Según hemos ido viendo en las diversas entradas publicadas sobre simbología, creo que ha quedado claro a los profanos en estos temas que los canteros y constructores de la Edad Media hilaban muy fino a la hora de plantar todo tipo de símbolos con el fin tanto de avisar a los pecadores de que portarse mal estaba muy feo y tal, como de que si uno se portaba bien iría al Cielo o que Satanás nos acecha a todas horas para inducirnos al pecado. Luego tenemos la vertiente hermética de dicha simbología, cuya lectura sólo es comprensible a determinados "iniciados" en la materia y que se nos escapa al resto del personal.
Con todo, aunque la contemplación de la estatuaria de portadas y tímpanos ya sabemos que revela bastantes cosas, hay detalles que se nos suelen escapar simplemente porque, a la altura a la que están, no es posible atisbarlos. Por eso, cuando repaso las fotos de un determinado lugar, la resolución de las mismas me permite ver lo que no veo cuando las hago, y muchas veces me quedo perplejo ante determinados detalles. Por otro lado, tendemos a contemplar el conjunto sin reparar en que hay cosas que, aunque saltan a la vista, ni siquiera nos paramos a pensar por qué fueron hechas así, o qué indujo al escultor a hacerlo de ese modo. Por ello, sugiero al personal que, además de reparar en el conjunto, se detengan un poco a atisbar el detalle y, si pueden, que vayan provistos de unos prismáticos. Casi con toda seguridad, se llevarán alguna que otra curiosa sorpresa que les dará que pensar.
Para ilustrar esto, vamos a ver con detalle la Puerta de Palos de la catedral hispalense. Antes de nada, conviene concretar que su nombre proviene de haber sido el lugar donde, cuando se construía el templo, se almacenaban las maderas usadas para andamiajes, entibados, etc., y en realidad representa la Adoración de los Magos. Vamos a ello...
A modo de introducción, comentar que su autoría se atribuye actualmente a Miguel Perrín, aunque antes lo fue a Lope Marín y a Miguel Florentín. Éste Miguel Perrín era un escultor de origen francés que fue contratado por el cabildo para la elaboración de diversas obras, entre las cuales está la que nos ocupa y que fue realizada entre 1520 y 1522. El material elegido, el barro, fue debido a la escasez de piedra adecuada para ello en las cercanías de la ciudad. Las figuras fueron moldeadas por partes sobre estructuras metálicas para darles resistencia y cocidas en hornos, tras lo cual fueron colocadas en su lugar. En otra entrada ya se hablará con detalle del proceso seguido, ya que es bastante interesante. Una vez concluida la colocación de cada figura se procedió a policromarlas, y debía ser todo un espectáculo poder ver su aspecto tal como era cuando quedó finquitada la obra (estoy intentando recrear el policromado de la Puerta de las Campanillas, pero es asaz trabajoso y llevará aún su tiempo). Veamos el aspecto del tímpano:
Como vemos, representa la Epifanía. Los tres magos o sabios de Oriente acaban de llegar a Belén para adorar al Niño Dios. ¿Ya la han visto? Bien, ahora comienzan las preguntas:
1. Como podrán observar vuecedes a simple vista, la indumentaria que portan algunos de los personajes corresponde a la misma época en que fue realizada la obra. Es como si hacemos hoy día un portal de Belén con los magos de chaqueta y corbata, y las tropas de su séquito montados en vehículos blindados y armados con fusiles de asalto. ¿Por qué lo harían así, cuando en aquellos tiempos tenían constancia gráfica de la indumentaria usada siglos antes? Pues, al parecer, inicialmente eran representados con "uniformes" de magos orientales como los sacerdotes del dios Mitra, o sea, vestidos a la moda persa y tocados con gorros frigios. Pero la magia siempre ha estado mal vista por la Iglesia así que, en el siglo XI, Cesareo D'Arlés los transmuta en reyes, que quedaba como más importante. Así pues, les quitan los gorros frigios y les plantan coronas. Posteriormente, en la época en que esta obra fue llevada a cabo, se generalizó vestirlos conforme a la moda de Borgoña.
