domingo, 15 de marzo de 2020

SPATHA


Probo ciudadano recreacionista con la equipación
de un legionario del siglo II d.C. Como podemos
ver, en la mano blande una SPATHA que por
aquella época ya se colgaba del costado izquierdo
Aunque es un arma de la que muchos han oído hablar se sabe muy poco de la SPATHA. De hecho, estuve a punto de incluirla en los misterios misteriosos porque, aún siendo tan emblemática, la realidad es que prácticamente no se sabe casi nada de sus orígenes, evolución y tipologías, y eso que es la espada de la que surgió la vikinga que, a raíz de las migraciones, se propaló por toda la Europa. En puridad, podemos afirmar que las espadas que estaban en uso en los siglos X y XI eran SPATHÆ o, mejor dicho, las tataranietas de las SPATHÆ que empezaron a dar guerra a comienzos del Principado un milenio antes. Si les digo la verdad, es un tema más complejo de lo que incluso yo mismo imaginaba antes de zambullirme a fondo en el mismo porque, para colmo, la inmensa mayoría de los ejemplares hallados en enterramientos o en cursos fluviales, arrojados a ellos como exvotos, resulta que proceden del BARBARICVM, o sea, la tierra de los bárbaros más allá del LIMES, la frontera del imperio con lo territorios de los belicosos germanos y demás tribus sumamente irritables. Esto ha complicado y complica enormemente la diferenciación entre tipologías básicamente por dos motivos: uno, el lamentable estado en que se han hallado la mayoría de ellas; y dos, porque al proceder de fuera del imperio es bastante complejo saber su origen, si son de manufactura romana, copias, espadas fabricadas para la exportación por la industria imperial, botín de guerra, etc. como veremos a lo largo del artículo.

En fin, pónganse cómodos, tengan a mano una copita de algún espirituoso y dispónganse a conocer un poco más a fondo estas grandes desconocidas aprovechando que el jodido virus coronario ese nos va a tener a todos enclaustrados como trapenses una temporada, y sin más vamos al grano.

Guerrero celta tatuado de azul y con el pelo
alcalino SPATHA en mano. A pesar de la
evidente ventaja de estar armado con una
espada más larga, esto no fue impedimento
para los legionarios y sus GLADII
En primer lugar veamos la etimología del palabro, porque ni siquiera en eso hay consenso entre los mismos cronistas de la época. La opinión más generalizada es que SPATHA proviene del griego σπάθη (spáthe), que al parecer era un útil usado por los tejedores para tensar la trama. Dicho término aparece en tiempos remotos de la mano de Esquilo (525-456 a.C.). Fue Diodoro Sículo el primero que la menciona como arma en el siglo I a.C. al referirse a los celtas cuando cita que "...como espadas usan un arma larga y ancha llamada SPATHA que cuelgan sobre su muslo derecho con cadenas de hierro o bronce". Sin embargo, otros, como Séneca o Columela, la siguieron relacionando con utensilios para tejer o como designar una espátula, que en latín significa costilla. Pero Isidoro de Sevilla, que redactó sus Etimologías a finales del siglo VI d.C., ofreció una explicación distinta: "Se dice que la SPATHA proviene del griego sufrimiento, ya que παθεον (patheon) es sufrir en griego, y usamos PATIOR para decir "estoy sufriendo" y PATITVR para "está sufriendo". Otros dicen que es SPATA en latín por el hecho de que es espaciosa y larga."(Etimologías, 18,4-6). Cabe pensar que, por razones obvias, se debía sufrir bastante si a uno le hincaban esa cosa en la barriga. En fin, en el caso de Isidoro, que vivió mucho después de que esta espada entrada en servicio, creo que es el que resulta menos acertado, y que en efecto proviene del griego por su mera similitud con el chisme de tejer. No obstante, lo más curioso es que en el ejército no recibió ese nombre hasta aproximadamente el reinado de Adriano, y que anteriormente era denominada de forma genérica como GLADIVS, término usado para referirse a las espadas en general. En una relación datada en el 105 d.C. del inventario de un DECVRIO del ALA SEBOSIANA se especifica que faltaba un GLADIVM INSTITVTVM (espada reglamentaria), y era frecuente hacer uso de otros palabros para referirse a ellas como MVCRO, ENSIS o FERRVM. Así pues, no es hasta aproximadamente mediados del siglo II d.C. cuando se normaliza el uso del término SPATHA. ¿Que por qué tardó tanto? Ni idea. No se sabe. Quizás la razón más probable sea la ancestral reticencia de los militares a cambiar sus costumbres.

