miércoles, 10 de marzo de 2021

CAÑÓN ROTATIVO HOTCHKISS

 

Grabado aparecido en la portada del semanario "Scientific American" del 10 de enero de 1874 que muestra a Benjamin Hotchkiss con jeta desafiante tras su invento. La ilustración, obra de Richard Ten Eyck, muestra el aspecto del modelo original con seis cañones y un ciclo de disparo que, posteriormente, fue modificado

Hace tiempo que no dedicamos un artículo molón a estos artefactos que, aunque con una vida operativa relativamente corta, fueron el germen de las armas automáticas surgidas a finales del siglo XIX que permitirían a los ciudadanos matarse entre ellos más y mejor. No sé si se han parado a pensar que en apenas 25 años, el último cuarto de dicho siglo, se pasó de las armas de avancarga monotiro a los fusiles de repetición manual, bien de palanca, cerrojo o corredera, y a las ametralladoras mecánicas que en pocos años se olvidaron del manubrio que las hacía funcionar para convertirse en segadoras de vidas automatizadas. Una de estas máquinas fue la que vemos en el grabado de cabecera y que, en puridad, no era una ametralladora sino un cañón ya que los proyectiles que disparaba no eran sólidos, sino explosivos en base a un concepto que su inventor, Benjamin Berkley Hotchkiss, tuvo muy claro a la hora de desarrollar su proyecto: el arma más letal sería aquella capaz de aunar la potencia de fuego, sembrando de metralla y no balas el campo de batalla, con una elevada cadencia de tiro. Para entendernos: era mejor poner en el aire un proyectil que se fragmentaba de decenas de afilados trozos de hierro que balas. Si una ametralladora mecánica podía disparar entre 200 y 400 balas por minuto, un cañón que disparase unos 60 proyectiles rompedores en el mismo tiempo y que se fragmentaba en unos 20 cascos de metralla se convertían en 1.200 "balas". Como vemos, una regla de tres bastante elemental, pero irrefutable. Y a eso debemos añadir una ventaja añadida: una bala pierde energía cinética a medida que su velocidad disminuye, por lo que sus efectos son menos contundentes conforme se aleja del cañón. Por el contrario, los cascos de metralla de un proyectil rompedor tienen la misma eficacia a cualquier distancia ya que ello depende del lugar donde explote, repartiendo el mismo haz de fragmentos con la misma energía tanto a 200 metros como a 2.000.

Benjamin Berkeley Hotchkiss (1826-1885)

Hotchkiss, aunque más de uno piense que era gabacho (Dios maldiga al enano corso) por la famosa ametralladora, diseñada por cierto cuando nuestro hombre llevaba ya unos cuantos años criando malvas, en realidad era yankee, concretamente de un lugar llamado Watertown, en aquella época una pequeña población en el estado de Connecticut, a unos 50 km. al SO de Hartford, donde comenzó a trabajar como aprendiz en la Colt's Patent Fire Arms Co. siendo apenas un adolescente. No tardó mucho en alcanzar la maestría en su oficio, y con apenas 20 años ya había diseñado una pieza de artillería de campaña que fue comprada por el gobierno mejicano, e incluso se tiene constancia de su intervención en el desarrollo y mejoras de varios modelos de la Colt. No obstante, el joven Hotchkiss era un tipo ambicioso y, viendo que la competencia en su país no le daba mucho margen para hacerse un hueco en un mercado saturado de inventos, en 1867, cuando solo tenía 27 tacos, lió el petate y se largó a la verde Francia a hacer fortuna. No le fue nada mal en el Viejo Mundo porque, nada más llegar, presentó una vaina metálica que permitiría prescindir del problemático cartucho de papel de los fusiles Chassepot, lo que entusiasmó a los mandamases que sabían lo frágiles que eran esos cartuchos a los que bastaba un poco de humedad o una manipulación poco cuidadosa para inutilizarlos. Así pues, de inmediato entraron en producción en la fábrica de St. Etienne y, lo más importante, Hotchkiss se hizo de una sólida reputación hasta el extremo de que a principios de 1871, un proyecto de cañón rotativo que en aquel momento era solo eso, un proyecto, fuese tenido en cuenta por el gobierno gabacho, mostrando gran interés en el mismo. Parece ser que el pésimo resultado que estaban dando las ametralladoras Montigny durante el violento cambio de impresiones que los gabachos mantenían en aquel momento con los prusianos fue el motivo de echarle el ojo al invento de Hotchkiss. La cosa es que estas máquinas resultaban ser eficaces solo a distancias cortas, por lo que el cañón rotativo que proyectaba el yankee les permitiría, como citamos al comienzo, escabechar tedescos a cualquier distancia gracias a sus proyectiles rompedores, y no tener que esperar a tenerlos encima para empezar la matanza.

