Como ya he comentado en diversas entradas, los útiles agrícolas fueron eficaces armas para una infantería compuesta en gran medida por milicianos cuyo oficio era la agricultura. En su momento vimos como el mayal, adecuadamente modificado, podía convertirse en un arma de efectos devastadores. En este caso, el arma a tratar es la guadaña, otro útil que, por su disponibilidad, era bastante fácil de adaptar como arma de guerra.
En el grabado de la izquierda aparece una con su morfología habitual, o sea, con la cuchilla perpendicular al mango. Obviamente, su conformación original no era precisamente la más adecuada para un uso militar, por lo que debió ser modificada para convertirla en una eficaz arma de corte.
Era algo bien simple. Bastaba cortar la pletina que la unía al mango y colocarla longitudinalmente a la cuchilla, tal como vemos en las figuras A y B del dibujo inferior. Una vez realizado el cambio, sólo había que encastrarla en una asta de una longitud adecuada, alrededor de los dos metros, y reforzar la unión con una anilla provista de barretas de enmangue para impedir que los tajos de espadas o hachas partiesen el asta, inutilizándola.
El resultado lo vemos en la figura inferior: una enorme cuchilla muy afilada que podía, sin problemas, decapitar a un hombre o desmembrarlo. Esta reconversión de herramienta agrícola en arma de guerra debió resultar, aparte de contundente, bastante atractiva para las tropas de a pie, ya que fue la base para desarrollar un arma aún más eficaz, la guja.
La guadaña tenía una serie de carencias, lo cual es perfectamente lógico tanto en cuanto su finalidad no era rebanar cuellos enemigos, sino el heno o el pasto en las eras. De entrada, el filo situado en la parte cóncava de la cuchilla no era lo más adecuado para aprovechar la energía cinética que le proporcionaba su peso, y su forma, excesivamente curvada, no le permitía herir de punta. Y, por otro lado, carecía de ganchos para descabalgar jinetes. No quiere decir esto que la guadaña, tal cual, no fuera de por sí un arma temible, pero sí bastante mejorable, y eso fue lo que se hizo para acabar convertida en las gujas que armaron a los infantes medievales. Con todo, su escaso precio y abundancia entre las clases humildes hizo que el uso la guadaña perdurase hasta épocas tan recientes como finales del siglo XVIII y principios del XIX en el este de Europa, en manos de una infantería pobremente equipada cuyos mandos no podían proveerla de armas de fuego.
Por cierto que la guadaña de guerra es un arma muy fácil de fabricar para los amantes del recreacionismo. Al que le toque ir de miliciano, ya sabe: a la ferretería, una pequeña modificación en la base de la cuchilla, una barra de cortina y ya tiene una magnífica guadaña para asombrar a propios y extraños con sus habilidades de bricolage bélico-medieval. Y como esto ya no tiene nada más que explicar, pues he dicho, hale...
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