domingo, 22 de marzo de 2020

GLADIUS. TIPOLOGÍAS Y EVOLUCIÓN


Probo ciudadano recreacionista lanzando una
cuchillada con su GLADIVS conforme al estilo
habitual en las legiones: cuerpo protegido tras el
SCVTVM mientras se apuñala sacando la mano
por el lado derecho
Faltaría a la verdad si negase que soy un auténtico desastre, paradigma el caos y quintaesencia de la más absoluta falta de método. Como diría el impagable Tip, estoy agilipoyuá. Resulta que ahora me doy cuenta de que hemos hablado del origen del GLADIVS HISPANIENSIS, del GLADIVS de pomo anular, de la SPATHA, de las diferencias entre la SPATHA y el GLADIVS, de los distintos tipos de vainas que usaron y hasta de sus más remotos ancestros hispanos, las espadas de frontón y de antenas. Pero resulta que del puñetero GLADIVS y sus diversas tipologías, así como sus métodos de fabricación y demás chorraditas chincha-cuñados aún no hemos dicho nada. En resumen, habría sido capaz de inventar el arcabuz antes de saber siquiera si existía la pólvora, qué carajo... Bueno, nunca es tarde si la dicha es buena, así que aprovechando el período de enclaustramiento promovido por los régulos tribales que dirigen los destinos de la Nación, aprovecharemos para elaborar una enjundiosa entrada al respecto, y así compenso mi falta de metodología metódica y ordenada. Por cierto, para los que no hayan leído o no recuerden el artículo dedicado al origen de esta peculiar arma, convendría que antes de proseguir le echaran un vistazo para que todo lo que viene a continuación les resulte más comprensible. Al final de este artículo aparecen las entradas relacionadas con el mismo.

Efigie funeraria de Minucio,
centurión de la LEGIO I MARTIA.
Obsérvese el peculiar pomo
trilobulado de su GLADIVS
Bien, ante todo, empecemos por el nombre. Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, el término GLADIVS no procede de la lengua ibera ni nada similar. Nadie tiene la más remota idea de qué palabra usaban los naturales de la Península para denominar estos chismes y, como ya sabemos, hasta lo de falcata es un invento del siglo XIX. De hecho, GLADIVS es una palabra latina usaba para denominar de forma genérica a las espadas. O sea, que no tiene nada que ver con su origen hispano. Según mi paisano Isidoro, se dio ese nombre "...a la espada (...) porque abre la garganta (GVLA), es decir, secciona la cabeza. Para esto se ideó en un principio, pues todos los demás miembros suelen cortarse con el hacha, en tanto que el cuello únicamente con la espada" (Etimologías, XVIII, 6-1). En honor a la verdad, suena un poco cogido con pinzas porque un pescuezo se corta incluso con un serrucho mohoso si se tercia, pero lo cierto es que, fuese cual fuese el origen del palabro, la cosa es que los romanos lo usaban para denominar cualquier espada independientemente de que de forma coloquial, usaran otros términos como ENSIS, FERRVM o MVCRO. Lo que en verdad señalaba su origen era HISPANIENSIS que, en realidad, es una palabra compuesta por HISPANIA y ENSIS. ENSIS, también según el eximio visigodo Isidoro, hace referencia a la hoja en sí, por lo que si tomamos el término completo, GLADIVS HISPANIENSIS, en teoría estaríamos diciendo espada de hoja hispana, no gladio hispano o espada hispana. Más aún, se tiene constancia del uso de los términos GLADIVS PVGNATORIS (espada de combate) o GLADIVM INSTITVTVM (espada reglamentaria) sin que se haga referencia a su lugar de origen.

