¡Jase una cosa mala de caló, lo juro! Y como no es plan de devanarme lo poco de sesera que me queda intacta con entradas enjundiosas, pues ahí dejo otra sobre curiosidades curiosas relacionadas con el apasionante tema de la balística y la cartuchería en general. Es de todos sabido que estas cuestiones son especialmente socorridas para los cuñados deseosos de dejar claro que su sapiencia supera a la nuestra cuando se nos incrusta en casa los sábados a dar la paliza tras el almuerzo y se apalanca en el sofá para visionar cualquier peli donde haya muchos tiros. Así pues, tomen vuecedes buena nota de lo que viene a continuación porque, con toda seguridad, dejarán al cuñado tan mustio como un sapo con fiebre en mitad del Sáhara a las dos de la tarde en pleno mes de julio, amén de los amenes.
El .44 Remington Magnum
Contrariamente a lo que las personas humanas cuñados incluidos suelen pensar, este calibre no nació con fines policiales o de autodefensa. Antes al contrario, su diseño estaba destinado a la caza mayor con arma corta, modalidad muy extendida en los Estados Juntitos. El artífice de este calibre fue el polifacético Elmer Keith, un probo ciudadano yankee muy leído y sabido sobre estos temas que buscaba un calibre especialmente potente para dicha modalidad cinegética. Para ello se basó en el .44 Special, considerado como el calibre de arma corta más preciso fabricado hasta aquel momento, al cual le alargó la vaina desde los 29,46 mm. originales hasta los 32,64 mm. y le plantó una bala de un calibre de .429" y un peso de 240 grains que, con el aumento de la carga, lograba una velocidad en boca de unos 460 m/seg. A la vista de los resultados, propuso a la Remington la fabricación de la munición y a la Smith&Wesson el arma, dando como resultado el famoso modelo 29. Todo ello fue comercializado en 1956, logrando un éxito de ventas tan rotundo que la lista de espera para obtener un arma se prolongaba durante meses.
Un modelo 29 con cañón de 6" y una comparativa del .44 Mg. con un 9 mm. Parabellum |
En cuanto a su uso como arma de defensa, tal como vemos en las películas protagonizadas por el conocido personaje Harry Callahan interpretado por Clint Eastwood, es simplemente absurdo independientemente de que mole una bestialidad ver como con un solo disparo escabecha a los delincuentes más malvados. Sin embargo, un arma con semejante calibre es muy difícil de manejar, especialmente a la hora de hacer fuego continuo ya que su acusado retroceso impide retomar miras con la suficiente presteza; de ahí que, por ejemplo, un sujeto entrenado armado con un revólver de calibre .38 Sp. puede vaciar el tambor mientras que otro armado con un .44 Mg. apenas puede efectuar dos disparos con una precisión razonable. Así mismo, las generosas dimensiones del arma que dispara este calibre la hacen muy molesta para portarla, especialmente si se va vestido de paisano. Su uso ideal es, como mencionaba más arriba, la caza mayor. De hecho, el estreno de este calibre en manos de Keith fue asombroso: abatió un ciervo mula a la friolera de 600 yardas- unos 540 metros- lo que no es moco de pavo, juro a Cristo.
Este magnífico calibre surgió también de la sesuda mollera de Elmer Keith, el cual buscaba siempre potenciar los calibres convencionales al uso desde la aparición de la pólvora sin humo. En este caso, su aparición fue unos veinte años antes de la de su hermano mayor, concretamente en 1935, y lo obtuvo alargando 3 mm. la vaina del .38 Special lo que le permitía una carga mayor que aumentaba de forma muy notable su potencia. Contrariamente al caso del .44 Mg., el .357 sí era un calibre muy adecuado para uso policial y de defensa ya que es mucho más controlable en todos los sentidos. Su éxito comercial fue inmediato ya que su potencia permitía, además de apiolar a los peligrosos gangsters de la época, atravesar las gruesas chapas de los robustos automóviles que se fabricaban en aquellos tiempos e incluso dañar sus motores o los chalecos antibalas que muchos de aquellos pistoleros vestían bajo la camisa.
