Prosigamos con la cosa gladiatoria para acabar de arrasar al cuñado más pretencioso que se ha visto todos los documentales del calvo ese del Canal Historia.
Bien, la adopción del GLADIVS HISPANIENSIS supuso en cierto modo un revulsivo notable en el ejército romano, y no ya por la adopción de una nueva arma y la consiguiente adaptación del personal para su uso táctico, sino también en la forma de combatir. Al parecer, el primero que tomó las medidas oportunas para iniciar un método de entrenamiento para la nueva espada fue Publio Cornelio Escipión, Escipión Africano para los amigos, cuando se acantonó con sus tropas en Carthago Nova, la actual Cartagena, tras serle arrebatada a los africanos. En 209 a.C., este sagaz personaje tuvo una idea bastante sensata y, a la par, sumamente básica: si los hombres más diestros en el manejo de las armas eran los gladiadores, lo adecuado para conseguir tropas igualmente diestras era entrenarlos como si de gladiadores se tratase. O sea, que había que olvidarse del soldado que luchaba como buenamente sabía y enfrentándose con uno u otro enemigo de forma desordenada, y entrenar a los hombres de manera que supiesen golpear, apuñalar, protegerse y, en definitiva, matar de forma rápida y eficaz a un único enemigo antes de atacar al siguiente. Para ello recurrió a espadas de madera con las que las tropas luchaban unos contra otros basando su forma de combatir en el apuñalamiento. El GLADIVS era un arma más ligera que el XIPHOS, y tenía claro que lo más inteligente era basar el entrenamiento en ataques fulgurantes que contrarrestarían de manera contundente la de sus enemigos, mayoritariamente armados con espadas largas que herían de filo y que precisaban de una serie de movimientos previos antes de descargar el golpe.
Por ello, el uso táctico de la nueva espada se reducía inicialmente a dos movimientos: una cuchillada (PVNCTIM) aprovechando el momento en el que el enemigo se descubría para preparar el golpe, o una cuchillada en el momento en que el enemigo acaba de descargarlo contra el SCVTVM. Esos eran los instantes más adecuados para sacar la mano por el lado y meter la cuchillada en un costado o en el abdomen. Como ya comentamos en una entrada anterior, bastaba una cuchillada de dos VNCIÆ (49 mm.) de profundidad para que fuera letal. Pero si el enemigo estaba provisto de armadura, como podía ser un celtibero o un germano, la cuchillada se podría dirigir contra el rostro, especialmente la boca, o bien descargar un tajo en los tendones de las rodillas o los tobillos que dejarían fuera de combate al adversario y literalmente a su merced antes de finiquitarlo metiéndole el GLADIVS por el cuello, lo que lo mataría ipso-facto al alcanzar la médula espinal o, en el peor de los casos, en apenas unos segundos al seccionar la yugular o una carótida.
El sistema de entrenamiento de Escipión tuvo bastante éxito porque otros grandes militares no dudaron en seguirlo. En 105 a.C., Publio Rutilo Rufo recurrió a MAGISTRI de las escuelas de gladiadores para que actuaran como instructores a fin de enseñar a sus tropas, no solo como manejar la espada con destreza, sino todas las triquiñuelas propias de los gladiadores en lo referente al uso del escudo, como parar los golpes más inesperados o asestar las cuchilladas en los sitios más letales. Incluso el gran Gaio Mario hizo que estos MAGISTRI adiestraran a sus legiones, y si un hombre con un talento natural para la milicia decidía contar con la colaboración de estos hombres es porque el sistema resultaba de extrema eficacia. Estos instructores fueron los que implantaron la típica postura de espera y ataque que ya conocemos (foto de la derecha): cuerpo enteramente protegido por el escudo, pierna izquierda adelantada, brazo derecho flexionado con la espada paralela al suelo y la pierna derecha hacia atrás, de forma que se conseguía una posición extremadamente estable con la que se lograban dos cosas: una, resistir la embestida de una masa de enemigos que buscaban el contacto, chocando contra la primera fila para intentar romperla; y dos, caso de tener que acortar la distancia con el enemigo bastaba avanzar un paso, acuchillar y retroceder, lo que no le llevaba ni dos segundos, volviendo a retomar la posición inicial a la espera de un nuevo enemigo al que escabechar.
