martes, 15 de julio de 2025

EL GRUPO WAGNER

 

El extinto Yevgueni Víktorovich Prigozhin, propietario del Grupo Wagner, antes de que su profunda amistad con el camarada Vladimiro se fuese al carajo

Mercenario, del latín MERCENARIVS, asalariado. El palabro proviene a su vez de MERCES, salario, paga o recompensa. Por ello, y según mi paisano Isidoro, MERCENNARII SVNT QVI SERVIVNT ACCEPTA MERCEDE, uséase, los asalariados son los que sirven aceptando una paga. Originariamente, el término mercenario no tenía las connotaciones militares que adquirió bastante pronto. Un mercenario era simplemente eso, un fulano a sueldo para desempeñar cualquier trabajo, si bien algunos afirman que eran contratados más concretamente para vigilar mercancías, tanto en almacenes como en las caravanas. Es bastante razonable pensar que estos sujetos, que obviamente debían ir armados para quitarse de encima a los amantes de lo ajeno, acabaran derivando en su contexto puramente militar. Aclarado el origen del palabro, procedamos con un breve

INTROITO

Reclutamiento de honderos
Las tropas a sueldo son más antiguas que la tos. Desde hace siglos, los reinos o territorios que no disponían de suficiente personal para enfrentarse con el vecino optaban por contratar probos homicidas para defenderse. Obviamente, el agresor también tenía la opción de hacer lo mismo para aumentar sus efectivos y asegurarse así la victoria. En otros casos, se recurría a los mercenarios especializados, es decir, hombres especialmente diestros en algún desempeño del que carecían las tropas propias. Ya vemos como ejércitos muy bien entrenados, como el romano o el cartaginés, no dudaban en contratar honderos baleares para brear a golpe de glande a los enemigos, o jinetes númidas famosos por su destreza para combatir a caballo. La lista sería interminable pero, lo más significativo en estos casos, es que los mercenarios solo tenían fidelidad a su paga. De hecho, primates de la misma nacionalidad podían combatir en bandos enfrentados, deseando quizás más de uno toparse con sus cuñados para apiolarlos sin tener que dar explicaciones a la parienta. 
Un preclaro ejemplo lo tenemos en Rodrigo Díaz, nuestro glorioso héroe nacional que, desterrado por el memo de Alfonso VI, no dudó en ponerse al servicio del emir de Zaragoza con su mesnada y dar mogollón de estopa tanto a moros como cristianos. En resumen, el oficio de las armas se convirtió en algo bastante lucrativo para los que pasaban de destripar terrones o estrujar a diario ubres vacunas para ganarse el sustento. 

Lansquenetes tomándose un descanso, que saquear
cansa una burrada
Por razones obvias, retrasarse en el cumplimiento de los pagos pactados era lo peor que se podía hacer. A estos fulanos les daban cien higas bélicas las ideologías, los motivos por los que luchaban o si el que los contrataba prefería las gambas a los langostinos siempre y cuando su salario fuese abonado sin demora. Está de más decir que unas tropas compuestas por combatientes de élite podían ponerse muy desagradables llegado el caso, y no dudaban en enfrentarse a los que hasta cinco minutos antes habían sido sus compañeros para rebanarles el pescuezo o saquearles cualquier ciudad para cobrarse por su cuenta y, de paso, desfogar sus humores viriles con las ciudadanas. Tenemos mogollón de ejemplos a lo largo de la historia, desde la Guerra Sin Tregua (241-237 a.C.), desencadenada por los 20.000 mercenarios de Giscón al servicio de Cartago tras la Primera Guerra Púnica, al Saco de Roma, perpetrado en 1527 por lansquenetes alemanes a sueldo del emperador Carlos con la pequeña ayuda de las tropas españolas, que tampoco cobraban y estaba un poco irritados.

Mercenarios suizos en acción. Estos homicidas estaban
especialmente cotizados por su disciplina y su fiabilidad
en el campo de batalla
La época dorada de los mercenarios tuvo lugar durante el Renacimiento, cuando los condottieri italianos, los mercenarios suizos y todos los frikis de la guerra de Europa se enrolaban a las órdenes de cualquiera que levantase en armas un grupo de homicidas para tomar parte en las interminables guerras que asolaron el continente entre los siglos XV y XVII. Curiosamente, en aquellos tiempos, el oficio de mercenario no tenía las connotaciones chungas actuales. De hecho, mogollón de suizos se dedicaban a eso porque en su país, escaso de recursos naturales y de oficios como la agricultura o la ganadería, optaban por convertirse en soldados a sueldo. Esto ha durado hasta nuestros días ya que, al cabo, la Guardia Suiza del Vaticano no son sino los tataranietos de los mismos suizos que velaban por la seguridad del pontificado en una época en la que los papas se ocupaban más del siglo que de Dios. Su declive comenzó cuando los países europeos empezaron a tener estructuras estatales más organizadas y ejércitos permanentes, lo que hizo que el papel del soldado a sueldo menguase notoriamente, viéndose reducido a pequeños grupos reclutados a nivel colonial o tropas, digamos, más exóticas como los mamelucos al servicio del enano corso o los gurkas que combatían con los british (Dios maldiga a Nelson).

