C-33/35 durante el Desfile de la Victoria tripulados por miembros del CTV |
Pedro Sainz en tiempos de la guerra. Académico, lingüista, catedrático, conspirador nato y, como salta a la vista, un tragón CVM LAVDE |
La llegada de la copiosa contribución italiana a nuestra masacre civil fue la culminación de los buenos oficios de un peculiar personaje, Pedro Sainz Rodríguez, un polifacético ciudadano con un elevado estatus en el mundo académico que, paradójicamente, siendo como era monárquico hasta el tuétano, no tuvo inconveniente en sacar un acta de diputado por Santander durante la República por la Agrupación Regional Independiente mientras que se sumaba bajo cuerda a la conspiración liderada por Sanjurjo y Mola, y acabar exiliado en Portugal motu proprio tras ser ministro de Educación con Franco y tirarse 25 años en Estoril como consejero de don Juan, el rey que no fue. Como buen conspirador, logró llevar a buen puerto sus contactos con Galeazzo Ciano, yerno del inefable Benito y con el que ya tenía apalabrado el envío de material, aviación sobre todo, desde antes incluso del golpe militar. Quede pues patente que, en cierto modo, la intervención de este intrigante ciudadano fue determinante para el éxito de la sublevación si bien colijo que, como tantos monárquicos, colaboraron con los militares dando por hecho que, una vez ganada la guerra, don Alfonso sería llamado a España para reinstaurar la monarquía, motivo por el que muchos de ellos, como este personaje, se llevaron un chasco de aúpa y rompieron con Franco. Pero bueno, eso es otra historia, así que bástenos saber que Pedro Sainz logró sacarle al Duce el material que tanto necesitaban los militares.
Entrada de los CV-33 en San Sebastián. En primer término aparece el vehículo al mando del teniente Tamariz |
En la madrugada del 6 de agosto de 1936, menos de tres semanas después del Alzamiento, el mercante "Aniene" partía del puerto de La Spezia con cinco carros CV-33 rumbo a Vigo. Este mínimo envío iba al mando del teniente Giovanni Barbaglio bajo el alias de Giuseppe Barbisio. Como recordarán de entradas anteriores, era habitual entre el personal extranjero, tanto alemán como soviético y, en este caso, italiano, hacer uso de un nombre falso. La intención era evidente: si eran hechos prisioneros o palmaban y sus cuerpos caían en manos enemigas, así no podrían tener constancia de su identidad y su grado para no implicar a sus respectivos gobiernos. Con el teniente Barbaglio viajaban tres técnicos de la FIAT y diez carristas que arribaron al puerto de Vigo el día 26. El destino de estos vehículos era el Grupo de Información de Artillería nº 3, acantonado en Valladolid, donde formaron una sección al mando del teniente Julio Tamariz-Martel. Nada más llegar, los italianos se dedicaron a adiestrar a las tripulaciones españolas para que pudieran entrar en acción lo antes posible. Se formaron siete tripulaciones: cinco operativas y dos de reserva para cubrir las posibles bajas. Tras un curso intensivo, la sección del teniente Tamariz fue enviada al frente norte el 1 de septiembre para participar en las tomas de Bilbao y San Sebastián. Esta última ciudad cayó el día 13 sin pegar un tiro, así que su estreno no pudo ser más apacible si bien no permitió calibrar sus prestaciones. Su bautismo de fuego real tuvo lugar unos días más tarde en la toma de Mendizorroza aunque su actuación no tuvo nada reseñable.
Conviene aclarar un aspecto curioso antes de proseguir ya que, como vimos en el artículo anterior, la autonomía de estos chismes era bastante escasa, y su traslado de un sector a otro no era viable hacerlo por sí mismos. Así pues, por su tamaño podían ser embarcados en camiones de forma que se transportaba uno en la caja y otro en un remolque tal como vemos en la foto de la izquierda. De ese modo, las unidades de carros podían ser rápidamente trasladadas de un sitio a otro, desembarcarlas en el lugar indicado y entrar en fuego rápidamente. Alguna ventaja tenían que tener estos vehículos tan escasitos de todo.
Más aún, su ligereza no requería siquiera colocar pasarelas desde la caja del camión si había prisa por actuar, así que eran capaces incluso de lanzarse literalmente desde lo alto del camión al suelo como si tal cosa. En la foto de la derecha tenemos un testimonio de la agilidad de los CV, cuya suspensión soportaba perfectamente el brusco desnivel que había desde la caja del camión al suelo sin que se chafara ninguno de sus bogies, eslabones de las cadenas o la rabadilla del conductor, que con el salto estaría durante un largo rato un poco dolorida. En resumen, con el transporte mediante camiones se reducía enormemente el tiempo de traslado de los vehículos que, una vez terminada su misión, podían ser retirados a retaguardia para ser rearmados o reparados si era preciso o, si se terciaba, ser enviados a otro sector donde su presencia fuese necesaria. Y dicho esto, prosigamos.