Probo ciudadano recreacionista haciendo de bátavo,
tropas de origen germánico que, además de actuar
como caballería auxiliar acabaron formando en
tiempos de Calígula el GERMANI CORPORIS
CVSTODIA,
 la guardia personal de los césares
Bien, ya sabemos de dónde viene la palabra pero, ¿como llegaron a Roma? Como ya sabemos, en tiempos de la República la caballería se nutría por los EQVITES, gente con el suficiente poder adquisitivo para costearse un penco reglamentario. Pero los crecientes conflictos del naciente imperio se quedaron cortos, y ya en tiempos de la 2ª Guerra Púnica (218-201 a.C.) se hizo imperioso reclutar personal entre las tribus bárbaras para poder completar las ALÆ de caballería de cada legión. Inicialmente se recurrió a los galos que, aunque provistos de un armamento defensivo al estilo romano, siguieron haciendo uso de sus propias armas ofensivas, en este caso sus largas espadas de hoja recta. Las dimensiones de estas espadas oscilaban entre los 540 y los 815 mm., que no se diferenciaban mucho de los GLADIVS HISPANIENSIS traídos inicialmente de la Hispania, cuyas hojas medían entre 430 y 770 mm. de largo, por lo que podían ser igualmente válidas para armar a un jinete. Sin embargo, la SPATHA se adaptaba mejor al uso táctico de la caballería de la época, que se limitaba a actuar como merodeadores, escaramuceros, mensajeros y, sobre todo, perseguir y exterminar a los enemigos una vez que sus compañeros de la infantería habían logrado ponerlos en fuga. En ese caso, el ataque más lógico de un jinete era descargar un tajo por la espalda contra el enemigo que huía o bien rematarlo en el suelo en caso de haber caído, para lo cual tenía que inclinarse sobre la silla y propinarle una estocada definitiva. Ojo, el arma principal de estos jinetes eran la lanza y/o las jabalinas, dejando la espada como último recurso incluyendo descabezar a los caídos, costumbre a la que los galos eran muy aficionados.

En puridad, esta caballería foránea no usaba SPATHÆ, sino sus propias armas, unas espadas de filos paralelos o levemente ahusados que terminaban en una punta más redondeada que aguda porque la forma de combatir de estos probos bárbaros se basaba ante todo en el golpe de filo, por lo que obviamente lo tenían fácil a la hora de actuar como mercenarios al servicio de los romanos. Lo habitual era que la llevasen colgada del costado derecho mediante un cinturón en vez el típico tahalí. Podemos colegir que, independientemente de que fuera su forma habitual de portar la espada, a la hora de desenvainarla era más fácil tirar de ella si estaba unida al cinturón ya que, de estarlo de un tahalí, el tirón para sacarla arrastraría la vaina hacia arriba. Recordemos que la mano izquierda no podría sujetar la vaina porque ya tenía bastante trabajo con manejar las riendas y el escudo al mismo tiempo. Por otro lado, los movimientos propios del cuerpo cuando se cabalga harían que la espada bailotease de un lado a otro y que cuando llegara el momento de la acción estuviera en cualquier sitio menos el adecuado. En la imagen de la derecha podemos ver un relieve que representa un auxiliar de caballería cuya espada pende del cinturón.


