AVXILIARIS de finales del siglo I d.C. Como salta a la vista, su panoplia es muy básica y de inferior calidad a la de los legionarios. (Ilustración de J. Shumate) |
Como ya vimos en el artículo dedicado a la LORICA SEGMENTATA, a pesar de la enorme cantidad de estudios y libros dedicados al armamento de la legiones romanas hay aún bastantes lagunas en las que, en realidad, nos movemos más por conjeturas que por pruebas empíricas. No deja de ser curioso que, precisamente la coraza más emblemática de estos probos imperialistas y que precisamente es la que casi todo el mundo identifica sin dudarlo sea precisamente la que más secretos guarda y que las reconstrucciones que se han hecho de sus variantes estén basadas en los cuestionables relieves de la Columna de Trajano y, posteriormente, en los mínimos restos mohosos del cofre de Corbridge.
Bien, pues con los tipos de cascos usados por la infantería auxiliar romana estamos ante un caso similar. No se sabe con certeza cuáles son los que se deberían considerar como tales, ni si hubo más variantes y, por no saber, no se sabe en realidad si los AUXILIARE llegaron a usar un tipo de casco específico para ellos. De hecho, el que forjó la teoría acerca de la existencia de estos cubrecabezas fue Henry Russell Robinson, el Guardián de la Armería de la Torre de Londres que, como recordaremos, realizó las primeras recreaciones de la LORICA SEGMENTATA según los datos aportados por Peter Connolly y es a quien debemos la clasificación de las tipologías de yelmos usados por las legiones romanas que, al día de hoy, es la referencia universal para diferenciar las distintas variantes de cascos desde la República a la extinción del imperio como Ewart Oakeshott hizo lo propio con las espadas medievales o Petersen y Geibig de las empuñaduras y hojas respectivamente de las espadas vikingas.
La cuestión es que, ciertamente, sí sabemos que la caballería auxiliar hacía uso de determinados tipos de cascos. De hecho, desde finales de la República la caballería romana se nutría, como ya sabemos, de hombres procedentes de pueblos aliados o tributarios de Roma porque a nuestros queridos imperialistas parece que no les motivaba mucho la equitación y preferían combatir a pie. En todo caso, tenemos constancia del equipo usado por estos probos mercenarios que, muy romanizados, dejaban testimonio de su existencia en forma de estelas funerarias donde aparecen cabalgando en sus pencos sobre sus enemigos derrotados, y en dichos relieves se aprecia sin problemas todo lo referente a su panoplia. En la foto de la derecha tenemos dos ejemplos para ilustrarnos sobre ello. En primer lugar tenemos la estela de Insus, un germano que sirvió en la segunda mitad del siglo II d.C. en el ALA AVGVSTA y fue dado de baja de forma definitiva por deceso en Lancaster. Como vemos, nos legó su figura ecuestre en plena acción, mostrando en su mano derecha tanto la SPATHA como la cabeza del malvado britano que acaba de decapitar y cuyo cadáver vemos bajo el caballo. El otro personaje es Longinus Sdapeze, un tracio del ALA PRIMA TRACVM que, como su colega, palmó en el 43 d.C. en la brumosa Albión, concretamente en Corchester. La pose es similar: cabalga sobre su brioso penco que pasa por encima del cadáver de un bárbaro encogido y vilmente derrotado. Una observación que, por si alguno no se ha percatado, no debe olvidar porque es un tema que saldrá a colación más adelante: los AVXILIARE latinizaban sus nombres, y solo cuando se jubilaban y obtenían la ciudadanía podían añadir un NOMEN y un COGNOMEN como Júpiter manda. Mientras tanto, se conformaban con adoptar un PRÆNOMEN a secas añadiendo, si acaso, "hijo de..." para que nadie cuestionara ni su legitimidad ni la decencia de mamá ni la honorabilidad de papá.
