No, no... no es una continuación de la entrada anterior, en la que hablé de personajes desconocidos que, de una forma u otra, gozan de fama por sus dichos y/o sus hechos aunque casi nadie conoce su aspecto. En este caso se hablará de personajes muy conocidos, que estamos hartos de verlos, pero de los que jamás nos hemos preocupado por saber quiénes eran. Y pertenecer a este grupo es peor que el anterior porque tiene guasa que en un momento dado vayas por la calle y todo el mundo sepa quien eres, pero en realidad no tengan ni la más remota idea. ¿Que cómo se come eso? Pues veámoslo...
La hermosa morena de los billetes de veinte duros
Ahí tenemos el primer ejemplo que, aunque los jóvenes no sepan de qué va, los que ya somos menos jóvenes lo veíamos constantemente y, además, era nuestro sueño anhelado. Salir de bureo un domingo por la tarde con uno de esos en la cartera era garantía de ser el rey del cotarro, de hartarte de birras, de fumar tabaco rubio (en aquella época mucho más caro que el negro) y hasta de poder convidar a la mocita de nuestros anhelos a ver si, viéndonos con posibles, se dejaba meter mano de una puñetera vez. Pero, ¿quién es la mujer del billete, para cuyo reverso se usó un cuadro de Julio Romero de Torres titulado "La Fuensanta"?
Teresa López |
Pues se trataba de una mujer nacida en Argentina, hija de emigrantes cordobeses y por nombre María Teresa López González. Fue una de las musas del pintor que, como es de todos sabido, tomaba como modelos para sus obras mujeres de belleza típicamente andaluza aunque hubieran nacido en Logroño. A la izquierda tenemos dos fotos de esta famosísima y desconocidísima mujer la cual, incuestionablemente, era una auténtica y verdadera real hembra en su mocedad. Falleció en Córdoba en 2003, a los 85 años de edad. En cuanto a los billetes, se empezaron a retirar de la circulación en el año 1978.
La bandera rusa en el Reichstag
El soldado de esta famosísima foto en realidad era sargento, y no era ruso, sino georgiano. Se trata de Melitón Varlámovich Kantaria, que en el momento de tomar la fotografía contaba con 25 años de edad. Murió en Moscú en 1993. La foto, como todas las fotos famosas, contiene grandes controversias: que si no es la auténtica foto del izado de la bandera, y que esta se hizo unas horas más tarde y más preparada con fines propagandísticos (algo similar a lo que ocurrió con la foto del monte Suribashi), que si el que en realidad izó la primera bandera era otro, etc. etc... Además, ha sufrido diversos retoques a lo largo del tiempo, siendo dos de ellos los más curiosos: fijémonos en el soldado que sujeta a Kantaria para que no pierda el equilibrio y se caiga al vacío, fastidiando la foto y la ocasión tan solemne. Se trata de Mijail Yegorov, un soldado ruso que, si observamos bien la imagen, porta un reloj en cada muñeca. Obviamente, no usaba dos relojes por si se le paraba uno y llegaba tarde a la guerra, sino porque los habría robado, al menos uno de ellos. Esto fue luego retocado por los fotógrafos del Kremlim, que no solo borraban relojes delatores de pillajes, sino enemigos políticos del padrecito Stalin de las fotos oficiales del partido cuando caían en desgracia. Por otro lado, la bandera fue izada a las 22:00 horas del 30 de abril de 1945, así que siendo a esa hora noche cerrada no deja de ser curioso que se vea como si fuera de día.
En todo caso, no se trata de dilucidar sobre si fueron o no los primeros en izar la bandera, o si era de día o de noche o si la foto tiene más retoques que la Pataki, que los tiene, sino que es una de las fotos más famosas de la Segunda Guerra Mundial y que los que aparecen en ella son Kantaria y Yegorov, y eso sí es incuestionable. Y como todos los conocemos vistos de lejos y sin apreciar sus jetas, pues ahí los podemos ver de cerca y sin la mugre de la batalla. A la izquierda aparece Kantaria, y a la derecha Yegorov. Por cierto que les dieron mogollón de medallas y tal por salir en la foto.
