Casamatas de la Línea Maginot vapuleadas bonitamente por la artillería alemana. A la derecha, encima del conjunto, podemos ver la cúpula de observación |
Prosigamos...
Aspecto actual de la entrada de municiones del fuerte de Schoenenbourg. Salvo por los letreros informativos colocados en la cancela, está igual que hace 80 años |
Había tres tipos de accesos: para municiones (Entrée des Munitions), para personal (Entrée des Hommes) y mixtos (Entrée Mixte), estos últimos en fortificaciones de menor tamaño que no requerían de instalaciones demasiado complejas para el tránsito y almacenamiento de municiones y pertrechos o bien en las fortificaciones situadas en los Alpes, donde no podían llegar vehículos de gran tamaño o trenes. Dentro de los accesos para municiones, los había para ferrocarril y para camiones en función de la importancia de la fortificación de destino. A la derecha tenemos uno para ferrocarril que, ojo, no debemos confundir con los trenes normales. Los que entraban en los fuertes eran los pequeños trenes eléctricos que previamente eran cargados en la estación más cercana. Bien, como vemos, habría que pasar la cancela (en color verde), que está protegida por cuatro ametralladoras marcadas con flechas rojas. Una vez dentro, se encuentra con un primer obstáculo en forma de foso, idéntico a los saltos de lobo que ya se empezaron a usar en la Edad Media. Para salvarlo, una pasarela corrediza se deslizaría desde un lateral para cubrirlo. Mientras tanto, otras dos ametralladoras apuntan amenazadoramente al pasillo. Tras el foso tenemos otro obstáculo más, esta vez en forma de puerta corrediza blindada y estanca, la cual está defendida por otra ametralladora más situada en la curva del fondo del pasillo. Como vemos, era un poco complicado pasar por ahí si no facilitaban el acceso desde el interior, y llamar a la puerta y esperar a que a uno le abrieran no eran nada viable.
En cuanto a las entradas para camiones, pues eran por el estilo. La que vemos a la derecha nos muestra la cancela protegida por tres ametralladoras y, además, por una defensa exterior a base de vigas, algo similar a las que usan los comercios para impedir los "alunizajes". En el amplio zaguán interior los camiones eran descargados con cabestrantes mientras que otra ametralladora enfilaba la zona. La descarga se llevaba a cabo directamente sobre las vagonetas para, a continuación, llevar el material a los pañoles y almacenes del fuerte. En la curva es donde están los siguientes obstáculos, el primero en forma de foso y el segundo como puerta blindada, ambos similares a los que hemos visto en el párrafo anterior. Así pues, la entrada por las puertas para municiones no era precisamente fácil pero, si lo pensamos bajo otra perspectiva, ¿qué sentido tendría ocupar una fortificación semejante, bien pertrechada con hombres, armas, municiones y víveres, lo que supondría un enorme coste en todos los sentidos? Nada. Bastaría pasar de largo y vigilar para cuando la guarnición, agotados los pertrechos, salga ordenadamente a rendirse.
Y si se ponen pesados y tal, pues para eso los tedescos iban provistos de artillería pesada en forma de obuses de sitio Skoda de 420 mm. como el que vemos en la foto de la derecha, un mamotreto capaz de disparar un proyectil de una tonelada a 14 km. de distancia cada 10 minutos. Además, disponían de un viejo Gamma del mismo calibre procedente de la Gran Guerra, cuyos devastadores efectos ya vimos en la entrada que se dedicó a estos chismes, y de obuses de sitio de 355 mm. En teoría, las armas destinadas a barrer literalmente del mapa las fortificaciones de la Maginot eran el mortero Thor y el cañón Dora, de 600 y 800 mm. de calibre respectivamente, pero no estaban aún en servicio cuando se inició la invasión. No obstante, la artillería que se puso en liza fue suficiente para demostrar que el pastizal que habían enterrado a lo largo de toda la frontera desde el Atlántico hasta el Mediterráneo no sirvió absolutamente para nada.
