No, no ha sido cosa mía, sino de la perversa arpía que, cómo saben, de vez en cuando toma las de Villadiego y me deja desamparado hasta que le da la gana de volver. Cuestiones de musas ingratas aparte, para mí siempre ha sido un misterio lo que impulsa la creatividad humana, que a veces tiene una fuerza imparable mientras que otras, sin venir a cuento, se aletarga y lo deja a uno más mustio que un lagarto en Groenlandia en pleno invierno. En fin, dejémonos de filosofías y retomemos el invento del ciudadano Hotchkiss.
Cuando se llevaron a cabo las modificaciones sobre el modelo inicial comentado en el artículo anterior, el resultado fue un arma fabricada con cinco cañones de acero Withworth que, además, sufrió profundos cambios en lo tocante a sus mecanismos de disparo, principalmente en la posición del percutor, que se reubicó en la parte inferior derecha de forma que actuaba sobre el cañón que estaba en la posición inferior del conjunto. Se construyeron dos versiones que podemos ver a la derecha. El que aparece en la figura 1 disponía de un pistolete que permitía hacer fuego en el momento preciso. Recordemos que, aunque en los ciclos de disparo los cañones se detenían, hasta que el giro de la manivela no liberaba el resorte que accionaba el percutor no se produciría el disparo. Con este método, la manivela se detenía, quedando el proyectil a la espera de que el tirador apretase el gatillo. Obviamente, permitía más precisión, pero ralentizaba la cadencia de tiro. Si era preciso aumentar dicha cadencia, el tirador mantenía presionado el gatillo mientras el ayudante giraba la manivela. En la figura 2 tenemos la otra versión, en la que el disparo se produce sin necesidad de ningún mecanismo extra. Bastaba con que se completara el ciclo de giro de los cañones para que la excéntrica del disco central liberase el resorte que, a su vez, empujaba el percutor. En cuanto al pistolete, se sustituyó por un asa que permitía al tirador tener un mejor control sobre la pieza. Añadir a estos detalles que el modelo provisto de pistolete siguió usando la manivela convencional, mientras que el otro estaba provisto de un manubrio con dos piñones cónicos que permitían al tirador girarlo sin tener que alargar el brazo, maniobrándolo a la altura del pecho sin necesidad de un tercer hombre para ello ya que, como ocurría en el modelo anterior, no quedaba fuera del alcance de su brazo. Al parecer, este sistema prevaleció sobre el modelo con el pistolete ya que, al cabo, lo que se esperaba de esta máquina era una alta cadencia de tiro.
En cuanto al corazón del invento, siguió siendo el disco central que, con sus acanaladuras helicoidales y su excéntrica podía hacer funcionar la máquina. La parte izquierda era la que actuaba sobre las cremalleras y la biela que accionaban el émbolo de carga y el extractor, mientras que la excéntrica de la derecha se encargaba de presionar y liberar el percutor. La parte central actuaba sobre la rueda catalina que estaba conectada al eje sobre el que giraban los cañones. Recordemos que en este cañón, los ciclos de disparo no evolucionaban mientras que la manivela giraba, sino que se completaba un único ciclo con cada giro completo. Para entendernos: en un giro se introducía un proyectil en la recámara, se producía un disparo y se expulsaba una vaina servida. Por lo tanto, y teniendo en cuenta que el cañón que disparaba era el que llegaba a la posición inferior del conjunto, había que girar tres veces la manivela antes de que se produjera el primer disparo en el cuarto giro. Caso de detener el fuego con munición ya introducida en la recámara, para descargarla se accionaba un mecanismo que permitía girar a la inversa la manivela, extrayendo los proyectiles con la ayuda de cualquier útil, como un destornillador, que permitiera sacarlo actuando sobre el reborde de la vaina.
