domingo, 28 de marzo de 2021

CAÑÓN ROTATIVO HOTCHKISS. MUNICIONES Y ESPOLETAS

 

Grupo de tedescos durante la Gran Guerra haciendo uso de un Hotchkiss de 37 mm. como arma de trinchera. El guripa que vemos en el centro tiene ante sí una caja de munición y sostiene un cartucho en cada mano, lo que nos permite hacernos una idea de las dimensiones de este tipo de munición

Bien, veamos los diferentes tipos de proyectiles empleados en estas máquinas. Ante todo, y a modo de recordatorio para lo que vamos a ver, debemos tener presente un detalle: la Hotchkiss construyó seis modelos de cañón diferentes, a saber: el modelo naval de 37 mm. (fig. 1), uno de campaña de 37 mm. que, en realidad, era idéntico al naval con apenas un par de diferencias consistentes en que el de campaña carecía de culata y las miras eran diferentes, como vimos en la entrada anterior. Aparte de eso, el modelo naval era un poco más liviano, alcanzando un total de 210 kilos incluyendo la culata contra los 225 del modelo de campaña. Donde sí se registraban diferencias más notables era en el modelo de 37 mm. pesado (fig. 2), cuyos cañones tenían una longitud de 127,6 cm. contra los 74 de su hermano menor, lo que hacía que el peso total de la pieza alcanzase los 475 kilos.


Luego tenemos los modelos navales de 47 mm. (fig. 3) y 53 mm. (fig. 4) que, como ocurrió con las piezas embarcadas de 37 mm., fueron desmontadas de los buques donde servían a principios del siglo XX por haber quedado obsoletas para su misión original, siendo reconvertidas en cañones de plaza o emplazadas en posiciones costeras para defenderlas de posibles desembarcos, siendo bastante efectivas contra botes para transportes de tropas y, por supuesto, contra los fulanos que lograsen tocar tierra. Cada país diseñó las cureñas que consideró más adecuadas para cada finalidad, por lo que en modo alguno podremos ver semejanza entre las que aún se conservan en cada cañón. No obstante, los pedestales y los montajes giratorios que usaban cuando estaban embarcados fueron igualmente útiles en tierra ya que se trataba de emplazamientos fijos sobre bases de hormigón, siendo en las fortificaciones donde hubo que optar por diseños de cureñas que permitieran mover las piezas de un sitio a otro. Bien, tenemos pues tres calibres para cinco modelos distintos: 37, 47 y 53 mm., cuyos proyectiles eran similares salvo, lógicamente, en el calibre, las cargas de proyección y las carga explosivas. Pero, en su diseño y cometido, eran iguales.

Cañón francés de 40 mm. capturado en un fuerte de Verdún
durante la Gran Guerra
Finalmente tenemos el cañón de plaza de 40 mm., creado ex-profeso como barrefosos y que, por ser precisamente el que se fabricó en menor cantidad, fue lo que favoreció el traslado de sus hermanos navales a complementar la dotación de este tipo de piezas cuando fueron retiradas de los barcos. Para este cañón fue diseñado un proyectil especial ideado para repeler a las tropas que lograran infiltrarse en el foso que defendían y que no era otra cosa más que un bote de metralla que luego veremos con más detalle. Así pues, a los tres tipos de proyectiles mencionados añadiremos este, con lo cual queda completa la colección de cartuchos para toda la gama de cañones rotativos. Por otro lado, como ya podrán imaginar, cada país desarrolló sus propios proyectiles- los de Francia fueron diseñados y fabricados por la Hotchkiss-, lo que supone que haría falta un tocho gordo para explicar cada variante según el tipo de bandas de forzamiento, cargas, etc., por lo que nos ceñiremos a los originales y así me evito tener que cortarme las venas junto a la musa en plan Petronio y Eunice. Y aclarado este punto, al grano...

Empecemos por la vaina. Inicialmente, la Hotchkiss desarrolló una vaina enrollada formada por una lámina trapezoidal de latón cuya base era embutida en un culote de cobre (fig. A). Para reforzar dicho culote e impedir que la uña extractora lo rompiera al sacarla de la recámara se le añadió un disco de hierro fijado al culote mediante tres remaches, como podemos ver en el gráfico inferior. No tardaron mucho en sustituir las vainas enrolladas, que como sabemos tuvieron una vida operativa más bien breve, por un modelo similar fabricado por extrusión si bien, según las fuentes de la época, el modelo anterior no fue eliminado de forma definitiva sino que se siguió empleando en los botes de metralla, imagino que por ser más barata su producción y generar menos presión. Una vez introducida la carga de pólvora se añadía un taco de fieltro engrasado para comprimirla y dejar espacio para el culote del proyectil, que era crimpado al gollete. Pasemos a los proyectiles...

