Repasando las entradas sobre temas castrales, me he percatado de que solo se mencionó en su día a las barbacanas como un palabro usado de forma errónea como sinónimo de antemuro. Para los que no lo leyeran, cito textualmente a Alberto de Aquisgrán cuando en su Historia de Jerusalén comenta que sus murallas tenían un “…ANTEMVRALE QVOD VULGO BARBICANAS VOCAMVS”, un "antemuro que llamamos vulgarmente barbacana". Bien, la cuestión es que un antemuro, también denominado como barrera o con el galicismo falsabraga, era un segundo perímetro defensivo que rodeaba todo o parte de una fortificación o cerca urbana. Y la cosa es que en la Península se tomó dicho término como válido a pesar de que, en realidad, en la castramentación hispana es un elemento defensivo prácticamente inexistente. Según Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española, una barbacana es "la muralla baxa,
cerca del foso que está deláte del muro". En una segunda acepción añade que es un término latino, "ANTEMVRALE POMERIVM, dicho assi
porque defiende y adorna la fortaleza en lo exterior como alla dentro de los
palacios".
Por lo tanto, cuando vemos imágenes como esta que muestra el acceso al castillo de Ponferrada y nos dicen que es la barbacana, pues nadie protesta vehementemente y acepta que, en efecto, se trata de dicho sistema defensivo. Sin embargo, en realidad lo que estamos viendo es una puerta flanqueada por dos torres, norma incuestionable en todos los manuales de "Defienda su castillo Vd. mismo". O sea, eso no es una barbacana, sino un antemuro, y las dos torres y el macatán son simples aditamentos para mejorar su defensa, pero no es una barbacana que, por lo general, es como se denominan a las pequeñas fortificaciones- y algunas no tan pequeñas- avanzadas o exentas del recinto principal y unidas a este mediante caminos cubiertos o pasadizos. Por norma, se construían para mejorar la defensa en puntos especialmente sensibles como puertas, puentes, desenfiladas y, en definitiva, cualquier sitio que el enemigo pudiera aprovechar en caso de asedio.
La etimología del palabro, de ignota procedencia, no aclara demasiado las cosas porque según la fuente tiene su origen en la abominable lengua de los anglosajones, mientras que otras la consideran germánica y otras de procedencia árabe. En este caso aceptan bäb al-báqqara (puerta de las vacas), lo que no me cuadra ya que designa el acceso a los vacares, los recintos que algunos castillos destinaban para guardar el ganado de la población bajo cuyo abrigo vivían en caso de ser atacados por una razzia de malvados agarenos adoradores del falso profeta Mahoma o, en caso contrario, de bondadosos cristianos deseosos de hacerles ver que sus impías creencias eran una abominación. Otros optan por el término persa bâlâ-khanech, de donde proviene balcón en el sentido a una dependencia situada en la parte alta de una vivienda para su defensa. Los partidarios de la etimología anglosajona consideran que proviene de "barge kenning", que a su vez tiene su origen en la palabra alemana "bërgen" (cubrir, proteger) y "kenning" (vista, ver en el sentido de vigilar). Como vemos, hay para todos los gustos si bien en lo que a mí respecta me inclino por su origen árabe-persa por una sencilla razón: los hititas ya usaban este tipo de fortificación siglos antes de los tiempos de Cristo, así que no iban a ponerle un nombre derivado de unos ciudadanos de cuya existencia no tenían ni idea. Sea como fuere, lo que sí parece cierto es que el término en inglés barbicane, en francés barbacane, en italiano barbacani, en alemán barbakane o en portugués barbacão tienen su origen en el español barbacana, donde curiosamente le damos un uso inexacto.
Uno de los ejemplos más tempranos lo tenemos en la ciudad de Sam'al, al sudeste de la península de Anatolia. Fundada por los hititas allá por el 1700 a.C. con el nombre de Yadiya y posteriormente ocupada por los arameos, la población estaba protegida por una doble muralla circular y en cuyo centro se erguía un castillo. La muralla, defendida por cien torres, tenía tres accesos orientados hacia levante y poniente flanqueadas por sendas parejas de torres y otro, el más importante, hacia el sur, que es el que vemos en la reconstrucción de la derecha. Como podemos observar, esta entrada estaba fortificada con una barbacana que avanzaba hacia el exterior y se dividía en dos partes bien diferenciadas a distintos niveles. Este principio defensivo se seguía usando siglos después en las fortificaciones pirobalísticas, basado en que las obras exteriores debían ser de menor altura a medida que avanzaban hacia el glacis para que, caso de ser invadidas por los enemigos, pudieran ser batidas desde una posición más ventajosa por la zaga. En este caso, los atacantes debían vulnerar dos puertas con un patio interior entre ellas y, si alguno lograba traspasar esta barrera, aún le quedaría otra más para poder acceder al interior de la ciudad. En resumen, que no era nada fácil.