Relieve que muestra a un legionario con un GLADIVS
tipo Pompeya en posición de ataque. En el momento en
que el enemigo se acercase más de la cuenta, su brazo
saldría disparado hacia adelante buscando su estómago
Como ya se explicó en su momento, estos voraces imperialistas latinos se quedaron con la jeta a cuadros cuando sufrieron en sus propias carnes la devastadora eficacia de las armas usadas por los celtiberos al servicio de los cartagineses, así que decidieron mandar a paseo sus elegantes XIPHOI griegos y sustituirlos por las eficaces armas usadas por los hispanos. Según la SUDA bizantina, "los romanos abandonaron sus espadas ancestrales después de la guerra contra Aníbal y adoptaron las de los iberos. Pero aunque adoptaron la construcción de las espadas, de ninguna manera pueden imitar la excelencia del hierro u otros aspectos de su fabricación cuidadosa". Como ya se comentó en su momento, la calidad de los aceros hispanos superaba con creces la de los romanos que, bien por falta de conocimientos, bien por facilitar la producción en masa, se conformaron con armas cuyos aceros eran de inferior calidad, aunque no tan malos como los galos, que se doblaban al primer envite. Según Polibio, "las espadas galas sólo tienen eficaz el primer golpe, después del cual se mellan rápidamente, y se tuercen de largo y de ancho de tal modo que si no se da tiempo a los que las usan de apoyarlas en el suelo y así enderezarlas con el pie, la segunda estocada resulta prácticamente inofensiva". Vamos que ni compradas en los chinos...

El XIPHOS, la espada destronada por
el GLADIVS HISPANIENSIS
En cuanto a su adopción por el ejército romano y su posterior adaptación a su forma de combatir, el debate sigue abierto y seguirá hasta que las ranas críen pelo porque, como está mandado hay teorías para todos los gustos. Al parecer, inicialmente no fue bien recibido por las tropas el cambio de sus XIPHOI por las espadas hispanas, un poco más cortas. No obstante, ya en aquella época los romanos buscaban el contacto para asestar una cuchillada, arma para la que la hoja pistiliforme del XIPHOS se prestaba a la perfección. Polibio nos dice al respecto que "...utilizan sus espadas no de filo, sino de punta, porque no se tuercen, y su golpe resulta muy eficaz, herían, golpe tras golpe, pechos y frentes, y mataron así a la mayoría de enemigos".

En todo caso la contundente eficacia de las espadas hispanas aconsejaban hacer el cambio sobre la marcha porque los africanos podrían trocearlos una vez más tras la nefasta jornada de Cannas, donde tras derrotarlos bonitamente se mearon en sus calaveras sin más historias. Algunos autores sugieren que dicho cambio fue propiciado por Escipión Africano, que a la vista del panorama decidió que sus tropas adoptaran un nuevo método de combate aprovechando su estancia en Carthago Nova durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). En todo caso, lo que sí debemos tener en cuenta es que el GLADIVS HISPANIENSIS primigenio tenía una hoja más larga que las versiones romanas posteriores ya que, inicialmente, esta arma equipó también a la caballería hasta que esta fue dotada  posteriormente de SPATHÆ. Pero en origen, la espada de hoja hispana era adecuada para herir tanto de filo como de punta hasta que fue "recortada" para su uso en la infantería y su nuevo uso táctico, o sea, buscando el cuerpo a cuerpo más cerrado y primando la cuchillada sobre el tajo aunque esto no quiere decir que, llegado el caso, se procediera a cercenar un pescuezo o un brazo enemigo si era menester.

No se sabe con exactitud en qué momento se procedió a acortar la hoja de los GLADII, pero puede servirnos de orientación cómo Cicerón se cachondeó de su yerno Publio Cornelio Dolabela (70-43 a.C.), que al parecer era escasito de talla, cuando le espetó al verlo:

-¿Quién ató mi yerno a su GLADIVS?- se mofó aludiendo a que la espada era más grande que el que la llevaba, lo que indicaría que, al menos en esa época, aún estaba en uso la hoja más larga original. 