En cuanto a las tropas de caballería romanas optaron por readaptar el viejo GLADIVS tipo Pompeya, alargando su hoja hasta igualarla con las armas celtas y galas. Sería pues la primera SPATHA tal como las entendemos. Básicamente conservaba en todos los aspectos la apariencia y las proporciones del GLADIVS incluyendo su vaina. Como vemos a la izquierda, estas espadas tenían una hoja de sección romboidal de filos paralelos terminada en una punta triangular muy aguzada, o sea, un arma destinada ante todo a herir de punta. La empuñadura estaba compuesta de la misma forma que las de sus antecesores: tres piezas- guardamanos, empuñadura y pomo- construidos por lo general de materiales orgánicos como madera, marfil, hueso o asta. Para las empuñaduras solían recurrir a huesos metapondiales de vacuno o caballo a los que daban la forma de los dedos. La espiga de la hoja discurría a través del hueco natural donde se encontraba el tuétano cuando el bicho estaba vivo, y el conjunto de las tres piezas se fijaba remachando el extremo de dicha espiga sobre una arandela de hierro o bien un casquillo esférico o con forma de pera que, llegado el caso, podría ser bastante útil para estampárselo en plena jeta a algún enemigo inesperado y tan cercano que no diera opción a colocar el arma en posición de combate. En la base del guardamanos podemos ver una chapa de bronce o hierro destinada a detener el filo de las armas enemigas sin que llegasen a dañar dicha pieza, y se tenía especial cuidado en que el largo de la empuñadura permitiera ajustar perfectamente la mano entre el guardamanos y el pomo. Si era inferior a su anchura el agarre sería molesto, cuando no imposible. Si era demasiado largo espada bailaría en la mano al no proporcionar un agarre firme. Este detalle indicaría que, al menos en lo tocante a las empuñaduras, la fabricación no era en serie, sino que se adaptaba a la fisonomía del que la iba a usar. 


En cuanto al sistema de suspensión del arma, era el mismo que el empleado por las tropas de infantería, o sea, el típico tahalí formado por una estrecha correa cuyos extremos se dividían en dos ramales para asegurar las cuatro anillas de que estaba provista la vaina. Según la moda de la época, dichas vainas consistían en dos mitades de madera forradas de cuero que, a su vez, se completaban con un brocal metálico más o menos elaborado con decoración repujada o calada y una contera triangular a juego que, por norma, consistía en temas relacionados con los dioses más venerados por las tropas, la Victoria, el emperador y cosas por el estilo. En la ilustración de la derecha vemos a un legionario armado con su GLADIVS que pende del tahalí y, si lo observamos, vemos que está bloqueado por el cinturón, precisamente para impedir que se mueva al correr, saltar o, en el caso de los jinetes, cabalgar, aparte de, como comentamos más arriba, no tener que agarrar la vaina en el momento de desenfundar el arma. Por lo demás, a lo largo del siglo I d.C. los herreros que suministraban armas al ejército mantuvieron su técnica de siempre para forjar las SPATHÆ. Hasta aquel momento, el sistema que venían usando con los GLADII consistía en forjar la hoja partiendo de una lámina de acero entre dos de hierro de forma que, finalmente, solo quedaban templados los filos. Pero con la llegada del siglo II tuvieron lugar una serie de cambios en todos los aspectos que aún son y serán tema de estudio durante mucho tiempo porque, a pesar de lo aficionados que eran los romanos a  dejar constancia de todo, ni uno solo de lo cronistas e historiadores militares se tomó la molestia de dejar escritos los motivos de estos cambios.


El más relevante fue el progresivo abandono  por parte de la infantería del GLADIVS que tan buenos resultados había dado en combate durante siglos en favor de la SPATHA. No se sabe qué fue lo que dio pie a esta drástica medida si bien no fue radical ni tampoco partió de una reforma ordenada por algún emperador. Simplemente se fueron tomando el relevo sin prisa pero sin pausa, y da la impresión de que la decisión estuvo más en manos de los legados que mandaban las mismas legiones que de una orden procedente del senado o el césar. Y, por otro lado, que el contacto entre diversas legiones a lo largo del tiempo, cuando se reunían para acometer alguna batalla importante o llevar a cabo la enésima invasión de turno, fue lo que hizo que se vieran las supuestas ventajas de la SPATHA para dejar de lado sus GLADII. Pero, en todo caso, lo cierto es que las SPATHÆ se fueron propalando por todas las legiones del imperio salvo excepciones en el sentido, y esto es una hipótesis, de hombres que prefirieron seguir combatiendo con un arma más corta, dando lugar a la SEMISPATHA. Estas se obtenían por lo general de hojas recicladas de SPATHA, es decir, hojas rotas que tras una breve sesión de forja eran devueltas al servicio activo. Esta teoría se sustenta en el hecho de que se han recuperado algunos ejemplares de este tipo de armas que, como vemos en la ilustración de la izquierda, mostraban como las acanaladuras llegaban hasta el final de la hoja, precisamente por el lugar por donde se habían roto. No había pues tipologías concretas de SEMISPATHA, ya que prácticamente nunca se fabricaron ex-profeso, sino que se limitaron a reutilizar armas deterioradas para los irredentos que se negaron a usar una espada larga. Esta peculiar arma se mantuvo operativa hasta la práctica totalidad del siglo III d.C., y la longitud de su hoja oscilaba alrededor de los 40 cm.


Estado en que apareció un ejemplar de Lauriacum-Hromówka en un
enterramiento en Dobřichov-Pičhora, en la Rep. Checa. Como vemos,
salvo la punta y un fragmento del tercio medio el resto está hecho
una birria
En lo tocante a las SPATHÆ, el tipo Pompeya también acabó sucumbiendo por otros más acordes al uso que querían darle, que podemos colegir que estaba más bien encaminado al corte que a la cuchillada. El creador de las tipologías para las SPATHÆ ha sido el profesor Christian Miks, un probo tedesco especializado en armamento romano del Instituto de Investigación de Arqueología de Leibniz. Como ya comentamos al principio, la labor para llevar a cabo la clasificación de los ejemplares hallados es abrumadora por las diversas circunstancias y lugares en que han aparecido pero, además, debemos tener en cuenta que el origen de cada hoja es tan dispar que dentro de cada tipología hay diversos subtipos, y a su vez en cada subtipo podemos dar con una serie de variantes. Ah, y una advertencia: las dimensiones son aproximadas, pero ni remotamente exactas ya que, como podemos imaginar, la corrosión ha reducido las dimensiones originales de forma totalmente diferente según cada ejemplar, así que no se puede calibrar con precisión las medidas que tenían cuando salieron de la herrería.