Mitrailleuse Montigny con sus dos servidores

De inmediato se llevaron a cabo una serie de pruebas en Viena con un ejemplar fabricado en Austria- en aquel momento Hotchkiss aún no disponía de una factoría propia-, pero los resultados no fueron los deseados aunque sí quedó claro que el concepto de arma tenía un gran potencial. No obstante, los gobiernos de Rusia e Italia adquirieron algunas unidades para pruebas, y el mismo Gobierno de Defensa Nacional francés encargó una batería completa porque andaban un poco preocupados por el imparable avance prusiano que culminó con la humillante derrota de Francia en mayo de 1871, seguida de los conflictos de la Comuna y demás desbarajustes habituales cuando a un país atiborrado de arrogantes les dan las del tigre. Obviamente, a Hotchkiss le daba una higa el orgullo nacional gabacho y, en cierto modo, vería la derrota de su país de adopción como una oportunidad de negocio ya que es habitual que los vencidos empiecen a tramar su venganza a la media hora de firmar la rendición. Así pues, mientras las cosas se normalizaban un poco nuestro hombre aprovechó el tiempo para llevar a cabo una serie de mejoras en su invento.

Como vimos en el grabado de cabecera, el arma estaba compuesta por un haz de seis cañones que giraban sobre un eje, lo que le daba un aspecto muy similar a la máquina diseñada por Gatling y que, en aquel tiempo, era una superventas deseada por todos los ejércitos del mundo. Pero ahí terminaban las semejanzas porque a nivel mecánico no tenían nada que ver. Básicamente, mientras que cada cañón de la Gatling tenía su propio bloque de cierre, su aguja percutora y su extractor, los mecanismos del Hotckiss se limitaban a un disco provisto de una serie de excéntricas que accionaban un único bloque de cierre, un único extractor y una única aguja percutora, así como una rueda catalina en el extremo trasero del eje que hacía girar los cañones. Estas piezas estaban centro de un grueso cilindro situado en la parte trasera de la máquina, y formando un todo con el haz de cañones y cerrado mediante una tapa de bronce que, una vez abierta, permitía acceder a los mecanismos con facilidad. El conjunto se sustentaba en un armazón rectangular obtenido mediante fundición provisto de unos muñones que permitían fijar el arma en una cureña convencional de artillería mediante las muñoneras de rigor. En los grabados de la derecha podemos ver ambas armas: arriba el Hotchkiss, y debajo la Gatling modelo 1862. Aunque a simple vista parezcan versiones similares de la misma arma, en realidad eran completamente distintas tanto en lo tocante a su funcionamiento como a sus prestaciones. Veamos cómo funcionaba el invento del yankee afrancesado...

En la figura A tenemos una vista trasera del arma con la tapa que cubría el cilindro que contenía los mecanismos quitada. Como podemos ver, el arma se alimentaba mediante la tolva 1 situada en el costado izquierdo formando un ángulo de unos 24º que, posteriormente, fueron corregidos hasta unos 72º para facilitar la caída de la munición en la recámara ya que carecía de mecanismos de alimentación, siendo esta por gravedad. En el centro tenemos el disco 2 que, con sus excéntricas era el corazón de la máquina. Al girar ponía en movimiento el resto de las piezas que la harían funcionar, incluyendo la rueda catalina 3 que hacía girar el eje donde se agrupaban los cañones.

