jueves, 26 de septiembre de 2013

6 curiosidades curiosas sobre los macedonios


Alejandro poniendo a Darío de Persia en serios aprietos. Al pobre Darío le debió costar una depresión
de caballo el acoso al que el macedonio lo sometió, pobre hombre... 



El cénit del poder de Macedonia fue alcanzado en tiempos del fiero y astuto Filipo II y, naturalmente, de su desmedido retoño Alejandro, el divino Sikander al que los persas y demás asiáticos adoraron como a un dios viviente a pesar de las monumentales cogorzas, las juergas inacabables y los accesos de ira que le hacían perder la cabeza y llegar hasta a agredir a quienes le contradecían o minimizaban sus logros, como le ocurrió al valeroso Clito el Negro. Con todo, logró crear un imperio nunca visto hasta entonces si bien poco pudo disfrutarlo por su temprana muerte, así que fueron sus diádocos los que, tras masacrarse bonitamente, se repartieron el pastel dando lugar a dinastías que gobernaron durante muchos años en las naciones que cayeron bajo la más formidable máquina de guerra de la época, la falange.

Pero la vida de los reyes de Macedonia no era nada fácil debido a las constantes conspiraciones, luchas clandestinas por el poder, complots y demás alevosías que hicieron que, salvo Alejandro, que palmó de fiebres, ni un solo monarca macedónico pudiera partir de este cruel mundo apaciblemente tal como mandan los cánones, sino vilmente asesinados incluyendo a Filipo el cual, a pesar de su innata desconfianza, fue cosido a puñaladas por Pausanias, uno de sus guardias personales. Por cierto que, según algunos historiadores, algo tuvo que ver Olimpia, la mujer repudiada por el rey, madre de Alejandro y más alevosa que una cobra con psicosis galopante.

En fin, que esta gente no llevaban lo que se dice una existencia apacible a pesar de sus elevados rangos y era raro poder llegar a viejo para ver aunque fuera a sus nietos. Veamos pues algunas cosas curiosas sobre ellos...



Mosaico del palacio real de Pella en el que aparecen dos
jóvenes pajes dando muerte a un león
Curiosidad 1. Precisamente para evitar las constantes conspiraciones tramadas por la nobleza para jubilar anticipadamente a los reyes, debían entregar a sus retoños varones cuando estos llegaban a la adolescencia para servir como pajes o basilikoi paides.  Aunque esto puede parecernos como un elevado honor, ya que servir como paje real siempre ha sido visto como algo honroso, en realidad lo que pretendían los monarcas era asegurarse la lealtad de los padres de los nenes, tomados en rehenes de forma sutil para asegurarse la lealtad de sus veleidosos papás. Como se podrá suponer, estos pajes eran los que recibirían el castigo por la felonía paterna. Con todo, eran educados como correspondía a su rango, siendo especialmente adiestrados en un juego de pelota llamado sphaira, similar al rugby de nuestros días y que les venía de perlas para fortalecerse. Por otro lado, no podían ser castigados por alguien de rango inferior, así que solo el rey en persona podía hacerlo. Durante su estancia en la corte eran sometidos a un constante lavado de cerebro para afianzar su lealtad a la corona siendo a veces tan eficaz que, al hacerse adultos, algunos llegaban a guardias personales regios o como componentes de una elitista unidad de caballería destinada a acompañar al monarca en las batallas como guardia personal.



Alejandro escoltado por sus somatophylakes
Curiosidad 2. La guardia personal o somatophylakia era una prestigiosa unidad cuyo cometido consistía en defender a la persona del rey. No eran meros guardaespaldas, sino militares capacitados muy cercanos al monarca y, en teoría, con una lealtad a toda prueba. Digo "en teoría" porque, como más arriba comentaba, el asesino de Filipo era precisamente un miembro de su guardia personal, si bien fue capturado y muerto por tres de sus compañeros que lograron darle alcance a los pocos minutos del regicidio. Actualmente hay cierta controversia acerca del número de efectivos de esta guardia personal, así como de si en realidad eran hipaspistas, una unidad selecta de infantería. En todo caso, lo que sí está claro es que su estatus era bastante elevado ya que muchos de ellos fueron premiados por Alejandro con satrapías a medida que iba apoderándose del vasto imperio persa. Por otro lado, su número se mantenía siempre constante ya que en cuanto se producía una baja, bien por muerte, bien por ser enviado a otro destino, el puesto era inmediatamente cubierto. El comandante de esta prestigiosa unidad era el somatophylax basilikos. Como para ser tartamudo y tener que darle la novedad todos los días, vaya:
- A...a...aaaaa... la orden, mi so...so...so....soooo... somaaaa...
- Vale, Filomeno, mañana sigues...
Jejeje...



