sábado, 27 de febrero de 2021

Sturmtruppen, la élite de las trincheras 2ª parte

 

Lo que se ve en la foto no es una Sturmkompagnie en pleno ataque, sino uno de los realistas y vívidos entrenamientos a los que se sometían a estas selectas tropas. Así, cuando llegaba la hora de la verdad, para ellos era poco más que repetir de nuevo lo que llevaban haciendo durante semanas

Hace unos meses, setenta y cuatro para ser concretos (sí, me he retrasado un poco, lo reconozco, pero nunca es tarde si la dicha es buena) se publicó la primera parte de un artículo dedicado a estos probos homicidas tedescos que tanto dieron que hablar y que, en cierto modo, fueron el germen del concepto de unidad de asalto que posteriormente se extendió por los demás ejércitos del mundo. Una guerra que prácticamente desde sus comienzos supuso un estancamiento de los frentes de batalla y en los que avanzar o retroceder unas decenas de metros suponían un costo en vidas y medios simplemente astronómicos, dio lugar a la creación de pequeñas unidades de hombres especialmente preparados y con elevadas dosis de testiculina, capaces de infiltrarse en las trincheras enemigas y hacer más daño en un par de horas que toda una división convencional en un día entero. Dicho esto, y como doy por sentado que los que leyeron la primera parte ya no se acordarán de nada y los que no la hayan leído pues menos aún, antes de proseguir lo suyo es que se sirvan echar un vistazo a la misma para saber de qué estamos hablando. Un bayonetazo aquí y podrán ponerse en situación. Yo espero,  no se preocupen...

Estas cargas masivas solían saldarse con cientos de bajas para, a cambio,
no avanzar ni un centímetro

¿Ya? Bien. Como habrán visto, el Sturmbataillon creado por el capitán Wilhelm Rohr resultó una herramienta de primera clase para ponerle las peras a cuarto a los aliados, que seguían anclados en el empleo táctico convencional de la infantería: masas de atacantes que salían de las trincheras tras una preparación artillera para, a continuación, caer como moscas a causa del fuego de barrera enemigo y la devastadora contundencia de las Maxim tedescas, cuyo fuego cruzado segaba compañías enteras como la Parca volteando airosamente su siniestra címbara. Las Sturmtruppen, concienzudamente entrenadas y provistas de armamento de todo tipo, podían infiltrarse en las posiciones enemigas y causar tal desorden que, aprovechando el caos, sus camaradas de la infantería regular podían colarse por las brechas abiertas o bien llevar a cabo golpes de mano nocturnos con las misiones más variopintas, desde hacer prisioneros para obtener información a destruir depósitos de municiones, armamento o, simplemente, escabechar a todo bicho viviente en una fulgurante acción que hacía que los atribulados british o gabachos (Dios maldiga a Nelson y al enano corso a partes iguales) vivieran en un estado de congoja permanente sabiendo que a 100 o 200 metros de sus posiciones había una Sturmkompagnie (compañía de asalto) dispuesta a hacerles otra visita cuando menos lo esperasen.

Campo de maniobras de las Sturmtruppen en Sedan. Como se puede
ver, el "decorado" es de lo más realista

De hecho, a la vista de que este tipo de tropas suponía un cambio radical en el uso de la infantería y, lo más importante, acababa con el concepto de ataques masivos que costaban cientos o miles de bajas en cuestión de minutos, el OHL (Oberste Heeresleitung, Alto Mando del Ejército Imperial) planteó que lo más sensato era enviar a los oficiales y suboficiales ya entrenados del Sturmbataillon Rohr como instructores a unidades convencionales con la intención de que todo el ejército tedesco alcanzara un nivel de capacitación similar y, gracias a ello, acabar con las sangrías como las que se vivieron en Verdún y se vivirían en el Somme. Una infantería formada por cuadros más pequeños y flexibles era la herramienta ideal ya que se adaptaban a las circunstancias de cada sector en base a las necesidades de cada momento, dejando de lado los movimientos de grandes masas de tropas dictados por un Estado Mayor que, en muchas ocasiones, no era capaz de conocer a fondo las particularidades de cada zona del frente. Para aclararnos: el Alto Mando ordenaba una ofensiva, pero la forma de llevarla a cabo la decidían los comandantes de cada regimiento comprometido en la misma. Al cabo, ellos sabían mejor que nadie cómo y dónde atacar al enemigo que tenían ante ellos. Así, a finales de 1916 al menos 30 divisiones ya habían formado motu proprio su propia unidad de asalto si bien de momento su uso táctico se limitaba a lo dicho anteriormente: golpes de mano, infiltración y dar sustos de muerte a los enemigos cuando menos los esperaban.