El modelo original era un proyectil rompedor que, como recordaremos, tenía un peso total de 455 gramos debido a la limitación impuesta en la Conferencia de San Petersburgo, que limitaba a un mínimo de 450 gramos la munición explosiva. De estos 455 gramos, 413 correspondían a la carcasa de hierro fundido, 22 gramos a la carga de pólvora, y 20 a la espoleta. La carcasa tenía unas acanaladuras para ajustar la banda de forzamiento de bronce e impedir que esta se quedara atrás en el momento del disparo al tomar las estrías. Como vemos, dicha banda de forzamiento era completamente lisa si bien otros países optaron por bandas estriadas, bien longitudinales o bien con un determinado ángulo. Este proyectil estaba armado con dos tipos de espoleta, la diseñada por Hotchkiss y la francesa Desmarest. Por lo general, la Hotchkiss se destinaba a la munición de campaña, mientras que la Desmarest era la que armaba los proyectiles de los cañones navales por las razones que daremos más abajo. Por lo demás, las carcasas eran pintadas con laca negra para protegerlas de la humedad.

Como ya se comentó en su momento, estos proyectiles eran potencialmente mucho más letales que las ráfagas de las ametralladoras mecánicas de la época. El número de fragmentos de metralla obtenido por disparo superaba con creces el de balas sólidas disparadas por la ametralladora más eficiente, y con la ventaja añadida de que no perdían energía con la distancia ya que esta empezaba a contar en el lugar donde detonaban, que podía ser a uno o dos kilómetros o más de distancia del cañón. En la foto de la derecha podemos ver un muestreo de metralla procedente de un proyectil rompedor de 37 mm. Los fragmentos sombreados en amarillo corresponden a la banda de forzamiento. Los rojos a la carcasa del proyectil, y debajo vemos la espoleta y el culote, que naturalmente también hacían pupa. En total tenemos 23 fragmentos grandes y 3 esquirlas. Desechando las esquirlas- que bien colocadas pueden hacer mucho daño- pongamos una media de 20 cascos de metralla por proyectil. Si alcanzamos una cadencia de 60 disparos por minuto, la más habitual metiendo prisa, tenemos un total de 1.200 proyectiles que superan holgadamente los 300 o 400 proyectiles que podía disparar una Gatling con el añadido de que aquí no hablamos de una bala que producía heridas más o menos limpias y con una trayectoria recta, sino de fragmentos de hierro muy caliente (la metralla quema la piel al producirse la herida) con bordes afilados y que puede impactar de cualquier forma en el cuerpo, produciendo heridas francamente desagradables aparte de mortales. Como es lógico, los proyectiles de más calibre producían una fragmentación mayor, que podía duplicar la de los proyectiles de 37 mm. Veamos las espoletas.

A la izquierda tenemos la Hotchkiss, una espoleta de impacto por inercia. En la figura A tenemos sus diferentes partes: 

1. Tapón de seguridad de plomo. Este tapón sujetaba a presión dos alambres que mantenían el fulminante  alejado del percutor. De ese modo se evitaban accidentes bastante chungos derivados de una mala manipulación. 

2. Los alambres en cuestión. Iban embutidos en el lastre de plomo de la masa de inercia.

3. Tubo de bronce que contenía la masa de inercia

4. Fulminante

5. Percutor

Figura B: Inicio de la secuencia de disparo. El repentino aumento de velocidad hace que el tapón de seguridad se desprenda, liberando la masa de inercia. A partir de ese momento, la espoleta está armada.

Figura C: Impacto. La brusca desaceleración, así como el aplastamiento producido por el choque, hacen avanzar la masa de inercia hacia la punta de la espoleta, haciendo que el percutor detone el fulminante cuyo chorro de fuego sale por el orificio central, iniciando la carga explosiva.

A la derecha tenemos la espoleta Desmarest, que era más básica y primitiva que los conceptos éticos y morales de un político. Como vemos, era una espoleta de impacto formada por dos pequeños tacos de madera sujetos mediante pasadores. En el taco inferior se fijaba el fulminante, y en el superior el percutor. Para sellarla, la parte superior se cubría con una masilla impermeable. No hay mucho que explicar en este caso: en el momento del impacto, el aplastamiento hacía retroceder el percutor hasta golpear el fulminante, nada más. Sin embargo, parece ser que por ese motivo esta espoleta era especialmente sensible, produciendo la detonación con un simple roce incluso impactando sobre ángulos bastante acusados. Este era el motivo por el que, al parecer, era preferida en los cañones navales ya que se aseguraba la detonación del proyectil en casos en los que la Hochkiss habría pasado de largo sin explotar ya que esta requería superficies más compactas y menos angulosas para resultar efectivas. 