La cosa es que se habían establecido una especie de baremos que definía los grosores de las obras tanto en hormigón como acero en función del grado de protección que ofrecían, de forma que según la situación de cada una se le daba un grado u otro. El nivel 4, el más elevado, estaba concebido para resistir disparos de obuses de hasta 420 mm. y tenía un grosor máximo de 3,5 metros en las zonas expuestas al fuego enemigo y de 1,3 metros en el resto. Su equivalente en acero era de 30 cm. Este nivel era el empleado en los fuertes más importantes de la frontera belga, por donde atacaron los tedescos durante la Gran Guerra y por donde volverían a entrar en Francia en la siguiente. El nivel 3 ofrecía protección hasta proyectiles de 300 mm., con grosores de entre 2 y 2,75 metros en las zonas expuestas y de entre 1 y 1,3 metros en el resto. El equivalente para cúpulas de acero era de 25 cm. El nivel 2, para proyectiles de hasta 240 mm., requería entre 2,25 y 1,5 metros en las zonas expuestas y de solo 1 metro en las demás, con su equivalente en acero de 20 cm. Por último, el nivel 1 para proyectiles de 150 mm. era de entre 1,7 y 1,5 metros en zonas expuestas y 1 metro en el resto. La equivalencia en acero era la misma que para el nivel 2, 2o cm. Por cierto que a los demoledores efectos de los obuses de sitio habría que añadir la mortífera precisión de los Stuka, cuyas bombas de 500 y 250 kilos también eran asaz contundentes como vemos en la imagen superior, correspondiente a un bloque del fuerte de Hochwald.
Bien, volviendo a los accesos, veamos a continuación los destinados al personal, que eran también clavados a los que se usaban en la Edad Media pero con materiales más modernos. Vean, vean...
A. Pasarela fija de paso hacia la puerta blindada del bloque. Para defenderla dispone de la correspondiente tronera.
B. Pasarela abatible para salvar el foso y que si pierdes el equilibrio te partes la crisma. Se puede ver la tronera que bate de flanco la puerta blindada que cierra el paso.
C. Puente levadizo mediante contrapesos. Este tipo de acceso era el habitual en las fortificaciones alpinas. La fina cadena que vemos desde el puente a una polea era la que permitía izarlo simplemente tirando del asa colocada al final de la misma. El contrapesado era sumamente preciso ya que, a pesar de lo masivo del puente, con una sola mano podía ser izado en un periquete. Esta tipología correspondía a las entradas mixtas.
Por norma, todos los accesos para personal estaban precedidos de un foso en cuyo interior podían colocarse, como ya comentamos en la entrada anterior, las antenas del fuerte o las troneras para los morteros de 81 mm. Pero, al igual que en el caso de las puertas para municiones, las dificultades no se limitaban al puente levadizo. En el croquis de la derecha vemos una puerta de este tipo que, como se puede observar, está defendida por cuatro ametralladoras. Una vez franqueado el paso nos encontramos con un pasillo con doble recodo defendido por otras dos máquinas, y al final del mismo otra puerta blindada. Entrar ahí sin que previamente se hayan podido neutralizar las ametralladoras era simplemente suicida por no decir imposible ya que los defensores aniquilarían a cualquiera que se acercase a varias decenas de metros. Así pues, solo quedaban las opciones ya planteadas: o pasar de largo o machacarlos a cañonazos. Conviene especificar que la preferida por los tedescos solía ser la segunda porque nunca ha sido recomendable dejar enemigos a la espalda.