2. Observemos a Baltasar, situado en el extremo izquierdo. Fíjense en su pose, como escondiendo la ofrenda. ¿Por qué la esconde? Tradicionalmente se atribuye a Baltasar la ofrenda de la mirra. Esta gomorresina, muy abundante en aquella zona del mundo, era usada con diversos fines, entre otros como componente indispensable del aceite para ungir a los reyes, por lo que era sumamente valiosa. Pero también tenía propiedades soporíferas, por lo que al parecer era administrada, mezclada con líquidos, a los hombres sometidos a tortura para aliviarles el sufrimiento. De ahí que la mirra sea vista como una ofrenda profética, representando la angustia, el sufrimiento, la agonía y la muerte que padecería Cristo. De ahí, quizás, ese gesto del mago, como queriendo de algún modo impedir lo inapelable, intentando evitar entregar una ofrenda que será el símbolo de los padecimientos y la muerte que tendrá que soportar Jesucristo.
3. A continuación tenemos a Gaspar que, por la posición de su bracamarte, es zurdo. ¿Por qué lo representaron como zurdo, cuando en aquella época se consideraba un signo de inversión o desviación sexual? Quizás la respuesta esté en la contera de la vaina. Si observamos la misma, en la parte superior se ven tres orificios, uno de los cuales parece llevar dentro un cristal a modo de piedra de valor. Los otros dos están vacíos, posiblemente por haberse perdido los cristales a lo largo del tiempo. Recordemos que el diamante representa la luz y el resplandor, así como a los conocimientos morales e intelectuales. Así pues, ¿tres diamantes = la Trinidad? ¿O las tres virtudes teologales? ¿O quizás los tres miembros de la Sagrada Familia, y el diamante representa a Cristo (la Luz) y los dos orificios sin nada a la Virgen y a san José? Y bajo los mismos, rematando la contera, tres ángulos que podrían tener un significado similar. En cualquier caso, si la vaina la portara en el costado izquierdo, como es normal en un diestro, la contera de la misma no sería visible, por lo que nos impediría "ver" el mensaje.
Ah, un detalle curioso: fíjense el parecido de nuestro Gaspar con el abuelo del entonces monarca español Carlos I, Maximiliano de Austria. ¿Lo tomaría como modelo para hacerle un poco la pelota al emperador? El retrato de la derecha fue el realizado por Durero en 1519, puede que incluso tras la muerte del monarca ya que falleció en enero de ese mismo año. En todo caso, se parece bastante, ¿no?
4. Pasemos a San José, en el extremo derecho. No porta ninguno de sus símbolos habituales, como el cayado florecido o las herramientas de su oficio. Y no solo eso, sino que incluso lleva al cinto un cuchillo, del que sólo queda la empuñadura (véase el círculo rojo). Y otra cosa, ¿Han visto el sombrero que cuelga a su espalda? Es talmente el de un peregrino, así como el resto de su indumentaria, ya que viste el típico capote de los romeros. Y una más: ¿Por qué está arrodillado en posición reverencial, cuando siempre se le muestra en pie junto a la Virgen? Así pues, me pregunto: ¿Quiso el escultor representar a San José, o en realidad lo que vemos es un peregrino o uno más de los que acuden a adorar al Niño Dios?
5. Reparemos ahora en el Niño Jesús. Sus dimensiones no son precisamente las de un recién nacido, sino de un niño más mayorcito. En una iconografía como la gótica, donde el realismo y la fidelidad anatómica eran la pauta, no casaría semejante error. Pero quizás para llevar a cabo ésta obra, Parrín no se guió por los Evangelios canónicos. Precisamente, en el aprócrifo de Pseudo Mateo (c. siglo VII), en la parte de menciona la Epifanía, nos dice que ésta tuvo lugar dos años después del nacimiento del Niño. De ahí quizás que, como menciono más abajo en los detalles poco visibles, no aparezca en el conjunto escultórico la mula ya que este animal sólo se menciona en el momento del nacimiento. Por otro lado, la apariencia del Niño que modeló el maestro Parrín casa más precisamente con un crío de dos años que con la de un recién nacido. Y, obviamente, al escultor tanto le daba representarlo como un bebé que como un niño ya crecido. Así pues, coligo que es evidente que optó por los apócrifos como fuente de inspiración en éste caso.