Mercenarios portugueses en Angola en 1975
No fue hasta mediados del siglo XX cuando los mercenarios resurgieron de sus cenizas. Los procesos de descolonización llevados a cabo en África dio lugar a que muchos estados de nuevo cuño, sin infraestructura ni conocimientos para formar rápidamente un ejército cualificado, obligó a recuperar este viejo oficio contratando ex-militares, ex-policías y ex-psicópatas entre sus antiguos amos. Si a esto añadimos que, además, los conflictos civiles que estallaban cada dos por tres en estas nuevas naciones, más sus guerras entre ellos por cuestiones territoriales, tribales o de odios milenarios, pues África se convirtió en un semillero de mercenarios que, prácticamente sin nadie con la suficiente autoridad para controlarlos, empezaran a hacer crecer el concepto de mercenario = homicida sociópata a sueldo. Algunos que ya peinen canas o no tengan nada que peinar puede que recuerden las andanzas de estos fulanos en el Congo Belga, Biafra, Angola o Rodesia, donde perpetraron bastantes canalladas y tal. Se pasaron tres pueblos, lo que obligó a la comunidad internacional a tomar cartas en el asunto, si bien tampoco es que se lo tomaran con mucha premura. En 1977 se firmaron los Protocolos de Ginebra, los cuales no entraron en vigor hasta 2001, tras lo cual quedaba prohibido entrenar, contratar o emplear mercenarios... al menos oficialmente, pero quien inventa la ley inventa la trampa y, como suele pasar, una cosa son los tratados que se firman de cara a la galería y otra lo que los gobiernos hacen bajo cuerda.

Y bueno, vale por hoy, que las putas cervicales me están dando caña. Mañana seguiremos pero, al menos, ya tienen un ratito de lectura tras la larga sequía.

Hale, he dicho

CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM



lunes, 21 de abril de 2025

AÑO NUEVO, VIDA VIEJA, y 4


Ciertamente, la reedición de mi obra postrera estará unida a una efemérides sonada. PAPA MORTVVS EST. Lo acabo de leer en la prensa. En realidad, este anuncio lo iba a hacer ayer, pero hasta por la noche no me dieron conformidad los de Amazon, así que decidí hacerlo en Lunes de Pascua y, mira por dónde, me encuentro con que el controvertido Francisco- que debo reconocer que me caía como una patada en el bazo- ha palmado. Bueno, que tanta paz lleve como descanso deja, porque ha sido un politicastro rendido a la extrema izquierda del planeta y al Islam. Bueno, a lo que vamos...

Ahí tienen la que es y será mi última obra publicada, "Montségur, la Sinagoga de Satán", como llamaban los inquisidores de Tolosa a esa pequeña fortaleza encaramada en un risco imposible. Montségur se convirtió en una pequeña Meca de los cátaros hasta que la corona francesa, en manos de la regente Blanca de Castilla, y la inquisición, lograron rendirla y dar comienzo así al ocaso del catarismo en el Languedoc. Es una historia apasionante, con mogollón de batallitas, traiciones, el implacable fanatismo del Santo Oficio, la ambigüedad del conde de Tolosa, el odio hacia la Iglesia y la inquisición por parte de los faidits, los nobles que vieron sus posesiones confiscadas por pertenecer a la secta, y mil malos rollos más a cual más jugoso. Y, como marca de la casa, con un rigor histórico seguido al detalle, para que además de distraerse aprendan una parte de la historia bastante desconocida por lo general. Ahí tienen la portada:


Y aquí el enlace a Amazon, donde la pueden adquirir tanto en E-book como impresa. 

En fin, a los compradores les deseo que la disfruten, y a los que no la compren, pues no les deseo nada.

Hale, he dicho

lunes, 7 de abril de 2025

AÑO NUEVO, VIDA VIEJA 3

 

La musa sigue en paradero desconocido, de modo que sigo aprovechando la coyuntura para reeditar mis criaturas literarias. Ahora es el turno de "Yago, el asesino", una estupenda novela histórica donde podremos seguir las andanzas del tal Yago, un hidalgo venido a menos que pasa por mil avatares a lo largo de su azarosa existencia, acabando por convertirse en un primate con muy mala leche, por no titularlo como psicópata de manual.