Volviendo al mecanismo de disparo, a la derecha vemos el percutor en funcionamiento. El sistema primigenio que vimos en el artículo anterior lo situaba en el cañón superior, produciendo el disparo en el segundo giro de la manivela, y recordemos que lo accionaba un muelle helicoidal, menos potente y más susceptible de romperse que el enorme muelle plano que lo sustituyó y, además, facilitó enormemente la reposición tanto del muelle como de la aguja en caso de avería. Este nuevo percutor estaba provisto de una aleta (flecha roja) sobre la que actuaba la excéntrica del mecanismo. A medida que giraba, empujaba la aleta hacia atrás, comprimiendo el muelle que iba colocado sin más en la tapa del cilindro que alojaba los mecanismos. En la figura 3 vemos cómo la excéntrica está a punto de liberar la aleta, y en la figura 4, con el ciclo de giro completado y el cañón detenido, el percutor sale despedido hacia adelante, detonando el pistón de la vaina y produciéndose el disparo. En el siguiente giro de manivela, un nuevo cartucho será disparado mientras que la vaina del que acaba de usarse caerá por la ventaba de expulsión una vez que el extractor la haya sacado de la recámara. Más básico, imposible.
En la foto de la izquierda podemos ver las tripas de la máquina que, por cierto, podían desmontarse sin necesidad de herramientas salvo un botador para facilitar la extracción de algunos pasadores. Eso no dejaba de ser una ventaja a la hora de solventar averías en plena acción, que es justo cuando el destornillador y la 10-11 desaparecen por arte de magia. En todo caso, las herramientas que acompañaban cada máquina eran lo mínimo que se despacha: una aceitera, un destornillador, un botador, una llave inglesa y un martillo. Además, las piezas de campaña llevaban en el avantrén una pala, un pico y un hacha para preparar los emplazamientos, pero nada más. Bien, ahí tenemos una vista trasera del cajón de mecanismos con la tapa abierta y las orejetas que sujetan el potente resorte del percutor (flecha roja). En el centro vemos el disco helicoidal que se encargaba de hacer funcionar el cañón. La flecha blanca señala el percutor, una enorme barra de acero de unos 20 cm. de largo que se podía quitar y poner en un periquete, bastando solo introducirla en su alojamiento. La flecha púrpura señala el culote del émbolo que empujaba los cartuchos en la recámara.
En lo referente a los sistemas de puntería, había tres tipos, a saber: el del modelo naval que vemos a la derecha estaba formado por una regleta abatible con marcaciones fijas entre 200 y 2.000 metros (200 metros entre marcas). Considerando que el tirador se enfrentaba a un blanco móvil que, además, avanzaba rápidamente hacia él reduciendo la distancia a gran velocidad, no tenía tiempo de ir regulando el alza constantemente, por lo que este sistema le permitía ir cambiando el ángulo de tiro sin tener que dejar de disparar. Simplemente iba usando la marca que le convenía en cada momento. En cuanto a las destinadas a fortificaciones, era un dióptero graduado de 100 a 1.600 metros, y las de campaña estaban equipadas con un alza tangencial con el mismo reglaje de distancias pero, además, disponía de un tornillo que permitía una regulación fina para la corrección lateral del tiro. Por cierto que, aunque las graduaciones las hemos dado en metros, obviamente cada país recibía sus cañones conforme al sistema de medidas oficial en el mismo, por lo que los anglosajones, fieles hasta la médula a su negativa cambiar con el resto del planeta, usaban yardas, los rusos arshín (codo, 72,1 cm.), etc. En todos los modelos, el sistema de puntería estaba instalado en el lado derecho del arma salvo en el cañón de 53 mm., que iba en el izquierdo.
Bien, con esto podemos conocer grosso modo el funcionamiento de estos chismes. Veamos el sistema de carga...
Foto A. En el costado superior izquierdo vemos la tapa de bronce que daba acceso al interior del cajón de mecanismos. Junto a ella, dos orificios donde se introducían los tetones de la tolva de alimentación. Este es el aspecto de la máquina cuando no estaba en funcionamiento.
Foto B. Empieza la fiesta. Hay que cargar la máquina, por lo que hay que abrir la tapa que, como vemos, deja al descubierto la recámara del primer cañón.
Foto C. La flecha señala una placa basculante que, cuando un cartucho avanzaba en dirección a la recámara, se elevaba, interrumpiendo así el paso a los demás cartuchos. La misión de esta pieza era que no se produjeran interrupciones durante el proceso de carga ya que este era por gravedad, y debido a su peso algún proyectil podría atorar o dificultar la introducción del que le precedía.
Foto D. Ya se ha colocado la tolva con capacidad para siete cartuchos. A partir de ahí, la máquina podrá ser alimentada por un servidor que los irá introduciendo uno a uno o bien, si hay necesidad de desplegar una gran potencia de fuego, hacer uso de cargadores de petaca de diez cartuchos.
Estos cargadores eran simples cajas de chapa de cinc que se encajaban en la tolva, donde los proyectiles iban cayendo por gravedad. Una vez colocado, se giraba la palanca que vemos en el gráfico de la izquierda, lo que permitía abrir la tapa acodada que mantenía cerrado el cargador. Se giraba la tapa y los cartuchos iban bajando sin ayuda de ningún tipo de muelle o mecanismo. Una vez que el contenido del cargador había pasado a la tolva, se retiraba y se sustituía por otro o, caso de no haber muchas prisas, se podía rellenar. Generalmente, estas máquinas solían estar servidas por solo dos hombres en caso de las emplazadas en buques de guerra y de tres en las de campaña, en este caso el tirador, el servidor y un ayudante cuya misión era acarrear la munición desde los avantrenes a la posición, así como rellenar los cargadores, recoger las vainas servidas, etc. Recordemos que los servidores de los cañones navales, al no disponer de avantrenes ni repuestos, se valían de enormes cartucheras para 20 proyectiles que iba introduciendo uno a uno.
Hay que tener en cuenta que el uso táctico de los cañones navales difería por completo de los terrestres, que una vez señalado el objetivo- léase masa de enemigos que avanza- abrían fuego a discreción para matar más y mejor. Pero en el mar el enemigo era un malvado torpedero o, si acaso, una nave dispuesta a abordarles pero, como ya se ha comentado, su misión principal era anular dichos torpederos antes de que les soltaran una andanada y los mandasen al abismo. Por ello, la cadencia de tiro era muy variable. Una vez localizado el barco enemigo, generalmente a 1.500 metros o más de distancia, el tirador se podía tomar su tiempo en apuntar cuidadosamente para, con un poco de suerte, alcanzar el casco y destruir o inutilizar sus máquinas. Ojo, no olvidemos que estamos hablando de una munición que, per se, no podía hundir más que un flotador de patito. Pero sí podía atravesar el fino casco de un torpedero, explotar en su interior y dañar severamente la caldera (hablamos de barcos de vapor) o cualquier otra parte importante de las máquinas, inmovilizando al enemigo y dejándolo a merced de la artillería pesada del buque que, esa sí, hundiría sin problemas al enano peligroso. En la foto de la izquierda podemos ver a dos marineros gabachos (Dios maldiga al enano corso) en plena acción. El servidor va rellenando la tolva con la munición que lleva en la cartuchera (flecha blanca), procurando que el tirador no se quede sin tener qué disparar. La flecha roja señala la palanca de bloqueo de giro horizontal del pedestal, y la azul del vertical. Como es evidente, cuando se entraba en acción podían dejarse libres ambos bloqueos para permitir al tirador mover el arma de un sitio a otro.
