El 3er. Regimiento Saboya de Caballería en plena carga |
Las armas modernas acabaron con las guerras elegantes. La aparición y proliferación de la ametralladora hizo descender rápidamente a los gallardos jinetes de sus pencos para verse obligados a combatir como la infantería. Creo que cualquiera que me lea convendrá conmigo en que la caballería es absolutamente chulísima de la muerte, heroica, gentil y gallarda como ella sola, y que no es lo mismo palmarla a lomos de un brioso caballo de guerra que medio sepultado en el fango pútrido de las trincheras, mezclado con los restos a medio descomponer del cuñado que la diñó dos semanas antes.
Escudo fundacional del regimiento en 1692 |
Pero los estrategas no estaban por la labor de mantener en vigor unos métodos de guerra razonablemente honorables, así que la antaño reina de los campos de batalla fue quedando obsoleta a una velocidad increíble. Con todo, y aunque muchos piensen que la caballería pasó a la historia en los albores de la Primera Guerra Mundial, en el siguiente conflicto aún dio que hablar y, de hecho, tuvieron lugar acciones memorables como la que detallo a continuación, realizada por el 3er. Regimiento Saboya de caballería en el frente ruso el día 24 de agosto de 1942. La épica batalla tuvo lugar cerca de un pueblo ucraniano llamado Isbucensky, del que nadie había oído hablar jamás de los jamases hasta ese glorioso día en que los jinetes italianos demostraron al mundo que las ametralladoras no eran enemigo para todo aquel que bajo su bragueta dispusiera de buenas dosis de testiculina.
El regimiento formado para revista |
El Regimiento Saboya era una antigua unidad de caballería cuya fundación se remontaba al 23 de junio de 1692. Estaba formado por nueve compañías que, un siglo más tarde, se convirtieron en cuatro escuadrones para dar lugar a un tipo de unidad tácticamente más moderna y flexible. Desde su creación no se perdieron una sola guerra decente, participando incluso en la Guerra de Sucesión española. Así llegaron al año 1941, cuando el regimiento fue enviado a Croacia para, ese mismo año, ser encuadrados en la 3ª división al mando del general Messe y enviados al puñetero infierno, o sea, al frente ruso, con la misión de explorar y batir las grandes zonas vacías entre las líneas alemanas e italianas, para lo cual venían de perlas los caballos ya que el fango producido tras el deshielo no era un medio precisamente apto para los vehículos a motor. Así se tiraron cerca de un año hasta que llegó el día 23 de agosto, que es cuando se gesta la batalla. Veamos como ocurrió...
Guión del 2º escuadrón, que fue el que llevó a cabo la primera carga |
En la noche de ese día, 2.500 hombres del 812 Rgto. de Infantería de Siberia se atrincheran a menos de un kilómetro del campamento italiano. Esta unidad pertenecía a la 304ª división, una de las unidades que tomaban parte en la ofensiva rusa del Don. Los rusos, provistos de artillería y armamento automático, se disponen a escabechar a los italianos ya que estos solo tienen dos opciones: una, avanzar contra ellos y morir en el intento ya que el regimiento consta solo de 700 efectivos y, la otra, apalancarse en el terreno y fenecer igualmente a manos de una fuerza que los triplica en número sobradamente. O sea, que los malvados bolcheviques se relamían de gusto pensando en que al día siguiente lo más tardar se podrían mear en las calaveras de los macaroni y ponerse mucha medallas por la segura victoria. Las aviesas intenciones de los rusos fueron descubiertas por una patrulla italiana durante la noche cuando, nada más avanzar, se vieron sorprendidos por un abundante fuego que los obligó a dar media vuelta un tanto vapuleados.
El coronel Bettoni en el centro de la imagen. A su derecha, el teniente Genzardi |
Pero no contaban con que al mando del regimiento estaba el coronel Alessandro Bettoni Cazzago, un aristócrata perteneciente a una linajuda familia de Brescia que estaba dispuesto a palmar y, de paso, conducir a una muerte heroica a toda su unidad antes de dar un solo paso atrás. Así pues, y sabiendo que pedir apoyo era completamente inútil porque estaban más solos que un rabino en el Vaticano, se caló su inseparable monóculo, hizo que su ordenanza le llevara unos guantes blancos nuevos y abroncó al abanderado del regimiento, el teniente Genzardi, porque aún no había sacado el estandarte del guardapolvo. Le dijo que cuando se presentaba batalla el estandarte debía estar bien a la vista para que el enemigo supiera quiénes eran los que en breve iban a acuchillarlos bonitamente. Con las primeras luces del día, el coronel Bettoni ordenó que la batería de a caballo al mando del teniente Giubilaro abriera fuego contra las líneas rusas para ablandarlos un poquito. Tras la preparación artillera, el 2º escuadrón al mando del capitán De Leone se dispuso para la acción. Se ordena toque de carga y se abalanzan sobre los enemigos al grito de "¡Savoia!". Mola una burrada, ¿que no?
Restos del 2º escuadrón reagrupándose. Los caballos vacíos dan una idea clara de la crudeza del combate |
El caballo del capitán De Leone, un animalito muy apreciado por su dueño y por nombre Ziguni, cayó fulminado por el fuego de las ametralladoras rusas. Obviamente, un escuadrón sin jefe se queda como un poco huérfano y tarda menos de un santiamén en dar media vuelta, así que el comandante Manusardi, que se percata del hecho, se aúpa en su penco y sale echando leches a hacerse con el mando del escuadrón antes de que opten por largarse. A pesar de que las bajas son abrumadoras - alrededor de un 50% - el 2º escuadrón logra llegar al contacto con los enemigos y los acuchillan a mansalva para vengarse de los compañeros caídos por el camino. Tras rebasar las líneas rusas, inician otra carga en sentido inverso, lo que deja perplejo al personal soviético que no esperaban otra escabechina tan pronto y, para colmo, por la retaguardia.
Sable modelo 1871/29, arma reglamentaria de la caballería italiana durante el conflicto |
A la vista del desconcierto que reina en las líneas rusas, el 4º escuadrón al mando del capitán Silvano Abba avanza pie a tierra para explotar el éxito de las dos cargas y rematar la faena. Sin embargo, Abba cae muerto por una ráfaga de ametralladora y abandona este mundo en medio de una aureola de gloria y tal mientras su envoltura carnal queda en el suelo asqueroso acribillada a balazos. A la vista de que el 4º escuadrón no acaba de lograr aplastar a los rusos, Bettoni ordena al capitán Marchio que acuda con su unidad, el 3er. escuadrón, en apoyo del 4º. Se lleva a cabo una nueva carga, esta vez mucho más sangrienta que la primera porque los rusos flaquean y la circunstancia es aprovechada por los italianos para masacrarlos a su sabor. Con todo, varios oficiales caen durante esa acción ya que algunos, no queriendo perderse la escabechina, se unen a la unidad del capitán Marchio para probar el filo de sus sables y, de paso, mojarlos un poco en sangre, que al volver a casa hay que tener batallitas que contar. Ya sabemos que las féminas se ponen muy tiernas cuando los bravos soldados les narran lo cerca que estuvieron de la muerte y que en pleno infierno solo pensaban en ellas y no en salvar sus atribuladas vidas.
Uno de los escuadrones del regimiento carga contra las líneas enemigas |
Esta fue la última carga llevada a cabo por la caballería italiana y, que yo sepa, de la historia ya que la caballería a la antigua usanza solo fue usada precisamente por los italianos durante el conflicto. Al menos se saldó con una gloriosa victoria que fue el colofón tras siglos de batallar.
Curiosidades
El coronel Bettoni |
Uniforme del Saboya |
2. Bettoni era, además de coronel, conde. Debido a ello, era sumamente puntilloso con todo lo concerniente a las tradiciones y el buen gusto. Por ello, en su equipaje siempre llevaba una buena provisión de monóculos y guantes blancos de repuesto, por si acaso. Igualmente, el comedor de oficiales, aún en plena campaña, era todo un alarde de estilo: manteles absolutamente blancos, cubertería de plata, vajilla con la insignia del regimiento pintada y, faltaría más, soldados sirviendo la mesa con chaquetilla blanca sin una sola mácula aunque estuvieran bajo una preparación artillera en toda regla.
3. El capitán Abba murió en el preciso instante en que vio cargar al 3er. escuadrón. Por querer inmortalizar la escena sacó su cámara fotográfica y se detuvo un instante para sacar unas fotos, momento ese en que cayó fulminado por una ráfaga de ametralladora que le alcanzó en la cabeza. Al igual que su comandante, Abba era un consumado deportista que ganó una medalla de bronce en la prueba de pentatlón durante las Olimpiadas de Berlín de 1936. Por su acción en Isbucensky recibió a título póstumo la Medalla de Oro al valor.
Un soldado del Saboya contempla a uno de los caballos muertos en la acción de Isbucensky |
5. El capitán Marchio, jefe del 3er. escuadrón, fue herido en ambos brazos durante la postrera carga que dio la victoria al Regimiento Saboya. Posteriormente sufrió la amputación del brazo derecho.
6. Tras la victoria, el coronel Bettoni, que era un furibundo monárquico, envió un telegrama al rey Víctor Manuel. El conde, fiel al laconismo militar, le escribió lo siguiente: "EL SABOYA HA CARGADO, EL SABOYA HA GANADO".
El portaestandarte del regimiento en una parada |
8. En 1947, el gobierno italiano "jubiló" al coronel Bettoni ya que éste, fiel hasta el tuétano a la monarquía, se negó a prestar juramento de fidelidad a la república. Así pues, el buen conde les hizo dos higas y se dedicó a sus competiciones ecuestres, que sus cojones ya habían demostrado todo lo que tenían que demostrar.
9. Bettoni recibió por la acción de Isbucensky la Medalla de Plata al valor. Otros cincuenta y un miembros más del Regimiento Saboya fueron premiados con esa misma condecoración.
10. Actualmente, el Regimiento Saboya se encuentra integrado en la Brigada Paracaidista "Folgore". Como podrán suponer, sus caballos ya fueron jubilados y cuentan con armamento más moderno.
Bueno, ya está.
Hale, he dicho...
El Regimiento Saboya de caballería en una parada militar en 1770 |
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