Los amantes de emociones fuertes, de evisceraciones implacables y de homicidas sin compasión pasarán un rato estupendo con este relato que, modestia aparte, está bastante bien ambientado, da mucho repeluco y nos ilustra sobre lo chungo que era vivir en el medioevo.

Está disponible en libro electrónico y en edición impresa, en ambos casos a precios tan módicos como los ya publicados. He ahí la portada, diseño de la casa, como siempre. Chula, ¿qué no?



Bueno, ahí queda eso. Por mis muelas del juicio que las aventuras y desventuras de Yago les resultarán extremadamente entretenidas.

CURATE VT VALEATIS, CIVES

Hale, he dicho

miércoles, 5 de marzo de 2025

AÑO NUEVO, VIDA VIEJA 2

 

BENEDICO VOBIS, pacientes y abnegados lectores. Como la musa no se digna retornar, cosa que como sabemos no es nada nuevo, pues he aprovechado la coyuntura para reeditar la segunda parte de mis relatos cortos de zuzto, paranormalidades y demás historias que le encogen el ombligo a los más timoratos y dejan indiferentes a los más valerosos. Bueno, ahí dejo la portada y el enlace a Amazon, donde por la mísera cantidad de 2'99 podrán hacer un obsequio a sus cuñados, a ver si con la jindama les da una pájara y palman de una vez. Por cierto, por error también he reeditado la versión impresa, pero infiero que a los amantes de pasar hojas les resultará más gratificante que dejarse las retinas en una pantalla. He ahí la portada:




Y ahí el enlace: PESADILLAS DE GUERRA 2

Y rásquense un poco las faltriqueras, carajo, no sean rácanos.

Bueno, espero que les produzca terribles pesadillas y tengan que dormir con la luz encendida,

CVRATE VT VALEATIS, CIVES

Hale, he dicho

lunes, 6 de enero de 2025

AÑO NUEVO, VIDA VIEJA

 


PAX VOBISCVM, dilectos lectores, cuñados, primos lejanos y demás parientes y afectos. Los más veteranos quizás recuerden mi vena literaria que, por culpa de la maldita musa, un buen día cesó sin más. Publiqué en Amazon varios libros molones, siempre ambientados en la cosa bélica, bien a modo de novela histórica, bien como relatos cortos en el contexto de la Gran Guerra. Bueno, pues hoy, no sé por qué, me ha dado el avenate y he re-estrenado uno de ellos que, debido a otro avenate, despubliqué hace varios años junto con varios más, quedando solo en activo "Sevilla para Castilla" y "¡Oh, Campeador!".

Así pues, y a modo de cebo para ver si la jodida musa retorna y me permite concluir los que tengo empezados, he reeditado este en primer lugar. Puede que algunos lo recuerden. "Pesadillas de guerra" trata de diez relatos cortos en plan misterioso, paranormal y de acojonamiento en general, que es un tema que me gusta y da morbo al personal. Ahí les dejo el enlace, donde podrán leer íntegro el primero de ellos con la lectura parcial que permiten los de Amazon, y podrán hacerse una idea de qué va el tema. Ah, y sale baratito: 2'99 en versión libro electrónico, con lo que podrán leerlo en el esmarfon, la tableta o el ordenador. Bueno, no me enrollo más, que aún tengo que pesar el carbón que me han dejado los magos esos para ver si puedo ganarle unos eurillos.

CVRATE VT VALEATIS CIVES

Hale, he dicho

lunes, 2 de diciembre de 2024

MISTERIOS MISTERIOSOS: EL ARCO

 


Cuando vemos documentales sobre pirámides, es habitual que surjan debates sobre la autoría de esas gigantescas construcciones cuyo origen es cada vez más discutido. De ser obras faraónicas hemos pasado a obras alienígenas, y de tumbas faraónicas a cualquier cosa menos tumbas. De hecho, actualmente nadie es capaz de datarlas de forma fehaciente. Lo mismo ocurre con otras obras similares repartidas por el mundo. Misma forma, tamaños descomunales y una finalidad que no está del todo clara. Todos los estudiosos se hacen la misma pregunta: ¿quién y para qué leches se invirtió un esfuerzo monstruoso al construirlas? Ah, misterio misterioso, y me temo que nunca lo sabremos.