.38 Sp. Vs. .357 Mg. |
Además, una de las ventajas que aportaba este calibre es que las armas que lo disparaban eran compatibles con el .38 Sp. Sí, aunque alguno crea que he metido la gamba, el calibre real del .38 Sp. es de .357", o sea, ambos disparan la misma bala. De ese modo, uno puede usar su revólver de calibre .357 cargado con munición del .38 para efectuar disparos más controlables o, simplemente, para entrenar con munición más barata. Obviamente, el intercambio no es recíproco ya que los revólveres de calibre .38 tienen un tambor más corto ya que, caso de confundirse de munición, las elevadas presiones generadas por el .357 podría hacer reventar el arma. ¿Y que por qué leches si son del mismo calibre la denominación es diferente? Ah... misterio. Pregunten a los yankees, igual hasta lo saben.
Muchos de los que me leen se harán la picha un lío cuando leen sobre calibres bajo denominación anglo-sajona. Ciertamente, su sistema es lioso, absurdo y nada claro, o sea, una mierda. Mientras que el método usado por el resto de países razonablemente civilizados se basa en dar el calibre de la bala y el largo de la vaina en milímetros, estos hijos de Satanás usan pulgadas combinadas con fechas de puesta en servicio, peso de las cargas de pólvora o dan como calibre nominal uno que no tiene nada que ver con el real. Algunos ejemplos:
El archifamoso 30-06 significa que carga una bala de calibre .30" y que entró en servicio en el año 1906. Su denominación europea es 7,62×63 mm. Por otro lado, su calibre real son .308".
El no menos conocido 44-40 se basa en otro sistema. En este caso hablamos de una bala de calibre .44 que en realidad es de .429" (la misma que el .44 Mg.) con una carga de pólvora negra de 40 grains (2,59 gramos). Como peculiaridad, estos cartuchos cargaban munición con la punta chata ya que, al ser usada en los depósitos tubulares de los rifles Winchester, se impedía así que una punta aguzada produjera un disparo accidental al estar apoyada en el fulminante del cartucho que le precedía.
Y en otros casos se limitan a mencionar el calibre el pulgadas y el fabricante o creador del mismo, como por ejemplo el igualmente famoso .223 Remington que no es sino el actual calibre homologado por la OTAN para arma larga: 5,56×45 mm.
Otro tipo de designación hace referencia a vainas adaptadas para recibir balas de un calibre inferior, como por ejemplo el 450-400 Nitro Express, un calibre africano capaz de parar en seco a un elefante cabreadísimo porque se acaba de enterar de que la declaración de Hacienda no le ha salido a devolver. En este caso hablamos de una vaina de calibre .450" agolletada para recibir una bala de calibre .400".
Y si ya son liantes para los calibres de arma larga y revólver no lo son menos para los de pistola:
El .45 ACP (Automatic Colt Pistol), cuya denominación europea sería 11,43×23, carga una bala de calibre .451" de 230 grains. No obstante, como pasa con todos los calibres puede cargar otros pesos en función del uso que se le quiera dar.
El 9 mm. Parabellum o 9×19 es para ellos 9 mm. Luger en honor a su inventor, Georg Luger.
El .380 ACP o .380 Auto carga una bala de calibre .355" y es en realidad la misma cosa que nuestro 9 Corto de toda la vida.
En fin, un coñazo, ¿que no?
Este trasto de dos kilos de peso fue, aunque parezca increíble, el arma corta más potente hasta la aparición del .357 Mg. Aunque mecánicamente dejaba mucho que desear y solía dar problemas de diversos tipos, el Walker tenía una potencia demoledora y un alcance efectivo cercano a los 100 metros, muy lejos de las demás armas cortas de la época. Disparaba una bala esférica de calibre .454" impulsada por una carga de pólvora negra de 60 grains que le daba la escandalosa velocidad en boca de alrededor de los 350 m/seg., o sea, similar a la de un 9 mm. Parabellum actual cargado con bala de 124 grains. En resumen, un disparo bien colocado podía enviar al indio más contumaz y hasta las cejas de peyote a hacer compañía a Manitú y a todos sus cuñados difuntos en un periquete.
