lunes, 14 de agosto de 2017

El cañón Puckle, ¿la primera ametralladora?


James Puckle (1677-1724)
Más de una vez y más de dos, e incluso afirmaría que más de tres, hemos tratado diversos diseños tan novedosos que, en realidad estaban avanzados a su época como los ooparts esos de los que tanto hablan los aficionados a los ovnis y cosas así. Es decir, que la tecnología disponible no permitía desarrollar al cien por cien el verdadero potencial del invento. Uno de ellos fue indudablemente el curioso cañón revólver ideado por James Puckle, un probo súbdito del rey Jorge I, el primer monarca de la dinastía Hannover, que combinó su oficio de leguyelo con su pasión por inventar cositas raras y hasta escribir relatos moralistas. Pucke era un esquire, o sea, un miembro de la baja nobleza que tendría su equivalencia española en los hidalgos que ostentaban un señorío. Conviene recordar que en la Inglaterra de aquella época si no tenías un título, por birrioso que fuera, simplemente no existías salvo que uno estuviera poseído de tal talento que hasta la más rancia aristocracia se dignase reconocerlo. ¿Que por qué hemos titulado entre interrogantes lo de primera ametralladora? Porque, en puridad, el chisme ideado por nuestro hombre no era una ametralladora según el concepto que tenemos de esas máquinas, siendo en realidad un cañón revólver en toda regla como los que aún estaban en uso a principios del siglo XX si bien, como es lógico, estos últimos funcionaban con munición metálica mientras que el de Puckle se tenía que conformar con el sistema al uso en su época: carga de pólvora negra con una bola de plomo y disparado mediante una llave de chispa. Sin embargo, la cosa es que merecería ese nombre tanto en cuanto fue al parecer el primer artefacto denominado como machine gun ya que, al cabo, su funcionamiento estaba basado en un mecanismo que explicaremos más adelante.

Ojo, no debemos pensar que dentro de este tipo de armas estarían incluidos los ribadoquines y demás armas multi-cañón como las que diseñaron Kyeser, Von Eyb o Da Vinci ya que estos artefactos no eran armas de repetición, sino afustes sobre los que se instalaban hileras de cañones para poder desplegar una mayor potencia de fuego. A la izquierda podemos ver un ejemplo, en este caso un órgano diseñado por Kyeser provisto de cuatro bocas de fuego. A cambio, eso sí, una vez agotada la munición tendrían que estar una hora recargando una a una las bocas de fuego de que se componía la pieza con lo cual su verdadera eficacia radicaba en una única descarga masiva que, caso se emplear varios de estos cañones, podían ser ciertamente devastadora, pero nada más.

Bien, hechas estas aclaraciones iniciales vamos al grano. A la derecha podemos ver el cañón diseñado por este polifacético sujeto. De entrada salta a la vista su novedoso diseño con ese trípode regulable y con el arma montada sobre un afuste que le permitía girar 360º y ajustar el ángulo de tiro vertical. El arma constaba de un único cañón de bronce de 91 cm. de largo que, al parecer, podía servirse en tres calibres de 1, 1'25 y 1'5 pulgadas, o sea, 25'4, 31'8 y 38,1 mm. Dicho cañón era alimentado por un cilindro que, según el calibre y el tipo de munición, disponía de seis, nueve u once recámaras. Inicialmente, el de seis era para disparar proyectiles cuadrados mientras que los otros dos eran para munición esférica convencional. Lo de los proyectiles cuadrados era una extravagante ocurrencia de Puckle ya que decía estaban destinados a abatir a los infieles otomanos para, según sus propias palabras, ponerlos al corriente de "los beneficios de la civilización cristiana", que por lo visto consistía en que te matasen a balazos. Los proyectiles esféricos, en teoría menos dañinos, eran para masacrar bonitamente a los buenos creyentes, faltaría más. En fin, una chorrada semejante solo se le puede ocurrir a un inglés (Dios maldiga a Nelson).

El arma fue registrada con el número de patente 418 el 15 de mayo de 1718  según el pliego que vemos a la izquierda, donde se explican con pelos y señales los componentes del cañón e incluso la turquesa con la que fundir los proyectiles ya que en aquella época entró en vigor la norma mediante la cual era obligatorio para obtener la patente presentar un plano del invento, así como una descripción del mismo y su funcionamiento. El texto que aparece en la parte inferior es una especie de memoria-dedicatoria firmada por Puckle haciéndole la pelota más desmedida al monarca, echándole flores a mansalva e informándole humildemente que con ese chisme podrá acabar con todos los enemigos de sus dominios. Como se ve en la parte superior, recibió el nombre de Defence, y continuación se añade una curiosa nota que transcribo literalmente:

"Defending king George your country and lawes is defending yourselves and protestant cause. "

Para los que no entiendan la abominable lengua de los anglosajones viene a querer decir: "Rey Jorge, defendiendo su país y sus leyes está defendiéndose a sí mismo y a la causa protestante". Es evidente que este sujeto estaba pelín obsesionado por la cosa religiosa, ¿no? Por cierto que la letanía haciéndole la pelota al rey está fechada unos días después de la presentación de la patente, en concreto el 25 de julio.