Como es evidente, las unidades especiales deben tener un equipo adecuado a sus funciones, así que empezaron por hacer algunos cambios en el mismo que podemos ver con detalle en la foto de la derecha. Las Sturmtruppen fueron las primeras en recibir el Stahlhelm modelo 1916 que, poco después, fue sustituyendo a los elegantes pero inútiles pickelhauben que, a la vista de cómo estaba el patio, habían tenido que cubrir con fundas de tela y eliminar el pincho para no convertirse en blancos de primera clase. Por otro lado, para protegerse las articulaciones cuando se arrastraban durante la aproximación a las posiciones enemigas cosieron gruesas coderas y rodilleras de cuero que les daban un aspecto un tanto peculiar. Esta modificación no estaba reglamentada, pero las tropas de asalto tenían ciertas libertades de las que carecían el resto del personal. Por esa misma razón mandaron a paseo las tradicionales botas altas modelo 1866 y las sustituyeron por los botines de cordones modelo 1901 y vendas. El motivo, al parecer, era que ofrecían mejor movilidad, sobre todo a la hora de tener que correr. Por último, para aumentar la provisión de granadas de mano que se convirtieron en el arma principal de las Sturmtruppen, llevaban a cada lado una bolsa fabricada con sacos terreros que fueron, por así decirlo, la prenda más emblemática de estos aguerridos tedescos junto a las rodilleras y las coderas. 

Patronen-Tragegurt original. Para abrir los bolsillos bastaba tirar de
una tira de tela que solo estaba hilvanada al mismo. Estas
bandoleras se colgaban del cuello sin ningún tipo de fijación extra
Así mismo, para aumentar la dotación de municiones, se fabricaron las Patronen-Tragegurte, unas bandoleras de tela con cinco bolsillos a cada lado y distribuidos de la siguiente forma: los tres superiores tenían capacidad para un peine de 5 cartuchos, y los dos inferiores para dos peines, lo que suponía un total de 70 cartuchos, aumentando así a 190 disparos la dotación reglamentaria de 120 cartuchos distribuidos en dos cartucheras triples con cuatro peines de cada una. Las Patronen-Tragegurte eran de usar y tirar. Se suministraban en cajas de madera que, a su vez, contenían cinco envases de cartón con cuatro bandoleras cada uno. Como accesorios incluían cizallas para cortar alambradas, y la pala de trinchera modelo 1887 que acabó convirtiéndose en una eficaz arma para los combates cuerpo a cuerpo previamente afiladas. Como herramienta de excavación optaron por el vetusto modelo 1822, una pala convencional de mango largo propia de zapadores que, junto a las bolsas para granadas y las coderas también se convirtieron en un elemento distintivo de estas tropas.

El gancho marcado de rojo era para formar pabellones. La flecha
verde señala la pestaña donde se fijaba el tapón cubre-bocas. La
azul, la tapa del cubre-bocas, que se abría para que esta pieza
sirviera de guía a la hora de limpiar el arma sin dañar la boca
del cañón
El armamento también lo adaptaron a sus necesidades en el campo de batalla. El Gewehr 98 reglamentario se consideró excesivamente largo para poner manejarlo cómodamente en la estrechez de las trincheras, así que fue sustituido por la carabina 1898 AZ, que ya había sido adoptada por Rohr en 1915 y que, con el paso del tiempo, acabó siendo el arma preferida por la infantería en general. Esta carabina, cuya interminable denominación oficial era una retahíla impronunciable para un cristiano de pro: Karabiner 98 mit Aufplanz und Zusammensetzvorrichtung, disponía de un raíl de engarce para la bayoneta en el que podía armar cualquier modelo reglamentario. Por lo demás, los 16 centímetros de diferencia entre el fusil y la carabina resultaron bastante significativos, y más si tenemos en cuenta dos factores: uno, que las tropas de asalto no necesitaban abrir fuego a grandes distancias; y dos, que de toda su panoplia eran en realidad el arma que menos usaban como veremos más adelante. Originariamente, la Kar-98 AZ estaba destinada a artilleros, ingenieros, unidades de caballería, ametralladores y, en fin, tropas que no necesitaban para nada el armatoste reglamentario de la infantería. 

P-08 de artillería con su culatín y cargador de caracol TM 08.
En el detalle podemos apreciar mejor su aspecto

Los suboficiales y oficiales estaban armados con pistolas, bien la P-08 o la C-96 que, con su culatín, se convertía en una eficaz carabina para combatir a corta distancia. Con todo, el arma preferida hasta la aparición de los subfusiles era la P-08 de artillería que, provista de un cargador de caracol de 32 cartuchos, proporcionaba una notable potencia de fuego cuando una escuadra de asalto se abría paso en una trinchera enemiga. Obviamente, la introducción en 1918 del subfusil supuso una significativa mejora en lo referente al aumento de la potencia de fuego de las tropas de asalto y, de hecho, fue el primer arma de este tipo que entró en acción. Estaba provisto de un cargador de caracol TM 08 con capacidad para 32 cartuchos de 9 mm. Parabellum, y si las P-08 ya eran temibles, esos chismes aún más. Uno de los hombres de cada escuadra iba armado con un subfusil abriendo camino a sus colegas que, impunemente, podían ir despejando la trinchera arrojando bombas de mano tras cada recodo para ir limpiando el terreno de enemigos.

Foto de propaganda en la que vemos a un granadero
tirando del frictor de una Stielhandgranate 1917. En el
suelo aparece una piña formada por siete granadas,
capaces de convertir en comida para gatos a los ocupantes
de una casamata o incluso inutilizar un carro de combate

Porque, en realidad, el arma verdaderamente importante entre las tropas de asalto era la granada de mano. Estas malévolas bombas unipersonales valían para todo: despejar la trinchera que iban a asaltar de forma inminente, limpiarlas de enemigos a medida que avanzaban, destruir nidos de ametralladoras, refugios, repuestos de munición y, unidas varias de ellas formando una piña eran capaces de aniquilar un puesto de mando atestado de personal de una sola tacada. La metralla y la onda expansiva eran definitivas en un recinto cerrado, así que si no le agujereaban a uno el pellejo lo reventaban por dentro, que para el caso es lo mismo. Las dos granadas usadas por las Sturmtruppen eran las emblemáticas Stielhandgranate modelos 1915, 1916 y 1917 y, a partir de 1917, la Eierhandgranate (granada de huevo). La primera tenía una carga de 270 gramos de nitrato de amonio, sustituido en 1916 por tolita, y una multiplicador con un retardo de 5,5 segundos iniciado por un frictor. Este se encendía tirando del cordel que sobresalía del extremo del mango y se fijaba al mismo con una tira de papel adhesivo en el modelo 1915. En los modelos posteriores y a la vista de que más de uno se llevó el último gran susto de su vida debido a que un enganchón había accionado el frictor sin darse cuenta, el cordel quedaba dentro del mango mediante un tapón de rosca. También se fabricaron retardos de 7 segundos. En la mango de la granada se indicaba el tipo de frictor que armaba para no equivocarse y que le explotase a uno el chisme ese en plena jeta.

Granada de huevo. El frictor se iniciaba tirando
de la lazada

En cuanto a su hermana menor, era una enana peligrosa de apenas 6 cm, de largo, 4,6 de diámetro y 318 gramos de peso de los cuales 32 lo formaban la carga explosiva, compuesta por una mezcla de pólvora negra, nitrato de bario y polvo de aluminio, que actuaba como potenciador. Al igual que su hermana mayor, tenía un retardo de 5 segundos accionado por un frictor y, además, podían usarse como granadas de fusil con un retardo de 8 segundos. El cuerpo de la granada estaba pintado de negro y para facilitar su agarre llevaban en el centro una banda de hierro pre-fragmentada que, obviamente, se convertía en metralla al explotar. Estas enanas malvadas eran muy eficaces a pesar de su apariencia poco peligrosa. La estrechez de las trincheras y los refugios aumentaban su poder destructivo, y su forma y peso permitían alcanzar hasta 50 metros en manos de un granadero cualificado. Por todo lo dicho, y considerando que la principal misión de las tropas de asalto era acabar con la resistencia en las trincheras enemigas, todos iban bien provistos de estos chismes diabólicos. La dotación de granadas de ambos tipos era como mínimo de doce unidades.

Lanzaminas de 7,6 cm. arrastrado por su dotación. Como es
lógico, ir de un lado a otro tirando de ese trasto era bastante
penoso, pero a cambio tenían mucha más libertad de acción
que si dispusieran de un caballo. Con la tracción humana
podían emplazarlo en cualquier cráter y abrir fuego de inmediato

No obstante, y como ya se explicó en la primera parte, también disponían de armas de apoyo como lanzallamas, Minenwerfer (lanzaminas) de 7,6 cm., morteros e incluso cañones ligeros para eliminar puntos de resistencia más correosos de la cuenta o carros de combate llegado el caso. En todo caso, era un arma de apoyo que por su tamaño podía moverse con relativa facilidad en el paisaje lunar de la tierra de nadie, alcanzar su posición de tiro, emplazarlo y dar estopa a los perplejos enemigos, que nunca esperarían ver piezas de artillería en sus mismas narices. En 1915, la Krupp había diseñado un Sturmkanone (cañón de asalto) de 3,7 cm de calibre cuya finalidad era acompañar a las tropas que avanzasen contra las posiciones enemigas, pero al parecer el resultado fue decepcionante. Sin embargo, la idea de disponer de artillería de apoyo para aniquilar fortificaciones correosas siguió en el magín de los mandamases, que hallaron la respuesta a sus anhelos homicidas en una pieza de campaña rusa de 7,62 cm. a la que se limitaron a acortar el cañón de los 2,28 metros originales a solo 1,25 metros, suficientes para el tiro a corta distancia al que iban a estar destinados. Para hacerlo más manejable se cambiaron las ruedas de origen por otras de menor diámetro, 110 cm. en concreto. Estas armas tuvieron una gran aceptación, hasta el extremo de que en 1917 había 50 baterías en acción, cada una compuesta con entre cuatro y seis bocas de fuego, y cada Sturmbataillon disponía de una batería.

Sección de ametralladoras equipada con Lewis capturadas
a los british. A la izquierda vemos a un proveedor cargando
una bolsa con los tambores de munición, y tanto él cómo
otros camaradas llevan las correas de transporte de las
MG-08, así cómo el bidón de agua para la refrigeración

Y en lo tocante a las ametralladoras, la MG-08 era un armatoste demasiado engorroso para pasearlo de un sitio a otro esquivando cráteres. Hubo que esperar a que en diciembre de 1916 se introdujera la MG-08/15, una versión aligerada de su hermana mayor provista de culata, empuñadura de pistola y bípode si bien aún tenía el inconveniente de que estaba refrigerada por agua. Su gran ventaja radicaba en que la alimentación era por cintas de 25o cartuchos, lo que le proporcionaba una potencia de fuego más eficaz que la Lewis con sus cargadores de tambor de 47 cartuchos o el pésimo Chauchat gabacho con su extraño cargador semicircular de 20 cartuchos que no daba más que problemas. No obstante, los tedescos no hacían ascos a nada, por lo que no dudaron en reciclar las Lewis que trincaron a los british recamarándolas al 8x57 reglamentario, así como mogollón de ametralladoras danesas Madsen que capturaron a los rusos en el Frente Oriental.