Bien, como vemos, los eximios jinetes al servicio de la augusta Roma se preocuparon de legarnos su apariencia en combate para que los frikis de 20 siglos más tarde tengamos de qué hablar. Sin embargo, las tropas de a pie no solían dejar su retrato para la posteridad armados de punta en blanco. Ni romanos ni auxiliares suelen aparecer con su armadura completa, sino con la túnica, el CINGVLVM MILITARE de donde penden la espada, el puñal y las PTERYGES y, a lo sumo, el PILVM y/o el SCVTVM. Pero, por el motivo que fuese, es raro que aparezcan con la coraza, y más aún con el casco puesto. Sí se conocen estelas donde aparecen estas piezas sueltas como una forma de identificar el rango del difunto pero, como decimos, no es habitual verlos completamente armados. En la foto tenemos un par de ejemplos de la pose más habitual. El de la izquierda es Publius Flavoleius Cordus, de la LEGIO XIV GEMINA y que entregó la cuchara a mediados del siglo I d.C. con apenas 43 años en Maguncia, en la inquietante frontera del Rin. Su colega de la derecha es Annaius Daverzus, otro tracio que sirvió en la COHORS III DELMATARVM. Annaius no solo delata su condición de AUXILIARIS por su nombre y unidad, sino porque aparece con dos LANCEÆ, las jabalinas propias de estas tropas que no usaban los PILA reglamentarios de la legión. Como vemos, ambos visten la túnica militar, sus armas penden del CINGVLVM y, en el caso de Plubius, además se colgó su escudo ovalado a la espalda. Pero de cascos, ni rastro.
¿De dónde proviene entonces la presunción de que los AVXILIARE usaban un casco distinto? Pues de los relieves monumentales que hay repartidos por el otrora extenso imperio. No obstante, en bastantes casos hay que tomarlos con ciertas prevenciones porque, como se pudo comprobar en el caso de la LORICA SEGMENTATA de la Columna de Trajano, los escultores tenían cierta tendencia a idealizar o estilizar o, simplemente, modificar sin más la panoplia del personal. No sabemos por qué, pero lo hacían. Por ejemplo, en la foto de la derecha tenemos a un AVXILIARIS sujetando con los dientes la cabeza de un dacio. Su casco no pertenece a ninguna tipología conocida. La parte superior, echándole imaginación porque está bastante perjudicada, podría ser de un coolus con su visera frontal. Sin embargo, el cubrenucas y la carrillera pertenecen a un casco ático similar a los usados por los pretorianos. Más aún, podría tratarse incluso de un casco galo debidamente estilizado.
Es pues evidente que el que lo esculpió hizo lo que le dio la gana, sin querer o a posta, si bien el mismo Robinson señala que eso de las carrilleras, BVCCVLÆ en latín, excesivamente estilizadas eran una pauta en este caso para, según él, mostrar mejor los rostros de los combatientes, ya que con las normales apenas dejarían ver la nariz, los ojos y parte de la boca si se les mira de frente, y casi nada si es de perfil. Por cierto que también aparecen con cierta frecuencia en la Columna cascos similares rematados por una argolla en la parte superior. Sin embargo, aún no ha aparecido un solo ejemplar con este accesorio, por lo que se trataría de otra posible licencia artística. De hecho, de las cuatro tipologías que creó, solo en una de ellas coincide lo mostrado en la Columna con un ejemplar original que veremos más adelante pero, del resto, los que se dedicaron a esculpir las glorias de Roma parece que tenían especial predilección por el tipo ático, que era el habitual en la guardia pretoriana. En la foto de la izquierda tenemos el archifamoso relieve marmóreo que se conserva en el Louvre y que muestra a varios de estos controvertidos guardias con sus yelmos áticos que, como podemos apreciar, muestran gran profusión de grabados y relieves a los que estos imperialistas eran especialmente aficionados como hemos visto en los artículos dedicados a cualquier pieza de la panoplia romana. No había espada, puñal, casco, armadura o hasta la medallita de San Mithra del Sacrificio Perpetuo o Santa Venus de la Teta Hermosa que no le metieran adornos a mansalva. Era una especie de HORROR VACVI barroco a la romana, supongo...
