Qué tierna imagen, ¿no? |
Es justo reconocer que el denodado y, a la par, repentino feminismo del padrecito Iósif le permitió disponer de alrededor de 800.000 belicosas señoritas dispuestas a escabechar tedescos, cifra esta ampliamente superior a la de cualquier ejército occidental moderno. El reclutamiento de féminas para combatir en plano de igualdad con los hombres, algo impensable en Occidente, donde solo se les permitía hacer de secretarias, conductoras y, como mucho, enfermeras en los hospitales de sangre, fue no solo un acierto a nivel material (800.000 mujeres combatientes son 800.000 de dedos apretando el gatillo), sino también propagandístico. Las imágenes de sonrientes y mofletudas soviéticas asomando sus cabecitas bolcheviques por la cabina de un caza, la torreta de un T-34 o abrazadas a sus Mosin Nagant como si fueran sus pretendientes dieron, tanto a sus compatriotas como al resto del mundo, una imagen de férreo patriotismo ante el invasor que fue muy bien rentabilizado por los cerebros grises del comunismo, que aprovecharon la coyuntura para intentar transmitir una imagen paradisíaca de una sociedad que, en realidad, vivió durante 70 años una de las más abyectas tiranías que se recuerdan en la historia. Pero antes de entrar en la cuestión, un breve introito como es habitual...
Insignia de "Tirador de Voroshilov" de antes de comenzar la guerra |
Ya en 1933 los soviéticos se estaban preocupando de formar tiradores de largo alcance. Y al decir largo alcance hablamos de más distancia de las que se solía disparar durante la Gran Guerra ya que estos bolcheviques estaban adiestrando al personal para abatir objetivos situados a 800 metros provistos de visor óptico y a 4oo con miras abiertas. En aquel momento se esperaba que los aspirantes lograran dos impactos de cada cinco disparos a larga distancia y un pleno a 400 metros sobre un blanco del tamaño de un hombre, así que ya vemos que la afición de los rusos a liquidar enemigos desde lejos venía de mucho antes de la guerra. Los soviéticos tenían, al igual que los nazis, una organización juvenil denominada "Unión de Sociedades de Asistencia a la Defensa, Aviación, Construcción y Química de la URSS" cuyo acrónimo en cirílico era ОСОАВИАХИМ (OSOAVIAKHIM transcrito al alfabeto latino, al que lo pronuncie sin que se le haga un nudo en la lengua le damos un premio), creada el 27 de enero de 1927 con la finalidad de adiestrar a la juventud en diversas disciplinas paramilitares y, de paso, lavarles el cerebro a base de bien para convertirlos en auténticos y verdaderos bolcheviques dispuestos a dar la vida por la santa madre Rusia y capaces de denunciar a su abuela por esconder 10 gramos de pan de algarrobas bajo el colchón.
Jóvenes soviéticos en un polígono de tiro recibiendo adiestramiento. En este caso usan carabinas de calibre .22, más ligeras y manejables |
A los alumnos más destacados se les hacía entrega de determinadas insignias para dar envidia a sus colegas y, por supuesto, mejorar sus currícula de fervientes comunistas, que siempre venía bien en un ambiente tan enrarecido como el de la Unión Soviética donde por estornudar delante de un busto de Lenin te mandaban a Siberia para curarte el catarro. En la vertiente que nos ocupa, el tiro de precisión, el sueño dorado eran obtener la insignia Ворошиловский стрелок (Tirador de Voroshilov), en referencia Kliment Efrémovich Voroshilov, uno de los personajes más allegados al padrecito Iósif y, por aquel entonces, Comisario del Pueblo para Asuntos Militares y Navales y presidente del Soviet Militar Revolucionario. Si consideramos que la ОСОАВИАХИМ llegó a tener más de doce millones de miembros podremos comprender como nada más empezar la contienda los rusos pudieron disponer de cientos de tiradores que, aunque inexpertos en las lides de la guerra y cayendo por ese motivo como moscas, no por ello dejaban de ser un quebradero de cabeza para los aún victoriosos tedescos, y más a la hora de ocupar ciudades en cuyas ruinas aguardaban estos sujetos deseosos de darles para el pelo. A modo de ejemplo, cuando los alemanes cercaron Leningrado alrededor de un 60% de los jóvenes pertenecientes a la ОСОАВИАХИМ tenían la insignia de "Tirador de Voroshilov", por lo que se encontraron con cientos de mozalbetes totalmente fanatizados, ávidos de tomarse justa venganza y, encima, bien entrenados, al menos en lo que al tiro se refiere. De hecho, la letal Ludmila Mijaílivna Pavlishenko había recibido dicho entrenamiento en Kiev, lo que demuestra que enseñaban a disparar bastante bien.