Otro ejemplo, más tardío ya que data del siglo VIII a.C., lo tenemos en la ciudad de Karatepe, donde el rey Azitawatas mandó erigir una fortaleza no lejos de la anterior. El recinto tenía dos accesos, uno al norte y otro al sur fortificados con sendas barbacanas de aspecto similar. La que vemos en la reconstrucción de la izquierda corresponde a la del lado norte y, como se puede apreciar, era básicamente una puerta en recodo protegida por torres de flanqueo desde donde podrían hostigar de frente y por los flancos a los atacantes. La barbacana sur era aún más peligrosa ya que de la torre más avanzaba salía una cortina que corría paralela a la muralla, formando un largo pasillo para moler a collejas a los invasores y darles la puntilla si llegaban medio vivos al recodo.
Como vemos, cuando apareció en Europa allá por los siglos XII-XIII la barbacana estaba ya más que inventada, extendiéndose por Francia, Italia, Inglaterra y Centro Europa, seguramente de la mano de los cruzados y las órdenes militares que retornaban al terruño hartos de las solaneras, simunes y alacranes de Tierra Santa. A la derecha podemos ver un ejemplo de barbacana destinada a defender el acceso de una cerca urbana, en este caso la de Caen en Francia, edificada por Felipe Augusto tras arrebatarle la ciudad a Juan Sin Tierra en 1202. Como podemos ver, se trata de una pequeña fortificación cuadrangular provista de cuatro torres de flanqueo a la que se accedía con toda seguridad por un puente levadizo que actualmente es una simple pasarela. El acceso a la ciudad se llevaba a cabo por otra pasarela, formando así una puerta con patio interior en recodo. En la foto principal se puede apreciar dicha puerta que, por lo que podemos ver, también disponía de diversos elementos defensivos. Así pues, este edificio es lo que en puridad se podría considerar como una barbacana reglamentaria que, además, está construida a un nivel inferior conforme al principio de defensa escalonada que, según comentamos anteriormente, se conservó en las fortificaciones pirobalísticas.
Veamos otro ejemplo, este en East Sussex, en la brumosa Albión. Se encuentra en el castillo de Lewes, y fue construida en el siglo XIV sobre el foso que circunvalaba la mota castral original mandada construir por William de Warenne a finales del siglo XI. En este caso se trata de un edificio a modo de torre-puerta defendido por dos grandes escaraguaitas en los flancos y un matacán sobre la puerta. Si observamos la foto de la derecha podemos ver la distribución interior del recinto, con una primera puerta al fondo, seguramente precedida por un puente levadizo, un pasillo, un patio interior y una segunda puerta tras la cual se iniciaba una curva que llevaba al castillo, no sin antes tener que cruzar por una tercera puerta instalada en el muro que vemos tras la barbacana. Como podemos imaginar, franquear una de estas defensas era bastante complicado ya que no había posibilidad de adosar máquinas de batir o torres de asalto.
Y además de defender murallas y castillos, tenían un papel primordial en la defensa de puentes, como ya se ha dicho. Quizás la más famosa sea la que defendía el Puente de las Tourelles (Puente de las Torrecillas), que daba acceso a la ciudad de Orleans sobre el río Loira, que corre al sur de la misma. Este puente, de 21 arcos nada menos, fue construido entre 1120 y 1140, para ser finalmente demolido en 1760 por su pésimo estado. En 1417 fue fortificado con una potente barbacana en la ribera izquierda más un pequeño fortín en la isla de San Antonio, a unos 100 metros de la orilla derecha donde se encontraba la cerca urbana. A la derecha tenemos un grabado que nos muestra una reconstrucción de la barbacana según Viollet-le-Duc y que presenta un primer recinto rodeado por un foso inundado al que se accedía por un puente levadizo. Haciendo un recodo se enfilaba un segundo puente que daba paso al segundo recinto que, conforme a los cánones de la época, tendría dos o más rastrillos, buhederas y puertas bien gordas para detener al más pintado. Les Tourelles fue el principal reducto de John Talbot durante el cerco a Orleans hasta que cayó en manos de los gabachos (Dios maldiga al enano corso) al mando de Jean de Dunois y el asesoramiento espiritual de Juana de Arco.
