El concepto de arma de fuego multi-cañón es en realidad bastante antiguo. El mismo Leonardo da Vinci, tan prolífico en todos los aspectos, ya diseñó algunas de ellas, destinadas a crear un abanico de fuego muy eficaz contras las tropas enemigas, y más si consideramos que, en aquella época, se puede decir que era un concepto no ya revolucionario, sino incluso diabólico. Así pues, como en tantas otras cosas, podríamos atribuir la idea al genial italiano.
Por lo demás, todo el mundo sabe qué es y como funciona una ametralladora: es un arma automática capaz de desplegar una enorme potencia de fuego. Sin embargo, lo que es bastante menos conocido es su concepción táctica primigenia o, dicho en plata, el uso para el cual se inventó hacia mediados del siglo XIX. Y de eso tratará esta entrada. Al grano pues...
De entrada, su mismo nombre ya nos pone sobre la pista. Es un arma destinada a ametrallar, o sea, sembrar el campo de batalla de metralla. Ojo, metralla, no balas. Si inicialmente se hubiese ideado para regar de balas al enemigo pues igual le hubiesen puesto "baleadora" o algo así. Así pues, su destino inicial cuando fueron diseñadas era similar al del cañón. Entonces se dirán que no tienen nada que ver ambas armas, y que a mi se me ha ido la pinza. Pues no, de momento la tengo en su sitio. Veamos de qué iba la cosa...
Observemos esa ametralladora de una ilustración de la época. Se trata del que quizás sea el modelo más conocido: la creada por Richard Jordan Gatling en 1861. ¿No tiene una apariencia similar a la de un cañón, montada sobre una cureña de campaña? Como todos sabemos, la misión del cañón consistía en enviar una granada al enemigo la cual, al estallar, sembraba de metralla un determinado perímetro alrededor del lugar donde había tenido lugar la explosión. Sin embargo, la metralla salía despedida en todas direcciones de forma incontrolada, siendo necesario un elevado número de ellas para batir una determinada zona. Sin embargo, la ametralladora permitía concentrar el fuego en dicha zona con mucha más precisión, sin la dispersión propia de la metralla, lo que suponía una mayor efectividad combinada con un ahorro tanto de municiones como de piezas. Digamos pues que, inicialmente, el objetivo de la ametralladora era sustituir al cañón, pretendiendo una mayor efectividad con un menor gasto y sustituyendo la metralla resultante de la explosión de una granada con balas, mucho más precisas e igualmente mortíferas.
Obviamente, estas primeras máquinas eran de calibres mucho mayores que las ametralladoras de segunda generación, destinadas a abrir fuego a distancias mucho menores contra grandes concentraciones de tropas. Así pues, hablamos de armas de calibres que podían llegar a los 25 mm., 38 e incluso los 57 mm. De ese modo, tenían un alcance efectivo similar al de un cañón de la época, y unos efectos similares. Obviamente, su uso era siempre en tiro tenso, no pudiendo alcanzar objetivos en desenfilada como hacían un obús o un mortero.
A la derecha tenemos la que se puede decir fue la primera ametralladora de todos los tiempos, creada por el armero belga Joseph Montigny en base a los planos del modelo desarrollado en 1850 por el capitán Fafchamps que, inicialmente, estaba diseñada para el uso de cartuchos de papel similares a los del fusil de aguja Dreyse. Su funcionamiento no era mediante cañones rotativos como la Gatling sino, como se ve en la ilustración, mediante una placa-cargador con tantos cartuchos como cañones disponía el arma que se introducía por la parte superior de la culata. Una vez cerrada ésta accionando la palanca, la cual empuña el soldado de la derecha, mediante una manivela se iban liberando los percutores que disparaban cada cartucho siguiendo un orden aproximado de arriba-abajo e izquierda-derecha para lograr un efectivo cono de fuego. Por cierto que esta máquina estuvo en servicio en España. Si mal no recuerdo, en el alcázar de Segovia había una expuesta, aunque desconozco si seguirá allí.
A la izquierda tenemos el tercer modelo creado en aquella época: la Nordenfeldt, diseñada por un ingeniero sueco llamado Helge Palmcrantz y desarrollada en 1873 por su compatriota Thorsten Nordenfeldt. Constaba de varios cañones (entre dos y doce dependiendo del modelo) en disposición coaxial. Eran alimentados por una tolva que contenía tantas hileras de cartuchos como de cañones los cuales caían por gravedad en las recámaras. En las cajas de respetos de la cureña iban almacenadas las tolvas ya cargadas, las cuales podían recargarse una vez agotada la munición de las disponibles.
No tuvieron que pasar muchos años para que los genios de la guerra se percataran de que era mejor dejar a los cañones seguir cumpliendo su cometido, y destinar las nuevas ametralladoras a finalidades diferentes para las que, inicialmente, fueron ideadas. Así pues, pronto pasaron a ver su número de cañones reducido a uno solo, sus calibres asimilados a los de los fusiles de la época, y su empleo táctico cambió de forma radical, acortando la distancia efectiva a fin de usarlas contra masas de tropas. Incluso fueron instaladas en buques de guerra para barrer las cubiertas enemigas o para destruir los torpedos que se dirigían contra ellos.
Sin embargo, estos diseños renacieron al cabo de un siglo. El sistema de cañones rotativos de Gatling fue adoptado por armas como el Vulcan, que arma a muchos aviones de combate, como el F-18, el devastador cañón anticarro GAU 8-A que porta el A-10 o la popular Minigun que sale en tantas pelis de acción. Y el de cañones coaxiales de la Nordelfeldt por el Meroka español, destinado como arma anti-misil o para batir aviones a baja cota en los buques de nuestra armada y que da, si no recuerdo mal, la abrumadora cadencia de tiro teórica de 9.000 disparos por minuto. Ojo cuando leáis algo sobre las cadencias de tiro de las armas automáticas. Siempre son teóricas, ya que no hay tolvas capaces de contener tales cantidades de munición. Hago esa observación para que nadie se me despiste en ese sentido.
Bueno, como vemos, las ametralladoras fueron creadas inicialmente para un fin totalmente distinto al que conocemos. Su uso táctico actual también es diferente al de la Primera Guerra Mundial, ya que hoy día se trata de armas ligeras, de peso y dimensiones solo un poco superiores a los de un fusil de asalto, y destinadas a dar potencia de fuego a pequeñas unidades, como compañías o secciones, en situaciones de combate que nada tienen ya que ver con las de hace apenas 50 años, para no hablar de tiempos anteriores. Como cierre, ahí dejo un ilustrativo vídeo en el que podemos ver el funcionamiento de una Gatling usada por el ejército inglés a finales del siglo XIX.
Hale, he dicho...
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