7 mm. Remington Magnum Vs. .300 Winchester Magnum
Un satisfecho ciudadano muestra la diana de esa modalidad con todos sus impactos en el 10. |
Estos dos calibres de arma larga que le resultarán muy familiares a los lectores que practiquen la caza mayor no fueron, como ocurría con el .44 Magnum, diseñados originariamente para actividades venatorias sino para una modalidad de tiro al blanco muy popular en los Estados Juntitos y que consiste en disparar a dianas situadas a 1.000 yardas, uséase, 910 metros de nada. El primero en salir al mercado fue el 7 mm., destinado en principio al rifle Remington modelo 700. En el año 1962, esta maravilla de calibre causó furor no solo por su potencia sino por sus fastuosas cualidades balísticas y su precisión. Está de más decir que la Winchester empezó a urdir como hacer la competencia a este calibre, sacando al mercado el año siguiente el .300 Win. Mg.
Es complicadillo acertar, no crean. |
Desde entonces, ambos calibres ganaron adeptos a mogollón y en España, donde gozan ambos de gran predicamento para la caza mayor, no hay montería en la que no haya un intenso debate durante el taco sobre las excelencias de cada cual. Yo, personalmente, he tenido armas de los dos calibres y puedo afirmar y afirmo que el 7 mm. siempre me ha parecido mucho más equilibrado y agradable de disparar. De hecho, tuve un Santa Bárbara al que doté de un disparador de competición Timney ajustable en peso, recorrido y demás gaitas y tiraba que era algo im-presionante. El visor, un Tasco para bench-rest de 9-32×40 que creo ya no se fabrica. Lo dicho, acojonante.
Los francotiradores
Las películas sobre francotiradores despiertan un morbo bestial entre el personal. Eso de contemplar la nube rosa y ver como el siempre frío y calculador sniper coloca un disparo en pleno cráneo desde distancias asombrosas hacen entrar en éxtasis místico a la peña. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. Un tirador de élite no se preocupa de realizar disparos de concurso, sino de anular a un enemigo como sea. Da igual acertarle en la cabeza, la barriga o en un ojo. La cosa es dejarlo fuera de combate y santas pascuas. Conviene tener en cuenta de que estos probos ciudadanos basan su efectividad en la eliminación del objetivo a ultranza, y para ello recurren a apuntar a las zonas del cuerpo donde las probabilidades de acierto sean mayores, o sea, en el tronco. Además, un disparo en esa parte del cuerpo conlleva interesar órganos vitales, y la potencia de los calibres de arma larga son suficientes para, caso de no escabecharlo de forma instantánea, producir en la víctima un shock que lo dejará incapacitado aunque tarde un rato en entregar la cuchara.
Por lo demás, conviene aclarar algunos detalles de los que se suele abusar mucho en las pelis. El principal de ellos es eso de ponerse a corregir la graduación del visor en plena faena, cosa chorra ya que el tirador conoce su arma a la perfección y no necesita hacer ajustes previos al disparo ya que sabe donde debe apuntar en función de la distancia. O sea, que si tiene centrado el visor con el punto cero a, por ejemplo, 200 metros, se sabe de memoria donde deberá colocar el centro del retículo si su objetivo está a más o menos distancia. Por otro lado, no le conviene perder el tiempo con correcciones ya que puede que solo disponga de unos instantes para abatir a su presa. No obstante y para general conocimiento, sepan vuecedes que por lo general el valor de cada click equivale a ¼ de pulgada a 100 metros, o sea, 6,35 mm. Por lo demás, los datos a tener en cuenta a la hora de efectuar un disparo a larga distancia no son cosa baladí, y el tirador debe reparar en la velocidad y dirección del viento, en la cota en la que está situado el blanco ya que si está más arriba o más abajo de donde se encuentra situado él mismo deberá hacer las correcciones oportunas, la temperatura ambiental, el grado de humedad, la luminosidad del día, si el blanco está quieto o en movimiento y, si es así, en qué dirección y a qué velocidad se desplaza y, en fin, toda una serie de datos que el tirador experto procesará de forma cuasi automática en su cerebro. No obstante, contará además con la ayuda del observador y de un cuaderno de notas donde lleva apuntadas mogollón de correcciones para no tener que ponerse a calcular de cabeza.