Ojo, no solo en Occidente proliferaron este tipo de fortificaciones. En Oriente también se construyeron algunas verdaderamente impresionantes, siendo las de Alepo las que sin duda de llevan a palma. El edificio más significativo es sin duda la potente torre que cierra el paso en la larga y empinada rampa que cruzaba el foso y conduce a la aún más impresionante puerta de acceso (llevo la torta de tiempo preparando un artículo sobre Alepo, que conste), construida por el último sultán mameluco al-Malik al-Axraf Qānṣawh al-Ḡawrī. Este probo agareno edificó además las dos torres o barbacanas exentas situadas al norte y al sur de la ciudadela, y a las que se accedía mediante pasadizos secretos desde el interior de la muralla, por lo que era imposible entrar a ellas desde fuera como no fuese trepando por el muro o volando. Dichas barbacanas podían actuar como albarranas en caso de asedio, y por su tamaño y capacidad defensiva quitarían las ganas de avanzar a cualquier tropa invasora que, además, tendría que encaramarse por el empinado talud que lleva a la muralla. En la foto inferior podemos ver ambas fortificaciones que, con la que tienen liada en Siria, me temo que cuando acaben de matarse entre ellos van a quedar bastante perjudicadas.
Bien, grosso modo lo que acabamos de ver son barbacanas en toda regla que no tienen nada que ver con puertas de antemuros ni nada por el estilo. Como hemos visto, se trata de edificios exentos con capacidad por sí mismos de resistir ataques en toda regla por parte de los enemigos. Pero la llegada y posterior propagación de la artillería empezó a relegar a la obsolescencia a las barbacanas junto a los castillos medievales que defendían, por lo que hubo que modificarlas para mantenerlas en servicio. Esta evolución de la barbacana dio lugar a unos proto-baluartes como los que vemos en la imagen, correspondiente al castillo de Salses construido entre 1497 y 1503 por orden de Fernando el Católico cuando el Rosellón aún pertenecía a la corona de Aragón. Como vemos, se trata de una fortaleza de transición embutida en un extenso foso, con torres y murallas con parapetos a barbeta y cañoneras para artillería.
Según podemos apreciar en la foto superior, la barbacana, situada en el lado sur, se dividía en dos partes, una inicial más pequeña dotada de un puente levadizo y otra de mayor altura a continuación provista de dos bocas de fuego. El acceso al castillo se realizaba mediante el puente de rigor. Pero además tenemos dos obras exteriores dignas de mención: al este, otra barbacana que vendría a ser una caponera o barrefosos tempranos que en Francia recibieron el nombre de boulevard, y al noroeste otra similar con un través cerrando el paso al foso. Así pues, ya vemos cómo estas fortificaciones medievales fueron evolucionando hasta convertirse en baluartes, revellines y caponeras, obras exteriores exentas que cumplían exactamente la misma misión que las barbacanas: defender accesos y zonas comprometidas, por lo que estas no se acabaron extinguiendo como otros tipos de defensas, sino que evolucionaron con el tiempo y permanecieron operativas hasta la desaparición de los fuertes pirobalísticos en el siglo XIX.
Y visto esto, ¿qué es entonces lo que en los reinos peninsulares se consideraba una barbacana además de los antemuros? Pues las antepuertas. La antepuerta era básicamente un muro de menor altura que la muralla y cuya puerta estaba por norma situada en un trayecto desenfilado respecto al acceso al recinto principal, ya fuese cerca urbana o castillo. A la izquierda podemos ver la que defendía el acceso del castillo de Sigüenza, en Guadalajara, construida por el cardenal Pedro González de Mendoza a finales del siglo XV. El muro, de menos espesor que la muralla principal, solo dispone de una ladronera almenada para defender la puerta. Tras la misma se observa una antigua, tapiada en tiempos anteriores, y a la izquierda, entre dos torres y superada por una buhedera, vemos la puerta principal. La misión de las antepuertas era en sí la misma que la de las barbacanas, pero adosadas al castillo y con muchos menos elementos defensivos.