Trompeta que aparece en un vaso de
cerámica en el Museo Nacional de Atenas
Curiosidad 3. El mando del ejército lo ostentaba el mismo rey, el cual no se quedaba en un cerro contemplando la masacre sino que se implicaba personalmente en el combate. El día de la batalla, tras desayunar (sí, no es coña), llamaba a sus mandos a su pabellón para impartir las órdenes oportunas, tras lo cual cada uno partía a su unidad y daba comienzo la fiesta. Dicha llamada se realizaba mediante toques de trompeta, instrumento éste utilizado con el mismo fin por todo el ejército. A fin de que la tropa pudiera diferenciar en plena vorágine de la batalla si un determinado toque correspondía a su unidad, cada una de estas tenía su propia contraseña, o sea, un breve toque inicial que indicaba a quién iba destinada la orden que se tocaba a continuación. Esa práctica aún se usa en los ejércitos modernos, si bien ya solo a nivel de paradas militares y en la vida cuartelera. Los que ya peinen canas, teñidas o no, aún recordarán el irritante despertar cotidiano, cuando el turuta te tocaba diana justamente cuando se soñaban obscenidades terribles con la mocita anhelada.



Diorama que muestra un tren de bagajes del ejército
macedonio compuesto por un carro y varios mulos
Curiosidad 4. El ejército no tenía obligación de proveer de alimentos a la tropa, así que a esta no le quedaba más remedio que buscarse la vida. Generalmente, la compraban a mercaderes fenicios que iban tras ellos para asegurarse pingües beneficios, siendo los principales proveedores de raciones de campaña de los ejércitos macedónicos cuando se internaron en Asia. También se obligaba a los mercaderes de las zonas ocupadas a establecer mercados en los que las tropas pudieran proveerse. Lógicamente, si tenían la ocasión se dedicaban a saquear las aldeas, pueblos o simples granjas que tenían la desdicha de verse en el camino de la hambrienta tropa, no dudando estos incluso en recurrir a las amenazas y al secuestro con tal de esquilmar hasta la última miga de pan. En caso de que hubiera que cruzar por un territorio en el que no fuera posible obtener suministros, se acaparaba todo lo que se podía y se guardaba en el tren de bagajes protegidos bajo el sello real, distribuyéndose estas vituallas solo en caso de necesidad. Para transportar los bastimentos no solo usaban carros, sino cualquier acémila disponible incluyendo los dromedarios que encontraron en Asia.



Cuadro de Sirani (1659) que muestra a
Timoclea mandando al garete al traidor
y malvado macedonio
Curiosidad 5.  Los ejércitos macedonios usaban tropas de Tracia generalmente como caballería ligera, entre otros los prodromoi o exploradores. Estos sujetos eran al parecer bastante salvajes, muy dados al latrocinio, al vino, al saqueo y especialmente aficionados a violar a toda aquella que se pusiera al alcance de sus disolutos miembros viriles. No eran mandados por tesalios, sino por oficiales macedonios que, como suele pasar cuando uno se junta con malas compañías, no tardaban mucho en aficionarse a los mismos vicios que sus tropas. Debido a esto, durante el saqueo de Tebas uno de estos ilarcas, curiosamente tocayo del gran Alejandro, entró en la casa de una noble dama por nombre Timoclea, a la cual encerró en una bodega para, a continuación, violarla a fin de que le dijera donde guardaba los dineros. A la vista de que la única forma de quitarse de encima al codicioso macedonio era confesando, le dijo que guardaba las cartillas de ahorros en el fondo de un pozo situado en el jardín. El asqueroso e indigno militar salió echando leches a indagar y se metió en el pozo y, en cuanto llegó al fondo del mismo, la noble dama se dejó de chorradas y se pasó toda la noche arrojando piedras al interior del mismo, sepultando así a su ofensor. Está de más decir que Alejandro, al conocer la noticia, perdonó a Timoclea, que para eso era el rey y los reyes siempre deben tener gestos nobles para que los historiadores hablen bien de ellos.



No se por qué, pero intuyo que no hacía falta gritar ¡Alalalalaiii!
para que al enemigo le subieran repentinamente los testículos a la
garganta al ver ese espeso bosque de sarissas avanzando hacia ellos...
Curiosidad 6. Es de todos sabido que la falange era la unidad sobre la que recaía todo el peso del combate, siendo decisiva en todas las batallas en las que participó. Aunque en las pelis se les suele representar con las sarissas enfiladas hacia el enemigo en todo momento, eso es falso. Como se puede suponer, un cuadro de cientos de hombres cuyas cinco primeras filas apuntan sus picas hacia el adversario pierde toda posibilidad de maniobra, así que ese movimiento solo se realizaba justo antes de iniciar la carga. Por otro lado, dichas maniobras y el avance inicial se llevaban a cabo en el más completo silencio para, repentinamente, dar su grito de guerra, consistente en un alarido en forma de "¡Alalalalaiiiiii!" que, al parecer, acojonaba bastante al enemigo. Dicho grito de guerra se daba en honor de Enyalios, que era un mote con que los macedonios llamaban a Ares, dios de la guerra.


Bueno, se terminó. Hora de manducar.

Hale, he dicho...


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