Sea como fuere, no debió pasar mucho tiempo hasta la adopción de una tipología más corta que facilitaba la nueva forma de combatir buscando la máxima aproximación al enemigo. De hecho, la opinión más generalizada es que el cambio tuvo lugar en las postrimerías de la República o los primeros años del Principado, pudiendo incluso haber habido una coexistencia de ambos tipos durante un breve espacio de tiempo. 


Podemos tomar como referencia un par de tipologías datadas hacia finales de la República o los primeros años del Principado y que, por su morfología, bien podrían ser los últimos GLADII HISPANIENSIS válidos para la caballería y la infantería si bien hay autores como Miks que los consideran como las primeras SPATHÆ de caballería. No obstante, sus hojas son en esencia como las de los primeros GLADII acortados exclusivamente para el combatiente de a pie. A la derecha tenemos el tipo Fontillet, con un perfil similar a la variante Haltern del GLADIVS tipo Mainz que veremos más tarde. Hablamos de una hoja de filos paralelos o ligeramente ahusados y una larga punta recta o con una mínima curvatura de entre ⅓ y  de la longitud total de la hoja. Como vemos en el gráfico, su sección podía ser tanto lenticular como en diamante, así como estar provistas de dos o tres finas acanaladuras. Esta arma, según Miks es una SPATHA mientras que Bishop o Gordon la consideran un GLADIVS en su forma original. La longitud de su hoja oscilaba entre los 57 y los 77 cm., y su anchura entre 47 y 62 mm., estando datadas principalmente en la segunda mitad del siglo I a.C. Estamos pues ante una espada polivalente que igual valía para propinar una estocada rotunda como descargar un tajo capaz de cortar una cabeza, abrirla en dos como un melón maduro o separar un brazo del cuerpo por el hombro.


Un caso similar lo tenemos en el tipo Nauportus, similar a las variantes Sisak y Mühlbach del tipo Mainz. Su hoja pistiliforme incluso nos retrotrae a los antiguos XHIPOI, si bien en este caso su masa desplazada hacia el extremo de la misma nos permitiría asestar buenos golpes de filo aparte de tener una capacidad de penetración notable. Las longitudes de las hojas de esta tipología oscilan entre los 60,5 y los 70 cm., y la anchura entre los 40 y 55 mm. por lo que estaríamos ante un arma un poco más larga pero tal vez un poco más liviana que la anterior. Lo más reseñable es quizás su larga punta de filos rectos, extremadamente aguzada y que debía ser absolutamente mortífera en caso de penetrar en el cuerpo de un enemigo. Con una media de 22 cm. de longitud ocuparía aproximadamente ⅓ de la longitud total de la hoja que, como vemos, podían tener sección lenticular, en diamante y, de forma muy eventual, con un par de acanaladuras. En ambos casos, los ejemplares hallados no proceden de Italia, sino de territorios fuera de la metrópoli. En cualquier caso, lo cierto es que, al menos en lo que a mí respecta, estas dos tipologías podrían ser muy bien los últimos a GLADIVS HISPANIENSIS operativos ya que contienen las características morfológicas de los tipos de espada corta que surgieron con el Principado y, por otro lado, tienen una longitud que se adapta a la perfección a su uso en las ALÆ de caballería que, como sabemos, usaban una espada larga antes de la adopción de la SPATHA. Un jinete con un arma provista de una hoja de medio metro lo tendría más que complicado para sablear a un enemigo que huye y más aún para finiquitar a otro que yace en el suelo haciéndose el muerto a ver si, con suerte, el jinete pasa de largo y le abre la cabeza a su cuñado, que huye despavorido llorando y llamando a mamá, o sea, a su odiosa suegra.

Bien, puestos en antecedentes creo que ya podemos ir concretando las dos tipologías en que se dividen los GLADIVS: Las Mainz surgidas con el advenimiento del Principado a mediados del siglo I a.C., y las Pompeya de mediados del siglo I d.C.

