lunes, 2 de mayo de 2011

Partes del fuerte: El revellín y la luneta


Como ya se comentó en la entrada referente a los baluartes, estos estaban unidos entre si por cortinas, o sea, tramos de muralla recta. Obviamente, estas zonas eran el punto flaco de este tipo de fortificación, ya que carecían de la morfología adecuada  para repeler los proyectiles de la artillería enemiga. Para impedir esto se creó el revellín. En la foto podemos ver uno de los que protegen las cortinas de la plaza fuerte de Elvas.
Se trata de una fortificación externa, situada justo delante de la cortina. Por su forma triangular, podían desviar los disparos dirigidos contra la cortina en cuestión, y además eran una primera línea defensiva del fuerte, ya que, al igual que los baluartes, disponían de bocas de fuego. Su altura era siempre inferior a la del fuerte, como ya se explicó, con dos fines: uno, no obstruir la línea de tiro de las piezas emplazadas en el fuerte, y dos, quedar expuestos al fuego del fuerte en caso de ser ocupados por el enemigo. Para ello carecían de protección en la gola, o sea, por su parte trasera. En la foto se ve claramente de qué hablamos. Si la guarnición del revellín se veía desbordada, podían retirarse por un camino cubierto a través de foso hacia el fuerte y dejar el recinto en manos del enemigo, el cual intentaba a toda prisa mover las piezas para dirigirlas contra el fuerte, siempre un cuando los defensores no las hubiesen inutilizado previamente clavándolas. Y todo ello bajo el fuego de la artillería procedente de los baluartes, así como del nutrido fuego de fusilería de los defensores.
Los revellines, al igual que los baluartes, tenían nombres propios, también bajo la advocación por lo general de santos, vírgenes, etc. si bien, por ser zonas más expuestas a una ocupación, solían carecer de pañoles propios, siendo servidos de pólvora, balas y botes de metralla desde el recinto principal. En el croquis inferior podemos ver la morfología de un revellín convencional:

Como se ve, cubre totalmente la cortina situada entre dos baluartes, y queda separado del recinto principal por el foso, pintado en color verde. Los dos pequeños rectángulos grises que vemos en el revellín serían las rampas (podía haber más de una) para poder subir las piezas de artillería. Los revellines podían contar a su vez con una protección que los antecedía, las contraguardias, defensas bajas con la misma forma pero que no disponían de artillería. Eran simples murallas para proteger los muros del revellín del fuego enemigo. En el siguiente croquis se puede ver con más claridad:
En este caso, la contraguardia queda separada del revellín por un foso para dificultar aún más la ocupación del mismo y, del mismo modo, un nuevo foso podía preceder a la contraguardia para poner las cosas aún más difíciles a los atacantes. Como se ve, no escatimaban esfuerzos a la hora de complicar una posible invasión al recinto principal.

Un caso aparte son las lunetas, que tenían el mismo objeto que los revellines, defender una cortina pero, en este caso, al igual que las contraguardias, solían carecer de dotación artillera, siendo más habitual la disposición de banquetas para permitir a la infantería hacer fuego de fusilería. Además, sus muros carecían del imponente grosor del de los revellines. En el siguiente croquis lo veremos mejor:


Como se ve, se trata de un muro semicicular situado, como el revellín, ante una cortina. En el centro he puesto un dibujo de la sección de la misma para su mejor comprensión. Así pues, vemos como el parapeto, de una altura de alrededor de 1,40-1,60 metros, permitía a un fusilero situado en la banqueta, en color gris claro en el dibujo de la planta, hacer fuego contra el enemigo permaneciendo a cubierto. Y, también al igual que los revellines, su gola carecía de ningún tipo de defensa, quedando sus invasores a merced del fuego procedente del fuerte en caso de desalojar a los defensores. Como protección, aparte de los habituales fosos, se ven casos en los que estas lunetas estaban precedidas de unas hiladas de pozos de alrededor de 1-1,5 metros de profundidad, pero tan pegados unos a otros que hacía casi imposible para una masa atacante acercarse a menos de 4 ó 5 metros del muro sin caer dentro de ellos. Para más eficacia, podían plantar dentro de los mismos estacas o abrojos de hierro, o incluso poner ante las hiladas de pozos estacadas que serían las antepasadas de las actuales alambradas que preceden a las trincheras.