Aclarado este punto prosigamos. Como íbamos diciendo, en el siglo II d.C. hubo una verdadera revolución en lo tocante al arma principal de las legiones. El GLADIVS de siempre fue jubilado y, tras la aparición de la SPATHA tipo Pompeya, que casi podríamos decir que fue un apaño de circunstancias, surgieron dos nuevas tipologías con sus tropocientas variedades que fueron básicamente las que marcaron la pauta hasta el siglo IV: la Lauriacum-Hromówka y la Straubing-Nydam, que recibieron esas denominaciones simplemente por ser los lugares donde aparecieron. La más pesada era la Lauriacum-Hromówka, que debe su nombre a un asentamiento surgido junto a CASTRVM de Lauriacum, en la actual Austria. Su hoja, que recuerda bastante al tipo Pompeya, tenía una anchura media de unos 50 mm., y sus longitudes oscilaban entre los 580 y los 795 mm. Sin embargo, contiene una novedad que nunca antes se había visto en un arma romana: las acanaladuras o ALVEVS. Esta técnica, que ya era usada por celtas e íberos hacía más de 400 años, tenía dos ventajas: una, aligeraba de peso la hoja sin por ello restarle resistencia. Y dos, le daba más flexibilidad, lo que las hacía más idóneas para golpear de filo. Ojo, no queremos decir que no fuesen capaces de apuñalar, sino que las que solo apuñalaban, como el GLADIVS, lo tenían mucho peor para cortar. En este caso se han encontrado ejemplares con hasta cinco finas acanaladuras como la que mostramos a solo dos, con secciones en V o U. En lo que sería el recazo vemos un pequeño grabado, que por lo general se aplicaba en caliente, que representaba un dios Marte. Era al parecer una costumbre que se hizo bastante popular con la particularidad de que para verlo correctamente había que empuñar la espada con la punta hacia arriba. Quizás, y esto es una conjetura mía, fuese una especie de talismán o recordatorio a una deidad protectora a la que se dirigía una breve oración mirándola antes de que comenzara la fiesta. Por lo demás, estas espadas podían también fabricarse sin acanaladuras, en cuyo caso las hojas adoptaban una sección hexagonal, o sea, vaciadas a tres caras.


La otra tipología podemos verla a la derecha. La Straubing-Nydam debe su nombre en este caso  a un hallazgo realizado en la población homónima, en el sur de Alemania, donde se encontraba un centro de distribución de material para el ejército. Como vemos, su apariencia es totalmente distinta a la de su colega. Las hojas son mucho más delgadas, ahusadas y con una anchura de entre 34 y 49 mm y la punta generalmente redondeada. La longitud oscilaba entre los 590 y los 777 mm. Se han hallado ejemplares provistos de acanaladuras y otros sin las mismas, en cuyo caso su sección es lenticular. Pero lo que quizás resulte más significativo son las vainas, que compartieron con las Lauriacum ya que en este caso no había distinción fuese el tipo de espada que fuese. Como vemos, son piezas mucho más simples que las de los GLADII, formadas por dos mitades de madera, generalmente tilo, álamo, aliso, sauce y abedul, que se recubrían de cuero con una costura en la parte trasera y, en algunos casos, con una nervadura en la cara anterior repujada en el mismo cuero, generalmente de vacuno. A veces se optaba por reforzar la unión de las dos mitades con cantoneras de bronce o encordados de alambre de cobre o incluso de plata que se distribuían en dos o tres partes de la vaina dando unas pocas vueltas a la misma. En cualquier caso, la pauta más frecuente es la que vemos en la ilustración, careciendo incluso de brocales metálicos que fueron sustituidos por refuerzos del mismo cuero. Durante los siglos II y III se usaron conteras de bronce con forma de pelta más o menos sofisticadas o bien rectangulares, mientras que las discales que vemos en la ilustración se hicieron populares en los siglos III, IV y posteriores. 


Y lo que quizás sea más significativo fue el cambio en el sistema de suspensión, que desterró definitivamente a las anillas de siempre. Consistía en un pasador o presilla fijado en la cara anterior de la vaina que, según se aprecia en los auxiliares de la Columna de Trajano, parece que fue un invento tomado de los pueblos radicados más allá del Danubio, en el este de Europa. Estos pasadores, que han aparecido por toda Europa, consistían en piezas más o menos elaboradas de hierro, aleaciones de cobre e incluso hueso o marfil. Son relativamente frecuentes los que representan lo que parece un delfín saltando fuera del agua. En fin, a la izquierda podemos ver varios ejemplos que nos permitirán hacernos una idea de su aspecto. Su misión consistía en que la vaina quedara bien asegurada al tahalí que, como veremos más adelante, también cambió su morfología de forma radical.


