lunes, 21 de noviembre de 2011

Partes del fuerte: Las troneras fusileras y los buzones




Ya en una entrada anterior se estudiaron los buzones, si bien en lo referente a su morfología en los castillos de transición. En esta hablaremos de ellos, pero en lo tocante a su ubicación en fortificaciones de traza italiana, así como las troneras fusileras. Bueno, al grano...

La desaparición de las ballestas no supuso la extinción, junto con ellas, de aberturas adecuadas para poder hostigar al enemigo permaneciendo a resguardo de sus disparos. A tal fin, en las fortificaciones pirobalísticas se practicaron aberturas similares a las añejas aspilleras, si bien con una morfología diferente y, así mismo, destinadas a cubrir zonas que, hasta aquel momento, no estaban contempladas a la hora de defender una fortaleza. Como ya recordarán los que me siguen con regularidad, las aspilleras de los castillos estaban generalmente emplazadas en los parapetos de torres y murallas, así como en las cámaras de las torres para cubrir de flanco la muralla e impedir la aproximación del enemigo a la misma.

Sin embargo, en las fortificaciones de nueva traza, las tropas que las guarnecían se enfrentaban a un enemigo cuya aproximación no se llevaba a cabo mediante bastidas o intentando un asalto de la forma tradicional, o sea, lanzando escalas contra la muralla. Además, la enormidad de estos edificios, así como lo complejo de sus diseños y la proliferación de obras exteriores obligaba a los defensores a prever ataques por muchos más puntos, y para protegerlos se ubicaban troneras fusileras y/o buzones en los lugares adecuado para la defensa de los mismos.

Así pues, para batir a un enemigo situado en la campaña, o sea, en el exterior del fuerte, los fusileros disponían de parapetos de una altura que les permitía circular a cubierto del fuego enemigo, y de banquetas para salvar dicha altura y disparar a pecho cubierto. La precisión de los mosquetes de la época hacían muy difícil acertar a la única parte visible de un defensor, la cabeza, a más de 30 ó 40 metros de distancia, y eso tomándose su tiempo para apuntar tranquilamente, lo cual era obviamente casi imposible salvo que el asaltante también estuviera a cubierto. Pero si el enemigo conseguía introducirse en el perímetro defensivo del fuerte, donde las distancias eran inferiores, sí era preciso poder hacer fuego totalmente protegido, entre otras cosas porque el proceso de recarga de un mosquete era muy lento. Además, para los asaltantes suponía una insalvable presión psicológica verse totalmente desprotegidos, metidos en una ratonera mientras los defensores podían acribillarlos a balazos sin poder siquiera responder a su fuego. Así pues, cuando visitéis un fuerte podréis ver troneras fusileras en los puntos más sensibles de los mismos: cubriendo los fosos y los accesos al recinto. Veamos algunos ejemplos:

Ahí tenemos una serie de cinco troneras fusileras cubriendo el pasillo de entrada a un fuerte. En el muro opuesto hay otras exactamente iguales. Obsérvese que, al contrario que en las aspilleras, el abocinamiento se desarrolla hacia el exterior. Se solían hacer así a fin de poder asomar el cañón del arma por la tronera sin perder ángulo de tiro. ¿Y para qué sacar el cañón por la tronera? Pues muy sencillo: para impedir que el interior de la cámara se llenase de humo a la primera descarga, convirtiendo en irrespirable el aire con apenas una docena de disparos. Si a la humareda que producía la polvorilla con que se cebaba el arma para disparar se añadía la que salía por la boca de fuego, en pocos minutos nadie podría permanecer en el interior.

En la foto de la derecha tenemos otro ejemplo, en este caso cubriendo desde una zona elevada el pasillo en recodo del acceso a una plaza fuerte. Conviene reparar que su ubicación no está elegida al azar, ya que las troneras se abren justo en la curva del túnel. De ese modo, los tiradores pueden batir todo el pasillo, de varios metros de largo, y que además forma un ángulo de unos 60º. En este caso, no hay troneras abiertas en el muro opuesto, ya que en esa posición no hay ángulo de tiro para cubrir el pasillo. Como se ve, se tenían en cuenta en todo momento no desperdiciar efectivos para cubrir zonas desde las que su fuego carecería de efectividad.