Bien, pues no hace falta irse a contemplar pirámides para devanarse la sesera ya que hay mogollón de objetos que, por comunes, nadie repara en ellos. Pero, sin embargo, son artefactos muy complejos y, lo más intrigante, también surgieron por todo el planeta sin que exista, al menos en teoría, la posibilidad de propagar el invento entre primates que no tenían conocimiento de lo que había a poco más de dos o tres días de camino de sus asentamientos. Hablamos del arco. ¿Qué vaya chorrada? Bueno, bueno, ahora veremos...

Escena de caza en uno de los abrigos del Barranco de Valltorta,
en Castellón. En el mismo vemos a un grupo de cazadores disparando
sus flechas sobre una manada de ciervos. Se aprecian las hembras
con sus crías, e incluso el macho de la manada

Ante todo, debemos tener en cuenta un detalle: las pinturas rupestres donde aparecen estas armas en escenas de caza y guerra están datadas en unos 10.000 años las más antiguas. Estamos hablando del Neolítico Inicial, cuando en Europa aún no existía la agricultura y los primates veganos tenían que conformarse con recolectar lo que pillaban. En todo caso, si hay constancia de la existencia del arco desde hace al menos 10.000 años, quiere decir que ya existía antes. Ante todo, debemos considerar que el arco surgió como una necesidad para poder abatir presas a distancia, ya fuesen de caza o de ciudadanos de otra tribu. La lanza ya estaba inventada, pero es obvio que, a la hora de enfrentarse a un enemigo armado con una maza obtenida del fémur de un mamut o de dar muerte a un oso cavernario, era menos peligroso hacerlo a una distancia prudencial. El mismo razonamiento nos vale para los herbívoros que, siempre asustadizos y extremadamente veloces, eran bastante difíciles de abatir a lanzazos. Para solucionar el brete, un probo troglodita se debió pasar un año dándole vueltas al magín para idear cómo arrojar una proyectil a distancia.

Juro por mis muelas que a ninguno de nosotros se nos ocurriría esa idea partiendo del cero más absoluto porque no había nada ya existente en qué basarse y mejorarlo. Además, debemos considerar que el inventor era un fulano que farfullaba un vocabulario de unas decenas de gruñidos y que su nivel intelectual debería estar, al menos en teoría, por debajo del nuestro. No sabía cultivar la tierra, no sabía lo que era la escritura, no sabía tejer pero, sin embargo, era capaz de recrear vívidas escenas con unos pigmentos que llevan 100 siglos en perfecto estado y, además, fabricar un arma de lo más sofisticada sin tener una base de partida. Deducir que si a un palo le sacaba punta pinchaba más no era complicado. Añadirle un cacho piedra a otro palo para hacerlo más contundente, tampoco. Pero idear que colocando una cuerda en un palo podía lanzar un dardo y, encima, acertar a un blanco situado aunque sea a 10 o 20 metros, era todo un alarde.

Porque el arco, como hemos dicho, es un artefacto complejo. Sí, muy complejo, aunque su aspecto de palo con un cacho cuerda le de una apariencia muy simple. Pero un arco es una máquina capaz de transformar energía mecánica en energía cinética que, además, requiere una serie de conocimientos que cualquiera de nosotros no tiene. No todas las maderas valen, hay que saber el estado de secado óptimo de la misma para obtener su máximo rendimiento, hay que saber fabricar las cuerdas, ya sean de fibra vegetal o de tendones. Y, aún más difícil, hay que saber fabricar las flechas, cuyas puntas de sílex eran verdaderas obras de arte. Algunas son diminutas, de apenas un par de centímetros de largo, y eran sólidamente unidas al astil con una fina tira de piel cruda que, al secarse, se contraía, reforzando así el conjunto. En la foto de la derecha pueden ver el proceso de fabricación, a base de sacar mínimas lascas de una pieza de sílex con la ayuda de un trozo de asta de ciervo. En el detalle pueden ver varios tipos que nos muestran que ya tenían muy clara la morfología más idónea para dificultar su extracción al añadirles barbas y un pedúnculo de enmangue que se introducía en el astil  para fijarlas. ¿Quién de nosotros sería capaz de terminar una punta decente en menos de un mes tras desollarnos la mano 53 veces como mínimo? Pocos o ninguno, me temo...