Entrenando en el PALVS. En pocas semanas, los brazos de los reclutas serían hierro cárnico |
En algún momento de la historia alguien, no sabemos quién, implantó lo que Vegecio llamó la ARMATVRA. Como sabemos, este historiador del siglo VI d.C. se limitó a recopilar lo que ha había escrito sobre la fecha, pero olvidó o quiso olvidar o, simplemente, desconocía, quién fue el que ideó este método de entrenamiento. La ARMATVRA consistía en realidad en un sistema basado en obligar a las tropas a llevar un entrenamiento muy duro, a veces incluso draconiano, para que a la hora de la verdad, una caminata les pareciese un paseo campestre, el peso de las armas como llevar una simple túnica, y moverse en un campo de batalla un juego en el campo de maniobras. Para que ganasen agilidad y destreza con la espada y el escudo, plantaban un PALVS (poste) de seis pies romanos de altura (el pie romano equivale a 0,296 mm.), o sea 1,80 metros redondeando.
En boca cerrada no entran espadas. Ante un enemigo bien protegido no había mejor sitio para acuchillar que la cara o meter la hoja por la boca hasta la empuñadura |
Bajo la supervisión de los instructores, debían practicar todo tipo de golpes contra el PALVS, su enemigo de circunstancias, armado con una RVDIS (espada o bastón de madera) el doble de pesado que un GLADIVS, y un SCVTVM fabricado de mimbre sobre un armazón de madera que, al igual que la falsa espada, pesaba el doble de uno normal, por lo que hablamos de sujetar y mover en todas direcciones un chisme de unos 15 kilos con una sola mano y una espada de al menos kilo y medio como si fuera una pluma. Cabe suponer que el brazo de Rafa Nadal parecería un fideo comparado con el de estos sujetos que, dos veces al día, mañana y tarde, debían dedicar horas a practicar con el dichoso PALVS. De hecho, y por no dejar escapar este detalle, ya citamos en una entrada anterior que el SCVTVM no solo servía como defensa, sino como arma. El "recibimiento" que un legionario le hacía a un desaforado enemigo era estamparle en la jeta el umbo de bronce o hierro de su SCVTVM, lo que ya podría bastar de por sí para dejarlo en el sitio. A continuación, mientras el enemigo quedaba momentáneamente cegado y aturdido por el golpe, podía descargarle el canto forrado de bronce en los pies o golpearle en las espinillas, produciéndole dolorosas fracturas y, por supuesto, dejarlo totalmente anulado para proseguir la lucha. El siguiente paso sería rematarlo sin más historias.
Al parecer, el invento del PALVS fue también una aportación de los MAGRISTRI de las escuelas de gladiadores porque, según Vegecio, "los antiguos, como está
registrado en los libros, entrenaron reclutas de esta manera. Tejían escudos
redondeados de mimbre como cestería, de tal manera que el armazón debería ser
el doble del peso de un escudo de batalla. Y del mismo modo, dieron a los
reclutas bastones de madera, también de doble peso, en lugar de espadas. Y luego
fueron entrenados en los postes, no solo por la mañana, sino también por la
tarde. El uso de postes es particularmente ventajoso no solo para los soldados
sino también para los gladiadores. Y ni en la arena ni en el campo demostraron ser un
hombre invencible en armas, a menos que se le enseñara cuidadosamente a
entrenar en el poste."
Marchas constantes con toda la impedimenta amablemente estimulados por el VITIS del centurión hacían que caminar 20 km. a marchas forzadas fuese un agradable paseo |
Como ya podemos suponer, la ARMATVRA contemplaba otra serie de actividades como marchas de diversas distancias cargados como mulos, evolucionar en el campo de batalla, etc. pero que, como no vienen al caso, las pasaremos por alto. Pero en lo que si se insistía bastante era en el uso de la espada, haciendo hincapié en que "...aprendieron a atacar apuñalando, no cortando. Los romanos no solo conquistaron fácilmente a los que lucharon cortando, sino que también se burlaron de ellos. Para un corte, si se administra con cualquier fuerza, con frecuencia no es mortal cuando las partes vitales son defendidas por el equipo y el hueso. Por el contrario, una punta clavada es fatal a dos VNCIÆ, porque inevitablemente penetra las partes vitales en las que está clavada. Luego, al cortar, el brazo derecho y el flanco quedan expuestos, pero la punta se lanza con la protección del cuerpo y hiere al enemigo antes de que la vea." En resumen, que la madre del cordero consistía ante todo en lanzar una cuchillada fulgurante y definitiva, y solo en casos concretos era cuando el legionario tendría que plantearse desjarretar las rodillas o los tobillos del enemigo, o bien meterle por el morro la espada para sacársela por el cogote o apuñalarlo en la ingle si tenía ocasión.