Cañón de 65 mm. Estas piezas adoptaron el mismo rol que los Pak 37 tedescos protegiendo los igualmente debiluchos PzKpfw I de los cañones de los carros enviados por el padrecito Iósif |
Tras la primera remesa de cinco carros, un mes después, el 28 de septiembre, arribaron en Vigo otras 10 unidades- tres de ellos lanzallamas- en el "Cittá de Bengasi", esta vez al mando del capitán Oreste Fortuna (alias Oswaldo Ferrini), que no hizo honor a su apellido ya que palmó heroicamente en Guadalajara debido a una herida en la cabeza. En este mismo envío llegaron 38 cañones modelo 1913 de 65 mm. que vendrían de perilla como piezas de apoyo para compensar el ínfimo armamento de los CV, que para lo único que valían era poco menos que para acojonar un poco a la infantería enemiga y apoyar los avances de la propia siempre y cuando no se topara con armas anticarro o carros de combate de los de verdad. Todo este material fue enviado a la base de Las Herguijuelas, en Cáceres, para formar una compañía mixta formada por tres secciones con cuatro carros cada una más un pelotón compuesto por los tres carros lanzallamas. A esta unidad se le sumaron tres secciones anticarro con dos piezas de 65 mm. cada una, formando así la Agrupación Italo-Española de Carros y Artillería al mando del capitán Guillermo Vidal-Quadras, uno de los muchos militares purgados por la "Ley Azaña", más monárquico que Alfonso XIII y miembro de una riquísima familia de indianos que se habían forrado a lo largo del siglo XIX en nuestras posesiones de Ultramar y que creo que aún tiene alguno de sus retoños metido en política y tal.
Una sección de CV-33 de descanso. Obsérvense las cubiertas protectoras de lona para las ametralladoras |
Tras culminar de forma satisfactoria el período de instrucción, el 18 de octubre la nueva unidad es enviada al frente de Madrid, que en aquel momento era donde estaban volcados todos los esfuerzos para ocupar la capital y dar término a la guerra cuanto antes. El día 20 entraron en fuego en Maqueda y Valmojado, y al día siguiente actuaron de forma exitosa en la toma de la línea fortificada de Navalcarnero por lo que el general Varela, para poner contentito al personal, bautizó la unidad del capitán Vidal-Quadras como Compañía Nalvacarnero. Pero la alegría les duraría poro, porque los T-26 del padrecito Iósif ya estaban afilándose los colmillos para dar de dentelladas a los pequeños CV. El día 29, la columna del coronel Monasterio tenía previsto atacar Valdemoro para asegurar las vías de comunicaciones con Madrid desde el sur, pero el ataque fue interrumpido por una repentina ofensiva en el sector de Seseña llevada a cabo por 15 T-26 al mando del capitán Paul Matisovich Arman que, gracias a que la infantería republicana no estaba entrenada para actuar con carros, no pudo aprovechar al máximo el impacto que causaron los carros soviéticos en las desconcertadas líneas nacionales. El primer CV en quedar fuera de combate fue el del teniente Tamariz, que ya había sido herido de levedad en el bautismo de fuego de estos carros en el frente Norte, siendo inmovilizado por un disparo de un T-26 y posteriormente volcado cuando le embistió para volcarlo, librándose por los pelos tanto él como su conductor de no palmarla allí mismo. Igualmente, uno de los carros lanzallamas fue destruido, muriendo sus dos tripulantes.
CV-35 vadeando un curso fluvial. Su capacidad de vadeo era de 70 cm., o sea, más de la mitad de su altura total |
Ya desde ese momento quedó claro, si es que alguien aún tenía dudas al respecto, de que la superioridad del material soviético era incontestable. Sin embargo, y al no disponer de nada más efectivo, la compañía del capitán Vidal-Quadras siguió dando guerra en el sector apoyando el avance de la infantería en dirección a Madrid. El día 7 de noviembre, la unidad salió en dirección a Villaverde, concretamente al Puente de la Princesa, en la carretera de Andalucía, quedando bloqueados por la fuerte resistencia de las tropas enemigas que ocupaban el sector. El CV-33 del capitán Vidal-Quadras quedó inmovilizado en un canal sin que, por muchos esfuerzos que se hicieron, fuera posible siquiera aproximarse para rescatar al vehículo y sus tripulantes. La última intentona se hizo durante la noche bajo un intenso fuego enemigo hasta que se llegó al convencimiento de que tanto el capitán como su conductor habían palmado como auténticos y verdaderos héroes, como así había sido. Lo malo fue que, al día siguiente, las tropas republicanas que se acercaron al CV se encontraron con un regalo de categoría: el plan de ataque del general Varela a Madrid que llevaba encima Vidal-Quadras, lo que obligó a modificarlo de cabo a rabo.