El tipo Mainz debe su nombre a que los primeros ejemplares aparecieron en las proximidades del CASTRVM de Mogontiacum, la actual Mainz o, dicho a la española, Maguncia, como prefieran. Estas armas fueron halladas en el Rin a raíz de unos trabajos de dragado del mismo en el siglo XIX. A partir de los ejemplares aparecidos a lo largo y ancho del imperio, Christian Miks pudo establecer una serie de variantes en base a su morfología común, dando como resultado seis diferentes: Mühlbach, Sisak, Clásica, Fulham, Wederath y Halter-Camulodunum. Veámolas...



A. Variante Mühlbach. Como ya podemos suponer, el nombre proviene del lugar del primer habllazgo, Mühlbach am Glan, un distrito del municipio de Altenglan, en la Renania. Según podemos apreciar, a partir del primer tercio la hoja sufre un brusco estrechamiento para, a continuación avanzar los filos paralelos o ligeramente ahusados. Nuevamente se ensancha cuando llega a la punta, dando a la hoja un perfil pistiliforme no excesivamente acusado. La longitud de la misma oscila entre los 51 y 59 cm. y una anchura de entre 40 y 50 mm., con una punta de una longitud media de 17 cm. Se han hallado ejemplares con sección tanto lenticular como en diamante, y están datadas hacia mediados del siglo I a.C. 

B. Variante Sisak. Respecto al nombre, pues como todas. En este caso se trata de una población croata llamada Segestica por los probos imperialistas latinos. Con un perfil similar a la anterior, esta variante es un poco más masiva. Su longitud oscila entre los 52 y los 58 cm., con un ancho entre 40 y 56 mm. Su forma pistiliforme no es tan acusada en el primer tercio de la hoja, cuyos filos corren paralelos hasta la punta que, al igual que la anterior, ocupa un promedio de 172 mm., o sea, alrededor de un tercio de su longitud total. En esta variante, los ejemplares hallados hasta ahora muestran todos una sección en diamante, lo que la hacía más adecuada para apuñalar. Su datación es de finales del siglo I a.C., desapareciendo en los comienzos del Imperio.

C. Variante Clásica. Más masiva que las anteriores pero de formas más suaves, esta variante presenta un estrechamiento en el tercio medio con filos ahusados hasta alcanzar la punta, que puede ser recta o levemente curvada y de generoso tamaño. La longitud de la hoja oscila entre los 42,5 y los 55 cm., y la anchura entre 50 y 70 mm. Como sus hermanas anteriores, la punta ocupa por lo general el último tercio de la hoja, con unos 16 cm. de largo. La sección puede ser tanto lenticular como en diamante, y la datación corresponde a las postrimerías del siglo I a.C. hasta los primeros años del siglo posterior.  

D. Variante Fulham. Esta debe su nombre a haber aparecido en el Támesis cerca de Fulham, al sudoeste de Londres. Su exponente más famoso es la conocida Espada de Tiberio, aparecida en el Rin junto a sus hermanas de Mainz y cuya vaina está en un sorprendente buen estado. Se conserva en el Museo Británico. Esta variante es quizás la espada tipo Mainz más conocida debido en gran parte a su aparición en todas las pelis de romanos habidas y por haber. En lo referente a su hoja, de sección en diamante, su longitud oscila entre los 44 y los 55 cm y una anchura de 56 a 75 mm. Su perfil es paralelo o con un leve ahusamiento hacia su larga punta de filos rectos que, como las anteriores, ocupa un tercio de la longitud total, en este caso alrededor de los 17 cm. Su datación abarca los reinados de Augusto y Tiberio y junto con la Clásica son las variantes más masivas de esta tipología. 

E. Variante Wederath. Aparecida por vez primera en la población homónima, en Renania-Palatinado (Alemania). Es la variante más tardía, datada a partir de mediados del siglo I d.C. De dimensiones similares a la Fulham, aunque sin llegar a su anchura más extrema, su morfología difiere del resto de las Mainz por su hoja de filos rectos y su punta triangular, más corta de lo habitual. De hecho, a veces se la confunde con una tipo Pompeya. Como algunas de sus hermanas, sus hojas pueden tener sección lenticular o en diamante. Su vida operativa debió ser relativamente corta ya que, como sabemos, los GLADII pasaron a la historia unos 100 años más tarde para ser sustituidos por las SPATHÆ.