Página de un manual en el que se explica como calcular distancias basándose en los edificios, árboles, etc. del entorno |
En los albores de la contienda solo los hombres eran admitidos en las escuelas de francotiradores. Aparte de los que habían obtenido formación en los ОСОАВИАХИМ, la inmensa mayoría de ellos procedían de ambientes rurales, lo que los hacía especialmente aptos para una misión en la que se requerían cualidades más escasas entre los urbanitas: resistencia a las condiciones meteorológicas extremas, saber desenvolverse en condiciones adversas, buscarse la vida en lo tocante a la subsistencia y, sobre todo, estar habituados desde críos a la caza y, por ende, al manejo de armas de fuego y a saber acechar a la presa en silencio y en una total inmovilidad. Como esos probos mujiks ya traían media lección aprendida por así decirlo, solo se les sometía a un breve proceso de adiestramiento de tres semanas en los que se les enseñaba el manejo de su arma reglamentaria, observación, camuflaje y lectura de mapas, así como nociones de combate individual y combate urbano.
Esto último era una peculiaridad de los tiradores soviéticos que los hacía únicos en el tenebroso mundo de estos despiadados ciudadanos ejecutores ya que, además de su fusil, solían ir provistos de granadas de mano y un subfusil PPSh-41 por si se terciaba repeler un ataque enemigo a corta distancia o, como sucedió más de una vez, invadir un edificio en ruinas, destruir un nido de ametralladoras o incluso algún que otro carro de combate. Además, les facilitaban unos prismáticos de 6×30 (foto de la derecha), una copia soviética de un modelo Zeiss alemán provistos de una retícula con una serie de marcas que actuaban a modo de rudimentario telémetro. Dichas marcas señalaban una separación de 70 centímetros a 100 metros de distancia, por lo que solo había que hacer un rápido cálculo para saber a cuánto estaba el objetivo si bien, al parecer, no era un método muy preciso que digamos, por lo que al final la distancia quedaba siempre al arbitrio de la experiencia del tirador.
Unidad femenina de fusileros marchando hacia el frente. Obsérvese que los fusiles de las francotiradoras llevan el visor cubierto por una funda de tela |
La avalancha tedesca, que en los primeros meses de la contienda fue literalmente un alud imparable, hizo que los francotiradores no dieran abasto. La unidad básica estaba formada por un tándem tirador-observador para cada sección, mientras que las unidades a nivel de batallón tenían una sección de francotiradores que desplegaban según les convenía. Sin embargo, el mal adiestramiento recibido a toda prisa hizo que el nivel de bajas aumentase a diario de forma alarmante, hasta el extremo de que, en muchos casos, tras unos pocos días de preparación se limitasen a poner a los novatos, llamados zaichata (lebrato, liebre joven), formando parejas con los veteranos para aprender sobre el terreno. Si andaban listos igual sobrevivían unos días, y si no, pues habrían entregado sus míseras vidas comunistas por el padrecito Iósif y sus nombres pasarían a engrosar la larga lista de caídos por la santa madre Rusia.