Alguno me dirá que se ha pateado mogollón de castillos y no ha visto ni una antepuerta y, ciertamente, es así. Pero no porque no hayan existido, sino porque fueron demolidas o simplemente se cayeron de viejas hace la torta de años. Sin embargo, eran una defensa bastante frecuente porque, además, eran bastante baratas y fáciles de construir. Gracias al "Livro das Fortalezas" de Duarte de Armas podemos ver que la mayoría de los castillos portugueses contaban con este elemento defensivo. El plano de la derecha corresponde al castillo de Castro Marim, en el Algarve, y nos muestra las dos antepuertas que defendían los dos accesos del castillo. Como vemos, ambas tienen sus puertas desenfiladas, formando un símil a las puertas en recodo andalusíes.
Con todo, sí se conservan algunas. Por ejemplo, en el castillo de Medellín, Badajoz, cuya entrada estaba defendida por una antepuerta con una ladronera y una pequeña torre de flanqueo. La puerta principal está junto a la torre del homenaje, por lo que los asaltantes que lograran vulnerar la antepuerta debían cruzar el patio interior de la misma hostigados desde la muralla y la torre, y sin espacio para maniobrar con un ariete por muy birrioso que fuera. Coligo que este tipo de defensas con posibilidad de hostigamiento de flanco desde la muralla antes de llegar a las mismas tenían su inspiración en las torres-puerta en recodo andalusíes más que en las barbacanas. De hecho, su distribución es igual con la diferencia de que, en este caso, sustituían la torre por un muro, lo que abarataba costes.
Y por añadir una más, veamos la antepuerta del castillo de Terena, en Portugal. En este caso se trata de una modificación realizada hacia 1514 por Francisco de Arruda ya que la anterior tenía la puerta alineada con la del castillo y, además, orientada hacia la calle mayor de la población. Por lo tanto, se optó por abrir un vano desenfilado y orientado hacia el lado opuesto de la calle, no fueran a meterle un alunizaje en forma de ariete a lo bestia. Al carecer del grosor necesario para que la recorriera un adarve, cabe suponer que al menos dispondría de una pasarela de madera con una escala para acceder a ella y, caso de verse superados por los enemigos, bajar de inmediato y encerrarse en el castillo.
En fin, podríamos mostrar bastantes más ejemplos de las antepuertas que ha habido o que aún perduran en la Península, pero con las que hemos visto ya sabemos cómo eran y para qué servían, así como sus notables diferencias respecto a las barbacanas europeas, algunas de las cuales eran por sí solas un castillo en toda regla. Como ejemplo nos vamos a la ilustración de cierre, que muestra la barbacana de la cerca urbana Cracovia antes de su demolición en el siglo XIX. Construida a finales del siglo XV, estaba circunvalada por un matacán, y para su defensa contaba con 130 buzones. Como se puede ver, la precedía un puente levadizo para cruzar el extenso foso que llegaba hasta la muralla hoy desaparecida que, a su vez, también tenía otro puente ante su puerta de acceso. Afortunadamente, la barbacana al menos sí se conserva en perfecto estado.
Bueno, criaturas, con esto aumentamos la colección de artículos dedicados a elementos defensivos castilleros. Y ojo, cuando algún cuñado señale un antemuro afirmando que es la barbacana, a saco con él.
Hale, he dicho
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PUENTES LEVADIZOS
Uno de los ejemplos más tempranos lo tenemos en la ciudad de Sam'al, al sudeste de la península de Anatolia. Fundada por los hititas allá por el 1700 a.C. con el nombre de Yadiya y posteriormente ocupada por los arameos, la población estaba protegida por una doble muralla circular y en cuyo centro se erguía un castillo. La muralla, defendida por cien torres, tenía tres accesos orientados hacia levante y poniente flanqueadas por sendas parejas de torres y otro, el más importante, hacia el sur, que es el que vemos en la reconstrucción de la derecha. Como podemos observar, esta entrada estaba fortificada con una barbacana que avanzaba hacia el exterior y se dividía en dos partes bien diferenciadas a distintos niveles. Este principio defensivo se seguía usando siglos después en las fortificaciones pirobalísticas, basado en que las obras exteriores debían ser de menor altura a medida que avanzaban hacia el glacis para que, caso de ser invadidas por los enemigos, pudieran ser batidas desde una posición más ventajosa por la zaga. En este caso, los atacantes debían vulnerar dos puertas con un patio interior entre ellas y, si alguno lograba traspasar esta barrera, aún le quedaría otra más para poder acceder al interior de la ciudad. En resumen, que no era nada fácil.