Bien, prosigamos con la secuencia de tiro. A medida que el torpedero se aproximaba, el tirador se veía obligado a aumentar la cadencia si no lograba acertarle, alcanzando los 20-25 disparos por minuto aproximadamente, llegando si era necesario a los 60-80 que eran lo máximo posible y eso siempre y cuando el tirador tuviera un brazo parecido al del Chuarcheneguer y una incuestionable resistencia al cansancio. Por otro lado, es evidente que los torpederos no avanzaban inermes hasta alcanzar la distancia adecuada para lanzar sus armas, sino que respondían al fuego enemigo para intentar anular los Hotchkiss. De hecho, para este fin estaban armados con ametralladoras mecánicas- Nordenfelt, Gatling, Montigny, etc.- o incluso con cañones rotativos como los que les disparaban. De ahí que, como vemos en la foto de la derecha, se protegieran a los servidores equipando las piezas con escudos. En este caso se trata de un cañón de 47 mm. de la marina yankee. El escudo, de generosas dimensiones, protegería al tirador del fuego de ametralladora y armas ligeras, pero en ningún caso de un impacto directo de un proyectil perforante de 37 mm. de un Hotchkiss que lo dejaría convertido en comida para gatos.
Los montajes navales eran por lo general pedestales u horquillas con pivotes en las bordas para las piezas de 37 y 47 mm. que ya hemos visto en varias fotos si bien, como es lógico, cada país fabricó su modelo específico. Sin embargo, el cañón de 53 mm., que alcanzaba la tonelada de peso, necesitaba un afuste más consistente como el que podemos ver en la foto de la izquierda. Este bicharraco estaba emplazado en un montaje giratorio sobre una base de acero fijada a la cubierta. Podemos apreciar la corona dentada que permitía girar la pieza con la ayuda del volante que aparece en primer término, mientras que la regulación del ángulo de elevación se hacía con el que se ve detrás. Dentro de los óvalos blancos tenemos el alza y el punto de mira que, como comentamos anteriormente, en este modelo estaban instalados en el costado izquierdo. La verdad es que el aspecto de la máquina acojona, ¿que no?
En cuanto a los cañones terrestres, la única diferencia radicaba, aparte de los sistemas de puntería, en las cureñas. Las piezas de campaña se instalaban en cureñas de artillería convencionales que ya vimos en el artículo anterior, provistas de avantrenes y vagones para municiones. En cuanto a las que eran usadas como artillería de plaza, se diseñaron afustes bastante peculiares que, como podemos suponer, estaban concebidos para piezas estáticas que solo era preciso mover para cambiarlas de sitio dentro del recinto, y teniendo en cuenta que estarían generalmente emplazadas en casamatas o caponeras. Observemos el del grabado de la derecha, que corresponde al modelo reglamentario gabacho para el cañón de plaza de 40 mm. Lo más significativo, aunque pase desapercibido, es que solo permite regular el ángulo de elevación. Recordemos que los cañones de estas máquinas tenían cada uno un paso de estrías diferente, de modo que formaban un cono de fuego capaz de abarcar toda la anchura del foso que defendían por lo que no necesitaban hacer un movimiento de barrido. Otra peculiaridad es su tolva, de menor capacidad pero acompañada de una curiosa bandeja prevista para alojar dos hileras de proyectiles que iban cayendo por gravedad. En este caso, la misión del servidor era no dejar que la bandeja de vaciara.
Y para ir terminando, comentar que la vida operativa de estos chismes fue más larga de lo que pueda pensar más de uno. De hecho, y a pesar de que su sistema de disparo quedó obsoleto antes incluso de la llegada del siglo XX, aún sirvieron durante la Gran Guerra tanto como pieza de artillería de plaza como antiaérea. Sí, y en manos, cómo no, de los tedescos, que son capaces de convertir una puñetera tortuga en un arma de destrucción masiva. En la foto de la izquierda tenemos un testimonio gráfico de lo más elocuente: un cañón de 37 mm. provisto de un sistema de puntería acorde a su cometido y montado sobre un afuste que le permite un ángulo de elevación que alcanza la vertical. Y no solo los usaron en emplazamientos estáticos, sino montados en vehículos de todo tipo- carromatos incluidos- para paliar la inicial carencia de armas con las que combatir a la naciente pero cada vez más dañina arma aérea, para la que a comienzos de la guerra aún no había prácticamente nada con qué hacerle frente.
Bueno, con esto terminamos. La próxima entrada la dedicaremos a los distintos tipos de munición que usaban estos cañones, dando término así a esta pequeña monografía.
Hale, he dicho
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