No creo equivocarme si digo que debe haber muy pocos aficionados a la historia militar que desconozcan este obús, la más potente pieza de artillería usada por el ejército alemán durante la Gran Guerra. El mote, que hace referencia a la rica heredera y propietaria del imperio metalúrgico Krupp, Bertha Krupp, era aplicado a un obús de sitio cuya enorme potencia de fuego sentó un precedente que, años más tarde, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, dio pie a la creación de las piezas de artillería más grandes jamás creadas y que nadie desde entonces ha logrado emular ni remotamente.
Generalfeldmarschall Helmuth von Moltke |
Hablamos del 42 cm. M-Gerät Haubitze, o sea, el obús con equipamiento M de 42 cm. (los alemanes no dan los calibres en milímetros), cuyo origen se remonta a los comienzos del siglo XX cuando, durante la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), el Estado Mayor germano tuvo conocimiento de que los nipones habían desmontado 18 piezas navales de 280 mm., precisamente de la Krupp, y las habían enviado a Port Arthur, en Manchuria, donde machacaron bonitamente a los rusos que defendían las fortificaciones de aquella importante base naval. Curiosamente, y mientras los demás estados mayores europeos no tomaron buena nota de la necesidad de proveerse de una potente artillería de sitio a la vista de las cada vez más sofisticadas fortificaciones, el jefe del Estado Mayor del ejército imperial alemán, Helmuth von Moltke, se puso manos a la obra para estudiar la posibilidad de dotar al ejército germano de una artillería capaz de batir las poderosas líneas de fortificaciones establecidas a lo largo de las fronteras belga y francesa.
En 1906, el mismo año en que se hizo cargo de la jefatura del estado mayor, Moltke ordenó a los cerebros pensantes del mismo y a la Artillerie Prüfungs-Kommission (Comisión de Pruebas de Artillería) que empezaran a exprimirse las neuronas para diseñar y poner en marcha los proyectos necesarios para la fabricación de piezas de artillería de sitio capaces de reducir a escombros las más poderosas fortificaciones franco-belgas. Con precisión y machaconería germánica, en apenas un año ya habían puesto en marcha, en colaboración con los ingenieros de la Krupp, una serie de morteros y obuses de 30,5 cm. de calibre los cuales habían sido diseñados para ser montados y desmontados tanto para su transporte por ferrocarril como para su emplazamiento y puesta a tiro de una forma relativamente fácil teniendo en cuenta las masivas proporciones de cada pieza. Uno de los resultados podemos verlo en la foto superior. Se trata del 30,5 cm. Beta-Gerät 09 Haubitze, una pieza de plataforma, o sea, que no iba montada sobre una cureña convencional y del que solo se fabricaron dos unidades debido a que existían dudas de si podría perforar las casamatas enemigas. Con todo, ese obús pesaba la friolera de 45 toneladas y requería cinco vagones ferroviarios para su transporte. Tenía una cadencia de tiro de 12 disparos a la hora, lanzando a 12 km. un proyectil de 410 kg. como el que aparece en la foto. Por cuestiones de seguridad, la carga de pólvora iba por separado en una vaina metálica.
Pero los cerebros pensantes ya habían previsto esto y, al mismo tiempo, habían diseñado una pieza aún más poderosa y que podemos ver en la foto inferior. Se trata del 42 cm. Gamma-Gerät Haubitze, un monstruo capaz de aniquilar un refugio de hormigón enterrado a varios metros de profundidad:
Veamos algunas cifras para hacernos a la idea de su magnificencia. Para su transporte se desmontaba en siete partes que pesaban cada una entre 20 y 25 Tm., siendo la masa total de la pieza de 150 Tm. Para hacerla llegar a su lugar de emplazamiento era preciso tender una vía de ancho normal desde el ramal ferroviario más cercano, y disponer en el lugar en cuestión una serie de vías auxiliares para la manipulación de la grúa que vemos al fondo de la imagen y que era precisa para montar la pieza.
Su puesta a tiro requería un tiempo de 24 horas, siendo necesario en primer lugar excavar una fosa de 2,25 metros de profundidad para fabricar la base sobre la que se asentaría la pieza, la cual se rellenaba con vigas de 50 cm2. de sección. Para transportar una batería de dos piezas eran precisos nada menos que 20 vagones para desplazar ambos obuses desmontados, así como la munición y demás bastimentos. Para desplazamientos cercanos se usaban tractores como el que vemos a la derecha, unos chismes de apenas 80 cv. que podían ser adelantados por una vieja reumática ya que su velocidad no excedía de 7 Km/h. En total se fabricaron 10 unidades y 18 cañas de repuesto para los cañones.
La munición iba en consonancia con el arma que la disparaba: un proyectil de 420 mm. y de entre 400 y 1.160 kg. de peso propulsado por una carga de 75 kg. de pólvora envasada en unas vainas metálicas reutilizables que eran cargadas en el mismo emplazamiento, lo que le permitía alcanzar una distancia máxima de 14 km. El proyectil podía ir provisto de tres tipos de espoleta: de impacto, que hacía estallar el proyectil al chocar contra el objetivo, de retardo corto y de retardo largo. El cráter que producía un proyectil de alto explosivo alcanzaba una medidas dignas del mismo: 6 metros de profundidad y 9 de diámetro, y con la espoleta de retardo largo podía perforar hasta 12 metros de tierra y hormigón. Sus efectos podemos verlos en la foto superior, la cual no precisa de ningún comentario.