Otro ejemplo, más tardío ya que data del siglo VIII a.C., lo tenemos en la ciudad de Karatepe, donde el rey Azitawatas mandó erigir una fortaleza no lejos de la anterior. El recinto tenía dos accesos, uno al norte y otro al sur fortificados con sendas barbacanas de aspecto similar. La que vemos en la reconstrucción de la izquierda corresponde a la del lado norte y, como se puede apreciar, era básicamente una puerta en recodo protegida por torres de flanqueo desde donde podrían hostigar de frente y por los flancos a los atacantes. La barbacana sur era aún más peligrosa ya que de la torre más avanzaba salía una cortina que corría paralela a la muralla, formando un largo pasillo para moler a collejas a los invasores y darles la puntilla si llegaban medio vivos al recodo.
Veamos otro ejemplo, este en East Sussex, en la brumosa Albión. Se encuentra en el castillo de Lewes, y fue construida en el siglo XIV sobre el foso que circunvalaba la mota castral original mandada construir por William de Warenne a finales del siglo XI. En este caso se trata de un edificio a modo de torre-puerta defendido por dos grandes escaraguaitas en los flancos y un matacán sobre la puerta. Si observamos la foto de la derecha podemos ver la distribución interior del recinto, con una primera puerta al fondo, seguramente precedida por un puente levadizo, un pasillo, un patio interior y una segunda puerta tras la cual se iniciaba una curva que llevaba al castillo, no sin antes tener que cruzar por una tercera puerta instalada en el muro que vemos tras la barbacana. Como podemos imaginar, franquear una de estas defensas era bastante complicado ya que no había posibilidad de adosar máquinas de batir o torres de asalto.
Ojo, no solo en Occidente proliferaron este tipo de fortificaciones. En Oriente también se construyeron algunas verdaderamente impresionantes, siendo las de Alepo las que sin duda de llevan a palma. El edificio más significativo es sin duda la potente torre que cierra el paso en la larga y empinada rampa que cruzaba el foso y conduce a la aún más impresionante puerta de acceso (llevo la torta de tiempo preparando un artículo sobre Alepo, que conste), construida por el último sultán mameluco al-Malik al-Axraf Qānṣawh al-Ḡawrī. Este probo agareno edificó además las dos torres o barbacanas exentas situadas al norte y al sur de la ciudadela, y a las que se accedía mediante pasadizos secretos desde el interior de la muralla, por lo que era imposible entrar a ellas desde fuera como no fuese trepando por el muro o volando. Dichas barbacanas podían actuar como albarranas en caso de asedio, y por su tamaño y capacidad defensiva quitarían las ganas de avanzar a cualquier tropa invasora que, además, tendría que encaramarse por el empinado talud que lleva a la muralla. En la foto inferior podemos ver ambas fortificaciones que, con la que tienen liada en Siria, me temo que cuando acaben de matarse entre ellos van a quedar bastante perjudicadas.
Bien, grosso modo lo que acabamos de ver son barbacanas en toda regla que no tienen nada que ver con puertas de antemuros ni nada por el estilo. Como hemos visto, se trata de edificios exentos con capacidad por sí mismos de resistir ataques en toda regla por parte de los enemigos. Pero la llegada y posterior propagación de la artillería empezó a relegar a la obsolescencia a las barbacanas junto a los castillos medievales que defendían, por lo que hubo que modificarlas para mantenerlas en servicio. Esta evolución de la barbacana dio lugar a unos proto-baluartes como los que vemos en la imagen, correspondiente al castillo de Salses construido entre 1497 y 1503 por orden de Fernando el Católico cuando el Rosellón aún pertenecía a la corona de Aragón. Como vemos, se trata de una fortaleza de transición embutida en un extenso foso, con torres y murallas con parapetos a barbeta y cañoneras para artillería.
Según podemos apreciar en la foto superior, la barbacana, situada en el lado sur, se dividía en dos partes, una inicial más pequeña dotada de un puente levadizo y otra de mayor altura a continuación provista de dos bocas de fuego. El acceso al castillo se realizaba mediante el puente de rigor. Pero además tenemos dos obras exteriores dignas de mención: al este, otra barbacana que vendría a ser una caponera o barrefosos tempranos que en Francia recibieron el nombre de boulevard, y al noroeste otra similar con un través cerrando el paso al foso. Así pues, ya vemos cómo estas fortificaciones medievales fueron evolucionando hasta convertirse en baluartes, revellines y caponeras, obras exteriores exentas que cumplían exactamente la misma misión que las barbacanas: defender accesos y zonas comprometidas, por lo que estas no se acabaron extinguiendo como otros tipos de defensas, sino que evolucionaron con el tiempo y permanecieron operativas hasta la desaparición de los fuertes pirobalísticos en el siglo XIX.