Como muestra de la eficacia de la cuchillada, la Dra. Sarah Hainsworth en su obra "The forensic of knife crime" especifica en su estudio que con solo 20 mm. de penetración se tienen un 41% de probabilidades de perforar los pulmones, lo que produciría un neumotórax fatal por asfixia, y más de un 60% de rotura de hígado o, caso de incidir en la pierna, de seccionar la femoral, y ya sabemos lo que pasa cuando a un torero le dan una cornada en ese sitio: mana un chorro de sangre de más de un metro que provoca un shock hipovolémico en menos de un minuto. Del mismo modo, con una penetración tan birriosa hay incluso un 6% de posibilidades de alcanzar el corazón a pesar de que lo protegen el esternón y las costillas. En resumen, que una cuchillada de 15, 20 o más centímetros propinada con un GLADIVS en el abdomen era mortal sí o sí salvo que a la víctima se le apareciera la Virgen, pero como era unos paganos y además la Virgen aún no había nacido se iban a hacer puñetas al Más Allá a paso ligero.
Publio Elio Adriano (76-138) |
Lógicamente, la ARMATVRA fue evolucionando con el tiempo, pero lo que nunca se perdió fue rigor y la disciplina más extrema. Adriano, que antes de alcanzar la guirnalda imperial había sido tribuno y legado, "...mantuvo el entrenamiento a sus soldados como si la guerra fuera inminente" y, según Dion Casio, "entrenó a los hombres en todo tipo de batalla", llegando a incluir en la caballería el manejo del arco al estilo de los partos, sármatas y armenios. Cicerón aseguraba que el entrenamiento "produce el espíritu preparado para enfrentar heridas en batalla. Presenta a un soldado de igual coraje, pero sin entrenamiento, y parecerá una mera mujer". En fin, ya vemos que a lo largo de los siglos se consideraba absolutamente vital mantener un nivel de adiestramiento máximo para tener a raya a los mil y un enemigos que esperaban el más mínimo signo de debilidad para abalanzarse como lobos contra sus dominadores. Obviamente, un emperador que sabía de primera mano lo que era la guerra y el rendimiento que había que exigir a las tropas no era lo mismo que un depravado como Calígula, que solo se le daba bien fornicar con su hermana o un memo de solemnidad como Clau-Clau-Claudio, que no sabían una papa del tema.
Combates entre grupos, donde se daban estopa en cantidad |
De hecho, incluso se llevaban a cabo maniobras en las que grupos de legionarios (se desconoce la cuantía de cada grupo) llevaban a cabo simulacros de batallas combinándolas con al menos tres marchas mensuales. Flavio Josefo da cuenta de que eran bastante realistas, hasta el extremo de que "... sus maniobras de enfrentamiento son batallas sin sangre y sus maniobras sangrientas" porque, de hecho, al final de las mismas la colección de hematomas, lesiones, luxaciones e incluso fracturas era notable, lo que es un claro indicio de que no se dedicaban a jugar con las espaditas, sino a darse estopa a base de bien. En el siglo I d.C. apareció la figura del CAMPIDOCTOR (instructor de campo), que eran los que organizaban y dirigían este tipo de maniobras y que, por lo general, solían ser pretorianos que trasladaban a las centurias para controlar el entrenamiento de cada una de ellas. A su vez, los CAMPIDOCTORES de los pretorianos serían probablemente DOCTORES procedentes de las escuelas de gladiadores, luchadores retirados que se las sabían todas por haber salido vivos y razonablemente enteros de multitud de combates y que se habían pasado la vida en un campo de entrenamiento de sol a sol. Además, había CAMPIDOCTORES para otras disciplinas, como el DOCTOR SAGITTARVM, que se encargaba del adiestramiento con arco.
La cuestión, como vemos, es que desde el final de las Guerra Púnicas hasta al menos el siglo II d.C. las legiones alcanzaron un nivel de preparación que las hacía prácticamente invencibles, y que su adiestramiento, disciplina y flexibilidad táctica convenció a sus enemigos que la única forma de hacerles frente con un mínimo de probabilidades de éxito era, paradójicamente, no enfrentarse a ellos. Las legiones, bien las antiguas de manípulos como las divididas en cohortes, eran una máquina perfectamente engrasada que funcionaba al 150%, y su destreza con las armas difícilmente superable por guerreros que, por muy cafres y belicosos que fueran, no podían dedicarse a diario a practicar porque en tiempos de paz tenían que buscarse las habichuelas como artesanos, ganaderos o labradores hasta que eran llamados a las armas. ¿Cómo hacer frente a hombres que durante años llevaban practicando los siete días de la semana? La solución llegó en forma de guerra de guerrillas. La única forma de vencerlos era hostigándolos durante las marchas o en sitios donde no podían desplegarse, como ocurrió en Teutoburgo con las legiones de Varo. Pero como se les diera la más mínima oportunidad para reaccionar y adoptar su formación de combate lo mejor era salir echando leches y dejar la batalla para otro día.