En la figura B podemos apreciar la posición de la aguja percutora 4, situada en el cañón superior derecho. El disparo se producía en el segundo ciclo de giro, o sea, tras ser introducido en la recámara. La aguja estaba rodeada por un muelle helicoidal que era comprimido por una de las excéntricas del disco 5 que giraba en el sentido de las aguja del reloj. Luego explicaremos con más detalle el funcionamiento completo de esta pieza.

Finalmente, en la figura C tenemos el bloque de cierre 6 que empujaba el cartucho en la recámara del primer cañón. Dicho bloque se movía mediante la cremallera 7 que, a su vez, era accionada por el engranaje 8. Este engranaje giraba en sentido horario o contra-horario gracias a las excéntricas, y lo mismo ocurría con la cremallera que contenía el extractor 9. Resumiendo: a medida que la manivela giraba, el bloque de cierre empujaba un cartucho, tras lo cual iba retrocediendo hasta que un nuevo proyectil caía ante la recámara, mientras que el extractor agarraba el reborde de la vaina servida y tiraba de ella hasta que caía por una ventana de expulsión situada en la parte inferior izquierda del arma. Como vemos, simple a más no poder. Por lo demás, el fácil acceso al cilindro donde estaban los mecanismos permitía realidad cualquier reparación o labores de mantenimiento con toda comodidad.

Hotchkiss de 37 mm. con su avantrén con capacidad para 300 cartuchos.
Debajo del cofre se ven los cargadores para 10 disparos. El resto de la
munición iba en un vagón aparte
Con todo, Hotchkiss no se conformó con los resultados obtenidos y siguió perfeccionando su máquina independientemente de que hubiese países interesados en ella. No he podido encontrar qué fue lo que motivó la eliminación de uno de los cañones para quedarse finalmente con los cinco que todos conocemos mejor pero, en todo caso, la cuestión es que durante los años 1872 y 1873 no paró de hacer pruebas para perfeccionar tanto las cuestiones mecánicas como el rendimiento balístico del proyectil que, desde el primer momento, se vio condicionado por las directrices fijadas en la Conferencia de San Petersburgo celebrada en 1868 y en la que, entre otras cosas, limitaba el peso de la munición rompedora a un mínimo de 450 gramos incluyendo la carga explosiva. Imagino que esta medida tendría cómo objeto impedir la fabricación de ametralladoras de calibres pequeños pero que, si en vez de disparar munición sólida hacían lo propio con munición explosiva, al fulano al que alcanzasen tendrían que recogerlo con una palita y un cubito de playa. Y la cosa es que Hotchkiss deseaba ante todo que su máquina pudiera disparar una munición de pequeño calibre para, conforme a sus conceptos, aunar la ligereza con la potencia de fuego. Tras calcular las dimensiones y la cavidad interior para contener el explosivo, el resultado fue un proyectil de 37 mm. que, para asegurarse de que nadie le pusiera pegas, tenía una masa total de 455 gramos, que siempre ha habido, hay y habrá gente que se la coge con un papel de fumar.

Fábrica de la Hotchkiss en St. Denis a principios del siglo XX
En julio de 1873 y a petición del Departamento de Marina francés se llevaron una serie de pruebas en Garve donde se efectuaron 500 disparos sin que se produjera una sola interrupción. Durante los ensayos se logró alcanzar una cadencia de tiro de 40 disparos en 30 segundos sobre un blanco situado a 1.750 metros, recogiéndose unos 200 fragmentos de metralla. Por la misma época también se realizaron otras pruebas en Turín (Italia), logrando una cadencia de 60 disparos en 55 segundos que, en una segunda ronda, se redujeron a solo 48 segundos. Su precisión se aseguraba con un bloqueo del cartucho en el momento del disparo mediante un plano situado tras la recámara que impedía la fuga de gases y, por otro lado, esta máquina no disparaba mientras los cañones giraban, como ocurría con la Gatling, sino que en el momento del disparo el ciclo se detenía. De hecho, cada giro de manivela cubría un ciclo con un giro de 72º, por lo que al disparar con el arma inmóvil la precisión mejoraba de forma notable. En 1874, Hotchkiss pudo montar su propia empresa en París, con las oficinas situadas en el 27 de la calle Choiseul mientras que la fábrica se instaló en la cercana localidad de St. Denis. Y además de poder fabricar sus propias armas, nuestro hombre también se embarcó en la manufactura de la munición, calculada meticulosamente por él para obtener el máximo rendimiento posible, léase que matase más y mejor. No obstante, de todo lo referente a los distintos tipos de proyectiles, espoletas y demás zarandajas relacionadas con el municionamiento de la máquina hablaremos largo y tendido en el próximo artículo.

