martes, 13 de diciembre de 2011

Armamento del mundo antiguo: la galea, el yelmo romano 2ª parte



El yelmo tipo Montefortino que vimos en la entrada anterior evolucionó hacia el siglo I a.C., dando lugar a una nueva tipología, que actualmente denominamos como "coolus" por haber sido hallado el primer ejemplar en las cercanías de dicha población, en Francia. Pero esto no supuso la desaparición del modelo anterior, sino que ambos coexistieron hasta más o menos el advenimiento de Augusto al poder.


En la ilustración de la izquierda tenemos el tipo C, el más primitivo de todos y, por ende, el más básico. Como se puede ver, es un yelmo con el casquete globular al cual se le ha prolongado notablemente el cubrenuca hasta alcanzar aproximadamente los 10 cm. de longitud. Las carrilleras son lisas, sin ningún tipo de adorno con unos rebajes por su parte delantera que permitían cubrir el máximo posible del rostro de su portador, dejando solo descubiertos los ojos, la nariz y la boca. Sin embargo, la modificación más sustanciosa radicaba en la visera frontal, destinada a proteger la cabeza de los golpes de filo. Cabe pensar que las falcatas iberas y las hachas usadas por los pueblos germánicos habían averiado el cráneo de más de un legionario por esta causa, así que, con ese simple añadido, se impedía que más de uno se viera con la cabeza partido en dos. Finalmente, concretar que este subtipo iba desprovisto del botón superior que veíamos en los Montefortino, por lo que no había posibilidad de colocarle ningún tipo de penacho.


A la derecha vemos otro coolus más evolucionado, el E, al cual se le han repujado las carrilleras de forma que los bordes quedan más hundidos, quizás con el fin de pegar en su interior algún tipo de relleno para amortiguar los golpes en esa zona. La parte trasera de estas piezas iban doblada hacia afuera con el propósito de detener el filo de una espada que, al golpear en esa zona, resbalara y acabara produciendo un golpe fatal en el cuello. Por otro lado, en el tipo E vemos nuevamente el botón cónico del Montefortino, si bien en este caso no formaba parte solidaria del yelmo, sino que era una pieza fabricada aparte que era luego soldada o remachada a la bóveda del mismo. En este tipo de yelmo se empezó a usar el penacho tradicional que todo el mundo conoce, quedando finado al yelmo como más abajo se explicará.



El tipo E evolucionó al tipo G, que podemos ver a la izquierda. En este caso, el cubrenuca se alargó aún más, y las aletas posteriores de las carrilleras también se acentuaron. La bóveda de este yelmo era un poco más alta que la de los anteriores, lo cual dejaba más espacio entre la cabeza y el casco a fin de que repercutieran menos los golpes en la misma. Como se ve, la visera frontal también queda más alta, y el borde inferior del casco ha sido regrosado como refuerzo.
Sobre el anclaje de la visera frontal se ve el canuto metálico para fijar una pluma, llevando uno a cada lado. Su peso oscilaba por los 2,5 kg.




Finalmente, a la derecha tenemos el modelo más evolucionado de esta tipología, el H. Los cambios más representativos de este tipo radicaban en una estilización de las carrilleras, que como se ve no llevan esos recortes tan pronunciados por su parte delantera, y la fijación del penacho, la cual explicaré con detalle en la próxima entrada ya que era básicamente similar a la que usaban los tipos itálicos y gálicos que veremos más adelante. Todas las tipologías que hemos visto del coolus estaban fabricadas aún en bronce y, al igual que los Montefortino, en una sola pieza. Los añadidos eran en este caso las carrilleras, la visera frontal y el botón superior. Además, como se ha podido ver, carecían de repujados decorativos, buscando un abaratamiento del precio sin perder eficacia, y un inicio de uniformidad. En la época que nos ocupa, tras las reformas de Gaio Mario, recordemos que el legionario ya no se costeaba el equipo de su bolsillo, con lo que se buscaba facilitar la fabricación en masa del armamento de las tropas.



En cuanto a los penachos, como veremos a continuación, no tienen mucho que ver con la imagen que la mayoría suele tener de estos. En la ilustración de la izquierda tenemos uno de los dos tipos habituales en el coolus. Consta de un soporte curvado de madera al cual se le practicaban en su parte superior varias decenas de orificios en los que se fijaban mechones de crines de caballo. Tanto el soporte como las crines solían ir teñidos de rojo ya que, al parecer, esta norma se generalizó para identificar a los mandos. La fijación del penacho al yelmo la podemos ver en el detalle de la derecha: el cono lleva una acanaladura transversal y un orificio perpendicular al mismo. En el soporte de madera vemos otro orificio por donde encajaba en el cono con una barra longitudinal, destinada a impedir que el penacho girase, y un pasador para fijarlo al cono de marras. A la izquierda vemos la apariencia que tenía una vez colocado y, además, se han añadido dos plumas a cada lado. Las plumas no eran en sí distintivo de mando, sino un elemento decorativo propio de determinadas legiones, por lo que no todos los legionarios las usaban.


Otra variante era un penacho largo, el cual era fijado como hemos visto arriba, más con la parte trasera anclada al yelmo mediante una presilla como la que aparece en el detalle. En algunos casos se ponían crines más largas por la parte de atrás para que cayeran como una melena y, al igual que en el caso anterior, también podían llevar las plumas laterales que se han mencionado.

En fin, como vamos viendo, los yelmos usados por los romanos no tienen mucho o nada que ver con el estereotipo que la mayoría suele tener de los mismos. Concluyo comentando que, cuando a partir del siglo I d.C. se impusieron modelos más evolucionados ya fabricados con hierro, el coolus siguió siendo el modelo reglamentario para las tropas auxiliares que, por norma, siempre iban provistas de un armamento defensivo de menor calidad, entre otras cosas porque sus cometidos en el campo de batalla no eran por lo general tan comprometidos como el de los legionarios.

Bueno, ya está...



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