Pero estas fortificaciones no solo tenían puertas para entrar, sino también pasadizos de escape para poner tierra de por medio si las cosas se ponían chungas de verdad y los enemigos los esperaban fuera para darles las gracias por el cálido recibimiento que les habían hecho a base de plomo y metralla. En las fotos de la derecha tenemos un par de ejemplos de las salidas de escape más habituales. La de la foto A comunicaba con las cloacas que, aunque no era precisamente la opción más agradable, ser incinerado por un lanzallamas lo era aún menos, así que no hacía falta establecer intensos debates si era la única forma de escapar. En estos casos, las salidas no eran secretas sino, simplemente, las bocas de los desagües que podían salir a una ladera situada una determinada distancia del fuerte y que pasaban desapercibidas. Aquello debía oler fatal, pero se podía escapar con un poco de suerte. B1 y B2 muestran otro tipo, en este caso en forma de escalera que daba a la superficie en zonas cercanas al fuerte que, en este caso, sí estaban debidamente disimuladas no fuese el enemigo a percatarse de su existencia y se sentase allí a esperar apaciblemente a que algún pardillo asomase la jeta para volársela de un tiro.
A la derecha vemos una de esas salidas en una pequeña cúpula de hormigón que, gracias a la maleza, sería prácticamente invisible aún estando a pocos metros de ella. Bastaba abrir la escotilla y salir echando leches de allí junto a los colegas que le siguieran. Otro tipo de salida, aún más discreta, consistía en una simple trampilla metálica a ras del suelo, cubierta a su vez por una fina capa de tierra que podía removerse sin dificultad alguna. De ese modo, incluso estando encima de ella nadie podría darse cuenta del engaño. Estas salidas solían partir de alguna galería que permitiese ubicar la trampilla de acceso a una distancia prudencial del fuerte. Con todo, y como vemos en la foto, las escotillas de salida solo podían abrirse desde dentro, no fuese algún germano más observador de la cuenta a descubrirlas y se colasen por ahí si bien bastaría una carga explosiva para librarse de ellas.
También había salidas que daban a los fosos, como la que vemos a la derecha. Se trata de la abertura que está debajo de la tronera que defiende el foso en cuestión, y bajo la misma se pueden ver una escala de hierro empotrada en el muro. En este caso no se trataba de una salida secreta, sino un mero acceso a los fosos ya que estos no tenían ningún tipo de escalera que permitiera entrar o salir del mismo. O sea, que si uno se caía dentro o lo sacaban por esa abertura o se moría de asco salvo que alguien ayudase desde fuera. Según vemos a la derecha, en la contraescarpa, la antena de ese bloque estaba situada dentro del foso, recurso que ya comentamos en la entrada anterior para no tener que recurrir a postes o torres metálicas que delataran la presencia del fuerte. Así pues, se me antoja que ese tipo de salida debía ser para, en caso de necesidad, llegar a dicha antena permaneciendo oculto a los ojos del enemigo ya que, de lo contrario, habría que salir del fuerte y poner una escala de mano para acceder al foso, lo que no era aconsejable si los enemigos estaban cerca afilando sus bayonetas para el asalto final.
Por último y a modo de conclusión mostraremos un par de curiosidades bastante curiosas acerca de la vida en los fuertes. Lo que vemos en la foto de la derecha es uno de los calabozos donde eran recluidos los malsines y revoltosos de turno. Cada bloque disponía de dos o tres de estos zulos que apenas tenían 120 cm. de ancho y 2,9 metros de largo, lo que no daba más que para darse cabezazos contra el muro de hormigón. La foto de la izquierda muestra la puerta desde fuera, y la otra el ínfimo espacio disponible, ocupado casi todo por el jergón metálico unido al muro no sea que alguien lo robase. En fin, colijo que los hicieron así con fines persuasivos, porque pasarse ahí metido una semana o dos debía ser de lo más irritante y, por supuesto, no apto para ciudadanos con claustrofobia.