Estas máquinas, aunque alimentadas con cargadores de 25, 30 o 40 cartuchos, eran muy fiables, con unos espléndidos niveles de acabado y, lo más importante, eran muy ligeras: apenas 9,7 kilos contra los 19,5 de una MG-08/15. En la foto de la derecha podemos ver una escuadra de ametralladores practicando con las Madsen, y en la imagen inferior se puede apreciar con detalle el aspecto de la máquina, que era lo que posteriormente se dio en llamar un fusil ametrallador. Como vemos, estos probos homicidas estaban pertrechados por todo lo alto, y para llevar a cabo sus misiones disponían de medios que les proporcionaban una autosuficiencia total, sobre todo en lo referente a armas de apoyo de lo más contundentes como los lanzallamas, los lanzaminas y la artillería ligera que, por cierto, además de disparar la munición rompedora convencional para eliminar ciudadanos enemigos, también disponía de munición perforante contra-carro e incluso granadas de gas, que siempre venían muy bien para obligar a los defensores de una posición a salir echando leches, que ya sabemos que en cuanto empezaba a oler a heno recién cortado del fosgeno o se veía la bruma amarillo verdosa del cloro, el personal se iba por la pata abajo y le entraban unas irreprimibles ganas de largarse a toda velocidad. Ya hablamos en su día de cómo la neurosis de gas se convirtió en una obsesión para muchos hombres a los que la perspectiva de palmarla víctimas de esa porquería les quitaba el sueño y acababa enloqueciéndolos por completo.

Otra imagen de sus realistas puestas en escena en el campo
de entrenamiento. Obsérvese el montón de granadas que
aparecen a la derecha de la imagen, preparadas para darle
más verosimilitud a las maniobras con fuego real

Bien, visto esto, ¿cómo operaban las Sturmtruppen? Ante todo, hay que detallar que estas unidades no estaban en primera línea conviviendo con las ratas y los cadáveres insepultos. Antes al contrario, por norma estaban en segunda línea a la espera de ser llamados para llevar a cabo alguna acción especial, lo que llamaban Angriffe mit begrenzten Ziele (ataques contra objetivos limitados): un golpe de mano, captura de prisioneros, destrucción de determinados objetivos, recuperación de posiciones ocupadas por el enemigo o incluso como punta de lanza para iniciar una ofensiva, en cuyo caso su misión era abrir brechas en las posiciones enemigas por donde intentarían colarse sus colegas de la infantería regular sin verse abocados a sufrir porcentajes de bajas inasumibles antes incluso de llegar a las alambradas. Además, tanto a la ida como a la vuelta se les facilitaba transporte motorizado, que para eso eran los más guays del ejército imperial. Por cierto que, si lo recuerdan, los arditi italianos disfrutaban también de ese privilegio, mientras que la infantería regular se tenía que desplazar a pie.

Cañón ruso de 76,2 cm. reciclado para las Sturmtruppen. Al igual
que el lanzaminas, era transportado por su sufrida dotación. Sin
embargo, su facilidad de manejo y sus mil metros de alcance efectivo
lo convertían en una temible arma de apoyo, sobre todo para eliminar
nidos de ametralladoras que pudieran comprometer el avance
de sus compañeros

Como es lógico, las operaciones a pequeña escala carecían de enjundia. El batallón asignado a un determinado sector recibía la orden y, en base al objetivo encomendado, se designaban las compañías y las unidades de apoyo que se estimasen necesarias. Pero lo verdaderamente sofisticado era la preparación para una ofensiva, que llevaban a cabo con precisión germánica y que ni los british ni los gabachos podían imaginar. No se limitaban a desarrollar la operación ante un mapa, sino que iban mucho más allá. Con la ayuda de fotografías aéreas recreaban un escenario similar al que iban a atacar, ajustándose al máximo a las dimensiones y orografía del mismo.

Aunque parezca totalmente real, esta siniestra escena
también está sacada de una sesión de entrenamiento.