Esta es la imagen más recurrente de los AVXILIARE de la Columna de Trajano. Si es una licencia artística o no, de momento no lo sabemos |
A estas alturas de la película, más de uno se preguntará que, ante lo expuesto, en qué se basó Robinson para establecer esa serie de teorías que, en apariencia, son más evanescentes que el sentido de la ética de un político. Bien, pues esas teorías las expuso en un trabajo editado en 1975 en base a la observación de, como hemos dicho, los distintos relieves que se conservan a partir de finales de la República y, sobre todo, desde el comienzo del Principado, cuando los AVXILIARE dejaron de hacer uso de la panoplia propia de sus respectivas naciones y adoptaron la uniformidad del ejército romano. Pero estas representaciones gráficas siempre cuestionables a mi entender, eran las menos relevantes ante una prueba que sí era tangible: las marcas grabadas en los cascos por sus propietarios y que se pueden ver en los ejemplares que se conservan. Obviamente, un casco donde aparece el NOMEN y el COGNOMEN del dueño y, a veces, el número de la legión donde servía y el nombre de su centurión, no podía ser un AVXILIARIS, mientras que si el solo se ve un nombre claramente latinizado estaríamos ante el segundo caso. Del mismo modo, era al parecer frecuente que no grababan nada porque, simplemente, eran analfabetos o no sabían escribir en latín, lo que no sucedía en el ejército regular porque para alistarse era obligatorio saber leer y escribir. También se tiene en cuenta el hecho de que en los ejemplares donde no se aprecia ningún tipo de inscripción estuviera en la guarnición pero, a mi entender, sería difícil escribir un nombre en una superficie de cuero o fieltro cuando, además, lo más habitual era hacerlo en la parte inferior del cubrenucas y grabado para que no se pueda borrar.
En cualquier caso, la cuestión es que los cascos donde aparecen nombres romanos son por norma los de mejor calidad, mientras que los ejemplares sin grabar o con nombres latinizados son siempre los cutres. En resumen, aquí no hablamos de relieves o posibilidades, sino de que los cascos buenos eran propiedad de romanos, y los malos de los auxiliares. ¿Qué entendemos por un casco bueno o uno malo? Más que de la calidad del material en sí- los de los AVXILIARE eran por norma de bronce, material que también usaba el ejército regular- hablamos de los acabados. Eran ejemplares sin los adornos y repujados que tanto gustaban a los romanos, y las carrilleras, que por lo general también repujaban con motivos de tipo religioso, eran lisas y ni siquiera se molestaban en rebordear. Y, finalmente, los acabados en sí, más bastos en el caso que nos ocupa, y con evidentes muestras de ser producto de una fabricación en serie que luego detallaremos. Así pues y en base a esta teoría, Robinson estableció cuatro tipos distintos. Veámoslos...
TIPO A
Esta tipología está basada en un ejemplar hallado en Flüren (Alemania) y que se conserva en el Rheinisches Fandesmuseum en Bonn, donde aparecieron los restos de un CASTRVM. Como podemos ver, su morfología es similar a la de un coolus, aunque al original le faltan tanto las carrilleras como la visera frontal. Como vemos en esta réplica, es de una simpleza absoluta, sin el más mínimo atisbo de ornamentación. En sí es un casco sólido y que cumple su cometido, pero sin adornos. Las carrilleras están un poco curvadas para adaptarlas mejor a la cara de su usuario, y en el ala trasera tiene en la parte inferior una pequeña anilla para el barbuquejo que, junto al de las carrilleras, permitían ajustar el casco a la cabeza sin que un golpe o un tirón hacia adelante pudiera cegar al dueño. En las carrilleras podemos ver el sistema de bisagras usado en este caso, con un pasador de bronce doblado por los extremos para fijar ambas piezas. En la ilustración vemos un AVXILIARIS de mediados del siglo I d.C., fecha en la que está datado el casco. Está armado con una LANCEA, un escudo oval y se cubre con una simple camilla corta de malla que pesaría alrededor de 7 kilos. El casco rondaría los 1.300-1500 gramos.