En esta recreación podemos ver el aspecto de un punta unida al astil con una fina tira de piel. Obsérvense las entalladuras en la base de la punta para afianzarla aún más al astil. Y, por si no lo saben, el filo de un instrumento de sílex es similar o incluso superior al que se puede dar al acero, por lo que esas flechas no solo se clavaban, sino que producían una serie de daños muy importantes en los músculos, tendones y, sobre todo, los vasos sanguíneos de la víctima

Pero la cosa no queda ahí. Para la elaboración del astil se requería un vara totalmente recta, ligera y, a la par, sólida y, lo más sofisticado: ¿a qué genio se le ocurrió añadirle estabilizadores fabricados con plumas? ¿Cómo dedujo que si añadía plumas partidas en dos en el extremo del astil, éste tendría una trayectoria más estable y precisa? Y a eso, sumemos el proceso de fabricación, separando las dos mitades de las plumas y que precisan de agua para recuperar su forma ya que, tras quedar unidas al astil, habría que unir las barbas separadas al pasarles un hilo de fibra vegetal. ¿Quién leches se dio cuenta de que la única forma de repararlas era humedeciéndolas para que la queratina actuase? Muchos de nosotros no sabemos qué carajo es la queratina, y menos aún que las barbas se reparan humedeciéndolas. Yo me enteré por un documental del inmortal Rodríguez de la Fuente, pero ahora los jóvenes prefieren hacer el gamba con el esmarfon de los cojones y no saben un carajo de nada.

Pintura rupestre en Tassili n'Ajjer, Argelia, que muestra una
batallita entre primates cabreados. Las pinturas de Tassili están
datadas entre los diez mil y tres mil años de antigüedad
Veamos ahora los entresijos del arco que, en sí, tiene menos mecanismos que un chupete. Ante todo, reparemos en un detalle: desde su invención hasta el día de hoy, el principio del artefacto no ha variado un ápice. Es exactamente el mismo. Podrán variar los materiales, podrán ser recurvados, de poleas o largos. Las flechas podrán tener el astil de aluminio o de fibra de carbono, los estabilizadores de plástico y las puntas de acero, pero el funcionamiento es igual. No ha variado nada en siglos, ergo fue creado siendo inmejorable. Ya tiene mérito, ¿no? Sin embargo, si vemos un cañón de mano del siglo XV y una pistola moderna, en lo único que se parecen es en que ambas hacen "pum" y poco más. Pero el arco no. Hoy día podemos fabricar un arco réplica de uno de hace 5.000 años y obtener de él el mismo rendimiento que con uno moderno. 

Escena de caza en una cueva de Alta, en Noruega, que muestra
un cazador disparando contra un alce desde una canoa. Observen
la peculiar forma del arco, muy similar a la del arco turco. Estas
pinturas tienen unos 4.000 años
Y, como decíamos, para fabricar un arco no vale cualquier madera. Recordemos que, por ejemplo, para el arco galés era preferida la madera del tejo español por ser el que otorgaba las mejores prestaciones. No tejo inglés, francés o alemán, sino español. Por lo tanto, los probos trogloditas tuvieron que efectuar un largo proceso de prueba y error para dar con la más idónea y, además, averiguar qué momento era el más adecuado para cortar la rama y cuánto tiempo debía dejarse secar antes de acometer la elaboración del arma. Así mismo, debían tener en cuenta el veteado, así como darle una forma ahusada para obtener más elasticidad. Fabricar algo tan simple como la cuerda no era un tema baladí hace decenas de siglos. Había que buscar las fibras vegetales más finas y resistentes, trenzarlas y, una vez terminada, hacer una lazada en cada extremo y confiar en que sería lo suficientemente robusta como para soportar la tensión. ¿Y a qué eminencia se le ocurrió que los tendones eran mejores para ese cometido? ¿A quién leches se le pasó por la cabeza echar mano de los grandes tendones de las patas de los herbívoros que mataban, dejarlos secar, sacar cada fibra y trenzarlos? La mayoría de nosotros no tendríamos ni puñetera idea de que un tendón sirve para eso, y menos aún cómo trabajarlo, pero a un fulano de hace miles de generaciones sí. Manda cojones, ¿qué no?