O sea, era un decorado a tamaño natural del campo de batalla que se encontrarían cuando empezase la ofensiva, y para que una vez iniciada la fiesta desarrollaran el plan a la perfección hasta entrenaban con fuego real, viéndose tal como se verían cuando llegase el momento: rodeados de explosiones, arrastrándose hacia las alambradas mientras que sobre sus cabezas silbaban balas de ametralladora y, para simular la presencia de gas, se lanzaban botes de humo para darle ambientillo al ensayo. El resultado de un entrenamiento tan minucioso era, como podemos imaginar, que a la hora de la verdad estos belicosos tedescos se movían por un terreno que conocían de sobra sin haberlo pisado en su vida, lo que les daba una seguridad y una precisión implacables. Eso sí, el éxito o el fracaso de la ofensiva no dependía enteramente de ellos, sino del empuje de las divisiones de infantería que les seguían y, naturalmente de la capacidad de respuesta del enemigo, que se verían sorprendidos por la infiltración de las tropas de asalto, pero que estarían esperando a los que les seguían una vez recuperados de la sorpresa inicial.

Una vez alcanzadas las posiciones enemigas, una lluvia de
granadas alejaría a sus ocupantes mientras varios hombres
cortaban las alambradas

Su modus operandi era en sí bastante simple, pero no por ello menos contundente. La preparación artillera consistía en un bombardeo breve, pero muy preciso y violento sobre el área donde actuarían las tropas. Esto obligaba a los defensores a aplastarse contra el fondo de las trincheras o meterse en los refugios para no caer como moscas a causa de los metralleros que, con letal precisión, explotaban sobre sus cabezas. Las tropas de asalto, al contrario que la infantería enemiga, no avanzaba cuando la artillería alargaba el tiro, viéndose así expuestos a padecer las matanzas habituales en tierra de nadie, sino que iniciaban el movimiento mientras que su artillería batía las posiciones enemigas. Así, con una coordinación muy precisa, cuando ellos alargaban el tiro y los enemigos asomaban la jeta por encima de los parapetos, no veían a la infantería alemana saliendo de las trincheras, sino literalmente encima de ellos, sin darles tiempo ni a echar una meada.

Minenwerfer en acción durante la Kaiserschlacht en 1918.
En esta ocasión no se trata de una foto de maniobras, sino real.
Como vemos, la dotación de la pieza la ha emplazado tras unos
arbustos para ocultarla a la vista del enemigo

Durante el avance, las unidades de apoyo también iban desplegándose conforme al plan trazado para cubrir a las tropas que llevarían a cabo el asalto. De ese modo, emplazaban lanzaminas, morteros o los cañones de asalto en los puntos señalados, mientras que los stormtroppen se colaban en la trinchera e iniciaban el avance por la misma arrollándolo todo a su paso con la ayuda de la sección de lanzallamas y los hombres del Handgranatetrupp (granaderos) desalojando el trayecto arrojando bombas de mano tal como vemos en el gráfico inferior. El grupo lo encabezaban dos granaderos o una escuadra de Pioniere con un lanzallamas y con el líder armado con una pistola o un subfusil. Si aparecían de repente varios enemigos ante ellos, el líder abría fuego con su pistola o subfusil, obligándolos a retirarse hasta el recodo más próximo para, a continuación, ver caer sobre ellos varias granadas que los acabarían de convencer de que lo más sensato era batirse en retirada. El resto les seguía con la carabina colgando en la espalda con la bayoneta calada y empuñando las armas más adecuadas para un posible combate cuerpo a cuerpo: cuchillos de trinchera, mazas o la pala corta. 