6. Tras la Virgen aparecen dos dromedarios sobre los que cabalgan sendos críos de rasgos negroides. Curiosamente, no "vienen", sino que más bien parece que les pillaba de paso el evento y miran curiosos. Ninguno de los dos animales llevan silla de montar, ni van ricamente enjaezados, como corresponderían a los del séquito de Baltasar, y los que los montan no tienen aspecto de pajes, ya que sus ropas son modestas. De hecho, el que vemos en primer término va medio desnudo, apenas cubierto por una pequeña capa anudada a la cintura. Son, simplemente, dos dromedarios cabalgados por dos niños. Y, ojo, no uno ni tres, sino dos. O sea, demasiados para Baltasar y pocos para los tres magos. Así pues, podemos deducir varios símbolos. Por un lado, el dromedario o el camello representan a la humildad: Cristo, que es Dios, nace en un simple pesebre. Por otro, los críos que los cabalgan pueden representar la inocencia ("dejad que los niños se acerquen a mí"). Finalmente, Honorio de Autun, un sacerdote y filósofo alemán que vivió entre los siglos XI y XII, asimila fonéticamente el termino camello a camilo. Los camilos eran los servidores del Templo, que cuidaban sus puertas y realizaban los sacrificios.
7. En la foto aparece el séquito de los magos que, más que ir a adorar al Niño, parece que van a la guerra. Vemos una nutrida tropa armada hasta los dientes con picas, alabardas, yelmos, etc. En la silla del caballo del centro, que no lleva jinete, cuelga una adarga a la usanza morisca, con dos borlones a cada lado. En ninguna parte se ven pajes o criados, sino solo soldadesca, algo un tanto impropio de magos o sabios. Pero, ¿y si no representan al séquito de los magos, sino más bien a las tropas de Herodes que, como sabemos, no estaba por la labor de tener competencia y quiso engañar a los magos preguntándoles por el paradero de Jesús para liquidarlo? ¿Y si el personaje que vemos en el círculo rojo es precisamente Herodes rodeado de sus tropas? Si nos fijamos en el gesto de los soldados, no es precisamente amigable, sino más bien lo contrario. Y el único que no tiene aspecto marcial es precisamente el hombre del turbante, que va desarmado y bien rodeado por su guardia personal. Ese hombre no tiene pinta de paje ni de criado, sino más bien de alguien noble o importante. Esos bigotes rizados le dan esa apariencia y, además, no contempla la escena, sino que mira a los magos que están de pié. De hecho, ningún soldado mira hacia donde está el Niño Jesús.
Vamos ahora a lo que hay que mirar de cerca para poder reparar en ello:
8. Tras el supuesto San José se vislumbra la cabeza del buey pero, ¿y la mula (o el asno, que también se menciona ese bicho), dónde está? Además, no aparece calentando al Niño con su aliento, sino alejado y encerrado en una cuadra o corral. El buey es símbolo de fuerza, de calma, laboriosidad y sacrificio. Pseudo Dionisio, un teólogo y místico bizantino, escribió respecto al buey que "su figura marca la fuerza y la potencia, el poder para abrir surcos intelectuales, para recibir las lluvias fecundas del cielo, mientras los cuernos simbolizan la fuerza conservadora e invencible". Así pues, puede que la ausencia de la mula hubiese tenido como fin resaltar las virtudes del buey, cuyos atributos son perfectamente aplicables a Cristo como propalador de la Palabra de Dios y de la Fe cristiana. Y, como digo más arriba, si la adoración tuvo lugar dos años más tarde del nacimiento, entonces cobra aún más fuerza la teoría del buey como símbolo ya que la mula no pintaría nada en la escena.
9. Entre Baltasar y Gaspar aparece un repil que camina entre las piedras. Puede tratarse de un lagarto o una salamandra. En el primer caso, es uno de los símbolos de Satanás, que puede que ande rondando por ahí a la caza de espíritus de los que apoderarse. Si es lo segundo, a la salamandra se le atribuía la propiedad de ser resistente al fuego. De ahí que se pretenda ponernos sobre aviso de que las almas de los condenados pueden arder eternamente en los infiernos si ser consumidos, por lo que el castigo es infinito, inacabable.
