio de 1581. Tras ser decapitado, su cuerpo permaneció aún cuatro horas en el patíbulo hasta que, con el ocaso, fue retirado para proceder a su entierro, no sin antes plantar su ilustre cabeza en una pica en High Street, delante de la casa consistorial. También son dignos de mención el VIII conde de Argyll, ejecutado en 1661 por traición y, posteriormente, su hijo Archibald en junio de 1685. Este personaje, que además de ser conde debía tener la sangre de horchata, en un alarde de valor postrero dijo que jamás había besado a tan dulce doncella cuando le plantaron el gaznate en el tocón. Sí, se lo cargaron, pero, ¿y lo bien que quedó soltando esa frase para la historia? Seguro que de no ser por eso su nombre solo sería uno más en la larga lista de levantiscos nobles ejecutados por alevosos durante aquellos turbulentos años.

Ejecución del conde de Morton
Unas 150 personas fueron víctimas de la doncella hasta su abolición en 1710. El 50% fueron reos de asesinato, un 30% por conspiración o traición contra la corona, nueve fueron liquidados por haber cometido incesto, cuatro por adulterio, uno por violación, dos por robo, uno por falsificar moneda y uno por piratería. El último en pasar por la máquina fue un terrateniente llamado sir Godfrey McCulloch, el cual tenía una serie de conflictos con un vecino por nombre William Gordon. La malquerencia llegó al extremo de que un día de 1684, sir Godfrey le soltó un balazo a Gordon, hiriéndole en una pierna. La herida se infectó y el vecino palmó, así que sir Godfrey optó por poner tierra de por medio, largándose a Francia donde permaneció exiliado nada menos que 30 años. Pero en aquella época no existía eso de la prescripción de delitos así que, cuando volvió al terruño pensando que nadie recordaría su crimen, le echaron el guante y lo mandaron rápidamente a tener una breve pero intensa charla con la doncella. Hubo un curioso caso de un tal Lord Lovatt, reo de traición, que en 1708 solicitó ser ejecutado con esta máquina, la cual estaba ya arrumbada en los sótanos del parlamento de Edimburgo, en vez de con el hacha tradicional, lo cual le fue denegado y acabó con el cuello en el tajo de toda la vida. El único personaje de la nobleza que no fue ejecutado en este chisme fue el marqués de Montrose, mandado ahorcar en 1650 por orden de Carlos II para humillarlo.

Bien, así fue la vida operativa de la doncella escocesa que, junto a su "madre" de Halifax pasaron a la historia para ser resucitadas muchos años más tarde por los gabachos (Dios maldiga al enano corso). Ojo, la guillotina no solo estuvo operativa en Francia hasta la abolición de la pena de muerte en ese país en 1981, sino también en Alemania, Austria y algún que otro país centroeuropeo más, de modo que queda claro que estas máquinas tuvieron una gran difusión durante siglos. Es más, actualmente hay políticos en los Estados Unidos que abogan por la adopción de la guillotina a la vista de los problemas que tienen por parte de la industria farmacéutica para adquirir los ingredientes del cóctel de porquerías que le inyectan al personal para finiquitarlos. La que vemos a la izquierda es la que apareció en los sótanos del parlamento y que actualmente se puede contemplar, tal como comentamos antes, en el Museo Nacional de Antigüedades de Edimburgo. Si alguno se pasa por allí, pues que le haga unas fotillos molonas y las enseñe a sus cuñados más irritantes para que se acojonen.

Bueno, se acabó lo que se daba.

Hale, he dicho

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