El sistema de fijación era el mismo en todos los casos. Cada pieza llevaba dos tetones que se introducían por sendos orificios practicados en la cara anterior de la vaina. A continuación bastaba doblarlos a martillazos hasta embutirlos en la madera para no dañar la hoja o, si el material no lo admitía, se remachaban sobre dos arandelas de hierro. Algunos autores han sugerido la posibilidad de que se reforzaran mediante un encordado, mientras otros lo niegan en base a que los escasos restos de vainas hallados no han presentado rastros de cordel. Obviamente, sería una verdadera sorpresa dar con trocitos de cáñamo con 1700 años a cuestas, así que no veo por qué lo dan por imposible, y más si tenemos en cuenta que los orificios de la madera irían cediendo con el tiempo y el uso, y llegaría un momento en que el pasador quedaría casi suelto lo que supondría tener que desechar la vaina entera.


En lo tocante a su sistema de fabricación, se introdujo el forjado por láminas juntando varias varillas de hierro que se iban retorciendo a medida que se iba martilleando la pieza, dándole un acabado similar al damasquinado. Esto daba a la pieza una apariencia muy original y las hacía bastante cotizadas y, de hecho, cuando a partir del siglo II la producción pasó de forma mayoritaria a contratistas privados, estos colocaban el cuño de su fábrica, generalmente en la espiga. Según una carta de agradecimiento del godo Teodorico por haber recibido como obsequio unas espadas con este acabado, "...revelan gusanos pequeños y retorcidos dentro de las acanaladuras, donde hay tanta variedad jugando juntos en la sombra que el metal brillante parecía estar entretejido con una variedad de colores". Conviene aclarar que las hojas, al menos las destinadas a personajes de cierto rango, eran pulidas a espejo con piedra pómez, lo que ciertamente les daría un aspecto soberbio. También se pusieron de moda los punzonados como el que mostramos anteriormente (imagen de la izquierda), así como grabados con figuras similares que podían ser desde lo más elaborado a diseños básicos, como si fueran hechos por un crío. Básicamente los motivos eran la Victoria, Marte y la sempiterna águila.


Un apaño de circunstancias, además de la SEMISPATHA, consistía en reponer los antiguos pomos anulares en las SPATHÆ cuyas espigas se habían roto. En esta caso, bastaba desmontar las piezas de la empuñadura original, añadirles la anilla, bien remachada, bien soldada, y una pequeña cruceta metálica que haría las veces de guardamanos. Al quedar la empuñadura más corta se limitaban a colocarle unas cachas de madera o, como hemos recreado en la ilustración, un encordado. La vaina sería la misma que originariamente usase en origen, y este tipo de arma de circunstancias estuvo en uso durante los siglos II y III.


La variante que sucedió a la Straubing-Nydam fue la Ejsbøl (izda.), cuyos primeros ejemplares datan del siglo IV. Su nombre proviene de la ciénaga del mismo nombre, en Dinamarca. Sus hojas tienen una anchura que oscila entre los 42 y los 57 mm., mientras que las longitudes van desde los 650 a los 83o mm. Como vemos, su aspecto es muy similar a su antecesora con la salvedad de que, en este caso, la sección de la hoja es hexagonal. Y como añadido a las tipologías existentes surgió la Illerup-Wyhl (dcha.), datadas desde mediados del siglo III en adelante. Estas espadas eran bastante más masivas y pesadas, con hojas de entre 42 y 57 mm. de ancho y una longitud de entre 620 y 852 mm. Su sección era lenticular y, como vemos, la empuñadura es totalmente distinta. Se trata de un tipo denominado "de reloj de arena", por su similitud con esos ingeniosos chismes que, para darles cuerda, solo hay que voltearlos. Estas empuñaduras solían fabricarse de madera con algún aplique de bronce o incluso formada por sucesivas láminas de este mismo metal dándole la forma de reloj arenoso. A modo de curiosidad, vemos que ya empiezan a tener cierta similitud con las empuñaduras vikingas que surgieron en el Período de las Migraciones.