Bien, esto es lo más destacable en lo referente al adiestramiento y uso en combate del GLADIVS. Pero la introducción de esta espada supuso también tener que llevar a cabo ciertos cambios en la forma de portarla, siendo quizás el más característico de ellos colocarla en el costado derecho. En realidad, esta costumbre no la habían implantado ellos, sino los celtiberos, y no por cuestiones prácticas, sino de tipo social: si la portaban en el costado izquierdo, el escudo ocultaría el arma por lo que nadie podría verla; y siendo la espada entre los peninsulares un distintivo de su rango, decidieron cambiarla de sitio para que fuera visible en todo momento. Obviamente, a los romanos la cuestión del estatus les daba una higa. De hecho, los mandos de una legión a partir de los centuriones llevaban las espadas en el costado izquierdo, así que tendremos que buscar el motivo en cuestiones de orden práctico.
Como por norma siempre hemos visto las espadas en el lado izquierdo, damos por sentado que es el sitio más idóneo y más cómodo para desenvainar. Pero hablamos de SPATHÆ, espadas medievales, etc., armas con hojas mucho más largas que los GLADII en cuestión. Sin embargo, el desenvainado cruzado requiere unas fracciones de segundo más de tiempo, así como adoptar una posición adecuada de ataque. Mientras tanto, el legionario que desenvainaba su GLADIVS verticalmente lo hacía muy rápido y con mucha comodidad por ser un arma con una hoja corta y, además, el mismo movimiento de extracción ya facilitaba colocar el arma en una posición que permitía asestar una cuchillada o un golpe con el casquillo del pomo que, a lo tonto, podía causar una fractura en el hueso frontal del cráneo o en cualquier parte de la cabeza si el enemigo no la llevaba protegida por un casco (el frontal es el hueso de mayor espesor de la bóveda craneana). Por ejemplo, en un cráneo hallado en el foso de CAMVLODVNVM datado antes de la revuelta de Boudica entre el 60 y el 61 d.C. presentaba una pequeña fractura esférica cerca de la coronilla causada por el casquillo de un GLADIVS, o sea, que recibir un golpe con el pomo no era ninguna tontería. No olvidemos que hablamos de hombres con una fuerza física muy superior a la de un hombre moderno que durante los primeros doce años de servicio no paraba literalmente un solo día de entrenar varias horas con ejercicios que se basaban en mantenerlos en forma y desarrollar su masa muscular.
Reconstrucciones de Connolly donde vemos el antiguo sistema de suspensión de dos cinturones y el posterior de un cinturón y tahalí para la espada |
Pero lo más singular del cambio al lado derecho era su posición, muy elevada para una espada hasta el extremo que muchos historiadores la consideraban inviable hasta que los probos ciudadanos recreacionistas demostraron que no solo era fácil de ejecutar, sino además muy eficaz. La mano agarraba la empuñadura en posición invertida, o sea, con el pulgar hacia abajo, y daba un fuerte tirón que hacía que la punta quedase enfrentada al enemigo. Si en ese momento no era preciso asestar la cuchillada se bajaba el brazo para adoptar la posición de espera habitual. Precisamente la adopción de la SPATHA fue lo que obligó a cambiarla al lado izquierdo al poco tiempo de entrar en servicio porque, en este caso, la longitud de la hoja lo complicaba bastante.
