viernes, 2 de septiembre de 2011

La borgoñota, 2ª parte. Borgoñotas barradas



Sí, ha sido un lapsus. Olvidé mencionar las borgoñotas usadas durante el siglo XVII por la caballería. La cosa es que como la briosa caballería pesada hispánica de la época optó por seguir con los modelos ya explicados en la entrada dedicada a este tipo de yelmo, concretamente el que iba totalmente cerrado, o bien almetes, pues se me fue el santo al cielo. Sin embargo, en otros países de Europa incluyendo Portugal, sí se usó, especialmente en Inglaterra. Todos o casi todos hemos visto alguna vez imágenes referentes a los "ironsides" del ejército de Cromwell durante la guerra civil, ¿no? Bueno, al grano...

Ahí tenemos la borgoñota en cuestión, que para diferenciarla de otras tipologías denominamos actualmente como "de cola de langosta" por su característico cuardanucas formado por launas solapadas como si se tratara del caparazón de uno de esos suculentos crustáceos. Como se ve, su diseño se asemeja más a una galea romana que a sus antecesoras. En sí misma, es un yelmo más ligero que las borgoñotas al uso en la época, ya que las tradicionales, como digo, aún mantenían su vida operativa, protegiendo las testas tanto de infantes como de caballeros. Sin embargo, muestra una serie de peculiaridades que la convierten en una pieza digna de estudio. De entrada, y como hemos anticipado, conviene observar el largo cubrenuca articulado, formado por varias launas de metal unidas por dentro mediante tiras de cuero. Cabe suponer que esta pieza iba encaminada a proteger las cervicales de hombres que ya no combatían con armaduras tradicionales, sino con petos y espaldares solamente, lo que hacía que la nuca quedase totalmente desprotegida. Por otro lado, las yugulares son mucho más pequeñas y sin posibilidad de articulación. Su forma, levemente curvadas hacia abajo, permitirían adaptarlas mejor al perfil de la cara, quedando cerradas por sus extremos mediante un barbuquejo de cuero. Finalmente, tenemos la visera, en este caso articulada, que va provista de tres barras destinadas a proteger la cara y el cuello de los golpes de filo del enemigo. Me da la impresión de que esta defensa iba encaminada a defenderse en concreto de la caballería enemiga, que eran prácticamente los únicos que podían dirigirles un tajo a la cara. La infantería, formada por piqueros, buscarían meterle la moharra por la cara o el cuello sin más, y para un arma que hiere de punta, esa visera barrada no servía de nada. Además, la longitud de la misma, así como el refuerzo que lleva por el borde y su perfil casi triangular, indican que estaba pensada precisamente para desviar o detener golpes de filo.

A la derecha tenemos otro tipo, prácticamente igual al anterior pero, en este caso, en vez de la visera barrada, lleva un protector nasal regulable mediante la palometa que se ve justo encima de la visera. Este ejemplar lleva además unas nervaduras en la parte superior para reforzarla ante los golpes de filo. En fin, como se ve se trata de yelmos más bien ligeros, diseñados para detener o aminorar los efectos de un golpe de filo. Recordemos que las pesadas espadas medievales ya eran historia, y que las rapier al uso en aquella época estaban ideadas sobre todo para clavar. Aunque su capacidad de corte también era digna de ser tenida en cuenta, esto solo era posible sobre zonas del cuerpo sin defensa de ningún tipo. Sus hojas no tenían ni el peso ni la contundencia necesarias para hendir una chapa de metal. La ventaja que aportaba este tipo de borgoñota era básicamente que proporcionaba al jinete un amplio campo de visión en unos momentos en que era muy necesario saber donde se movía uno, y quién tenía alrededor. Igualmente, su capacidad auditiva no se veía tan mermada como con un yelmo cerrado.

No estuvieron mucho tiempo operativas. Los mosquetes de chispa que aparecieron pocos años más tarde convirtieron los cuadros de infantería en una masa que disparaba con bastante más precisión y con un tiempo de recarga menor que los arcabuces de mecha. Y, por otro lado, la aparición de la bayoneta relegó a la obsolescencia las añejas las picas para defenderse de la caballería. Ante infantería así armada, para lo único que podía servir un yelmo era para no abrirse la cabeza en caso de caerse del caballo. Ah, olvidaba mencionar un tipo más, usado en los países del este de Europa, siendo las tropas más representativas del mismo los Húsares Alados polacos, una peculiar unidad de caballería que portaba en la espalda unas enormes alas que, imagino, debían ser bastante incómodas, aparte de no servirles para volar. Como se ve, es una borgoñota convencional que, en vez de una barra nasal simple, lleva a esta añadida una pequeña máscara de hierro semicircular para proteger la parte inferior de la cara. 

Bueno, ya está. 

Hale, he dicho


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