Probo troglodita de Lakha Juhar, en la India. Observen
las flechas a la espalda provistas de estabilizadores y la
muesca del arco donde se engancha la cuerda,
posiblemente fabricada con hueso o asta 
Bien, ya hemos visto que idear, fabricar y usar un arco fue una genialidad, y salió tan bien que, pasados los siglos sigue funcionando perfectamente. Nadie ha podido superar su diseño. Si acaso, mejorar su rendimiento gracias a los materiales modernos, pero nada más. Eso no requiere genialidad, solo disponer de los medios adecuados. Pero ahora viene la pregunta que se me antoja la más misteriosa de todas: ¿Cómo es posible que el arco aparezca en pinturas rupestres de todo el planeta? Hablamos de una época en la que un fulano de China tenía complicado copiar a uno de África del Sur, por no hablar de Oceanía o de América. ¿Cómo es posible que un artefacto tan complejo surgiera en diversas partes de un planeta habitado en aquel entonces por unos milloncejos de primates cuyo mundo se terminaba cuando topaban con un río excesivamente caudaloso, por el cual no podían cruzar su impedimenta? ¿Acaso un rayo celestial impactó en la sesera de varios homínidos al mismo tiempo? ¿O también fueron los marcianos los que les entregaron el manual de instrucciones? El arco no pudo ser inventado por casualidad. No es un garrote que, al golpear en la cabeza a un cuñado, ves sorprendido que le has roto el cráneo y cae fulminado. Un arco requiere un diseño muy específico, una serie de requerimientos sin los cuales no funciona, y una selección de materiales muy meticulosa. No, no pudo surgir por casualidad, y menos en todo un planeta más o menos al mismo tiempo. Pero la cosa es que se inventó. El cómo y el quién o quienes es el misterio misterioso que, como las pirámides, nunca podremos desentrañar. Pero, ¿a que nunca habían pensado en este tema? ¿Ven como no? Ya se los advertí... Ah, y si creen que este es el único misterio misterioso sobre este tema, va a ser que no. Ya seguiremos...

Hale, he dicho



miércoles, 27 de noviembre de 2024

BESTIARIO HERÁLDICO. EL CABALLO

 


Desde mucho antes de que Noé se sacara la maestría de armador por indicaciones de Yahvé, el caballo ya había sido domesticado por el hombre. Hace pues mogollón de tiempo que los homínidos aprendieron a someter a estas bestias para ponerlas a su servicio, independientemente de que hubiera un período inicial de aproximación en el que los equinos servían de alimento hasta que se percataron de que traía más cuenta usarlos para otros menesteres más provechosos que filetearlos. Se cree que la representación más antigua de un jinete aparece en el abrigo X la cueva de La Gasulla, en Castellón, del que podemos ver un calco en la ilustración de la derecha, pero muchos expertos opinan que se trata de una superposición de dos figuras, caballo y hombre, que aparentan lo que no es. 

La teoría que se acepta de forma mayoritaria es que la domesticación del caballo tuvo lugar hacia el 3500 a.C. en Shah Tepe, un yacimiento situado en la llanura de Gorgan, al nordeste de Irán y a unos 20 Km. al este del mar Caspio. Se supone que inicialmente fueron empleados como animales de tiro y carga para, posteriormente, hacerlos aptos para transportar un primate encima. Hablamos pues de que hace al menos unos 5.000 años, el caballo ya se usaba como transporte de personas y, por ende, como arma de guerra. Un penco ofrecía ventajas indudables: permitía viajar sin tener que caminar, permitía llevar la maleta sin tener que cargar con ella, permitía tener un campo de visión más amplio al circular desde una posición elevada, y en la guerra proporcionaba una posición dominante sobre el enemigo que luchaba a pie, aparte de contar con la ayuda extra que suponía el empuje de un bicho de varios cientos  de kilos que, si daban un topetazo al enemigo, lo mandaba al carajo. Está de más decir que la domesticación de caballos fue extendiéndose por todas partes, llegando a Hispania donde había gran abundancia de equinos salvajes. La figurita de bronce que vemos a la izquierda, conocida como el Guerrero de Moixent, representa precisamente a un jinete ibero cabalgando sobre su pequeño caballo. Fue hallada en La Bastida de los Alcuses, y salta a la vista de que se trata de un régulo tribal de cierta importancia.

Los belicosos habitantes de la Península no tardaron mucho en congraciarse con sus pencos, hasta el extremo de que en el Epítome XLIV de Justino nos informan de que EQVI ET ARMA SANGVINEM IPSORVM CARIORA (aman más a sus caballos y armas que a su propia sangre). Según Marcial, un poeta romano nacido en Bílbilis, la actual Calatayud, en el año 40, en el Libro XIII de sus Epigramas menciona a los asturcones, unos caballitos pequeños que eran fácilmente domesticables y que capturaban sin problemas para su empleo en trabajos rurales, transporte y demás labores propias de un animal doméstico. Sin embargo, para menesteres menos pacíficos preferían otra raza denominada por los naturales como thieldones, animales de más alzada que eran destinados a la guerra y a cazar. Los caballos alcanzaron tal predicamento entre los hispanos que los asimilaron hasta el tuétano en su cultura. Vemos caballos por todas partes: en fíbulas, en las empuñaduras de sus falcatas, en ajuares funerarios y en numerosos bajorrelieves, amuletos, figuritas y demás objetos. El caballo adquirió tal prestigio que acabó siendo el acompañante de las élites militares de las tribus, y su posesión eran símbolo de un elevado estatus social. De hecho, era habitual que, cuando un régulo palmaba, su penco predilecto fuese sacrificado para que lo acompañase en el más allá, acabando su osamenta mezclada en la tierra con la de su amo.