10. Sobre el sombrero de Gaspar, en las montañas, se vislumbra un pequeño bosque de donde salen dos ciervos. En éste caso representarían la pureza de Cristo. El salmo 61 de David nos dice que "...como el ciervo anhela las fuentes (para beber), así mi alma Te anhela". Por otro lado, la cornamenta del ciervo es símbolo de renovación, aplicable en éste caso, como cabe suponer, a la renovación de la fe tras el nacimiento de Cristo.
11. A lo lejos se vislumbra una curiosa escena de caza, en la que un soldado (también zurdo por cierto) con varios perros persiguen a una liebre. El perro es por lo general símbolo de fidelidad, y atributo de la vigilancia y la paciencia. Estos persiguen a la liebre, animal impuro que además representa el despilfarro, la incontinencia y la lujuria.
12. Vamos con el fondo de la escena. Representa una ciudad amurallada bajomedieval de transición, con gran profusión de troneras y dos buzones para artillería, torres con matacanes corridos y una curiosa torre con cuatro garitones esquineros. Apostaría a que en algún lugar de Francia o del norte de Italia hay o hubo una ciudad muy parecida a esta, en la que con toda seguridad se inspiró Perrín.
Y como colofón, dos chorraditas curiosas que, en apariencia, no albergan ningún tipo de simbología, pero que me llaman poderosamente la atención:
Por un lado, a la izquierda tenemos esa especie de ermita. Está a extramuros de la ciudad, sobre una roca bajo la que se encuentra el bosque con los ciervos mencionados más arriba. Tiene su campanario y una espadaña en el lado opuesto. No pinta nada una ermita en Judea, ¿verdad? Y lo mejor de todo: ¿Qué me dicen vuecedes de ese señor con gafas que se asoma desde el edificio situado a la derecha del tímpano, y que levanta el dedo de su mano y parece que se señala a sí mismo como diciendo "¡soy yo!"? Juraría que el maestro Perrín, como tantos artistas de su época, no resistió la tentación de dejarnos su autorretrato para la posteridad.
En fin, como hemos podido ir viendo, lo que en apariencia era un portal de Belén convencional encierra bastantes más cosas e incluso va más allá de la simple Epifanía a la que estamos acostumbrados. Puede que otros vean incluso más cosas así que, si son tan amables, nos hagan partícipes de ellas. En cualquier caso, ha sido curioso lo que hemos visto, ¿no?
Bueno, ya seguiremos con las demás puertas catedralicias.
Hale, he dicho...
2. Observemos a Baltasar, situado en el extremo izquierdo. Fíjense en su pose, como escondiendo la ofrenda. ¿Por qué la esconde? Tradicionalmente se atribuye a Baltasar la ofrenda de la mirra. Esta gomorresina, muy abundante en aquella zona del mundo, era usada con diversos fines, entre otros como componente indispensable del aceite para ungir a los reyes, por lo que era sumamente valiosa. Pero también tenía propiedades soporíferas, por lo que al parecer era administrada, mezclada con líquidos, a los hombres sometidos a tortura para aliviarles el sufrimiento. De ahí que la mirra sea vista como una ofrenda profética, representando la angustia, el sufrimiento, la agonía y la muerte que padecería Cristo. De ahí, quizás, ese gesto del mago, como queriendo de algún modo impedir lo inapelable, intentando evitar entregar una ofrenda que será el símbolo de los padecimientos y la muerte que tendrá que soportar Jesucristo.