Finalmente, en la foto de la izquierda tenemos una batería de troneras que defienden uno de los puntos más sensibles de un fuerte: los fosos. El acceso a la cámara de combate se realiza por la puerta que aparece en el centro de la imagen la cual, una vez cerrada, solo podría franquearse a cañonazos. Dicha cámara es como un largo pasillo que transcurre hacia ambos lados de la contraescarpa, capaz de albergar un gran número de fusileros. La única forma de neutralizarlos era intentando lanzar al interior granadas de mano. Sí, como sale en las pelis de guerra. Salvo que esas no se activaban tirando de una anilla, sino prendiendo una mecha. Para tal fin, las unidades de la época disponían de unas tropas especialmente adiestradas en el uso de estos artefactos: los granaderos. Os suenan, ¿no? Si una de esas granadas, fabricadas como sus hermanas mayores, explotaba en un recinto cerrado como una cámara de combate o una casamata, sus efectos eran devastadores. Aparte de los fragmentos de metralla, la onda expansiva multiplicaba sus efectos al no tener una vía de escape, pudiendo causar una verdadera matanza. Otra cosa era acercarse al muro y lanzar la granada al interior, claro...

En cuanto a los buzones, su tamaño se vio sensiblemente reducido respecto a los que vimos en los castillos de transición. Las enormes bombardas dieron paso a piezas de menor tamaño que no precisaban de aberturas tan grandes, lo que además facilitaba su emplazamiento en las casamatas de los fuertes. Aunque, como en el caso de la foto de cabecera, podemos verlas apuntando en dirección a la campaña, sus ubicaciones más habituales son las que veremos a continuación:

En la foto de la derecha tenemos un buzón abierto en el flanco de un baluarte a fin de batir de flanco la cortina. Obsérvese el abocinamiento asimétrico del mismo debido al ángulo del baluarte. Si comparamos el diámetro del exterior con el del interior, veremos que la gran diferencia entre los mismos permitía a la boca de fuego emplazada en el interior disponer de un gran ángulo de tiro horizontal, de forma que, no solo podía barrer de flanco la cortina, sino también hostigar a posibles invasores antes incluso de poder acercarse a la misma. Este tipo de buzón, bien ovalado, bien circular, podremos verlos en no pocas fortificaciones.

En esa otra imagen podemos ver dos buzones superpuestos a distintos niveles. Obsérvese en acusado derrame hacia abajo del situado en el nivel inferior, ideado para reducir al mínimo el ángulo muerto y poder batir el foso lo más cerca posible. El buzón superior carece de derrame ya que está destinado a batir las obras exteriores en caso de ser ocupadas por el enemigo. Las casamatas donde estaban emplazadas las bocas de fuego disponían de respiraderos para la evacuación de humos en los techos de las mismas, similares a los tiros de chimenea convencionales. Recordemos que la deflagración de la pólvora negra, y más cuando hablamos de cargas de varios kilos de peso, produce una humareda tan espesa que cegaría literalmente a los servidores de las piezas. El olor acre de la pólvora, cargado de azufre, haría irrespirable el ambiente en la cámara con apenas un solo disparo si no se dispusiera de un sistema de evacuación para el humo.

En la foto de la derecha podemos ver otro emplazamiento habitual: defendiendo la puerta de acceso al recinto principal de un fuerte. En este caso, la boca de fuego puede estar emplazada en una cámara interior, o bien en el terraplén de la fortificación, ya que el derrame inferior del buzón le permite un ángulo de tiro lo suficientemente bajo como para batir a cualquiera que se aproxime a la entrada. El punto flaco de este tipo de buzones era que, caso de ser alcanzados en su parte superior, el proyectil enemigo podía causar un derrumbe de su bóveda, cegándolo y, con ello, inutilizándolo para la defensa que tenía encomendada. De ahí que, como se vio en la entrada referente a las obras de conveniencia, muchos baluartes estuvieran provistos de orejones, de forma que quedaban fuera del ángulo de tiro de las piezas enemigas.

Finalmente, ahí tenemos otro tipo que, como vemos, carece de derrame debido a que se encuentra a escasa altura sobre el nivel del suelo, por lo que no precisa de un ángulo de tiro bajo. Sin embargo, si tiene un acusado abocinamiento hacia los lados para aumentar el ángulo de tiro horizontal. Obsérvese su pequeño tamaño en comparación con los anteriores. Ello es debido a que, al estar en una zona expuesta a la artillería enemiga, sus dimensiones han sido reducidas al mínimo a fin de convertirlo en un blanco lo más difícil posible de acertar.

Finalizo con la foto de cierre, correspondiente a un buzón en un fuerte costero. Conviene reseñar que, en estos casos, el cometido del buzón, más que proteger a los servidores de las piezas de la artillería enemiga, era impedir que el embate de las olas inutilizase las bocas de fuego. Como se ve en la imagen, la diferencia de nivel entre el buzón y el agua es mínima, lo que haría que, caso de disponer de cañoneras convencionales, un golpe de mar bastaría para empaparlo todo.

Bueno, creo que ha quedado clara la cosa, ¿no?

Hale, he dicho



No hay comentarios: