miércoles, 25 de septiembre de 2013

El singular castillo de las Aguzaderas




Hace ya mil millones de siglos que no hablo para nada de la temática primigenia del blog: los castillos. Así pues, y como no es plan de echar al saco del olvido a nuestras añejos y mohosos pedruscos esta entrada irá de fortificaciones. Pero será de una un tanto peculiar, que de castillos mondos y lirondos ya hay mucho escrito y no es plan de repetirse en demasía. Bueno, en realidad este es bastante conocido, al menos entre los aficionados a la castellología, si bien para los profanos resultarán bastante curiosas algunas de sus singularidades que lo convierten en un espécimen poco visto.  Veamos pues...

Flanco sur. Se aprecia la potente torre del homenaje
Este castillo tan chulo data de mediados del siglo XIV, posiblemente edificado sobre una fortificación árabe de época anterior, si bien esto no ha podido ser corroborado aún. Su constructor fue el cabildo catedralicio hispalense, que apoquinó los 22.800 maravedises que costó edificarlo entre los años 1348 y 1355. Por su posición geográfica estaba integrado en el sistema defensivo conocido como Banda Morisca, creada para defender el acceso sureste del Valle del Guadalquivir de las algaras y aceifas provenientes de la koura de Ronda, que fueron muchas y bastante dañinas hasta la caída de la misma en 1485. Hasta ahora, pensarán muchos, todo normal, ¿no? Un castillo construido para impedir que los malvados infieles rondeños hicieran la puñeta al personal. Pues no. En realidad se edificó con otros fines mucho más importantes que la simple defensa del territorio, para lo cual ya había otras fortalezas en la zona tales como el castillo de El Coronil, distante apenas 4 km. del que nos ocupa, el de Utrera, Cote y las torres de Lopera, Troya, Águila, El Bollo y La Ventosilla. 

Restos del pilón y de la cisterna edificados en el siglo XIX
en el exterior del castillo.
Así pues, la causa por la que se emprendió la costosa edificación de este castillo no es otra que vigilar y controlar un manantial. Alguno se dirá si un manantial birrioso que igual se secaba en verano merecía semejante gasto, a lo que responderé que sí. Y no solo merecía la pena, sino que su control era de una importancia capital en un territorio más seco que el ojo de un tuerto y en el que no había en aquellos tiempos ni un mal pozo ni, en definitiva, una sola gota de agua en muchos kilómetros a la redonda. ¿Qué suponía pues mantener el control del manantial de marras? Pues nada menos que hacer que un ejército invasor que en pleno verano intentaba adentrarse en el territorio se topase con la desagradable sorpresa de que justamente en el único sitio donde podían refrescar sus resecos gaznates estaba al lado de un amenazador castillo desde cuyas almenas lloverían virotes de ballesta sobre los sedientos enemigos. Es de todos sabido que al enemigo ni agua, aforismo que debieron tener muy en cuenta los del cabildo catedral al parecer. 

La SPECVLA
Si visitamos por vez primera este castillo y observamos su posición respecto al entorno (véase foto de cabecera), nos extrañará verlo en lo más profundo de una vaguada y rodeado de padrastros desde donde un ejército invasor podría machacarlo a golpes de bolaño sin problemas. Pero el tesoro que celaba el castillo era mucho más importante que eso y, de hecho, disponía de una guarnición mucho más importante que otras fortificaciones cercanas verdaderamente comprometidas en la defensa del territorio. No es escatimaron medios en su construcción: mampuesto reforzado con buena sillería esquinera en torres y murallas, una elevada y fuerte torre del homenaje que disponía de cuatro escaraguaitas en sus ángulos y cuatro torres de flanqueo, una de ellas albarrana precisamente para vigilar el manantial. En 1380, el castillo fue a manos de la corona para, en 1419, ser vendido a Diego Gómez de Ribera, Adelantado Mayor de Andalucía y miembro de la poderosa casa de los Ribera. Éste mandó edificar las dos torres semicirculares en sus flancos este y oeste y otro peculiar elemento de este castillo: la SPECVLA que podemos ver en la azotea de la torre del homenaje.

