lunes, 23 de marzo de 2015

Partes del castillo: antemuros



Aspecto de la muralla almohade de Sevilla en la que se aprecia el antemuro que la rodeaba. Estas obras exteriores
debían ante todo tener una altura notablemente inferior a la de la muralla que defendían para, entre otras cosas,
permanecer bajo el dominio de los defensores en caso de que los enemigos lograran expulsar a la guarnición del
antemuro. 

El antemuro, término procedente del latín ANTEMVRALE, es, como ya podemos imaginar, una muralla situada delante de la muralla principal como primera línea defensiva. Es también denominado como falsabraga, un galicismo procedente del término fausse-braye, así como barbacana, un arabismo derivado de bäb al-báqqara (puerta de las vacas) si bien este último puede dar pie a ciertas confusiones ya que por barbacana se entiende también a cualquier tipo de fortificación exterior destinada a defender zonas o puntos de importancia, generalmente las puertas y los puentes. De hecho, la palabra pudo ser introducida por los cruzados ya que, por ejemplo, Alberto de Aquisgrán, cronista de la Primera Cruzada, comenta en el Libro IV de su “Historia de Jerusalén” al referirse a sus murallas que tenían un “…ANTEMVRALE QVOD VULGO BARBICANAS VOCAMVS”. Es decir, que los francos empezaron a hacer uso del término barbacana como una forma vulgar del culto ANTEMVRALE, si bien otros autores como Spelman afirmaban que el término fue introducido por los españoles, los cuales lo tomaron de los andalusíes, cosa esta que también entra dentro de lo posible.

Así pues, y considerando que barbacana puede inducir a error y que con el término antemuro se describe a la perfección este tipo de muralla, colijo que los apropiado sería usar barbacana para las fortificaciones exteriores que defendían puntos concretos. Aclaradas las cuestiones etimológicas, diremos que, en resumen, el antemuro era una muralla de menor altura destinada a actuar como primera línea defensiva, anulando de ese modo la acción de máquinas de batir como el ariete, o de aproche como bastidas y tolenos, y construido a menor altura a fin de no restar visibilidad ni ángulo de tiro a los defensores situados en el adarve de la muralla principal. Por ello, podremos ver antemuros con torres de flanqueo o, en su defecto, dientes de sierra,  así como cámaras de tiro, su parapeto y su adarve y, naturalmente, una merlatura similar a la de la muralla que precede. Un buen ejemplo lo tenemos en la imagen superior, correspondiente al antemuro de la alcazaba de Yabir, en Alcalá de Guaraíra (Sevilla). Como vemos, en este caso no se optó por una torre convencional, sino por unos salientes que facilitaban el flanqueo de la muralla pero que no ofrecían protección por la zaga de forma que, caso de que el antemuro fuese rebasado por el enemigo y este se hiciera con el control de la liza, no pudieran usar la torre para hostigar la muralla, quedando a merced de los defensores de la misma al carecer de cualquier tipo de protección.

Aspecto de la liza de la muralla almohade de Sevilla.
La evacuación de la misma en caso de que los defensores
se vieran desbordados no era fácil ya que no había postigos
que permitieran refugiarse en la ciudad.
El espacio de terreno comprendido entre la muralla y el antemuro se denominaba liza y en cuanto a su morfología, es exactamente igual que la de una muralla normal con la única salvedad de que, por sistema, siempre será más baja por los motivos detallados más arriba. En cuanto al origen del término, como siempre, nos movemos en las dudas que surgen a raíz de teorías diversas ya que el periodo en que el latín pasó a irse vulgarizando hasta convertirse en las lenguas medievales dio lugar a multitud de variantes que dificultan estos temas. La etimología que ofrece la RAE para esta acepción del término es un galicismo: lice. Sin embargo, me parece más coherente la versión que nos da Almirante, en la que proviene del latín bajo LICIÆ, que era al parecer como denominaban a las empalizadas o barreras que precedían a sus fortificaciones. Para ello se basa en la obra de Charles du Fresne, señor de Canje, "GLOSSARIVM MEDIÆ ET INFIMÆ LATINITATIS", escrita en 1678 y en el que se cita que "...MVRI FIRMATI SUNT LIGNEIS CASTILLVLIS, AC LICIIS". O sea, que la liza era un sólido muro de maderos como si se tratara de un pequeño castillo. Así pues, resulta que la liza sería en realidad el antemuro propiamente dicho si bien, por motivos que desconocemos, pasó a designar la zona comprendida entre estos y la muralla principal.

Una vista superior del castillo de Pambre, en Lugo, que nos permite apreciar
los restos de su antemuro. En otros casos han desaparecido por completo,
quedando sus cimientos ocultos por el paso del tiempo
Por último, conviene señalar que el origen de estos sistemas defensivos se pierde en la memoria del tiempo ya que hay constancia de su existencia en fortificaciones de los egipcios o los hititas y, en algunos casos, incluso hay constancia de fortificaciones que tenían más de un antemuro. Por desgracia, muchos de los castillos que aún se conservan perdieron en su día su antemuro, generalmente como consecuencia del expolio al que se han visto sometidos durante siglos a manos de los habitantes de la zona. Al cabo, en aquella época, cuando ya perdieron su uso militar y fueron abandonados, no eran monumentos históricos, sino edificios viejos y ruinosos que permitían obtener materiales de construcción de forma gratuita, especialmente la siempre onerosa piedra. Por ello, cuando visitemos algún castillo y veamos sobresalir del suelo aunque sean unos centímetros de cimentación a unos cuantos metros de distancia de la muralla, ya sabemos que es lo que queda del antemuro.

Hale, he dicho

Vista del antemuro de la alcazaba de Niebla (Huelva), preparada para hacer frente a las primitivas armas pirobalísticas
del Renacimiento. Como vemos, en toda su extensión está provista de cámaras de tiro en las que se abren troneras
de cruz y orbe para la arcabucería de la guarnición. Este tipo de antemuro fue el último exponente de estas obras
defensivas ya que la rápida evolución de la artillería condenó a la extinción a los castillos medievales en pro de las
fortificaciones de traza italiana.

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