Y visto esto, ¿qué es entonces lo que en los reinos peninsulares se consideraba una barbacana además de los antemuros? Pues las antepuertas. La antepuerta era básicamente un muro de menor altura que la muralla y cuya puerta estaba por norma situada en un trayecto desenfilado respecto al acceso al recinto principal, ya fuese cerca urbana o castillo. A la izquierda podemos ver la que defendía el acceso del castillo de Sigüenza, en Guadalajara, construida por el cardenal Pedro González de Mendoza a finales del siglo XV. El muro, de menos espesor que la muralla principal, solo dispone de una ladronera almenada para defender la puerta. Tras la misma se observa una antigua, tapiada en tiempos anteriores, y a la izquierda, entre dos torres y superada por una buhedera, vemos la puerta principal. La misión de las antepuertas era en sí la misma que la de las barbacanas, pero adosadas al castillo y con muchos menos elementos defensivos.
Alguno me dirá que se ha pateado mogollón de castillos y no ha visto ni una antepuerta y, ciertamente, es así. Pero no porque no hayan existido, sino porque fueron demolidas o simplemente se cayeron de viejas hace la torta de años. Sin embargo, eran una defensa bastante frecuente porque, además, eran bastante baratas y fáciles de construir. Gracias al "Livro das Fortalezas" de Duarte de Armas podemos ver que la mayoría de los castillos portugueses contaban con este elemento defensivo. El plano de la derecha corresponde al castillo de Castro Marim, en el Algarve, y nos muestra las dos antepuertas que defendían los dos accesos del castillo. Como vemos, ambas tienen sus puertas desenfiladas, formando un símil a las puertas en recodo andalusíes.
Con todo, sí se conservan algunas. Por ejemplo, en el castillo de Medellín, Badajoz, cuya entrada estaba defendida por una antepuerta con una ladronera y una pequeña torre de flanqueo. La puerta principal está junto a la torre del homenaje, por lo que los asaltantes que lograran vulnerar la antepuerta debían cruzar el patio interior de la misma hostigados desde la muralla y la torre, y sin espacio para maniobrar con un ariete por muy birrioso que fuera. Coligo que este tipo de defensas con posibilidad de hostigamiento de flanco desde la muralla antes de llegar a las mismas tenían su inspiración en las torres-puerta en recodo andalusíes más que en las barbacanas. De hecho, su distribución es igual con la diferencia de que, en este caso, sustituían la torre por un muro, lo que abarataba costes.
Y por añadir una más, veamos la antepuerta del castillo de Terena, en Portugal. En este caso se trata de una modificación realizada hacia 1514 por Francisco de Arruda ya que la anterior tenía la puerta alineada con la del castillo y, además, orientada hacia la calle mayor de la población. Por lo tanto, se optó por abrir un vano desenfilado y orientado hacia el lado opuesto de la calle, no fueran a meterle un alunizaje en forma de ariete a lo bestia. Al carecer del grosor necesario para que la recorriera un adarve, cabe suponer que al menos dispondría de una pasarela de madera con una escala para acceder a ella y, caso de verse superados por los enemigos, bajar de inmediato y encerrarse en el castillo.
En fin, podríamos mostrar bastantes más ejemplos de las antepuertas que ha habido o que aún perduran en la Península, pero con las que hemos visto ya sabemos cómo eran y para qué servían, así como sus notables diferencias respecto a las barbacanas europeas, algunas de las cuales eran por sí solas un castillo en toda regla. Como ejemplo nos vamos a la ilustración de cierre, que muestra la barbacana de la cerca urbana Cracovia antes de su demolición en el siglo XIX. Construida a finales del siglo XV, estaba circunvalada por un matacán, y para su defensa contaba con 130 buzones. Como se puede ver, la precedía un puente levadizo para cruzar el extenso foso que llegaba hasta la muralla hoy desaparecida que, a su vez, también tenía otro puente ante su puerta de acceso. Afortunadamente, la barbacana al menos sí se conserva en perfecto estado.
Bueno, criaturas, con esto aumentamos la colección de artículos dedicados a elementos defensivos castilleros. Y ojo, cuando algún cuñado señale un antemuro afirmando que es la barbacana, a saco con él.
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