Esta curiosa torrecita de apenas tres metros de altura aproximadamente y en cuyo interior apenas cabe un hombre corpulento no la pusieron porque sí. Tenía una misión muy importante, y no era otra que divisar el cercano castillo de El Coronil, también propiedad de los Ribera, y que debido a la baja cota en que se edificó el que nos ocupa no se ve por esos escasos tres metros. De ese modo podían mantener ambas fortificaciones enlace visual, que en una época en que los móviles y el "wasa" ese estaban por inventar era de una importancia capital en caso de guerra. Finalmente, al ser estas tierras propiedad de los Ribera, el manantial también pasó a su dominio por lo que lo cerraron edificando un muro que lo rodeaba, de forma que la albarrana original perdió su utilidad como tal y el arco de la coracha que la unía a la muralla fue cegado. En el plano de planta de la izquierda vemos la posición original del manantial marcada en azul y, sombreado en rojo, el muro añadido el cual carece de parapeto. Así pues, formaba un patio interior al cual se accedía mediante un simple boquete abierto en la muralla original.

Aspecto del castillo a inicios de los años 40 del siglo XX
Pronto perdió su utilidad militar nuestro castillo de hoy. De hecho, a partir de 1505 dejaron de nombrarse alcaides para su gobierno, de lo que podemos deducir que en esa época fue abandonado como otras tantas fortalezas si bien esta, milagrosamente y a pesar de ser muy accesible por su situación, llegó a nosotros en un estado más que aceptable, y más si la comparamos con otras ubicadas en lugares más intrincados y de las que apenas queda nada. En los años 70 del pasado siglo, según reza un antiguo letrero que aún permanece allí, se llevaron a cabo algunas obras de restauración y consolidación, principalmente en las torres de flanqueo y el merlonado del recinto. En la foto superior podemos ver su apariencia antes de las obras y, además, la gran cantidad de pilones para abrevar el ganado, lo que da una idea de la importancia que aún en tiempos modernos tenía el manantial de marras.

En fin, con esto creo que ya podemos hacernos una idea de las peculiaridades de este edificio. A continuación dejo algunas fotillos molonas de las que siempre buscamos y nunca aparecen en San Google para mejor ilustración y conocimiento de vuecedes.

Hale, he dicho

Arco cegado de la coracha que une la albarrana con la muralla. Ha tenido que ser varias veces reparado debido a que
los perros malsines bellacos hijos de mil padres de turno no tienen nada mejor que hacer que derribarlo,
no se sabe por qué motivo ya que el acceso al castillo es libre, por lo que pueden entrar a pincharse porquerías
o a refocilarse con sus concubinas en cualquier momento.


Vista panorámica del patio de armas. Los afloramientos rocosos del terreno dan nombre al lugar, ya que se decía
que los jabalíes que en aquella época poblaban en abundancia la comarca iban a afilarse, o sea, a amolar sus
colmillos precisamente en esas piedras.

Detalle de la unión de la muralla con una de las torres semicirculares. Como
se puede apreciar, carece de trabazón lo que haría dicha torre más débil ante
el embate de las máquinas de asedio.


Interior de la escalera que lleva a la azotea desde la primera planta. Dicha escalera está labrada en el interior del
grueso muro de la torre del homenaje. Es muy angosta. Un hombre fortachón tiene que subir un poco ladeado.


Cámara de una de las torres de flanqueo. En la parte superior de la foto se aprecia el hueco de salida a la azotea.
Para subir a la misma no había escaleras de obra, sino que se usaba una simple escala de mano.


Planta baja de la torre del homenaje. A la derecha vemos la puerta de acceso a la escalera. La ventana superior
era para, caso de ver invadida la torre, hostigar al enemigo desde ella y desde la buhera que se abre en la bóveda.
Para dificultar al enemigo tomar la torre, la puerta de la escalera disponía de una sólida hoja que se cerraba
con un alamud posiblemente de hierro. 


A la derecha podemos ver el boquete que da paso al patio donde se encuentra el manantial. Como vemos, no se
preocuparon de hacer un trabajo razonablemente fino. 


Vista del patio de armas. Al fondo tenemos la puerta de entrada. Sobre ella, el hueco donde se encontraba el
matacán que la defendía. A la derecha aparece la escalera de acceso al adarve, especialmente diseñada para
partirse el bautismo si se sube con prisas en días húmedos.