TIPO B
El original procede de un hallazgo en Maguncia, y está datado en la segunda mitad del siglo I d.C., concretamente hacia el año 83, durante la campaña de Domiciano contra los catos. Como salta a la vista, su morfología corresponde al tipo gálico, una variante mucho más perfeccionada que el coolus y también dotada en sus distintos modelos de una decoración mucho más elaborada. Sin embargo, y siguiendo la norma que planteaba Robinson, en este caso estamos ante una pieza muy básica que, simplemente, cumple con los requisitos de su tipología pero sin florituras. En este caso, el ala trasera es mucho más ancha, protegiendo los hombros además del cuello. La visera se ha colocado en una posición más elevada para ofrecer menos superficie donde hendir con una espada y, la diferencia principal respecto a la tipología anterior, ya tiene las aberturas para las orejas que, contrariamente al caso del coolus, facilitaba oír mejor las órdenes y los toques de bocina en el fragor del combate. Para impedir que un tajo de una espada enemiga resbalase hacia abajo y se llevase por delante un cacho de oreja o incluso la oreja entera, se le añadió la típica aleta protectora unida al casco con tres remaches. Por lo demás, el sistema de fijación del barbuquejo era exactamente igual que en el tipo A.
TIPO C
En este caso se basa de una pieza muy modificada que se encuentra en el Museo Arqueológico de Florencia y que, a todas luces, sufrió diversos cambios que le hicieron perder su aspecto original. En todo caso, es muy similar a los cascos usados por la caballería auxiliar por ese refuerzo cruciforme en la calota del yelmo si bien en este caso todas las nervaduras tienen la misma longitud, mientras que los de caballería tienen la trasera mucho más larga. El ala trasera, más corta y con más caída como el tipo imperial-gálico, tiene en la parte superior una nervadura de refuerzo típica en los gálicos si bien estos suelen tener dos o tres, y no una como en este caso. Por lo demás, volvemos a la tónica de siempre: una pieza muy básica, con un acabado burdo pero no por ello falta de solidez. La ilustración que acompaña como ejemplo muestra a un AVXILIARIS de tiempos de Trajano que, al estar pringando en la Dacia o en la frontera con Germania, se protege del frío con unos BRACÆ y calzando unos PERONES, un tipo de bota de media caña destinada, como los calzones, a impedir que se lo encontraran tieso como una estaca al ser relevado de una guardia. Por cierto que de esta tipología se pueden ver algunos ejemplos muy estilizados en la Columna de Trajano.
TIPO D
Este es el más peculiar de todos tanto en cuando es el menos romano de los cascos para tropas auxiliares. De hecho, su forma cónica indica un claro origen oriental, posiblemente sármata, pero lo más importante es que es el tipo cuya existencia real ha quedado corroborada con más solidez ya que aparece de forma profusa en varios relieves, en especial en la Columna de Trajano. Básicamente, se trata de un yelmo fabricado de una pieza o con varios gajos remachados a una estructura principal a modo de primitivo Spangenhelm. Quizás la aportación romana consistiera en la adición de carrilleras y cubrenucas, que según donde la representen muestra un aspecto distinto. En algunos relieves aparece como una pieza sólida, similar a los cubrenucas de los yelmos áticos, mientras que en otros la excesiva curva que describen da la impresión de que se trata de una pieza flexible formada por pequeñas escamas cosidas sobre una base de cuero. En la lámina de la derecha vemos una recreación actual junto a un SAGITTARIVS sármata. Esta tipología solo aparece en los arqueros, que obviamente necesitaban el mínimo de salientes y refuerzos que impedirían el anclaje de la cuerda antes de efectuar el disparo.
El origen de esta tipología está en el yelmo que vemos a la izquierda y que actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico de Zagreb. La pieza, que estaba en poder de los monje del monasterio de Dakovo desde vete a saber cuándo, lo entregaron a las autoridades hacia 1870. Como vemos, carece de carrilleras y cubrenucas, así que no nos queda más remedio que guiarnos por los relieves de la época acerca de su apariencia. En este caso, el yelmo tiene por delante una lámina de 28 mm, de altura donde aparecen grabadas las imágenes de la Victoria, Júpiter y Marte. Las bisagras de las carrilleras quedan ocultas por dicha lámina. En la parte posterior vemos una lámina similar donde se fijaría el cubrenucas que, por desgracia, no ha llegado a nuestros días. Robinson dató esta pieza entre finales del siglo II o principios del III d.C. si bien es evidente que ya estaba operativa desde tiempos anteriores tanto en cuanto aparece en la Columna de Trajano.