Bien, así es como, grosso modo, estaba el patio en Rusia por aquella época. Y como hacía falta de forma perentoria cubrir las bajas, un buen día el padrecito Iósif decidió hacerse feminista de toda la vida y permitir que sus belicosas bolcheviques, que hasta aquel momento solo podían ser enfermeras y poco más, se uniesen a sus camaradas. Así, se formaron tripulaciones de carros de combate, pilotos de cazas y bombarderos, artilleras, tiradoras de ametralladora y, por supuesto, francotiradoras. En principio fueron entrenadas por tiradores experimentados que las pusieron rápidamente al tanto de los entresijos del arte de escabechar tedescos. Estos hombres, denominados como snaiper nastavnik (maestros tiradores) no formaban parte de ninguna escuela u organización destinada al adiestramiento de los candidatos, sino que estaban encuadrados en las diversas unidades donde servían. Por ejemplo, el famoso Vasili Záitsev formó a gran cantidad de francotiradores estando destinado en la 284º División de Fusileros "Tomsk" en Stalingrado entre septiembre de 1942 y enero de 1943. Y, al igual que adiestraron francotiradores también hicieron lo propio con las aguerridas señoritas procedentes del Komsomol, bastante fanatizadas por cierto y deseosas de finiquitar infinidad de tedescos que, las cosas como son, se pusieron extremadamente bordes con la población civil rusa a pesar de que durante su victorioso avance inicial fueron recibidos en muchas partes como libertadores, hartos como estaban de aguantar las cabronadas del padrecito Iósif.
Tandem tiradora-observadora. Ojo, la observadora también abría fuego se era necesario |
Pronto demostraron su valía, y no ya por su valor y tal, sino porque se vio en ellas una serie de cualidades que hasta aquel momento habían permanecido, digamos, ocultas. De entrada, la baja estatura de la inmensa mayoría de ellas les facilitaba enormemente ocultarse, pudiendo meterse en sitios imposibles para un hombre normal porque, además, las mujeres tienen mucha más flexibilidad que nosotros. Por otro lado, mostraron estar dotadas de grandes dosis de paciencia y astucia (esto último es cosa sabida desde tiempos de Adán, pero bueno...), soportaban mejor las situaciones de estrés y, curiosamente, resistían mejor el frío, supongo que por la distribución de la grasa corporal. Además, se consideraba que al tener las manos más sensibles tendrían más facilidad para efectuar disparos con suavidad y temple. Aunque muchas de ellas tuvieron una carrera operativa bastante corta, no por ello dejaron de irse al paraíso comunista con un buen número de víctimas enemigas en su haber. A la vista de los buenos resultados obtenidos se decidió crear una escuela de tiradores solo para el mujerío soviético porque, a pesar de su indudable entusiasmo, quieras que no la preparación previa con que la gran mayoría se alistaba no permitía enviarlas al frente con las apenas tres semanas habituales en los hombres. Lógicamente, no solo había que saber tirar, sino tropocientas cosas más que se comentaron por encima anteriormente. Al fin y al cabo, la Wehrmacht seguía siendo una formidable máquina de combate, y sus unidades más las de las temibles SS enviadas al Frente Oriental eran unos huesos increíblemente duros de roer, y más aún de doblegar.
Ludmila Pavlishenko con su Tokarev STV-40 provisto de un visor PU de 3,5 aumentos. Con ese chisme llevó a cabo la mayoría de sus asesinatos |
Así pues, en marzo de 1942 se creó la Escuela Central de Entrenamiento de Francotiradores Femeninos en Veshnyaki, una pequeña población cerca de Moscú. La escuela se puso bajo el mando de Nora Chegodaeva, una oficial formada en la Academia Militar Frunze que ya había combatido en la guerra civil española. Las condiciones de admisión requerían inicialmente tener más de 20 años y una vista excelente, siendo desechadas desde el primer momento las que no gozaran de un aparato visual digno de un halcón. El entrenamiento, que se prolongaba durante unos nueve meses, era absolutamente intensivo. Las sesiones se alargaban hasta las 10 o 12 horas diarias durante todos los días de la semana en las que se aplicaba una férrea disciplina y se mentalizaba al personal de que sus armas eran su vida, animándolas a ponerles nombre, componerles canciones y chorradas por el estilo para empatizar con ellas hasta el extremo de humanizarlas. Una vez graduadas eran enviadas al frente a batirse el cobre con sus Mosin Nagant o el eficaz SVT-40 semiautomático, el preferido por la eficiente Pavlishenko, que después de su retiro tras ser herida en junio de 1942 por fuego de mortero ya contaba en su haber con 309 víctimas confirmadas en las que se incluían 36 francotiradores enemigos (en Odessa, en solo 50 días se cargó a 257 tedescos nada menos). Por ello, fue una de las seis mujeres francotiradoras que recibió la medalla de Héroe de la Unión Soviética, la más alta distinción que se concedía en la URSS. Tras recuperarse fue ascendida a comandante y destinada a formar a otras francotiradoras hasta el fin de la contienda. Por cierto que palmó soltera a pesar de ser agraciada físicamente. Parece ser que, a la vista de su historial, no hubo forma de encontrar a nadie dispuesto a ejercer de cuñado.