Finalmente, la curiosa imagen que mostramos a la derecha es una sesión de rayos UVA cortesía del ejército. Y no para que el personal se ponga morenito a la hora de ir a casa de permiso y estar guapetón para la novia, sino para compensar la ausencia de luz solar durante los largos períodos de tiempo que debían permanecer enterrados dentro de cada fortificación. La vida en la Línea Maginot no era precisamente mala. De hecho, disponían de un magnífico sistema de cocinas, aseo, de filtrado de aire, e incluso ponían películas colocando al personal en sillas debidamente alineadas ante una pantalla en cualquier galería razonablemente espaciosa. Pero, eso sí, siempre alumbrados con luz eléctrica porque, como hemos visto, ni siquiera en las cúpulas o las casamatas entraba un ínfimo rayo de sol. Y todos rezando porque no se fastidiaran los generadores porque, en ese caso, tenían que recurrir a lámparas de carburo.
Bueno, con esto terminamos. Espero que esta recopilación de curiosidades curiosas les permitan dejar a sus respectivos cuñados al borde del suicidio y de la baja a perpetuidad de la tele por cable.
Hale, he dicho
También había salidas que daban a los fosos, como la que vemos a la derecha. Se trata de la abertura que está debajo de la tronera que defiende el foso en cuestión, y bajo la misma se pueden ver una escala de hierro empotrada en el muro. En este caso no se trataba de una salida secreta, sino un mero acceso a los fosos ya que estos no tenían ningún tipo de escalera que permitiera entrar o salir del mismo. O sea, que si uno se caía dentro o lo sacaban por esa abertura o se moría de asco salvo que alguien ayudase desde fuera. Según vemos a la derecha, en la contraescarpa, la antena de ese bloque estaba situada dentro del foso, recurso que ya comentamos en la entrada anterior para no tener que recurrir a postes o torres metálicas que delataran la presencia del fuerte. Así pues, se me antoja que ese tipo de salida debía ser para, en caso de necesidad, llegar a dicha antena permaneciendo oculto a los ojos del enemigo ya que, de lo contrario, habría que salir del fuerte y poner una escala de mano para acceder al foso, lo que no era aconsejable si los enemigos estaban cerca afilando sus bayonetas para el asalto final.
Por último y a modo de conclusión mostraremos un par de curiosidades bastante curiosas acerca de la vida en los fuertes. Lo que vemos en la foto de la derecha es uno de los calabozos donde eran recluidos los malsines y revoltosos de turno. Cada bloque disponía de dos o tres de estos zulos que apenas tenían 120 cm. de ancho y 2,9 metros de largo, lo que no daba más que para darse cabezazos contra el muro de hormigón. La foto de la izquierda muestra la puerta desde fuera, y la otra el ínfimo espacio disponible, ocupado casi todo por el jergón metálico unido al muro no sea que alguien lo robase. En fin, colijo que los hicieron así con fines persuasivos, porque pasarse ahí metido una semana o dos debía ser de lo más irritante y, por supuesto, no apto para ciudadanos con claustrofobia.
Finalmente, la curiosa imagen que mostramos a la derecha es una sesión de rayos UVA cortesía del ejército. Y no para que el personal se ponga morenito a la hora de ir a casa de permiso y estar guapetón para la novia, sino para compensar la ausencia de luz solar durante los largos períodos de tiempo que debían permanecer enterrados dentro de cada fortificación. La vida en la Línea Maginot no era precisamente mala. De hecho, disponían de un magnífico sistema de cocinas, aseo, de filtrado de aire, e incluso ponían películas colocando al personal en sillas debidamente alineadas ante una pantalla en cualquier galería razonablemente espaciosa. Pero, eso sí, siempre alumbrados con luz eléctrica porque, como hemos visto, ni siquiera en las cúpulas o las casamatas entraba un ínfimo rayo de sol. Y todos rezando porque no se fastidiaran los generadores porque, en ese caso, tenían que recurrir a lámparas de carburo.
Bueno, con esto terminamos. Espero que esta recopilación de curiosidades curiosas les permitan dejar a sus respectivos cuñados al borde del suicidio y de la baja a perpetuidad de la tele por cable.
Hale, he dicho
Entrada relacionada:
No hay comentarios:
Publicar un comentario