En la foto de la derecha podemos ver dos escenas de la Columna de Trajano en la que aparecen SAGITTARII del ejército romano. Todos usan ese tipo de casco pero, si observamos con detenimiento, vemos que los cubrenucas son distintos, así como el número de piezas con que están construidos. Sea como fuere, lo cierto es que en este caso queda plenamente demostrado que los arqueros auxiliares procedentes de pueblos de los Balcanes y Asia Menor sí hacían uso de un yelmo específico para ellos. De hecho, el mismo Robinson no se cerraba en banda a que su tipología pudiera ser refutada en caso de aparecer testimonios que demostrasen que estaba en un error, y digamos que estaba a la espera de nuevos descubrimientos que apoyaran su tesis o la rebatieran. Sin embargo, nuestro hombre palmó en 1978 con apenas 58 años si bien, a pesar de que ya ha transcurrido más de cuatro décadas de su defunción, nadie ha podido presentar datos que contradigan su tipología. Eso sí, como es habitual en estos casos, hubo historiadores que la negaron desde el primer momento. Ya sabemos que hay mucho enterado que, por norma, no aceptan jamás ninguna teoría de nadie, quizás por soberbia, quizás por querer arrogarse la primicia de la negativa para, caso de que sea finalmente refutada, puedan pavonearse de haber sido los primeros en hacerlo. Sino, pues como nadie recordará sus gilipolleces no pasará nada.
Por si alguno no ha captado la diferencia, ahí vemos un imperial itálico tipo G y un casco para auxiliar tipo B |
Bueno, estas son las cuatro tipologías establecidas por Russell Robinson. Para terminar, comentar de forma sucinta el proceso de fabricación de estos yelmos para entender el motivo de sus peculiares acabados. Al parecer, para acelerar el proceso de producción en masa, se colocaba una chapa circular de bronce entre dos matrices de madera, una hueca y otra con forma semiesférica. De ahí que estos cascos presenten un pequeño orificio en la coronilla, que es donde se fijaba la chapa y que posteriormente podía ser tapado con una pequeña perilla o un simple remache. Mediante un proceso de torneado se iba girando la chapa mientras que, a golpe de martillo, se le iba dando la forma hemisférica de la cabeza mientras que las dos matrices la iban ajustando a su forma definitiva. Al batir el material se iba expandiendo, y con la parte sobrante se elaboraba el ala trasera. El resto se eliminaba. Lo habitual en un casco destinado a la legión era que las marcas de los martillazos se eliminaran por abrasión, pero los que supuestamente iban a parar a las unidades de AVXILIARE se quedaban tal como salían del torno, y de hecho se puede comprobar en los ejemplares que se conservan que, en efecto, las hiladas de golpes aún perduran. Del mismo modo, el filo trasero del ala era rebordeado doblando la chapa, proceso que se omitía con los de los AVXILIARE para acelerar y abaratar el proceso de construcción. Una peculiaridad del acabado final era que estos cascos tenían sección circular debido a la matriz que usaban, y no la elíptica propia de una cabeza humana. Por cierto, en ningún caso parece que se les añadiera la típica asa en el ala trasera para poder llevarlo colgando durante las marchas, lo que es una muestra más de lo elemental de su elaboración.
En fin, criaturas, ahí queda este misterio misterioso por su alguien tiene ganas de devanarse la sesera. Anticipo una vez más que, 42 años después del deceso de Robinson nadie ha podido refutarle su teoría si bien tampoco han aparecido nuevos testimonios que la corroboren. Así pues, y mientras no surja alguna novedad al respecto, yo al menos no tengo problemas en admitir la existencia de cascos de inferior calidad para tropas mercenarias.
Como imagen de cierre, dejo esa recreación de la que quizás sea la imagen más recurrente del AVXILIARIS de la Columna de Trajano, donde aparecen con un yelmo ático coronado por una argolla y, en vez de cota de malla, usan un CORIVM, una camisa de cuero grueso que no creo que protegiera mucho más que una puñalada asestada por un enemigo moribundo. Como decíamos al principio, el testimonio gráfico existe, pero la prueba física no por lo que, mientras aparece alguna, habrá que considerar este tipo de yelmo como una licencia artística. Si apareciera, pues solo habría que añadir un tipo E a la tipología Robinson.
Bueno, se acabó lo que se daba, amén.
Hale, he dicho
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