Y por último tenemos el tipo Osterburken-Kemathen, quizás el más tardío de todos y que se extiende desde el siglo IV hasta el V en línea con las primeras Lauriacum-Hromówka, tal vez la más masiva de todas y, en este caso, básicamente iguales a las espadas vikingas, que colijo tomaron como modelo esta tipología. Hablamos de un arma con una hoja de filos levemente ahusados de entre 66 y 77 mm. de ancho y entre 715 y 885 de largo, recorridos en toda su longitud por una anchísima acanaladura. Esta espada procede de un enterramiento datado hacia el siglo V en Kemathen, concretamente extraída del foso de una antigua fortificación fronteriza abandonada cuando los romanos fueron echados a patadas de la Germania.


Pinchar para ver con más detalle
Y para concluir con esta filípica, el tahalí que se impuso a los anteriores sistemas de suspensión y que ya permaneció inalterable durante el resto del Imperio. Por cierto que, antes de nada, debamos concretar que a partir de la incorporación de la SPATHA a la infantería se cambió la forma de portarla tanto en jinetes como en legionarios, pasando al lado izquierdo. El tahalí en cuestión podemos verlo en el gráfico de la izquierda con los tres tipos de sujeción que se usaron. Básicamente consistía en una correa de cuero ahusada cuya parte delantera podía tener entre 8 y 11 cm. de anchura para irse estrechando de forma que el extremo opuesto no iría más allá de los 2 cm. Su decoración consistía, como vemos, en una placa repujada o calada en el extremo y de la cual pendía mediante una bisagra el remate de la misma. El disco o falera que vemos justo encima era la parte anterior del sistema de enganche cuyo perfil tenemos en la figura D. No era más que un disco más o menos elaborado en cuya trasera llevaba un ojal donde se anudaba el extremo de la correa. En la figura A tenemos la suspensión para una vaina con anillas que, como en los tahalíes antiguos, se divide en dos ramales. La figura B muestra el sistema adoptado inicialmente para las vainas con pasador, que consistía en una pequeña correa que pasaba por detrás de la misma y que se unía a la delantera mediante dos botones de bronce que pasaban por unos ojales. Finalmente, en la figura C vemos el más simple: bastaba con envolver la vaina y llevar el extremo de la correa hasta el ojal donde era anudado. Con todo, imagino que para bloquearlo adecuadamente se haría lo mismo que los modelos antiguos: se pasaría al menos una correa del tahalí por debajo del cinturón, especialmente los jinetes.


Bueno, criaturas, ya me he enrollado bastante. Con todo lo que hemos explicado creo que las SPATHÆ ya no serán un mero nombre más en la larga retahíla de armamento que usaron los romanos. Por lo demás, añadir solo que estas armas estuvieron en realidad operativas hasta el siglo X aproximadamente, cuando se propalaron por toda Europa de la mano de los pueblos del norte aparte de su conservación por parte del Imperio Bizantino que, por razones obvias, mantuvieron la tradición militar romana. De hecho, hay autores que se plantean que, en realidad, no fueron los celtas y los galos los que importaron la espada larga a Roma, sino Roma al resto del mundo debido al enorme número de unidades que exportaron al BARBARICVM y que, finalmente, se volvieron contra ellos, y eso sin contar las espadas de fabricación propia que se manufacturarían en las herrerías de la miríada de tribus que poblaban el norte y el este de Europa y que se limitaron a copiarlas sin más. En la foto vemos a varios probos ciudadanos recreacionistas haciendo el vikingo antes de la barbacoa y, como salta a la vista, sus armas no son más que SPATHÆ con las empuñaduras propias de su cultura.

En fin, creo que no se me ha olvidado nada, y si se me ha olvidado pues ya lo anunciaré. Con este enclaustramiento por obra y gracia del decimonono virus coronario de los cojones habrá tiempo para repasarlo a fondo.

Hale, he dicho

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