F. Variante Haltern-Camulodunum. En este caso el nombre hace referencia a la población de Haltern am See, en Renania del Norte-Westfalia, y a la famosa ciudad donde radicaba la capital de los trinovantes y, posteriormente, convertida en un CASTRVM romano tras la ocupación de la Britania (Dios maldiga a Nelson, que hace tiempo que no lo mencionaba) en el 43 d.C. por Aulo Plaucio. Actualmente es la ciudad de Corchester, en Essex. Y al igual que la variante anterior fue la más tardía, esta fue la más temprana ya que los primeros ejemplares aparecen datados a finales del siglo II a.C., ergo también debió ser la más longeva ya que aún perduraba a mediados del siglo I d.C. La hoja es por lo general de filos paralelos o levemente ahusados, con una longitud y una anchura bastante dispar de un ejemplar a otro que va desde los 40 a los 55 cm. de largo y de 30 a 70 mm. de ancho.  No muestra como las demás la parte de la hoja donde comienza el filo, sino que este se presenta como una continuidad de la misma siguiendo su mismo perfil si bien sigue la pauta de las demás, ocupando alrededor de un tercio del total. Se han hallado ejemplares con sección lenticular, en diamante y ocasionalmente con dos acanaladuras, que es la que hemos mostrado en la ilustración.

Bien, estas son las seis variantes de las Mainz. Sus pesos son difíciles de calcular por la evidente pérdida de material debido a la corrosión, así como por la ausencia de las empuñaduras. En todo caso, se considera que oscilarían entre los 600 y los 800 gramos. Para saber las longitudes totales bastaría sumar la empuñadura al largo de la hoja que, dependiendo de su forma, variaría en unos centímetros. Pero de ese tema hablaremos más tarde para no liarnos. Veamos a continuación las variantes del tipo Pompeya.


No hace falta tener un C.I. de 160 para imaginar de dónde proviene el nombre de esta tipología. Las primeras aparecieron en Pompeya, bajo las cenizas del taponazo bestial que pegó el Vesubio en el 79 d.C. Más ligeras y básicas que sus antecesoras, Miks las dividió en tres variantes: la Clásica (figura A), la Putensen-Vimose (figura B) y la Hamfelde (figura C). Solo la primera de ellas ha aparecido dentro del LIMES, mientras que las otras dos han sido halladas principalmente en el BARBARICVM. Como ya se ha dicho, son en líneas generales unas armas más ligeras y más cortas que sus hermanas mayores. Del mismo modo, ofrecen un perfil muy similar en los tres casos, basados en filos rectos y puntas cortas, bien triangulares como la Clásica o curvilíneas como la Putensen-Vimose o la Hamfelde. En lo referente a la sección de sus hojas, la Clásica podemos verla tanto lenticular como de diamante. La Putensen lo mismo, salvo casos muy puntuales en los que presenta dos finas acanaladuras. Finalmente, la más peculiar de las tres, la Hamfelde, además de lenticular es el único GLADII que vemos con sección hexagonal. Las longitudes de las hojas del tipo Pompeya oscilan entre los 37,5 y los 56,5 cm., mientras que la anchura va desde los 35 mm. hasta los 70 mm., en este caso obviamente del tipo Hamfelde. Obviamente, para fabricar una de estas espadas no se requería tanto material como en una Mainz, precisando entre un 10 y un 20% menos de hierro. Esta disminución de masa se veía reflejada en un peso inferior, de unos 600-660 gramos aproximadamente.

Una característica peculiar de esta tipología que presentan algunos de los ejemplares que se conservan de la misma, especialmente el depositado en la Royal Armouries de Londres, es una protuberancia de sección cuadrangular en la punta, tal como vemos en el gráfico inferior.