Método habitual para limpiar trincheras: el hombre que va en
cabeza mantiene a raya a los enemigos armado con un subfusil
o una pistola. Tras él, los miembros del Handgranatetrupp van
arrojando granadas tras cada recodo de la trinchera para matar
o hacer huir a sus ocupantes 
A medida que los granaderos avanzaban, si se topaban con un encrucijada o sospechaban que podía haber enemigos esperándolos un poco más adelante, lanzaban una lluvia de granadas para neutralizarlos. Una vez que se comprobaba que, en efecto, no quedaba títere con cabeza, se anunciaba que el camino estaba libre gritando "Geraumt!" (¡Despejado!), y se proseguía el avance. Si llegaba un punto en el que no podían continuar por la presencia de numerosos enemigos, rápidamente formaban una barricada con lo que tenían más a mano, especialmente los sacos terreros del parapeto ordenando "Sandsache vor!" (¡Sacos terreros delante!). De ese modo, se impedía que el enemigo pudiera recuperar el terreno perdido a mano de los tedescos que, previsoramente, habían ido poniendo pequeñas banderas blancas en los parapetos a medida que avanzaban para que las unidades de apoyo supieran qué tramos de trinchera estaban en su poder. Y mientras intentaban protegerse tras la barricada, sus colegas de los lanzaminas o los morteros se encargaban de expulsar a los cabreados dueños de la trinchera o bien bombardeaban algún nido de ametralladoras cercano que pudiera comprometer el éxito de la operación. En fin, todo lo hacían de forma calculada y sin perder los nervios, sabiendo en todo momento cómo actuar de forma coordinada para no perder la iniciativa y sacar el máximo provecho al armamento de apoyo.

Está de más decir que el arrojo y la sangre fría de estos hombres no tardó en convertirlos en todo un símbolo en el arraigado belicismo de la sociedad alemana. Su espíritu de cuerpo y su notoria agresividad se convirtieron en un eficaz herramienta para la propaganda, que no dudó en hacer uso de la imagen de las Sturmtruppen para sustituir al guerrero medieval había sido el "logotipo" oficial en los carteles de propaganda para los bonos de guerra hasta que, en marzo de 1917, aparece un cartel con un personaje distinto (foto de la izquierda). El nuevo diseño, obra de Fritz Erler, muestra a un soldado de asalto estilo expresionista que pretende, y consigue, mostrar la esencia del guerrero alemán: rostro sereno y firme, con una mirada penetrante bajo la sombra del casco y la mano apoyada en una estaca de alambrada. Del cuello cuelga la máscara antigás, y se aprecian los mangos de un par de granadas que sobresalen de la bolsa de un costado. En la parte superior aparece un estimulante llamamiento para adquirir los dichosos bonos de guerra: Helft uns siegen! (¡Ayúdanos a ganar!). Por otro lado, formar parte de estas unidades de élite era la máxima aspiración de muchos reclutas, y sus brillantes intervenciones en el campo de batalla motivo de orgullo incluso para las tropas regulares hasta el extremo de que se propagaban al máximo porque se vio que venían bien para subir la moral cada vez más decaída del personal ante aquella interminable matanza y las perspectivas más desalentadoras sobre el resultado final de la contienda. De hecho, hasta se publicó un periódico de trinchera titulado "Der Stoßtrupp" donde se relataban las hazañas de estos selectos homicidas.

Escuadra de ametralladores cubriendo a sus camaradas
desde un cráter durante la batalla de Champagne, en
1917. En este caso están armados con una MG-08/15, que
proporcionaba una potencia de fuego superior.

Pero por muchas tropas de asalto que tengas y mucho valor que le echen, poco se puede hacer cuando estás enfrentado con dos potencias a la que se suma una más que, encima, dispone de un poderío industrial apabullante, tropas de refresco y medios para reponer armas, municiones y provisiones a destajo en las ya un tanta mermadas reservas de los british y los gabachos. Aunque la derrota era ya cuestión de tiempo, al menos las Sturmtruppen sirvieron para dar forma a un nuevo concepto táctico de la infantería que acabaría para siempre con la guerra de trincheras que engullían cientos de miles de hombres en apenas un par de meses. Se crearon unidades más flexibles, con más autonomía a la hora de llevar a cabo una determinada misión y, lo más importante, dotadas de una gran movilidad, que eran los conceptos que permitieron distinguirse a las Sturmtruppen del resto de las unidades que tomaron parte en el conflicto. O sea, el germen de la Blitzkrieg como concepto estratégico que permitió a los tedescos aplastar literalmente a los ejércitos que intentaron detenerlos. Lo malo es que esta gente siempre se empeña en hacer la guerra contra medio mundo, y así no hay forma de acabar ganando.

Bueno, criaturas, aunque la espera haya sido un poco larga imagino que esta segunda parte les habrá resultado sabrosona.

En fin, s'acabó lo que se daba

Hale, he dicho

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