martes, 30 de octubre de 2012

Guarniciones de la espada: La cruceta o arriaz



Como colofón a esta serie de entradas dedicadas a las guarniciones de las espadas, en ésta trataremos sobre las crucetas, parte ésta que, además de cumplir con una serie de cometidos específicos, le daba a la espada el aspecto de cruz que tantas connotaciones de tipo espiritual adquirió durante la Edad Media.

Antes de comenzar, una aclaración: no están incluidas en esta entrada las crucetas propias de montantes, cinquedeas y katzbalger tanto en cuento tienen sus entradas propias donde se dan detalles sobre sus guarniciones. Así pues, trataremos exclusivamente de las crucetas para espadas de una mano y mano y media más difundidas en la Edad Media.


Los cometidos de la cruceta eran varios, a saber: primero, impedir que la mano resbalase hacia la hoja al clavar. Segundo, proteger la mano de los golpes del enemigo, cuyas hojas podían resbalar hasta la mano al detener un tajo. Finalmente, bloquear la mano entre la cruceta y el pomo, logrando así un agarre lo más sólido posible. Sin embargo, la cruceta medieval tenía un pequeño inconveniente: si por un defecto en el equilibrado, por falta de fuerza del que la empuñaba, o bien por cansancio, el manejo de la espada se tornaba pesado y lento, era preciso sacar el dedo índice por encima de la cruceta, rodeando con el mismo el recazo de la hoja. Eso daba lugar a que si la espada del enemigo resbalaba hacia abajo al golpear se viera uno sin dedo índice por siempre jamás. De ahí que, a partir del siglo XVI, se  pusieran de moda las guarniciones de lazos, precisamente para proteger el dedo en cuestión.



Dicho esto, a la izquierda tenemos una vista en sección y en plano de una cruceta convencional. Si observamos la parte pintada de gris oscuro de la pieza inferior, vemos que la parte de abajo es más ancha, y se estrecha hacia arriba. Esa forma no tenía otra finalidad que alojar perfectamente el hombro de la hoja, impidiendo así que se moviera de su sitio. Para perforar la pieza, obtenida mediante forja, se recurría a un útil con la misma forma que la espiga y los hombros de la hoja, perforando la cruceta cuando la pieza estaba al rojo vivo. De esa forma se obtenía un ajuste perfecto. Una vez terminada, se pulía y, si el dueño así lo requería, se ornamentaba con grabados, incrustaciones de metales nobles, etc. También se podían fabricar con bronce si bien, como es lógico, es un metal menos resistente, siendo pues preferible siempre el hierro para las espadas de guerra. 


Aparte de las utilidades mencionadas más arriba, la cruceta podía, como ocurría con el pomo, convertirse en un arma temible. De hecho, en los manuales de esgrima de la época aparecen escenas como la que vemos a la derecha, en las que uno de los contendientes, agarrando con una mano la empuñadura y con la otra la hoja, golpea al enemigo en la cara o el cuello. Un golpe de estas características podía incluso ser mortal: basta el hecho de que penetrase por un ojo para dejar aliñado al adversario, o, caso de herir en el cuello, seccionarle la carótida y desangrarlo en menos de dos minutos. Además, podía usarse para trabar la espada del enemigo, bloquearle la cabeza y, en fin, múltiples artimañas para escabecharlo lo antes posible, que era lo importante.

En lo tocante a las distintas tipologías, Oakeshott diferenció doce estilos diferentes. Veamos los más representativos:


La que vemos a la izquierda es la que hoy se conoce como "cruceta de pica". Está clasificada como Estilo 1, y es la tipología más longeva de todas ya que estuvo en uso desde antes del siglo X hasta el XVII. En éste caso, va montada sobre una espada tipo X provista de un pomo de nuez de Brasil. Como vemos, es una pieza bastante simple, generalmente de sección cuadrangular, aunque también se han encontrado piezas de sección circular u octogonal. Este tipo de cruceta, por lo explicado en el párrafo anterior, podía ser especialmente letal como cabe suponer caso de golpear con ella al enemigo.


Ésta otra es el Estilo 2, una versión más sofisticada del tipo anterior. Tuvo bastante difusión hacia el siglo XV especialmente. En este caso, va montada también sobre una espada tipo X provista de un pomo discoidal. Su sección, al igual que en el tipo anterior, podía ser cuadrada, circular u octogonal.

El Estilo 3 era una barra de sección cuadrada, similar al 1, pero más corta y de aspecto más masivo. Estuvo en uso entre los siglos XII y XIII. De hecho, muchas de las espadas que aparecen en la Biblia Maciejowski la llevan.



Esta otra pertenece al Estilo 6. Fue bastante popular entre los siglos XIII y XIV, siendo quizás el tipo que el personal asocia de forma más frecuente a las crucetas medievales. Su sección es cuadrada, y en el centro va provista de un pequeño escusón.

En éste caso va montada sobre una espada tipo XII rematada por un vistoso pomo discoidal ricamente decorado en cuyo centro aparece el escudo de armas de su propietario. De paso, conviene observar la empuñadura, forrada de tela y rodeada de una fina de tira de cuero tachonada con clavos de bronce.





Ésta otra pertenece al Estilo 9, uno de los más tardíos ya que estuvo en uso entre los siglos XIV y XV. Va montada sobre una espada de mano y media tipo XV, rematada por un pomo discoidal. Al parecer, la fabricación de este tipo de cruceta era un tanto complejo debido a su sección romboidal, o bien plana por la parte superior y en V por la inferior. 


Ésta última corresponde al Estilo 5, comúnmente conocido hoy día como "de corbata de pajarita". Era de sección plana y podía ir profusamente decorada o bien, como en éste ejemplar, con dos cruces caladas en sus extremos. 

Va montada sobre un estoque, concretamente un tipo XV rematado por un pomo en forma de pera. Estas crucetas estuvieron en uso entre los siglos XIII y XIV.

Finalmente, comentar que las crucetas con escusón impedían la entrada de agua de lluvia dentro de la vaina, oxidando la espada y deteriorando la madera de la misma. Así mismo, y con el mismo propósito, muchas empuñaduras iban provistas de una lengüeta de cuero que cubría el brocal de la vaina (para más detalles, un picotazo aquí, que llevará a vuecedes a la entrada correspondiente).

Bueno, dilectos blogueros, con esto termina esta serie de entradas sobre la espada medieval que, a estas alturas, creo que ya está todo más que dicho sobre ellas. Así pues, ya se me ocurrirá otra cosa para la próxima aprovechando que la musa está por la labor.

Hale, he dicho...







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