La opinión más extendida, por no decir unánime, es que esta protuberancia tenía como objeto facilitar el momento de la clavada. Su sección cuadrangular extremadamente aguzada favorecía la penetración de la piel, dejando el filo para hacer su trabajo cercenando vasos sanguíneos y órganos vitales una vez que la hoja penetraba en el interior del cuerpo. Al parecer, y de esto hablaremos más a fondo en otra entrada, fue una iniciativa de los GLADIARII, los armeros que servían en cada legión para el mantenimiento y reparación de las armas.


Empuñadura de un Mainz enteramente laminada de plata procedente de
Rheingŏnheim
En lo referente a las empuñaduras, por norma se componían de tres partes básicas: el guardamanos, la empuñadura y el pomo. Lo habitual es que estuviesen fabricados con materiales orgánicos como madera, marfil, hueso o asta, y en algunos casos se recubrían de metal en parte o en su totalidad, por lo general de una aleación de cobre llamada ORICHALCVMAURICHALCVM por su similitud al oro una vez que se pulía. Esta aleación se componía por lo general de un 80% de cobre y un 20% de zinc. También podía darse en caso de cubrirlas con una fina lámina de plata si el poder adquisitivo del dueño se lo permitía. En todo caso, lo habitual era fabricar empuñaduras enteramente de madera, a veces de distinto tipo en la empuñadura para darle dos tonalidades con fines decorativos, o fabricar esta con marfil, hueso de vacuno o equinos o asta mientras que para el guardamanos y el pomo se usaba madera por lo general boj, cerezo o cualquier otra que mostrase una apariencia agradable a la vista. Ya sabemos que estos probos imperialistas se pirraban por pasearse por el mundo luciendo sus mejore galas.


Vista inferior y superior de un guardamanos forrado de AVRICHALCVM.
Como complemento, bajo el guardamanos y en contacto con la hoja se solía colocar una placa de bronce o hierro que, caso de que el filo de la espada enemiga resbalase por el de la propia, no cortase o partiese la madera del guardamanos. La espiga de las hojas, siempre de sección rectangular, pasaba por todas las piezas y era remachada sobre el pomo usando una arandela cuadrada o bien un casquillo de hierro o bronce que, llegado el caso, podría servir incluso para estampárselo en plena jeta a algún enemigo más pegajoso que un cuñado en un bufete libre. Solo en caso de que el guardamamos estuviera forrado de metal, como vemos en la ilustración de la derecha, se prescindía de la placa base, recurriendo en ese caso a practicar en la madera del núcleo una hendidura para ajustar adecuadamente los hombros de la hoja e impedir que se girase sola cuando, debido al uso, llegase a tomar un poco de holgura.


En el gráfico podemos ver las distintas partes
de que se compone le empuñadura
Las morfologías de los guardamanos y pomos podemos verlas en las muestras de los distintos tipos de GLADII que hemos ido presentando, así como sus posibles combinaciones que, no lo olvidemos, no obedecían a un patrón fijo sino al gusto del propietario, que por cierto solía grabar mediante punción su nombre, centuria y nombre de su centurión por si algún desaprensivo se lo robaba. Como hemos visto, los guardamanos son hemisféricos, elípticos, cuadrangulares redondeados o semi-ovoides. Los pomos, pues sobre todo esféricos, y en menor grado hemisféricos u ovoides. La idea era que la mano se viera bloqueada por delante y por detrás una vez que se empuñaba el arma para impedir deslizamientos y desvíos fuera de lugar debido a la sangre, la mugre, el sudor, etc. Para calcular la longitud total podemos basarnos en una aproximación de entre 17 y 20 cm. dependiendo del largo de la empuñadura, que había que ajustar a la anchura de la mano, por lo general entre 75 y 95 mm.