Ejemplar conservado en la Torre de Londres que muestra el arma cargada
con el tambor para balas cuadradas redentoras de infieles otomanos. Pero
lo que creo que no tuvo en cuenta es que al entrar por el ánima cilíndrica
del cañón tomarían esa misma forma.
Pero el Defence, a pesar de que en la patente especificaba que era válido "para defender puentes, brechas, líneas, pasos, barcos, botes, casas y otros lugares" no estaba en realidad destinado a nutrir la infantería ni la artillería del gracioso de su majestad, sino la Navy. De ahí el empeño de la chorrada de las balas cuadradas para hacerle más la puñeta a los otomanos, más concretamente a los piratas berberiscos que infestaban el Mediterráneo y parte del Atlántico y a los que Puckle deseaba con toda su alma hacerles sentir la ira de Dios en forma de plomo cúbico. 

Vista trasera del Defence
Así pues, este artefacto tenía su verdadero potencial cuando fuese instalado en las bordas de los barcos de su majestad para repeler con eficacia y contundencia los intentos de abordaje por parte de los malvados piratas. Si observamos el afuste regulable nos podremos dar cuenta de un detallito, y es que la regulación vertical alcanzaba un ángulo de depresión muy superior al de elevación, -60º concretamente, es decir, que estaba diseñado para apuntar ante todo hacia abajo, o sea, en los instantes previos al hipotético abordaje de un navío inglés por parte de un bajel o un jabeque berberiscos cuya obra muerta era generalmente de una altura inferior.

Foto decimonónica que muestra el Defence con el tambor
para bala esférica montado en el arma y el anti-turcos
en el suelo, en este caso una versión de 9 recámaras ya
que la original para este tipo de munición era de solo 6
Puckle hizo lo imposible para convencer al personal de que su invento era una maravilla, pero topó con lo mismo que Simms con su primer carro de combate: la incredulidad de los mandamases que, para más inri, en aquellos tiempos no eran militares de academia- entre otras cosas porque las academias militares aún estaban por inventar- sino aristócratas que compraban sus rangos soltando buenas guineas a las arcas del rey. O sea que, salvo honrosas excepciones, no eran precisamente unos genios de la guerra. Y el hecho es que el cañón de Puckle podía vaciar un tambor de nueve disparos en un minuto, lo que suponía el triple de lo que podía disparar un fusilero bien entrenado. Pero no le hacían puñetero caso, pobre hombre... No obstante, no desfallecía en su empeño ya que el 31 de marzo de 1722 un periódico de Londres informó que se había llevado a cabo una prueba con el dichoso cañón en la que se efectuaron nada menos que 63 disparos en 7 minutos, lo que en aquellos tiempos era algo asombroso y, para mayor mérito, bajo una tormenta de las que hacen época, lo que habría inutilizado cualquier mosquete reglamentario. Sin embargo, el sistema de cierre de los fogones de las recámaras diseñado por Puckle impedía la entrada de humedad, por lo que la prueba se llevó a cabo sin un solo fallo. Bueno, pues ni por esas. Los lores no acababan de verle la punta al invento para mayor desesperación de su inventor.

El duque de Montagu, único usuario y
cliente de James Puckle.
Al final tuvo que ceder ante lo inexorable y reconocer que debía esperar a su siguiente reencarnación para inventar algo por el estilo. No obstante, logró un encargo de dos unidades por parte de lord John Montagu, II duque de Montagu, que adquirió dos unidades a título personal cuando el rey Jorge lo nombró gobernador de las islas de Santa Lucía y San Vicente en junio de 1722. Sin embargo, al poco tiempo los gabachos (Dios maldiga al enano corso) echaron a patadas al duque de su recién estrenado dominio, y no hay constancia de que los cañones de Puckle llegaran a usarse para mostrar a los enemigos las excelencias de la inventiva inglesa. Con todo, los dos cañones retornaron al terruño ya que, al parecer, ambos se conservan en dos antiguas posesiones de los Montagu: Boughton House, en Northamptonshire, y en el palacio de Beaulieu en Essex. También ser conserva otro, seguramente el prototipo original, en la Armería de la Torre de Londres si bien parece ser que hay otro en el Royal Armouries de Leeds que, al decir de algunos, son en realidad la misma arma. Sea como fuere, sus acabados son verdaderamente buenos, con unos niveles de calidad excelentes. Igual si hubiese fabricado un churro le hacen más caso al pobre...