De izda. a dcha., Polivanova y Kovshova. Debajo vemos el sello que les dedicaron representando su heroica gesta |
Los soviéticos supieron además hacer un inteligente uso de sus francotiradoras caídas en combate, nombrándolas heroínas de la URSS a título póstumo, dedicándoles calles y cosas así para incentivar al personal y, obviamente, enaltecer los valores y el espíritu de sacrificio que propalaba el partido para solventar la Gran Guerra Patria. Las que lograban alcanzar las 40 víctimas confirmadas eran premiadas con la Medalla de Combate y el título de "Francotirador Noble", lo que era motivo para que entrasen en un éxtasis místico bolchevique en el que se les aparecía el phantasma de Lenin sonriente y acariciándoles el lomo. Coñas aparte, lo cierto es que muchas de ellas dieron muestras de un arrojo temerario hasta su último aliento, como las valerosas Mariya Semenovna Polivanova y Natalya Venediktovna Kovshova (300 víctimas entre ambas), del 528 Rgto. de Fusileros, que el 14 de agosto de 1942 liquidaron en Sutoky a mogollón de tedescos hasta agotar la munición. Viéndose rodeadas, finalmente simularon rendirse y, cuando se acercaron los enemigos a apresarlas, hicieron estallar sendas granadas de mano, muriendo y matando a los que estaban más cerca. Por esa hazaña no solo las hicieron Héroes de la Unión Soviética a título póstumo en febrero de 1943, sino que les dedicaron sendas calles en Moscú y hasta emitieron en su honor un sello de 60 kópeks. Conviene aclarar que estas medidas tan expeditivas no solo eran consecuencia de su abnegado espíritu y tal, sino también porque las consecuencias de caer prisioneras de los tedescos no eran precisamente nada agradables tratándose de mujeres que habían sido las causantes de no pocas bajas entre ellos. En todo caso, de la escuela de Veshnyaki salieron a lo largo de la guerra un total de 1.061 tiradoras y 407 instructoras que fueron causantes de unas 12.000 víctimas confirmadas, algo más de los efectivos de toda una división de infantería. Una de las secciones más letales fue la de la teniente Nina Alexeyevna Lobkovskaya que, agregada al 3er. Ejército de Choque, alcanzaron la escalofriante cifra de 3.112 enemigos abatidos incluyendo los 89 que se cargó la Nina esta, o sea, una cuarta parte del total de bajas producidas por todas las francotiradoras durante la guerra.