En la foto de la derecha se ven claramente las hiladas de pozos que anteceden una de las murallas del fuerte de Santa Luzia, en Elvas. La imagen deja bien patente que, aun hoy día, moverse entre ellos es tener todas las papeletas para caer dentro de uno y partirse una pierna. Dichos pozos no eran simples hoyos que podían verse cegados en pocos meses por las inclemencias del tiempo. Como se ve, estaban labrados con cantería y eran limpiados con regularidad a fin de mantener su efectividad. De hecho, no solo impedían acercarse con facilidad a las murallas, sino que casi imposibilitaban adosar escalas al muro para asaltarlo, ya que no había sitio donde apoyar la escala en el suelo.
Finalizo esta entrada dando un consejo a los que visiten por primera vez este tipo de fortificaciones, y es que se muevan con mucho cuidado cuando paseen por su perímetro exterior, ya que estos pozos suelen estar casi siempre cubiertos de maleza y no se ven como no se conozca su existencia. Un mal paso supone caer dentro de uno, y la costalada puede ser de órdago. Con todo, ya dedicaré una entrada exlusiva para los cuidados y prevenciones que se deben tener a la hora de visitar castillos o fortificaciones de cualquier sitio, ya que hay zonas que pueden ser muy peligrosas para un neófito en la materia.

Partes del fuerte: El baluarte


El baluarte era la base de toda fortificación de éste tipo. Se podría decir que un fuerte no era más que una serie de baluartes unidos entre sí mediante cortinas para cerrar el recinto. Los demás sistemas defensivos estaban destinados a protegerlos. El término parece ser proviene del alemán bollwerk, que podríamos traducir como "obra para balas", o sea, fortificación capaz de resistir los disparos de la artillería. Su forma básica era pentagonal, si bien había diversos tipos que luego se enumerarán.
El de la foto de cabecera corresponde al del fuerte de São Neutel, uno de los dos que defendían la ciudad de Chaves, en el distrito de Vila Real, al norte de Portugal, a 9 km. escasos de la frontera española por Galicia. Como se ve, está concebido para "escupir" los disparos de la artillería enemiga, y sus paramentos de piedra, rellenos en su totalidad por tierra, hacían complicado abrir una brecha en el mismo.

Mientras las torres de los castillos medievales eran consideradas como parte integrante del edificio, los baluartes eran tratados como si de fortificaciones independientes se tratase aún siendo parte de un todo. Cada uno tenía un nombre propio, independientemente del nombre del fuerte. Generalmente eran bautizados con nombres de santos o vírgenes. Además, cada uno de ellos tenía asignada su propia guarnición, formada por artilleros e infantería. Cada baluarte solía disponer de su propio pañol de munición, ubicado en el centro del mismo y protegido por lo general por un muro para evitar ser alcanzado por la artillería enemiga. En otros casos eran subterráneos, con bóvedas a prueba de bombas. Las bocas de fuego estaban emplazadas sobre plataformas de tiro formadas por gruesas losas de piedra o por hormigón, casi siempre con forma trapezoidal para poder variar el ángulo de tiro horizontal de la pieza.

 En la foto de la izquierda podemos hacernos una clara idea de lo explicado, si bien en ese caso la plataforma de tiro, inexistente hoy día, ha sido recreada con una tarima de madera. Junto al cañón se ve un maniquí representando un artillero de la época con  la cuchara con la que se introducía el saquete con la carga de pólvora. Junto a él, un balde que, lleno de agua, servía para empapar la lanada, especie de baqueta con un mocho de lana que se introducía tras cada disparo para enfriar el ánima del cañón, así como para apagar posibles restos de pólvora aún encendidos. La foto en cuestión fue tomada en el fuerte de Santa Luzia, en Elvas.