Añadir además que, por norma, caso de desmontar el visor éste debe montarse exactamente en el mismo sitio que estaba antes ya que, de no ser así, variará el lugar de impacto. En cuanto a la munición, deberá usar siempre la misma ya que, dependiendo de la marca y aún usando una bala idéntica en forma y peso, las especificaciones de carga, el tipo de pólvora, la capacidad interna de la vaina, el valor de introducción y de concentricidad del proyectil, el crimpado del mismo y hasta el tipo de fulminante supondrán importantes variaciones en el punto de impacto. Por último, comentar que el término sniper proviene de finales del siglo XVIII cuando los ingleses de las colonias norteamericanas (Dios maldiga a Nelson) daban ese apelativo a los tiradores capaces de abatir una snipe, o sea, una gallinago stenura o, dicho en román paladino, una agachadiza colirrara, animalito este especialmente esquivo que requería de una gran destreza para ser abatida a tiros. En cuanto a su denominación en español, su etimología es bien evidente: franco y tirador, o sea, tirador que va por libre, a su puñetera bola.
Bueno, ya me he enrollado bastante.
Hale, he dicho...
Los francotiradores
Fotograma del laureado film "American Sniper" el cual, para lo que se suele ver, es bastante realista. |
Por lo demás, conviene aclarar algunos detalles de los que se suele abusar mucho en las pelis. El principal de ellos es eso de ponerse a corregir la graduación del visor en plena faena, cosa chorra ya que el tirador conoce su arma a la perfección y no necesita hacer ajustes previos al disparo ya que sabe donde debe apuntar en función de la distancia. O sea, que si tiene centrado el visor con el punto cero a, por ejemplo, 200 metros, se sabe de memoria donde deberá colocar el centro del retículo si su objetivo está a más o menos distancia. Por otro lado, no le conviene perder el tiempo con correcciones ya que puede que solo disponga de unos instantes para abatir a su presa. No obstante y para general conocimiento, sepan vuecedes que por lo general el valor de cada click equivale a ¼ de pulgada a 100 metros, o sea, 6,35 mm. Por lo demás, los datos a tener en cuenta a la hora de efectuar un disparo a larga distancia no son cosa baladí, y el tirador debe reparar en la velocidad y dirección del viento, en la cota en la que está situado el blanco ya que si está más arriba o más abajo de donde se encuentra situado él mismo deberá hacer las correcciones oportunas, la temperatura ambiental, el grado de humedad, la luminosidad del día, si el blanco está quieto o en movimiento y, si es así, en qué dirección y a qué velocidad se desplaza y, en fin, toda una serie de datos que el tirador experto procesará de forma cuasi automática en su cerebro. No obstante, contará además con la ayuda del observador y de un cuaderno de notas donde lleva apuntadas mogollón de correcciones para no tener que ponerse a calcular de cabeza.
Añadir además que, por norma, caso de desmontar el visor éste debe montarse exactamente en el mismo sitio que estaba antes ya que, de no ser así, variará el lugar de impacto. En cuanto a la munición, deberá usar siempre la misma ya que, dependiendo de la marca y aún usando una bala idéntica en forma y peso, las especificaciones de carga, el tipo de pólvora, la capacidad interna de la vaina, el valor de introducción y de concentricidad del proyectil, el crimpado del mismo y hasta el tipo de fulminante supondrán importantes variaciones en el punto de impacto. Por último, comentar que el término sniper proviene de finales del siglo XVIII cuando los ingleses de las colonias norteamericanas (Dios maldiga a Nelson) daban ese apelativo a los tiradores capaces de abatir una snipe, o sea, una gallinago stenura o, dicho en román paladino, una agachadiza colirrara, animalito este especialmente esquivo que requería de una gran destreza para ser abatida a tiros. En cuanto a su denominación en español, su etimología es bien evidente: franco y tirador, o sea, tirador que va por libre, a su puñetera bola.
Bueno, ya me he enrollado bastante.
Hale, he dicho...
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