Hotchkiss de campaña provista de escudo frontal
Bien, con la empresa ya en marcha, inicialmente se ofreció un modelo de campaña con cañones de 37 mm. provisto de un escudo rectangular formado por tres planchas articuladas de 5 mm. de espesor y un avantrén y un vagón donde, aparte de herramientas, piezas de repuesto y la pala, el pico y el hacha necesarios para formar una plataforma de tiro decente, llevaba una dotación de 1.400 disparos, 100 de ellos en diez cargadores que se acoplaban en la tolva cuando hacía falta recargar con rapidez. En caso contrario, lo habitual era que el cargador se colocara a la izquierda del tirador con una enorme bolsa-cartuchera de cuero que contenía 20 proyectiles. Esta cartuchera se colgaba del cuello y se aseguraba alrededor de la cintura mediante una correa. Teniendo en cuenta que el cartucho con proyectil explosivo pesaba 740 gramos, tenemos que el sufrido cargador tenía que soportar 14,8 kg. más el peso de la cartuchera, que no debía ser precisamente liviana ya que estaba construida con grueso cuero y partes de madera para darle rigidez. En resumen, que podía acercarse a los 20 kilos. En cuanto a la forma de recargar en este caso, simplemente se iban introduciendo los cartuchos uno a uno en la tolva.

Hotchkiss emplazada en una caponera. Obsérvese el
curioso anclaje para emplazar la máquina
Otra opción que de inmediato hizo ganar adeptos al cañón rotativo fue su uso como barrefosos en las fortificaciones de la época. Si no recuerdo mal, en las entradas dedicadas al fuerte de Douaumont se habló de este tema pero, en cualquier caso, la idea era defender los fosos emplazando en las casamatas situadas en los vértices de los mismos o en caponeras este tipo de cañones que ofrecían un rendimiento mejor que las ametralladoras. ¿Por qué? Fácil... Una ametralladora debe hacer un constante movimiento de barrido horizontal para cubrir toda la anchura del foso, y hablamos de decenas de metros en algunos casos. Si a causa del humo o por realizarse un asalto durante la noche la visión era nula, las ametralladoras disparaban a ciegas, circunstancia que los asaltantes aprovechaban para avanzar reptando mientras las balas pasaban sobre ellos. Sin embargo, Hotchkiss había hecho unos cálculos por los que cada cañón tenía un paso de estrías distinto. Considerando que cuando se empleaban estas armas como barrefosos se usaban botes de metralla, cada disparo lanzaba una lluvia de bolas de plomo con una trayectoria y un cono de fuego distintos. Para entendernos: sin necesidad de mover el cañón ni de rectificar la puntería, con una andanada de cinco tiros se abarcaba la totalidad del foso, dando igual que fuese de día, de noche o que hubiesen cortado la luz por falta de pago.

Torpedero "Azor", de la Armada española. Armado con tres tubos
lanzatorpedos y tres Nordenfelt, estos barcos eran unos enanos
peligrosos para cualquier mastodonte oceánico
Y si la posibilidad de vender su arma como pieza de campaña y cañón de plaza no era bastante, a principios de la década de los 70 surgió otro enemigo potencial a batir: los torpederos. Solo las armadas más poderosas del mundo se podían permitir buques de gran porte como los nuevos acorazados, naves enormes dotadas en un formidable armamento que pondría las peras a cuarto a cualquier enemigo o bombardear cualquier ciudad portuaria sin problemas. Solo enfrentando otro acorazado sería posible vencerlos hasta que a alguien se le ocurrió algo así como la "teoría del enjambre de avispas feroces". Si no tienes pasta para pagarte uno o más acorazados, pues fabrica naves pequeñas, rápidas y baratas armadas con torpedos autopropulsados, una nueva arma que ya no tenían nada que ver con los antiguos torpedos de pértiga cómo el que usó el CSS Hunley para hundir el USS Housatonic en la bahía de Charleston en febrero de 1864. La artillería pesada de un lento y torpón acorazado no podía acertar a un pequeño barco de apenas 50 metros o menos de eslora que podían alcanzar los 30 nudos de velocidad que, cuando llegaba a la distancia adecuada, soltaba una andanada de tres o cuatro torpedos, viraba y se largaba echando leches mientras los del acorazado contemplaban bastante inquietos como unas siniestras estelas se aproximaban casi en la superficie hasta impactar en un costado, abrirle una o más vías de agua y mandarlo al abismo en un periquete.