La perra de Hitler
La imagen de este animalito siempre ha estado unida a los ratos de ocio del dictador en Berchtesgaden. Fue un regalo de Martin Bormann, su hombre de confianza tras la extraña huida de Hess, y recibió el nombre de Blondi o Blondie, que nunca me he podido enterar si lleva o no E al final. En todo caso, y por su capa excesivamente amarillenta para un pastor alemán, le pusieron ese nombre que significa rubita. En realidad, siempre he tenido la impresión de que, contrariamente a lo que sería lo lógico considerando que era un obsequio para alguien importante, Blondie no era precisamente un animal que seguía el canon de su raza. Como vemos en la foto, tenía las orejas excesivamente grandes, el hocico demasiado largo y afilado, la grupa muy levantada, cuando precisamente tenerla caída es una de las características más importantes de esta raza de chuchos, su pelaje demasiado claro y, en definitiva, más bien parecía uno de esos perros mestizos de pastor alemán que dan el pego a los que no conocen bien el tema. Resumiendo: Blondie debía ser medio chucha. Pero eso no quita que Hitler le tomara mucho cariño y, de hecho, a lo largo de su vida tuvo varios perros a los que profesó adoración. Blondie tuvo un final digno de la más absoluta de las lealtades para con su amo: murió envenenada en el bunker de la cancillería del Reich para probar la efectividad de las cápsulas de cianuro potásico usadas por Hitler y Eva Braun poco después. Pero, no sé por qué, intuyo que Blondie no tenía el más mínimo interés en ser el conejillo de Indias para catar venenos.
El sempiterno abanderado nazi
Jakob Grimminger |
Los aficionados a la historia de la Segunda Guerra Mundial es más que probable que hayan visto infinidad de veces en fotos y documentales a este peculiar sujeto que vemos a la derecha. Canijo y birrioso, con un bigotito similar al de su líder y que, al parecer, jamás se perdía un sarao en los fastuosos y wagnerianos mítines del partido en Munich, Hamburgo o Berlín. Era el portador del más sagrado símbolo del partido nazi: la Blutfahne, la Bandera de Sangre, manchada con la hemoglobina de tres miembros de las SA muertos durante el putsch de Munich de 1923 y que siempre estaba presente para hacer sobre ella los juramentos más solemnes o las entregas de estandartes a las unidades de SA y SS. Bueno, pues el birrioso famoso y desconocido abanderado es Jakob Grimminger, un veterano de la Gran Guerra y del partido nazi sobre el cual, no se sabe por qué, recayó en 1925 el gran honor de ser el portador del sangriento estandarte. Así pues, Grimminger ostentó el cargo desde esa fecha hasta el final de la guerra, ascendiendo además sin tener la más mínima preparación militar ni pisar el frente durante toda la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, como no fue a la guerra ni mandó sobre tropas en combate tampoco tenía gran importancia aunque hubiese llegado a mariscal. Su misión consistió única y exclusivamente en pasear la puñetera bandera. En la foto que vemos arriba ostenta el grado de comandante, si bien alcanzó el de SS-standartenführer (coronel) en abril de 1943. Eso sí, la Cruz de Hierro que luce en la guerrera la ganó de verdad durante la Gran Guerra, a cada uno lo suyo. Jakob Grimminger falleció en Munich en enero de 1969 a la edad de 76 años. Su oficio tras serle quitada la bandera al acabar el conflicto fue el de barrendero.
El barbudo picoleto de los desfiles
Los que no se pierden un solo año el desfile del Día de las Fuerzas Armadas ya sabrán de quién hablo nada más leer el encabezado. Durante años, este personaje ha sido impepinablemente el que encabezaba el escuadrón de sables de la Guardia Civil al término de la parada militar. Su presencia llegó a ser todo un símbolo, casi el emblema del benemérito cuerpo por su poblada, patriarcal e imponente pelambrera facial que, aunque en esa foto ya se ve totalmente cana, en años anteriores tenía un esplendoroso tono rojizo. Se trata del brigada Corrochano, y muchos se preguntarán como es posible que un simple suboficial fuese el que encabezase todo un escuadrón de caballería. Al parecer, esto fue durante años motivo de controversia dentro del mismo cuerpo ya que, por razones obvias, ese puesto estaría reservado para, al menos, un capitán, que es el que manda un escuadrón. Pues la cosa es que no he podido averiguarlo, pero sí se que, como ya he dicho, a muchos miembros de la benemérita no les hacía al parecer nada de gracia el tema. En todo caso, el brigada Corrochano ya se ha jubilado, así que es agua pasada. Lo que sí es indudable es que este peculiar personaje ha sido durante años una verdadera estrella en tan señalado desfile, y su imponente y gallardo aspecto todo un símbolo de las armas hispanas.
Bueno, como es domingo y, milagrosamente no hace nada de calor, me piro a hacer unas fotillos por ahí. Disfruten del día, criaturas.
Hale, he dicho...
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