3. A continuación tenemos a Gaspar que, por la posición de su bracamarte, es zurdo. ¿Por qué lo representaron como zurdo, cuando en aquella época se consideraba un signo de inversión o desviación sexual? Quizás la respuesta esté en la contera de la vaina. Si observamos la misma, en la parte superior se ven tres orificios, uno de los cuales parece llevar dentro un cristal a modo de piedra de valor. Los otros dos están vacíos, posiblemente por haberse perdido los cristales a lo largo del tiempo. Recordemos que el diamante representa la luz y el resplandor, así como a los conocimientos morales e intelectuales. Así pues, ¿tres diamantes = la Trinidad? ¿O las tres virtudes teologales? ¿O quizás los tres miembros de la Sagrada Familia, y el diamante representa a Cristo (la Luz) y los dos orificios sin nada a la Virgen y a san José? Y bajo los mismos, rematando la contera, tres ángulos que podrían tener un significado similar. En cualquier caso, si la vaina la portara en el costado izquierdo, como es normal en un diestro, la contera de la misma no sería visible, por lo que nos impediría "ver" el mensaje.
Ah, un detalle curioso: fíjense el parecido de nuestro Gaspar con el abuelo del entonces monarca español Carlos I, Maximiliano de Austria. ¿Lo tomaría como modelo para hacerle un poco la pelota al emperador? El retrato de la derecha fue el realizado por Durero en 1519, puede que incluso tras la muerte del monarca ya que falleció en enero de ese mismo año. En todo caso, se parece bastante, ¿no?
4. Pasemos a San José, en el extremo derecho. No porta ninguno de sus símbolos habituales, como el cayado florecido o las herramientas de su oficio. Y no solo eso, sino que incluso lleva al cinto un cuchillo, del que sólo queda la empuñadura (véase el círculo rojo). Y otra cosa, ¿Han visto el sombrero que cuelga a su espalda? Es talmente el de un peregrino, así como el resto de su indumentaria, ya que viste el típico capote de los romeros. Y una más: ¿Por qué está arrodillado en posición reverencial, cuando siempre se le muestra en pie junto a la Virgen? Así pues, me pregunto: ¿Quiso el escultor representar a San José, o en realidad lo que vemos es un peregrino o uno más de los que acuden a adorar al Niño Dios?
5. Reparemos ahora en el Niño Jesús. Sus dimensiones no son precisamente las de un recién nacido, sino de un niño más mayorcito. En una iconografía como la gótica, donde el realismo y la fidelidad anatómica eran la pauta, no casaría semejante error. Pero quizás para llevar a cabo ésta obra, Parrín no se guió por los Evangelios canónicos. Precisamente, en el aprócrifo de Pseudo Mateo (c. siglo VII), en la parte de menciona la Epifanía, nos dice que ésta tuvo lugar dos años después del nacimiento del Niño. De ahí quizás que, como menciono más abajo en los detalles poco visibles, no aparezca en el conjunto escultórico la mula ya que este animal sólo se menciona en el momento del nacimiento. Por otro lado, la apariencia del Niño que modeló el maestro Parrín casa más precisamente con un crío de dos años que con la de un recién nacido. Y, obviamente, al escultor tanto le daba representarlo como un bebé que como un niño ya crecido. Así pues, coligo que es evidente que optó por los apócrifos como fuente de inspiración en éste caso.
6. Tras la Virgen aparecen dos dromedarios sobre los que cabalgan sendos críos de rasgos negroides. Curiosamente, no "vienen", sino que más bien parece que les pillaba de paso el evento y miran curiosos. Ninguno de los dos animales llevan silla de montar, ni van ricamente enjaezados, como corresponderían a los del séquito de Baltasar, y los que los montan no tienen aspecto de pajes, ya que sus ropas son modestas. De hecho, el que vemos en primer término va medio desnudo, apenas cubierto por una pequeña capa anudada a la cintura. Son, simplemente, dos dromedarios cabalgados por dos niños. Y, ojo, no uno ni tres, sino dos. O sea, demasiados para Baltasar y pocos para los tres magos. Así pues, podemos deducir varios símbolos. Por un lado, el dromedario o el camello representan a la humildad: Cristo, que es Dios, nace en un simple pesebre. Por otro, los críos que los cabalgan pueden representar la inocencia ("dejad que los niños se acerquen a mí"). Finalmente, Honorio de Autun, un sacerdote y filósofo alemán que vivió entre los siglos XI y XII, asimila fonéticamente el termino camello a camilo. Los camilos eran los servidores del Templo, que cuidaban sus puertas y realizaban los sacrificios.