Roza Y. Šánina, quizás la tiradora más fotografiada junto a Pavlishenko. Supongo que su angelical jeta comunista la convertiría en un eficaz argumento para la propaganda |
Sin embargo, y a pesar de que pueda parecer que eran más numerosas que los hombres, la realidad es que los efectivos de francotiradoras no llegaron a las 2.000 a pesar del gran despliegue propagandístico que las autoridades soviéticas hizo con ellas. Curiosamente, los tedescos no tuvieron noticia del uso de mujeres como francotiradoras hasta que el famoso Josef Allerberger (257 víctimas confirmadas), perteneciente a la 3ª División de Cazadores de Montaña, se vio ante lo que estimó una sección de francotiradores rusos supuestamente ocultos en árboles camuflados (los O.P. trees de los que hablamos en su día). Para que delatasen su posición hizo distribuir por la línea de frente a varios compañeros provistos de cabezas falsas para atraer el fuego enemigo mientras que cinco ametralladoras disparaban ráfagas cortas de forma regular para ocultar el sonido de sus disparos. Una vez oculto y debidamente camuflado empezó la fiesta de forma que en cosa de una hora había logrado abatir a 18 tiradores soviéticos. Cuando se acercaron a comprobar las bajas se quedaron con la jeta a cuadros al ver que todas era mujeres. Las desdichadas habían cometido la torpeza de disparar contra las cabezas falsas desde las copas de sus apostaderos, por lo que fueron fácilmente localizadas por Allerberger, que las fue liquidado una a una. No obstante, las que pudieron largarse a tiempo aprendieron la lección y optaron por tácticas más sibilinas, como ocultarse en almiares y permitir aproximarse a los enemigos antes de abrir fuego o incluso dejarse rebasar por ellos para dispararles por la espalda.
Nina Pavlovna Patrova (1893-1945) |
En fin, la lista de hazañas de estas valerosas criaturas da para un libro entero, pero con lo narrado en esta entrada podemos hacernos una idea bastante aproximada de sus andanzas. Con el tiempo fueron surgiendo más escuelas de tiradores, como la de Podolsk, donde se graduó la sargento Roza Yegórovna Šánina, que palmó con apenas 20 años hecha puré por una granada en enero de 1945 tras liquidar a 54 enemigos incluyendo 12 tiradores. Como está mandado, le pusieron una calle en Arcángel, su ciudad natal. Al término de la contienda, la escuela de Veshnyaki fue clausurada en mayo de 1945, siendo el personal transferido a la Escuela Superior del Mando Militar de Moscú. Como colofón, hacer una mención especial a la suboficial Nina Pavlovna Petrova, que con nada menos que 48 años marchó al frente para, al cabo de cuatro años y con los 52 cumplidos poder confirmar 122 víctimas más 3 enemigos apresados. Fue la francotiradora de más edad de todo el Ejército Rojo, adiestrando además a 513 tiradores durante su carrera militar. Era cariñosamente llamada "Mamá Nina", y tuvo la mala suerte de palmarla el 1 de mayo de 1945, pocos días antes de que los tedescos se rindieran, al parecer en un accidente de carretera. Recibió a título póstumo la Orden de la Gloria en junio de aquel mismo año.
Ah, y un detalle curioso antes de concluir. De las seis francotiradoras premiadas con la distinción de Héroe de la Unión Soviética, solo Ludmila Pavlishenko la obtuvo en vida con 27 años. Las cinco restantes, a título póstumo por aquello de la propaganda y poder usarlas como ejemplo a las nuevas hornadas de tiradoras. Helas ahí:
Cabo Tatiana Nikolayevna Baramzina, 36 víctimas, muerta a los 24 años por los alemanes tras caer prisionera el 5 de julio de 1944, recibió la distinción el 23 de marzo de 1945.
Suboficial Tatiana Ignatovna Kostyrina, 120 víctimas, muerta a los 19 años en un enfrentamiento con un francotirador alemán el 22 de noviembre de 1943, recibió la distinción el 15 de mayo de 1944.
Soldado Natalya Venediktovna Kovshova, caída en combate a los 21 años el 14 de agosto de 1942, recibió la distinción el 14 de febrero de 1943.
Soldado Mariya Semenovna Polivanova, caída en combate a los 19 años el 14 de agosto de 1942, recibió la distinción el 14 de febrero de 1943. Entre esta y la anterior llevaban contabilizadas aproximadamente 300 víctimas, como explicamos más arriba.
Cabo Aliya Nurmuhametqyzy Moldagulova, 91 víctimas, caída a los 18 años el 14 de enero de 1944 tras hacer estallar una granada para no caer en manos alemanas, recibió la distinción el 23 de marzo de 1945.
Tenían ovarios las bolcheviques estas, juro a Cristo... Bueno, ahí queda eso.
Hale, he dicho
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