En el croquis de la derecha se puede ver la distribución de un baluarte típico. En su vértice superior dispone de una garita. El tema de las garitas daría para una enciclopedia, y de hecho hay monografías dedicadas exclusivamente al estudio de su morfología, ya que no hay dos fuertes en todo Portugal con garitas iguales. En este caso, cuenta con ocho cañoneras, dos en cada lado del pentágono que, gracias al abocinamiento de las mismas permite cruzar los fuegos de cada pieza, cubriendo al 100% el campo que tenían por delante. En el centro del recinto se puede ver el pañol, tal como se explicó antes. Y en un lado, la rampa por la que se subían o bajaban las piezas de artillería. Pocas escaleras se ven en los fuertes por razones obvias, y las pocas que hay disponen a los lados de rampas para hacer rodar por ellas las ruedas de las cureñas. Para este menester, como es lógico, se usaban animales de tiro, ya que una cañón con su cureña podía superar tranquilamente las dos toneladas de peso, o incluso más.

Aunque la morfología habitual que veremos con más frecuencia en los parapetos de los fuertes portugueses son las cañoneras representadas en el croquis anterior, hay casos, como el del fuerte de la foto de cabecera, que no contaban con estas, sino que usaban lo que se llamaba parapeto a la barbeta, o sea, un parapeto corrido sin aberturas para las bocas de fuego. Eso permitía emplazar los cañones en cualquier sitio dentro del baluarte, y aumentaba notablemente su ángulo de tiro. Pero tenía el inconveniente de que dejaba desprotegidos tanto a la pieza como a sus servidores. En todo caso, no es lo más habitual, siendo la tónica general el uso de cañoneras convencionales, orientadas las de los laterales a cubrir de flanco la cortina que unía dos baluartes, y las otras dos hacia la batalla o campo abierto, o hacia la fortificación que lo precedía en caso de ser esta invadida por el enemigo.

En la foto de la izquierda, correspondiente a la plaza fuerte de Elvas, se puede ver con claridad como estaba conformada una plataforma de tiro, tal como se explicó más arriba. En este caso, dispone de una solería de hormigón, y la tronera,  muy estrecha al comienzo, se ensancha alrededor de un metro en su parte final si bien las hay de hasta dos metros e incluso más, dependiendo del ángulo de tiro requerido en cada caso. Eso le permitía, además de batir de flanco la muralla, apuntar contra el foso que se extiende un poco a la izquierda de su posición. La solería, además, tenía siempre un cierto grado de inclinación hacia el parapeto para aminorar el retroceso de los cañones. En este caso, el pañol de este baluarte se encuentra bajo tierra, en una pequeña bóveda protegida por unos dos metros de tierra sobre la misma.

Finalmente, y para hacernos una idea de las proporciones ciclópeas de este tipo de fortificación, podemos ver el parapeto de uno de los baluartes del fuerte de Graça, de unos 6 metros aproximadamente de espesor. Pero, ojo, esta es la parte "débil", porque la verdadera muralla, sobre la que se asienta el baluarte, tiene unos 30 metros de grosor. Y algunas, unos metros más. Cuando uno se pasea por el recinto de una de estas fortificaciones se siente apabullado por lo descomunal que es todo cuando a uno le rodea. He visto simples rejas de una ventana interior, o sea, fuera del alcance del enemigo, que cada barrote tiene 5 cm. de grosor, y cada barrote iba empotrado varios centímetros en un sillar de piedra. O sea, que la reja fue formada a medida que se iban añadiendo sillares hasta completar la ventana. Cuesta trabajo imaginar el trabajo abrumador al que hicieron frente sus constructores. Pero eso no es nada para lo que aún nos queda por ver. Hay algunas obras que casi se puede decir que son comparables a las de una pirámide. 

Bueno, ya saben qué es un baluarte.

Hale, he dicho