42 cm. M-Gerät Haubitze |
Pero el Gamma tenía un inconveniente, y no era otro que lo engorroso de su transporte y puesta a tiro, así que los ingenieros de la Krupp diseñaron un obús de calibre similar pero montado sobre un afuste provisto de ruedas que permitía manipularlo con más facilidad, dentro de lo que cabe, naturalmente. Su peso era de solo un tercio del Gamma, 42,6 Tm., y el proyectil que disparaba eran también más ligero (800 kg.), así como su alcance, de 9.300 metros. Sin embargo, eso le permitía reducir el tiempo de puesta a tiro, el cual era de solo unas cinco horas. Al estallar la guerra apenas había dos piezas disponibles, pero su existencia era mantenida en el mayor de los secretos. De hecho, no se mencionaban para nada en las notas de propaganda, otorgando el protagonismo de sus demoledores efectos a otras piezas a fin de que nadie se oliera qué era lo que había tras aquellas monstruosas explosiones.
Las dos piezas disponibles fueron encuadradas en la batería nº 3, cuya dotación era de 240 hombres bajo el mando del capitán Erdmann, y su bautismo de fuego tuvo lugar el 12 de agosto de 1914 contra el complejo fortificado de Lieja. Los cañones de sitio eran emplazados a grandes distancias unos de otros a fin de ser menos vulnerables al fuego contra-batería, pudiendo llegar incluso a un kilómetro la separación entra ambas piezas. En esta acción, los dos M's fueron emplazados para batir el fuerte de Pontisse, contra el que abrieron fuego a las 18:40 horas.
Después de las primeras salvas para corregir el tiro, el octavo disparo alcanzó de lleno el fuerte, tras lo cual la guarnición se percató de que aquello no eran cohetes de feria así que sacaron la bandera blanca. Sin embargo, no aceptaron las condiciones de rendición que les ofrecieron y se volvieron a encerrar en el fuerte. A la mañana siguiente, los dos M's reanudaron el fuego- de noche paraban para que el resplandor de la deflagración no delatara la posición de la pieza-, el cual mantuvieron durante cuatro horas, tiempo suficiente para machacar de tal forma el fuerte de Pontisse que su guarnición o, mejor dicho, lo que quedaba de ella, se rindió sin más historias. La batería del capitán Erdmann efectuó 51 salvas, de las que 36 acertaron de lleno al fuerte.
Así quedó el fuerte de Loncin |
Pero la escabechina no terminó allí. El 15 de agosto, los dos M's apuntaron contra el fuerte de Loncin, sobre el que comenzó a disparar durante la tarde de ese mismo día. Bastaron dos horas para finiquitarlo. La vigesimoquinta salva acertó de lleno en el pañol de munición, aniquilando el fuerte y enterrando a toda su guarnición. La efectividad de estas piezas quedó patente: en apenas dos días habían destruido dos poderosas fortificaciones con apenas 76 disparos, e hicieron rendirse a otras dos, los fuertes de Hollogne y de Flémalle que, a la vista de lo visto, sacaron una bandera blanca enorme para no verse aplastados. Sin embargo, y a fin de mantener en secreto su existencia, el mérito se lo llevaron los obuses Skoda de 30,5 cm. y los Krupp de 21 cm. que también participaron en la fiesta.
El fuerte Douaumont, literalmente convertido en un queso de Gruyère |
El día 21 abrieron fuego contra el fuerte Marchovelette, cuya resistencia apenas duró dos horas. La cincuagésima salva acertó en un pañol y reventó el fuerte, matando de paso a dos tercios de su guarnición. Con todo, no siempre solventaban de forma exitosa sus acciones. En Verdún, en febrero de 1916, dispararon 339 salvas contra el fuerte Moulainville sin lograr penetrar en el interior, y lo mismo ocurrió en la famosa acción contra el fuerte Douaumont, que tuvo que ser tomado por la infantería alemana. A pesar de su potente munición, el hormigón reforzado con que estaban construidos ambos fuertes resistió su embate. Eso sí, el aspecto que mostraban en el exterior era apocalíptico, como podemos ver en la foto superior.
No es plan de alargarme dando cumplida cuenta de cada acción en la que intervinieron estas piezas, pero creo que con lo narrado es suficiente para hacernos una clara idea de la devastadora eficacia de la artillería de sitio diseñada por los germanos. De la versión M se fabricaron en total doce piezas: las dos previas a la guerra y una decena a lo largo del conflicto. Solo sobrevivieron tres: dos de la batería nº 5 que fueron tomadas por los americanos en Spincourt, cerca de Verdún, y que fueron llevadas a Estados Unidos (foto superior), y otra que los alemanes lograron ocultar a la comisión de desarme tras ser desmontada en la factoría de Krupp. Esta pieza volvió a ser operativa en la Segunda Guerra Mundial durante el sitio de Sebastopol pero, al parecer, no llegó a entrar en acción, desconociéndose su destino.
En fin, esta es la historia del cañón con nombre de mujer el cual, como hemos visto, dio mucho que hablar a propios y extraños. Como colofón, imaginemos el aullido de sus descomunales proyectiles cayendo sobre sus objetivos sabiendo quienes se refugiaban en ellos que, si acertaban, adiós muy buenas, y que enterrarse en una casamata no garantizaba en modo alguno salir vivo del brete. Y si estos cañones nos parecen bestiales, ¿qué pensarían los que vieron en acción un Dora de 80 cm. de calibre apenas un cuarto de siglo más tarde?
Bueno, ya está.
Hale, he dicho...
Panorámica trasera de un M-Gerät. Obsérvese el descomunal arado que aparece en primer término y que, una vez clavado en el suelo, impide el desplazamiento de la pieza hacia atrás a cada disparo. |
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