El gráfico nos permite ver como las anillas de suspensión podían modificar fácilmente la inclinación de la espada respecto al cuerpo, adoptando la más cómoda para cada uno |
Así pues, la vaina se sujetaba de forma que el brocal quedase por encima del nivel del cinturón, con el pomo prácticamente a la altura de la axila. Las cuatro anillas de suspensión con que estaban provistas las vainas permitían, llegado el caso, darle un pequeño grado de inclinación hacia adelante para facilitar la extracción. Pero queda otro detalle por mencionar: una espada que se porta demasiado caída tenía muchas probabilidades de moverse hacia adelante cuando se corría y se metiera entre las piernas, provocando una caída o cualquier otra molestia que, a la hora de la verdad, resultase fatal. Así, cuando más alta estuviera menos probable era que se moviese de su sitio. Recordemos que durante el período republicano y el Principado Temprano los legionarios usaban dos cinturones que llevaban cruzados uno sobre el otro. En uno colgaba el PVGIO, mientras que en el otro iba la espada. La posterior adopción del tahalí a finales del siglo I d.C. obligó a bloquearlo con el único cinturón que permaneció en servicio, el del PVGIO, porque una espada colgando del hombro tenía aún más posibilidades de acabar en cualquier sitio o incluso salirse de la vaina. Esto podía hacerse, bien pasando el tahalí por debajo del cinturón o, quizás más probablemente, sujetándolo a dicho cinturón con una pequeña correa que envolvía la vaina. La verdad es que no se sabe con certeza el método empleado, pero alguno debieron usar porque, de no ser así, la adopción del tahalí habría sido un atraso más que otra cosa. En todo caso, el cambio sí tenía una ventaja muy evidente: un cinturón puede descolgarse hacia el lado con los movimientos de la batalla, un tahalí no porque no pende de la cintura, que es flexible y se mueve continuamente, sino del hombro.
En cuanto a sus efectos, he rebuscado en mi colección de cráneos y osamentas varias para comprobar que, a pesar de la repetida tendencia a herir de punta, no por ello las heridas de corte eran cosa baladí. Recordemos por otro lado que las cuchilladas se propinaban casi siempre en el abdomen interesando vísceras y vasos sanguíneos, por lo que no se pueden conservar testimonios de las mismas. A la izquierda vemos dos esqueletos extremadamente perjudicados aparecidos en el yacimiento del Cerro de la Cruz, en el término de Almedinilla (Córdoba). Pertenecieron a dos iberos que fueron literalmente machacados a golpe de GLADIVS, y uno de ellos presenta, aparte de los cortes que muestran en los círculos, un omóplato seccionado, como si lo hubieran alcanzado desde atrás cuando huía perseguido por un jinete que le asestó un poderoso tajo en el hombro.
Estos dos muestran tremendas heridas en el lado derecho de la cabeza. El que aparece a la izquierda de la imagen pertenece a un sujeto procedente del norte de Italia que recibió un potente tajo que le seccionó el cráneo desde el arco superciliar hasta la mandíbula superior, rompiendo la órbita del ojo y el arco cigomático. Aparte de eso muestra otro corte en la zona parietal que sería seguramente el rotundamente mortal. El otro no necesita explicaciones, le abrieron literalmente la cabeza como un melón. Como vemos, la contundencia de los GLADII a la hora de herir de filo no era para despreciarla por mucho que los autores de la época insistieran en que lo importante era herir de punta, lo que no quitaba, como ya hemos comentado varias veces, que no dejaban pasar la oportunidad de acabar con quien fuera y como fuera si se les presentaba la oportunidad, como el hecho de cortar los tendones de rodillas y tobillos para dejar fuera de combate y rematar al caído antes de que pretendiera seguir dando guerra.
El nuevo legionario surgido a partir del siglo II d.C. |
En fin, criaturas, con esto acabamos. Con todo lo que hemos ido viendo podremos comprender cómo y por qué el GLADIVS fue, junto a la férrea disciplina y el extraordinario entrenamiento recibido, los que propiciaron la formación de un imperio y convertirse en una infantería invencible durante siglos. Y finalmente la gran pregunta: ¿si tan buen rendimiento daba el GLADIVS, por qué cambiar a la SPATHA? Yo al menos lo tengo claro y ya lo anticipé en un artículo anterior: los enemigos de Roma sabían que con el contacto directo no eran rivales para los legionarios, así que optaron por rehuir esa forma de combate, manteniendo una saludable distancia que los mantenía alejados de sus GLADII con hojas de medio metro. ¿Solución? Alargar la hoja y, de paso, obtener un arma más polivalente que ya no solo era eficaz hiriendo de punta, sino que podía descargar unos tajos iguales o más contundentes que los primitivos GLADII HISPANIENSIS. Nadie cambia de arma por una simple moda y menos por capricho cuando lo que está en juego es la supremacía en el campo de batalla.
Y mientras tanto el confinamiento y el maldito virus de los cojones prosigue su implacable avance, así que se me cuiden, que ya ven que el bicho ese no respeta a nadie, que hasta hoy he visto en el periódico que el mismísimo príncipe de Gales (Dios maldiga a Nelson) está infectado. Ya saben: mascarillas hasta para sacar la basura, que yo incluso he tenido que rasurarme mis augustas barbas, fieles compañeras durante décadas, para ajustarme bien esos chismes. Me resultaría enormemente enojoso pillar el bicho coronario, para qué mentir.
CVRA VT VALEAS
Hale, he dicho
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