El 22 de noviembre (otras fuentes señalan el 8 de diciembre) llegó una nueva remesa de vehículos, 20 en concreto, con lo que podría formarse una nueva compañía. Además, venían acompañados de una sección de artillería anticarro formada por dos piezas de 47 mm. porque, a lo visto de la apabullante superioridad acorazada enemiga, la opción de operar con apoyo de artillería anticarro era la más sensata. Pero lo más relevante era que también arribaron los primeros efectivos de la Misión Militar Italiana, predecesora del CTV y cuyo comandante, el general Roatta, acordó con Franco que el material blindado italiano pasase a estar bajo su control. Cabe suponer que los carristas españoles no se apenaron demasiado por esta medida porque las "latas de sardinas", también llamados "Topolinos" en referencia a los pequeños Fiat 500, eran presa fácil de los T-26, los BT-5 y los BA-6 soviéticos, y si no había habido más bajas fue por el eficiente uso que les dieron sus tripulantes hispanos. En resumen, los restos de la Compañía Navalcarnero entregaron el material que aún estaba operativo a los italianos. Las dos nuevas compañías fueron enviadas a Málaga, que cayó en manos de los Nacionales el 8 de febrero de 1937.
Entre enero y febrero se recibieron 24 CV-33/35 más, con lo que ya podía formarse el Raggruppamento Reparti Spezializzati, que se organizó en Sanlúcar la Mayor, a 18 km. de Sevilla. Esta unidad se componía de cuatro compañías de CV-33/35 y una de 8 vetustas auto-ametralladoras Lancia Ansaldo LZ-I y LZ-II veteranas de la Gran Guerra. Para compensar su mínima potencia de fuego llevaban una batería de cañones anticarro modelo 1935 de 47 mm. Cada compañía estaba formada por 12 carros más el carro de mando apoyadas cada una por una sección de infantería española compuesta por 25 hombres al mando de un alférez. Para desplazarse con los carros disponían de dos camiones cada sección, más dos ametralladoras para chinchar a los infantes enemigos que quisieran aproximarse a los CV con aviesas intenciones. Esta flamante unidad fue enviada a primeros de marzo a Guadalajara, a recibir la mayor derrota sufrida por el CTV en todo el conflicto y donde les dieron las del tigre, perdiendo 9 carros a manos de los malvados T-26 que, muy a su pesar, seguían siendo los amos del cotarro aunque la artillería de acompañamiento y las elevadas dosis de testiculina de la infantería de apoyo también hizo de las suyas a base de botellas de gasofa. No obstante, lo cierto es que lo de Guadalajara fue una derrota sin paliativos.
Con todo, pronto tuvieron ocasión de tomarse cumplida venganza por la soba que les habían dado. A primeros de abril llegaron al puerto de Sevilla 12 unidades más con las que se pudieron reponer las perdidas en Guadalajara además de formar una compañía independiente compuesta por carristas españoles que fueron enviados a Vizcaya. A los italianos los mandaron a tomar Santander y sacarse así la espina. Tras una larga batalla que dio comienzo el 14 de agosto, las tropas de ambos bandos se acometieron como carneros en celo, dándose estopa a base de bien. Republicanos y Nacionales estaban más o menos igualados en efectivos salvo en lo tocante a la aviación, donde el bando sublevado tenía la ventaja que le aportaban los 150 aparatos alemanes e italianos que intervinieron en la batalla. Finalmente, el día 26 de agosto de 1937 Santander cayó en manos de los Nacionales, lo que supuso un quebranto notable a las fuerzas de la República, que perdía un puerto vital en el norte, y un triunfo tanto material como moral a los sublevados y a gran parte de la población que, siendo de tendencia conservadora, no llevaba bien lo de la República, que para eso Santander era la meca estival de la realeza y la aristocracia hispana.