Hotchkiss naval de 37 emplazado sobre un pedestal en un barco
de la marina rusa 
Estaba claro que la única arma capaz de tener a raya a uno de estos torpederos era un cañón con la suficiente potencia de fuego como para perforar su escaso blindaje, y una cadencia de tiro lo bastante elevaba como para "ametrallarlo" con una densa cortina de fuego gracias a las piezas emplazadas en las cubiertas hasta acertar al torpedero enemigo u obligarlo a dar media vuelta. Varios países captaron rápidamente la eficacia del cañón Hotchkiss, así que empezaron a llegar pedidos de Brasil, Argentina, China, Estados Unidos, y otros países mientras que los gabachos, que precisamente habían sido los primeros en mostrar interés por el arma, aún andaban dudando porque se empeñaban en comparar el rendimiento de las ametralladoras embarcadas con el del cañón que, obviamente, no tenían nada que ver. Los antiguos lacayos del enano corso seguían erre que erre con sus Montigny, sus Nordenfelt e incluso Gatling que les habían comprado a los yankees, pero esas armas solo eran útiles para prevenir o rechazar abordajes, no para detener en seco a un torpedero, así que tardaron su tiempo en decidirse. No fue hasta 1877 cuando, por fin, Francia encargó la compra de centenares de cañones para armar sus barcos, lo que animó a otros países que también estaban aún remisos a adoptarlo como Turquía, Holanda o Grecia.

Batería de Hotchkiss de 37 mm. emplazados en tierra para
defender la entrada del canal de Santiago de Cuba de un
posible ataque yankee
En España, como está mandado, también tardamos lo nuestro en mandar al carajo a las dichosas Nordelfelt de 25 mm. reglamentarias. Un Real Decreto fechado en enero de 1886 ordenaba la compra de estas máquinas si bien la adquisición no debió ser muy cuantiosa ya que dos meses más tarde se modificó el decreto señalando que las Nordenfelt seguirían en activo junto a las nuevas armas, que no se sirvieron hasta 1893 y con las que se armaron diversas naves. En función de su clase, recibieron una dotación mayor o menor, siendo los acorazados los mejor parados con 13 unidades mientras que los cruceros recibieron ocho. De hecho, incluso se llegaron a desembarcar algunas piezas para defender desde tierra bocanas de puertos y demás puntos especialmente sensibles. En todo caso, por aquella nefasta época nuestro otrora inmenso poder militar estaba en las últimas, así que este material acabó hundido o capturado por la escuadra yankee (Dios maldiga a Hearst).

Y como ya me duelen los dedos de darle a la tecla, con esto terminamos por hoy. En la próxima entrada daremos pelos y señales del funcionamiento de las versiones que llegaron a entrar en servicio tras las modificaciones efectuadas a principios de los 70, así cómo los distintos tipos de munición usados, etc. no sin antes señalar que, ante el éxito obtenido y en vista de que los torpederos se fueron haciendo cada vez más potentes, se desarrollaron armas en calibre 47 y 53 mm. para uso naval, así como un modelo de 40 mm. para su empleo como barrefosos. 

Bueno, vale por hoy. 

Hale, he dicho

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Hotchkiss naval de 37 mm. emplazada en la borda de un buque yankee. Obsérvese la palanca acodada, una mejora sobre la antigua en ángulo recto que permitía al tirador un mejor control del arma. Así mismo, conviene reparar en el asa que se ve bajo la culata del arma para facilitar el giro horizontal de la máquina


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