Con todo, parece ser que entre los hispanos el caballo no constituyó un arma de guerra en sí. Era empleado para llegar al campo de batalla, pero allí el jinete desmontaba y combatía a pie, procurando que a su amado penco no le ocurriera nada malo. Tras la batallita, pues lo usaban para volver victorioso o derrotado al terruño. Esto probaría hasta qué extremo eran apreciados estos animales. Por otro lado, los régulos formaban pequeños grupos de fieles guerreros, los llamados soldurios, nutridos por jóvenes a los que cedían uno de sus caballos para adiestrarlos en su manejo. De esta forma, crearon una élite militar ecuestre que, además, quedaba vinculada con ellos y los defenderían con sus  vidas si hiciese falta, lo que venía muy bien en batalla o cuando alguno de sus cuñados tramaba un complot para arrebatarles el poder por la vía de hechos consumados. En resumen, la presencia de los equinos en el mundo hispánico fue abrumadora, hasta el extremo de ser el protagonista de los reversos de muchas monedas iberas, como la que vemos a la izquierda. Se trata de un denario de plata acuñado en Bolskan, la actual Huesca. La imagen nos muestra a un guerrero a caballo armado con una lanza, muestra del poder del fulano bajo cuyo mandato se acuñó la moneda. La figura, por cierto, es muy similar a las de las monedas de 5 y 10 céntimos de tiempos del Caudillo, las famosas perras chicas y perras gordas que consistía precisamente en una copia de una de estas monedas.

Caballero villano
Bien, como hemos visto, la asimilación del caballo con el rango de un primate es más antiguo que los balcones de palo, y con la llegada de la Edad Media se acentuó aún más. La condición de caballero se ganaba precisamente por la posesión de un caballo, y entre plebeyos adinerados se creó la figura del caballero villano, lo que le daba un estatus social superior asimilable a la hidalguía, pero siempre y cuando pudieran seguir permitiéndose la posesión del penco. Si sus medios económicos menguaban y tenía que deshacerse de él, pues perdía su aspiración a elevar su clase social. Para demostrar que seguía siendo propietario del caballo tenía que acudir todos los años a un alarde donde mostraba al personal su penco, y esta condición era incluso hereditaria. Muchos miembros de esta caballería villana pudieron con los años y la fuerza de sus brazos acabar formando parte de la baja nobleza, obtenida por la simple posesión de un caballo. Acabaron siendo los llamados caballeros cuantiosos, uniéndose así a la hidalguía y, con ello, a la posesión de un escudo de armas, por el que ya sabemos que, en aquella época, el personal vendía a sus cuñados y suegras en los mercados de esclavos.

Este introito equino nos bastará para comprender la importancia del caballo en la heráldica, donde ocupa el quinto lugar tras el león, el águila, el lobo y el perro. La presencia de estos animales es mucho más frecuente en los blasones más añejos, precisamente por haber sido obtenidos por los caballeros cuantiosos que lograron ascender al estatus de la baja nobleza. Con todo, no fueron pocos los que, posteriormente, procuraron eliminar a estos nobles brutos de sus blasones, precisamente para borrar la huella de un linaje villano. 

En nuestra heráldica, el caballo se representa habitualmente de cuerpo entero, mirando hacia la derecha (recuerden, una vez más, que la posición de las figuras se describen como si uno estuviera dentro del escudo), sin que haya una preferencia concreta al esmalte. Pueden ir en gules, plata, etc., o incluso al natural. Una forma de sustituir el caballo era recurrir a figuras relacionadas con el mismo, como las espuelas, las rodajas de las mismas o las herraduras. Ojo, en este caso hay que especificar que no debemos confundirnos cuando hablemos de armas parlantes, uséase, escudos cuyas figuras se asemejen o tengan relación con el apellido, en este caso Herrera o Herrero. De lo contrario, pueden ser perfectamente asimilados a atributos del caballo. Un ejemplo lo tenemos en el blasón de la izquierda, correspondiente a uno de los linajes orensanos de los Puga. La descripción sería: Cuartelado, 1º y 4º de plata con una espuela de azur; 2º y 3º de plata con una caldera de sable. En este caso, podríamos hablar de un caballero cuantioso que obtuvo medios de fortuna como para levantar en armas a una mesnada propia, lo que nos es indicado por las calderas.




