Tal como vimos en la entrada anterior, a partir de la entrada del segundo milenio las espadas sufrieron un desarrollo mucho más rápido debido a las mejoras en el armamento defensivo de los guerreros. Así pues, mientras la añeja espada germánica de hoja ancha no sufrió cambios a lo largo de la Alta Edad Media, ya vimos como durante el siglo XI se empezaron a llevar a cabo ciertas modificaciones, principalmente basadas en el estrechamiento de la acanaladura. Pero a finales de ese siglo, tuvieron lugar todavía más reformas, especialmente en la hoja. Así, mientras que sus guarniciones seguían siendo prácticamente las mismas, las hojas y acanaladuras de las espadas de finales del siglo XI y principios del XII se estrecharon aún más. Así mismo, la longitud de las mismas se alargó alrededor de los 10 cm., bien para buscar un mayor distanciamiento del enemigo a batir, bien para combatir a caballo. Veamos algunos ejemplos...
En la ilustración de la izquierda tenemos una de estas espadas surgidas en la época que nos ocupa. Como se ve, y si la comparamos con los modelos presentados en la entrada anterior, podemos observar que su hoja y su acanaladura se han estrechado notablemente, mientras que su longitud ha aumentado hasta los 90-95 cm. Su sección sigue siendo lenticular y, como sus antecesoras, sigue estando principalmente destinada a herir de corte. La cruceta que se ha representado está levemente curvada hacia abajo, ya que en esa época surgió ese tipo de diseño aunque no por ello perdieron su popularidad los tipos anteriores, más básicos y de sección cuadrangular.
En la ilustración de la derecha se muestra un ejemplar perteneciente al siglo XII, donde se pueden ver nuevos cambios en la hoja. En este caso, sus filos ya no corren casi paralelos a lo largo de la longitud de la hoja, sino que adopta una forma claramente triangular y la punta se aguza respecto a las anteriores. Y, lo más importante, su acanaladura se acorta y pasa de tener casi la misma longitud de la hoja a ocupar entre dos tercios y tres cuartos de la misma. El objetivo de estas modificaciones estaba claro: aunque en su diseño seguía prevaleciendo el corte de filo y su sección sigue siendo lenticular, ya se comienza a buscar una punta más rígida para facilitar la clavada. De igual modo, las hojas triangulares tenían más facilidad para penetrar en las cotas y/o perpuntes al uso en la época. Estas espadas, con una hoja de entre 81 y 86 cm. de largo, estuvieron operativas hasta muy avanzado el siglo XIV, variando sus guarniciones conforme a la moda del momento.
Hasta ahora, como hemos visto, solo estaban en uso espadas de una mano. Sus pequeñas empuñaduras no daban para un empuñe a dos manos lo cual, considerando que el brazo izquierdo sujetaba el escudo, era lo lógico a fin de no desequilibrar el arma con una empuñadura más larga que no iba a usarse. Pero la adición de elementos defensivos en las cotas, como brafoneras, brazales, etc., fabricados con cuero hervido o placas de metal, hizo necesario variar de forma notable la morfología de las espadas. A la izquierda vemos un ejemplo de lo que se consideraba como "espada bastarda" o "espada de mano y media". En este caso, el cambio más importante no radica en la hoja que, si la comparamos con la mostrada arriba, vemos que es prácticamente igual salvo en su longitud: esta espada tiene una hoja de entre 90 y 100 cm. de largo. El cambio verdaderamente importante, como decía, radica en su empuñadura que, como salta a la vista, es mucho más larga que en los modelos anteriores y ya permite el empuñe a dos manos. Así pues, tenemos una espada más larga y pesada. ¿Y para qué hacerla así? Fácil... Si la podemos empuñar con las dos manos es que no vamos a usar escudo. Si no usamos escudo tenemos que mantener al enemigo más alejado de forma que, si usa una espada convencional, disponemos de hasta 20 cm. más de hoja para herirle antes de que pueda acercarse a nosotros a una distancia peligrosa. Y como podemos empuñarla con las dos manos, los golpes de filo serán mucho más contundentes, con lo que podremos hendir las defensas añadidas a la cota ya que, además, al ser más pesada la energía cinética será mayor. Y, también muy significativo: al empuñarla con las dos manos, nos será mucho más fácil clavarla y atravesar la cota de malla, o incluso una placa metálica. Con la ayuda de la mano izquierda, cuya palma se apoya en el pomo, el empuje que se consigue es mucho mayor que si se empuñara con una sola mano por razones obvias, ya que todo el peso del cuerpo se concentra en la espada a la hora de clavar.
Estas espadas, antecesoras de los montantes, adquirieron gran popularidad a raíz del siglo XIII por su contundencia y su manejabilidad. Los guerreros que habían aumentado su protección con añadidos a la cota, veían como estas espadas podían vulnerar sus defensas sin problemas, lo que les obligó a reforzar dichas defensas aún más, hasta que ello implicó la aparición del arnés de placas. Pero, como iremos viendo en posteriores entradas, siempre hubo una espada diseñada específicamente para herir a estos hombres completamente cubiertos de hierro. Con todo, ello también supuso la introducción de nuevas armas, como las mazas, los martillos, etc., cuya contundencia no requería tener que buscar una rendija entre las placas de la armadura. En la entradas dedicadas a esas armas se explica suficientemente el como y el porqué de su aparición en los campos de batalla.
Termino esta entrada con un ilustrativo vídeo donde aparecen dos probos recreacionistas combatiendo con espadas de mano y media (aunque en el título diga que son mandobles), en el incomparable marco del claustro del monasterio de Cristo, en Tomar, que fue sede del Temple hasta su disolución y, posteriormente, de la Orden de Cristo. Creo que las imágenes permitirán hacerse una idea de como se combatía con estas espadas si bien, como es lógico, se trata de una coreografía que, a pesar de ello, es bastante creíble en lo que cabe.
Termino esta entrada con un ilustrativo vídeo donde aparecen dos probos recreacionistas combatiendo con espadas de mano y media (aunque en el título diga que son mandobles), en el incomparable marco del claustro del monasterio de Cristo, en Tomar, que fue sede del Temple hasta su disolución y, posteriormente, de la Orden de Cristo. Creo que las imágenes permitirán hacerse una idea de como se combatía con estas espadas si bien, como es lógico, se trata de una coreografía que, a pesar de ello, es bastante creíble en lo que cabe.
Hale, he dicho
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