Dos CV-35 durante un descanso. Obsérvese que el que aparece en segundo término lleva pintado un lictor en el costado, lo que indica que es el carro de mando de la compañía |
En 1938, la denominación tradicional de los CV fue modificada. Se cambió lo de Carro Veloce por una L a secas. L de leggero (ligero), quedando como L-3/33, L-3/35 y L-3 LF los lanzallamas (lancia fiamme). Esto no supuso ningún tipo de cambios en la estructura o la mecánica de los vehículos, sino solo una redesignación. Tras lo de Santander, el Raggruppamento fue enviado a la zona de Levante, donde pudo obtener buenos resultados con la fórmula adoptada inicialmente a base de avanzar con apoyo de infantería. Pero como los períodos de relativa tranquilidad no son eternos, en el verano de 1938 tuvieron que hacer frente al último coletazo de la República en el Ebro, una brillante ofensiva planificada por el general Vicente Rojo, quizás el mejor estratega de la contienda. No salieron mal parados del todo ya que solo perdieron dos carros, a los que había que sumar otros tres anteriores en la ofensiva de Levante.
Tropas italianas entrando en Barcelona |
Entre noviembre y diciembre de 1938 se recibieron las dos últimas remesas de carros, sumando un total de 32 unidades. Así, la aportación del inefable Benito ascendió a un total de 155 vehículos (naturalmente, otras fuentes dan otras cifras que oscilan entre 130 y 160 carros). A aquellas alturas, con la zona republicana partida en dos, ya solo quedaba ocupar Cataluña para poder dar la guerra por concluida. Si caía Cataluña, Valencia caería sola porque ya no quedaría ninguna frontera terrestre por donde escapar, y las tanto las tropas como el gobierno de la República se verían literalmente rodeados y con el mar a la espalda. Con el material recibido se reorganizó el Raggruppamento, formando dos batallones de tres compañías, dos formadas por tripulaciones italianas y una con españoles. Entre diciembre y febrero de 1939 tomaron parte en la Ofensiva de Cataluña, donde sufrieron las últimas pérdidas en combate. Concretamente, el día 14 la 2ª compañía fue atacada en la carretera de Vallfogona a Santa Coloma, donde se perdieron dos carros y fueron apresados sus tripulantes: el capitán Arpaia, el teniente Ricci y sus respectivos conductores, que fueron trasladados a Barcelona donde, ante el avance de las tropas sublevadas, fueron fusilados junto al obispo de Teruel y 45 prisioneros más que llevaban tiempo encarcelados y a los que decidieron liquidar antes de tomar camino por La Junquera. Barcelona cayó el 26 de enero, y ahí cesó el avance del CTV porque Franco no quería roces con los gabachos (Dios maldiga al enano corso) si veían tropas regulares del ejército italiano ante sus narices.
CV-35 formados ante el palacio de Aranjuez a mediados de los años 40 |
Bien, así fue, grosso modo, el periplo hispano de los carros Fiat-Ansaldo. A pesar de la fe que el inefable Benito tenía puesta en esas máquinas y del elevado número de ellas que se construyeron, la guerra española dejó claro que un conflicto moderno no tenía nada que ver con el paseo militar de Abisinia donde, a pesar de todo, los etíopes lograron destruir dos CV-33 con simples cargas explosivas. Su débil blindaje y su mínimo armamento no eran válidos para lo que se avecinaba, y a modo de recurso extremo sus tripulantes incluso recurrieron a remolcar un anticarro de 47 mm. o un Pak 36 alemán de 37 mm. por si, llegado el caso, se veían sin más salida que destruir como fuese los carros enemigos que les hicieran frente. No obstante, lo cierto es que la contribución italiana al arma acorazada del bando sublevado fue cualitativamente similar a la alemana tanto en cuanto el PzKpfw I ofrecía unas prestaciones similares, superando solo al CV-33/35 en el uso de una torreta en vez de la casamata. Su última aparición fue en el Desfile de la Victoria de Madrid, tras lo cual los efectivos del CTV se largaron por donde habían venido para ir preparando la siguiente fiesta, no sin antes dejar de regalo los carros operativos que debían superar el centenar.
Con estos efectivos, en octubre de 1939 se creó el Regimiento nº 4 de Estella y se dotaron las planas mayores de otros regimientos acorazados y escuadrones de grupos de exploración de caballería. En 1940, los vehículos de estos últimos fueron enviados a Melilla para dotar al Rgto. de Dragones de Alcántara nº 15. Actualmente solo queda un único ejemplar que se expone en el museo de El Goloso. Se trata de un L-3/35 del II tipo que perteneció a la Plana Mayor del 2º Batallón del Rgto. de Carros nº 1. A pesar de su flamante aspecto tras su restauración, por desgracia el interior está completamente vacío. De lo que fue del resto lo sabrán en las chatarrerías donde fueron a parar.
Bueno, ya vale por hoy. Además, la sesera la tengo ya semi-vaporizada, así que se acabó lo que se daba.
Hale, he dicho
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