Las formas más habituales podemos verlas a la derecha. La figura A es quizás la más frecuente, una pieza de marfil o hueso con tres nervaduras para asentar firmemente los cuatro dedos. Esta empuñadura podía tener sección circular o elíptica, habiendo más de uno que prefería esta última porque se ajustaba mejor a la mano, impidiendo que la espada girase sobre ella en el momento decisivo de la cuchillada o el tajo. La figura B presenta una variante de la anterior, pero de sección hexagonal. Las figuras C y D muestran dos tipos de empuñaduras de madera con estriados de dos tipos, a gusto de cada cual. La madera, siendo un material muy absorbente y con ese acabado proporcionaría un agarre muy superior al de las anteriores si bien, lógicamente, su apariencia no era tan vistosa. En la parte inferior he añadido, para que no se diga que es cosa de películas, una empuñadura con cabeza de águila procedente de una réplica moderna y que, en efecto, existieron si bien su uso estaba relegado a los personajes del rango más elevado, como emperadores, cónsules, legados y similares. Se suelen ver en estatuas en la que estos probos mandamases aparecen con indumentaria militar. Con todo, podemos casi asegurar que estas espadas eran más bien de ceñir que para su uso en combate.


Piedra de afilar aparecida en Le Châtelet-sur- Sormonne
(Francia), donde se aprecia claramente el estriado que,
en teoría, sería de utilidad para un desbaste inicial antes
de pasar a las piedras de grano fino
Como colofón, hacer una breve mención al mantenimiento de estas armas que, por cierto, sería extensivo a cualquier espada. Desde muy antiguo se tenía muy claro que una hoja limpia y libre de óxido era más eficiente. El óxido tiende a desprenderse en forma de costras con nada que uno se descuide, y más si se tiene el arma envainada en un material higroscópico como la madera y en un clima húmedo como el de Germania o Britania. Marco Cornelio Frontón, senador, gramático, retórico y amigo personal de Marco Aurelio, afirmaba que "...si uno debe luchar con un GLADIVS, hay una diferencia si está oxidado o brillante" (DE ELOQVENTIA 1-16), por lo que los centuriones no dudaban en hacer uso de su VITIS en los lomos de todo aquel que no mantuviera sus armas en buen estado en plan sargento Hartman dando caña al personal para tener sus M14 más limpios que el virgo de una doncella. Para ello usaban una pasta a base de arena muy fina mezclada con aceite de oliva con la que frotaban hasta dejar la hoja pulida a espejo. Para el mantenimiento del filo se sabe, porque se han encontrado en antiguos asentamientos militares romanos e incluso centros de fabricación de este tipo de material, piedras de afilar y piedras de agua para dejar sus GLADII como auténticas navajas barberas. Solo en caso de que el arma presentara melladuras o deformaciones había que mandarla al GLADIARII de su legión el cual desmontaría la empuñadura y procedería a reparar el arma, tras lo cual se volvía a afilar y pulir. Estas piedras, de forma rectangular como las que se usan actualmente o bien cilíndricas, muestran incluso el desgaste de su uso constante. Por otro lado, ya se conocía el aceite de roca, o sea, el petróleo, y según Plinio el Viejo los herreros ya sabían darle multitud de usos para prevenir la aparición del óxido.

En fin, criaturas, creo que con esto ya tienen lectura para olvidar durante un rato este confinamiento que, según acabo de leer en el periódico, se alarga otras dos semanas más. En una próxima entrada y para darle remate a este tema gladiatorio hablaremos un poco sobre cómo entrenaban, cómo combatían y los efectos de estas armas en los enemigos de la todopoderosa Roma.

Se me cuiden, no dejen las mascarillas al alcance de sus cuñados y hagan acopio de estricnina por si se ponen muy pesados con el encierro, que ahora podemos echarle al virus coronario de los cojones la culpa de cualquier deceso inesperado.

Hale, he dicho

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SPTAHA

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Legionarios en pleno IMPETVS, GLADII en mano buscando llegar cuando antes al contacto con el enemigo antes de que
se les pase el susto por la lluvia de PILA que los tiene en ese momento un poco atribulados

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