Otro ejemplo de blasones con figuras asimiladas al caballo lo podemos ver a la derecha. En este caso se trata del linaje gallego de García de Couto, que podemos describir como: De sinople, cinco herraduras de oro en sotuer. Como vemos, de este modo podía disimularse bastante bien la ascendencia villana, trocando pencos de cuantiosos con herraduras que podrían ser atribuidas a otros hechos.









Pero, volviendo al protagonista cárnico de este articulillo, vayamos a las diferentes formas de presentar el caballo como bestia heráldica. En este caso tenemos un caballo trotante, uséase, con una pata levantada, en actitud de trotar. Menos frecuente es ver caballos galopantes, aplomados o alberados, es decir, galopando, con las cuatro patas apoyadas en el suelo o levantado de manos. En este último caso, si además apareciese coceando con las traseras hablaríamos  de un caballo encabritado
 Mucho menos frecuente es verlos pastando o sedentes, o sea, con las ancas traseras en el suelo. Sentados, vaya. Muy raros son, por el contrario, blasones en los que aparezcan partes del cuerpo del caballo, concretamente las cabezas. Por contra, en la heráldica europea, sobre todo la alemana, suelen ser más frecuentes, especialmente como decoración para las cimeras. Por lo demás, en este caso vemos al animal desprovisto de arreos, lo que indica libertad. Este blasón pertenece a un linaje de los Bernal, y podemos describirlo como: De gules, un caballo trotante de plata. Al no indicar lo contrario, ojos, cascos y crines también deberán ir con ese esmalte ya que, de lo contrario, se especificaría que debe estar animado, bien al natural o concretando el color de cada parte. 

La otra forma de presentar a los equinos es con sus arreos, o sea, ensillados y embridados. También pueden presentarse cinchados, es decir, solo con la cincha ciñendo el cuerpo, siendo esta de distinto color. Y también embardados, uséase, con la armadura típica de estos bichos, o engualdrapados, que eran los caparazones de tela decorados con los blasones de sus propietarios para ser fácilmente identificados en el campo de batalla. A la derecha tenemos un ejemplo de lo dicho, correspondiente a un linaje de los González de Cossío. Sus armas son: De sinople, un caballo alberado de plata, embridado, ensillado y cinchado, uséase, con los arreos al completo. Al no especificarse el color de los mismos, queda al arbitrio del ilustrador, yo en este caso, darles el color que estime oportuno. Por ello, he decorado las partes de cuero con rojo, la silla en su color natural, y el bocado y los pinjantes de oro.

Para concluir, nos detendremos en la combinación de caballo más jinete, que supone la mitad de las figuras que aparecen en los blasones equinos. Obviamente, aquí tenemos al caballero cuantioso que, con su inestimable penco, arremete contra los enemigos para convertirlos en brochetas con su lanza. Ponemos como ejemplo este blasón de un linaje de los Arrojo de Aragón que traen: De oro, y en punta, ondas de agua azur y plata; en el centro de estas ondas , una peña, y en ella un caballo chorreando agua, como si acabase de salir de ella, y un caballero con armadura de sable y una lanza en la mano diestra. 
Solo restaría mencionar a los caballos fantásticos, como los unicornios o los Pegasos, pero estos son bastante raritos en la Heráldica hispana, siendo muy escasos los blasones donde aparecen y que, por razones obvias, no tienen nada que ver con los linajes añejos de los caballeros cuantiosos, a quienes se atribuyen la mayor parte de blasones caballunos. Por cierto, debemos mencionar también los escudos donde aparecen San Jorge matando al dragón o a Sancti Yago matando agarenos, pero en este caso tampoco tienen nada que ver con blasones familiares por lo general, siendo mucho más frecuentes en los de corporaciones municipales, sobre todo las que ostentan como santo patrono a estos dos ignotos ciudadanos. Ya saben que la misma Iglesia tachó al tal Jorge de la lista de santos comprobados, aunque se permitió la consecución de su culto "por tradición". En cuanto a Yago, pues más o menos lo mismo. No hay una sola prueba que demuestre que vino en patera a la Península.

Bueno, bichos, con esto concluimos tras dos meses de inactividad. Ya saben que los cambios de estación me sientan como una coz en el bazo, mis cefaleas alcanzan cotas dignas de erupciones volcánicas y, en resumen, me quedo hecho una birria hasta que logro nivelar mi delicado biorritmo.

Hora de merendar. Condió.

Hale, he dicho