Jabeque español. Estos navíos de origen árabe no solo
eran usados por piratas sino por las armadas de
varios países debido a su velocidad, maniobrabilidad y
potencia de fuego, pudiendo navegar tanto a vela como a
remo.  Eran lo que se dice unos malos bichos.
En fin, así fue la breve pero intensa historia de la que muchos consideran la primera ametralladora del mundo. Cuando Puckle palmó en 1724 sus descendientes no se tomaron el más mínimo interés en seguir promocionando el invento paterno, que quedó relegado a una mera curiosidad histórica y santas pascuas. No obstante, lo cierto es que podrían haber dado un buen servicio emplazados en los barcos mercantes que eran el principal objetivo de los piratas (no iban a enfrentarse a un navío de línea de 84 cañones, como es lógico), que se llevarían una desagradable sorpresa al ver caer sobre ellos una lluvia de balas ya que podrían usarse formando baterías de varias piezas con las recámaras cargadas con postas o con balas alambradas. Pero, en fin, así son las cosas y por culpa de mucho tonto de baba pasan las cosas que pasan. Veamos a continuación como funcionaba el chisme que nos ocupa...

A la derecha tenemos una vista trasera del arma en la que se aprecia la manivela que permite desmontar el tambor y, debidamente numeradas, las posiciones de las recámaras, nueve en este caso. Para impedir errores, en la parte interna está provisto de una rueda dentada que obliga al tambor a girar en el sentido contrario de las agujas del reloj. Para posicionar una recámara ante el cañón bastaba aflojar el tambor girando la manivela, posicionarlo a mano y volver a apretar, quedando de ese modo obturada el arma. Sobre el tambor podemos ver la llave de chispa que no era necesario cebar a cada disparo ya que dicho cebado estaba ya previsto en los fogones del tambor.

En esa otra foto podemos ver la placa soporte de la llave de chispa abatida hacia adelante si bien no era necesario colocarla así para girar el tambor, sino solo lo justo para permitir su giro. En el círculo rojo podemos ver uno de los fogones tapado con su cubierta giratoria, mientras que en el círculo azul tenemos el de la siguiente recámara ya abierto, dejando a la vista el oído de la recámara. La apertura se llevaba a cabo en realidad ayudado por la placa de mecanismos la cual tenía previsto un pequeño orificio donde quedaba encajado el botón de la tapa del fogón para impedir fallos o aperturas incompletas. La flecha azul señala dicho orificio, mientras que la roja muestra otro de mayor diámetro que será por donde la chispa se comunique con el oído de la recámara.

Ahí tenemos el cañón con el tambor desmontado. Debemos tener en cuenta que, en teoría, cada pieza llevaría como dotación varios de estos tambores los cuales estarían cargados y cebados, listos para su uso. De ese modo se podría mantener una cadencia de tiro impensable para la época, así como desplegar una potencia de fuego equivalente a varias decenas de fusileros disparando sin parar. El paso de rosca es donde era atornillado el tambor mediante la manivela que formaba parte solidaria del mismo, o sea, cada tambor tenía su propio manubrio. La flecha azul señala el retén que impedía girar el tambor en sentido opuesto, y la roja nos muestra el abocardamiento que daba al ánima forma de embudo para facilitar el posicionado de cada recámara.

Vista superior de la placa de la llave. La flecha azul señala el rastrillo. La amarilla la mordaza que sujetaba la piedra, y la roja la palanca de disparo. Así pues, la secuencia completa sería: alinear la recámara, apretar la manivela, abatir el rastrillo, amartillar y dar un golpe con el puño en la palanca de disparo. A continuación solo había que aflojar el tambor girando la manivela apenas un cuarto de vuelta, alinear la siguiente recámara, apretar la manivela y repetir el ciclo. Como vemos, una velocidad galáctica si lo comparamos con la secuencia de carga de un mosquete. Una vez agotada la munición solo habría que sustituir el tambor vacío por otro cargado, operación que se podía efectuar en escasos segundos.

Bueno, básicamente así es como funcionaba este peculiar cañón que, las cosas como son, en todo momento se mostró más que fiable. Pero aún tuvieron que pasar más de cien años para que la tecnología del momento hiciese... "aceptable" la existencia de máquinas de este tipo. Los seres humanos o, al menos, una gran parte de ellos son así de cretinos, me temo (me van a perdonar, pero yo me excluyo porque los más necios suelen ser los que detentan algo de poder). Ah, por cierto, las fotos del funcionamiento proceden de una réplica que se conserva en el Buckler's Hard Maritime Museum de Hampshire, por eso luce tan flamante.

En fin, ya'tá...

Hale, he dicho




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