martes, 11 de diciembre de 2012

La navaja española 1ª parte



Majo madrileño aliñando bonitamente a un coracero gabacho (Dios maldiga al enano corso) metiéndole un navajazo
en el sobaco por debajo de su coraza. Muchos de sus conmilitones dejaron su miserables pellejos en el suelo patrio gracias
a estas armas que, en manos de un español cabreado, valían por mil espadas

Creo que si hay un arma que en todas partes se identifique con lo español es la navaja. Quizás sea debido a la difusión que los dibujantes y viajeros románticos del XIX hicieron de la misma en manos tanto de bandoleros como del pueblo llano, de reyertas tabernarias, de ajustes de cuentas en callejones oscuros y, por supuesto, como arma mínima contra el poderoso ejército francés, a pesar de lo cual supieron dar buena cuenta de los gabachos como vemos en el cuadro de portada, en el que un manolo siega bonitamente la vida de un coracero de un navajazo en el sobaco. De hecho, en todas partes se consideraba la navaja como parte del acervo hispánico. Incluso Richard Ford, un hispanista y dibujante inglés que se vino a España por motivos de salud en el siglo XIX y que nos conoció a fondo, llegó a afirma que "en la faja se guarda la navaja, que es parte integrante del español".

El origen de la navaja como arma es incierto en lo tocante a la fecha en que surgió, si bien es de común creencia que fue en España donde primero se crearon a partir de las navajas barberas. En todo caso, parece ser que fue en el siglo XVI cuando comenzaron a proliferar debido a la prohibición de portar espada para todo aquel que no fuera miembro de la nobleza o hidalgo. De ese modo, viéndose el pueblo llano indefenso, optaron por esta solución que, además, les permitía ir armados sin que se notase, ya que la navaja podía ir oculta bajo la ropa o en la habitual faja al uso en la época. En todo caso, el término navaja es bastante más antiguo. Según Corominas, ya los romanos tenían un nombre para ella: novacula, lo que indica que ya estaba inventada. Y Julio Cejador, en su Tesoro de la Lengua Castellana, indica que los moros usaban el término nabâlya y que era habitual entre ellos ya en el siglo XII. Sin embargo, la ausencia de piezas originales de esa época inducen a pensar que no se trataba de armas en sí mismas, y que éste uso lo adquirió en la época arriba mencionada para alcanzar su pleno desarrollo en el siglo XVII.

Debido pues a ésta normativa y a que una navaja era infinitamente más barata que una espada, estas armas proliferaron enormemente, especialmente entre el pueblo llano. Así pues, surgieron distintos centros cuchilleros en toda España para la fabricación de navajas, siendo Albacete el que más fama adquirió y que, casi se puede decir, dio nombre a éste tipo de armas. Sin embargo, también se fabricaron espléndidas navajas en Sevilla, Santa Cruz de Mudela, Toledo, Soria, Ronda, Pamplona, Jerez y un largo et cétera. 


Sin embargo, pronto empezaron a surgir leyes que restringían su uso. En manos de villanos y gente de baja estofa, las navajas eran un verdadero peligro ya que los guardias y alguaciles no podían saber quién iba armado y quien no, y entre un pueblo con tanta tendencia a la pelea por los motivos más inanes, las reyertas eran tan habituales que no daban abasto. Así pues, ya en 1721 bajo el reinado de Felipe V se prohibieron tanto el uso como la fabricación de puñales, cuchillos y otras armas blancas (obviamente para uso civil), pudiendo ser enviado a galeras o a las minas sólo por el hecho de portarlas. Posteriormente Carlos III prohibió las denominadas navajas de muelles y virola. Incluso Fernando VI dictó que se podía hacer uso de armas de fuego, tanto cortas como largas, y de espadas, pero la navaja quedaba proscrita. Más adelante llegó al extremo de prohibir tanto su uso y tenencia como su venta y almacenamiento bajo pena de 6 años de presidio para los de estamento noble y 6 en las minas para los plebeyos. Esto hizo que gran parte de la industria navajera desapareciera, por lo que la gente optó por adquirir navajas fabricadas allende nuestras fronteras, procedentes de Portugal, Francia y Alemania, países que rápidamente nos copiaron la idea y donde también se creó una importante industria cuchillera. A pesar de tantas prohibiciones, el personal no estaba en absoluto por la labor de circular sin sus preciadas navajas. Con todo, que nadie piense que la industria navajera hispana desapareció ya que, aún en horas bajas, en Albacete se producían unas 200.000 piezas anuales, así que ya podemos imaginar lo que se llegaría a fabricar en toda España en sus momentos de mayor esplendor.


"La navaja", grabado de Gustavo Doré que colijo fue
el que más contribuyó a propalar allende nuestras
fronteras la imagen del español dado a solventarlo
todo a cuchilladas
En cualquier caso, al final no hubo forma de impedir que la gente siguiera armada. Incluso hoy día, las leyes al respecto son bastante restrictivas en lo tocante a este tipo de armas, permiténdose portar sólo las de reducido tamaño, con hoja inferior a 11 cm. de largo, y estando prohibidas las llamadas automáticas. Con todo, si la autoridad lo estima oportuno, te pueden requisar hasta una navaja llavero. Esto siempre me ha causado cierta perplejidad, ya que si vas por la calle con una cuchilla de carnicero envuelta en un papel y dices que la llevas al afilador, no pueden quitártela salvo que estés a punto de decapitar a un ciudadano. En fin, España siempre ha sido un país bastante contradictorio en los temas concernientes a las armas, y las autoridades siempre han tenido verdadero pavor a un pueblo armado. Eso sí, parece que el hecho de que haya más de un millón de escopetas legalizadas para caza menor no causa tanto espanto, siendo obviamente mucho más peligrosas que una simple navaja. 

Bueno, con esto vale de momento como introducción histórica. En la siguiente entrada estudiaremos morfologías, tipos, etc.


Hale, he dicho


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