Como ya se ha comentado, tanto proyectiles como espoletas eran los mismos para los tres calibres, en los que solo variaban dimensiones, cargas y el tipo de espoleta, más ligera la Desmarest. Para amantes del detalle y de petrificar cuñados, ahí dejo una tabla con las características del proyectil rompedor en todas sus versiones. Obsérvense un par de detalles: las espoletas de los calibres navales son, como se ha dicho, más ligeras, excepto la del cañón de 53 mm., que usaba la Hotchkiss de las piezas de campaña. Así mismo verán que la versión pesada de la pieza de 37 mm. era más pesada y de mayor longitud. Por lo demás, ya ven el peso de la carcasa del proyectil de 53 mm: nada menos que kilo y medio de hierro que, convertido en metralla, debía ser sumamente efectivo a la hora de barrer las cubiertas enemigas. En cuanto a las velocidades iniciales, estas oscilaban dependiendo del calibre entre los 400 y 450 m/seg. aproximadamente.



Prosigamos con el proyectil perforante que, como ya podemos imaginar, era el destinado a penetrar en los cascos de los malvados torpederos. Para ello se diseñó una carcasa de hierro templado al aceite que, como vemos en la vista en sección, tenía la masa y el grosor suficientes para atravesar sin problemas este tipo de navíos, para no hablar de los mercantes o naves de guerra antiguas aún en servicio y que estaban construidos de madera. Su diseño era básicamente similar al del proyectil rompedor, con su banda de forzamiento encastrada en una hilera de acanaladuras pero con una fina acanaladura en el tercio inferior del proyectil para facilitar el crimpado de la vaina. En este caso, por su condición de proyectil perforante, la espoleta estaba situada en el culote, roscada en el mismo. Era una Hotchkiss de inercia que explicaremos a continuación. La capacidad de penetración de esta munición no era para tomarla a broma: en las exhaustivas pruebas a las que se sometió el cañón en Gâvre (Francia) demostró que podía perforar sin problemas el casco de un torpedero clase Lightning a una distancia de 2.500 metros y a 2.000 en un ángulo de 30º.

A 500 metros podía perforar una chapa de 12 mm. de espesor, alcanzando su máxima capacidad de penetración a los 200 metros, atravesando 25 mm. de chapa. Si se trataba de un casco de madera de roble, para detener el proyectil y que detonase sin que sus efectos se notaran en el interior del casco tendría que tener al menos 70 cm. de grosor ya que su penetración alcanzaba los 53 cm. El de 47 mm. era obviamente más poderoso. Podía perforar una chapa de 20 mm. de espesor a más de 2.000 metros. Su secuencia de impacto era rotunda: el proyectil impactaba en el casco y lo atravesaba antes de que se iniciara la detonación, que tenía lugar una vez penetrado en el interior de la nave. Una vez que el proyectil explotaba, sembraba todo el entorno de metralla que, como ya se comentó, dañaba las máquinas, perforaba las calderas (eso suponía inmovilizar el barco hasta que fueran reparadas), atravesaba los mamparos y, por supuesto, se llevaba por delante a todo el personal de la sala de máquinas o de cualquier dependencia situada dentro del casco. La foto de la izquierda es bastante gráfica. Muestra una reproducción de la proa de un torpedero clase Lightning con una angulación de 30º que ha sido atravesada como mantequilla. La parte trasera representaría el primer mamparo, convertido en un colador por la metralla producida por el proyectil una vez detonado. En resumen, estas armas se lo ponían francamente crudo a los torpederos, que podían ser ofendidos a dos kilómetros del objetivo y, caso de acercarse más, ver como sus tripulaciones podían ser diezmadas con los proyectiles rompedores o los metralleros que veremos más adelante.

A la derecha vemos la espoleta de base Hotchkiss que armaban estos proyectiles cuyo funcionamiento era por inercia. En la figura A vemos sus componentes:

1. Percutor

2. Masa de inercia

3. Fulminante

Como vemos, la masa de inercia permanecía en una posición avanzada para impedir que el percutor alcanzase el fulminante durante la manipulación del proyectil. En la figura B tenemos el momento del disparo en el que, a causa del aumento de la velocidad repentino, la masa de inercia retrocede, dejando la punta del percutor preparada para el impacto. En ese momento queda armada la espoleta. La figura C presenta el instante en que, tras el impacto y el brusco descenso de velocidad, la masa de inercia empuja el percutor hacia adelante, detonando el fulminante y produciéndose la explosión. En la tabla inferior tenemos los datos de este tipo de proyectil por calibre para terminar de petrificar al cuñado de turno.