Vamos ahora a lo que hay que mirar de cerca para poder reparar en ello:
8. Tras el supuesto San José se vislumbra la cabeza del buey pero, ¿y la mula (o el asno, que también se menciona ese bicho), dónde está? Además, no aparece calentando al Niño con su aliento, sino alejado y encerrado en una cuadra o corral. El buey es símbolo de fuerza, de calma, laboriosidad y sacrificio. Pseudo Dionisio, un teólogo y místico bizantino, escribió respecto al buey que "su figura marca la fuerza y la potencia, el poder para abrir surcos intelectuales, para recibir las lluvias fecundas del cielo, mientras los cuernos simbolizan la fuerza conservadora e invencible". Así pues, puede que la ausencia de la mula hubiese tenido como fin resaltar las virtudes del buey, cuyos atributos son perfectamente aplicables a Cristo como propalador de la Palabra de Dios y de la Fe cristiana. Y, como digo más arriba, si la adoración tuvo lugar dos años más tarde del nacimiento, entonces cobra aún más fuerza la teoría del buey como símbolo ya que la mula no pintaría nada en la escena.
9. Entre Baltasar y Gaspar aparece un repil que camina entre las piedras. Puede tratarse de un lagarto o una salamandra. En el primer caso, es uno de los símbolos de Satanás, que puede que ande rondando por ahí a la caza de espíritus de los que apoderarse. Si es lo segundo, a la salamandra se le atribuía la propiedad de ser resistente al fuego. De ahí que se pretenda ponernos sobre aviso de que las almas de los condenados pueden arder eternamente en los infiernos si ser consumidos, por lo que el castigo es infinito, inacabable.
10. Sobre el sombrero de Gaspar, en las montañas, se vislumbra un pequeño bosque de donde salen dos ciervos. En éste caso representarían la pureza de Cristo. El salmo 61 de David nos dice que "...como el ciervo anhela las fuentes (para beber), así mi alma Te anhela". Por otro lado, la cornamenta del ciervo es símbolo de renovación, aplicable en éste caso, como cabe suponer, a la renovación de la fe tras el nacimiento de Cristo.
11. A lo lejos se vislumbra una curiosa escena de caza, en la que un soldado (también zurdo por cierto) con varios perros persiguen a una liebre. El perro es por lo general símbolo de fidelidad, y atributo de la vigilancia y la paciencia. Estos persiguen a la liebre, animal impuro que además representa el despilfarro, la incontinencia y la lujuria.
12. Vamos con el fondo de la escena. Representa una ciudad amurallada bajomedieval de transición, con gran profusión de troneras y dos buzones para artillería, torres con matacanes corridos y una curiosa torre con cuatro garitones esquineros. Apostaría a que en algún lugar de Francia o del norte de Italia hay o hubo una ciudad muy parecida a esta, en la que con toda seguridad se inspiró Perrín.
Y como colofón, dos chorraditas curiosas que, en apariencia, no albergan ningún tipo de simbología, pero que me llaman poderosamente la atención:
Por un lado, a la izquierda tenemos esa especie de ermita. Está a extramuros de la ciudad, sobre una roca bajo la que se encuentra el bosque con los ciervos mencionados más arriba. Tiene su campanario y una espadaña en el lado opuesto. No pinta nada una ermita en Judea, ¿verdad? Y lo mejor de todo: ¿Qué me dicen vuecedes de ese señor con gafas que se asoma desde el edificio situado a la derecha del tímpano, y que levanta el dedo de su mano y parece que se señala a sí mismo como diciendo "¡soy yo!"? Juraría que el maestro Perrín, como tantos artistas de su época, no resistió la tentación de dejarnos su autorretrato para la posteridad.
En fin, como hemos podido ir viendo, lo que en apariencia era un portal de Belén convencional encierra bastantes más cosas e incluso va más allá de la simple Epifanía a la que estamos acostumbrados. Puede que otros vean incluso más cosas así que, si son tan amables, nos hagan partícipes de ellas. En cualquier caso, ha sido curioso lo que hemos visto, ¿no?
Bueno, ya seguiremos con las demás puertas catedralicias.
Hale, he dicho...
No hay comentarios:
Publicar un comentario