Veamos a continuación el metrallero que, en realidad, se podría decir que era un cartucho de posta lobera a lo bestia ya que carecía de espoleta, o sea, no esparcía la metralla detonando en el aire, sino exactamente igual que un escopetazo. Como vemos en el gráfico de la derecha, el proyectil lo formaba una carcasa de hierro estañado cerrada por la parte inferior con un disco de hierro que se fijaba mediante un rebordeado de la misma carcasa. Esta se llenaba con un determinado número de bolas de plomo endurecido con antimonio en función del calibre del arma, y se cerraba por la parte superior con una copa de zinc fijada mediante el crimpado de la carcasa. Para impedir que las bolas convirtieran el proyectil en un sonajero, el interior se rellenaba con serrín bien compactado. Cuando el proyectil salía del cañón, la inercia de las bolas, más pesadas que la tapa de cinc, la empujaban abriendo la boca de la carcasa y saliendo como si de una perdigonada se tratase. 

En esta foto podemos ver el cargador instalado en la tolva. Como
ya se comentó en la entrada anterior, era retirado una vez que sus
diez cartuchos pasaban a la máquina
Estos proyectiles eran empleados tanto para despejar las cubiertas de los barcos enemigos como en las piezas usadas como barrefosos. Y no hablamos de bolitas tamaño posta, sino de bolas gordísimas: el metrallero de 37 mm. contenía 28 bolas de 19 gramos de peso; el de 47 mm., 30 bolas de 32 gramos, y el de 53 mm. 58 bolas de 28 gramos. Para hacernos una idea: una bala de calibre .45 ACP pesa 15,5 gramos, y una de calibre 12,70 mm. 43 gramos. El alcance eficaz de estos proyectiles rondaba los 200 metros, lo que no era ninguna tontería porque una andanada podía barrer de proa a popa a cualquier torpedero alevoso, y más si aplicamos la misma regla que con la metralla de los proyectiles rompedores: el cañón de 53 mm., el de cadencia más lenta, alcanzaba los 30 disparos por minuto. 30 disparos por 58 bolas supone poner en el aire 1.740 proyectiles. En el caso del cañón de 43 mm., con una cadencia similar al de 37 mm., pues hablamos de 60 disparos que equivaldrían a 1.800 disparos en un minuto, cuatro veces la munición que disparaba una Gatling en el mismo tiempo, y casi el triple de una Maxim modelo 1908 como la usada por los tedescos en la Gran Guerra.

Finalmente, a la derecha tenemos el bote de metralla diseñado para los cañones de plaza de 40 mm. Básicamente era similar a los metralleros vistos anteriormente. En este caso, la carcasa era una fina chapa de hierro estañado cerrada en su parte inferior por un disco de hierro y un tapón de madera crimpado en la parte superior. El contenido era siempre el mismo: 24 bolas de plomo endurecido de 32 gramos de peso y un calibre de .71 pulgadas (18 mm., el mismo diámetro de una escopeta de calibre 12) dispuestas en ocho filas de tres bolas cada una, lo que significaba que si a uno lo alcanzaban con tres o cuatro bolas de esas lo dejarían en un estado lamentable y, casi con seguridad, obtendría una baja por defunción cuasi instantánea. Un Hotchkiss bien resguardado en una casamata o una caponera disparando sin descanso esos cartuchos convertirían un foso en un pequeño apocalipsis porque, recordémoslo una vez más, cada cañón tenía un paso de estrías distinto para formar un cono de fuego que abarcase prácticamente toda la superficie del foso. 

En cuanto a las vainas servidas, recordemos que eran recargables por lo que se recomendaba situar debajo de la ventana de expulsión un cesto o similar para recogerlas sin que se dañaran y, una vez concluida la fiesta, se les extraía el pistón introduciendo un fino botador en el interior de la vaina y expulsándolo con un pequeño martillazo. Luego eran sumergidas durante 36 horas en un baño de agua jabonosa para eliminar mugre y restos de pólvora quemada, tras lo cual quedaban limpias y listas para ser enviadas a fábrica. En la foto de la izquierda podemos ver un cañón naval de 37 mm. emplazado en el puerto de Cherburgo provisto de una red para la recogida de vainas. 

Benjamin Hotchkiss no pudo regodearse en el éxito obtenido con su invento, del que solo el estado francés adquirió cientos de unidades más las que vendió a multitud de países por todo el mundo. Pasó a mejor vida en París en febrero de 1885 con apenas 58 años dejando tras de sí su fructífera empresa que, además de convertirse en un referente en la construcción de armas, se dedicó también a la industria del automóvil. En fin, no creo que se me haya pasado nada especialmente importante, de modo que con esto damos por concluida esta pequeña monografía que, espero, les haya permitido conocer un poco más a fondo estas peculiares armas. 

Bueno, s'acabó lo que se daba.

Hale, he dicho

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Estos chismes estaban en todos los fregados de la época. El que aparece en la foto, un cañón naval de 37 mm., estaba emplazado en una rudimentaria casamata de un fuerte situado en el monte Peiying durante la guerra ruso-japonesa. A saber cómo leches fue a parar a semejante sitio

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