miércoles, 10 de febrero de 2021

CANABÆ Y VICI, GÉRMENES DE CIUDADES

 

En primer término vemos la CANABA de Vindolanda. A continuación los restos del CASTRVM

Como ya comentamos en el artículo anterior, dedicado a las cuestiones matrimoniales en el ejército romano, las pseudo esposas de estos probos imperialistas se alojaban junto a sus proles en las CANABÆ anejas a los campamentos donde servían sus maromos hasta que, llegada la hora de licenciarse, podían legalizar el matrimonio y convertir a sus retoños SPVRII en legítimos, aparte de obtener la ciudadanía que el veterano y a la par nuevo PATER FAMILIAS conseguía en caso de haber servido como AVXILIA, o sea, en una unidad formada por PEREGRINVM (extranjeros) o, simplemente, por ser la mujer y los hijos de un ciudadano que se veía obligado a establecer un concubinato ante el impedimento para casarse. Pero las CANABÆ, junto con los VICI, no eran meros asentamientos destinados a alojar a las familias de la tropa, sino algo bastante más complejo y, de hecho, anterior a la absurda norma establecida por el divino Augusto que cercenaba el IVS CONNVBIO entre los militares. Más aún, los asentamientos civiles que se crearon junto a los CASTRA de las 77 legiones que, desde tiempos del Principado hasta la Tetrarquía protegieron el LIMES del imperio, llegaron a perdurar en el tiempo y, en algunos casos, fueron incluso el germen de ciudades como Viena, León, Exeter, York, Bonn, etc. Pero no nos adelantemos, que las prisas son malas y el origen y evolución de estos poblados fue bastante más complejo de lo que pensamos.

Por regla general, la imagen que solemos tener de un ejército romano en marcha es la que vemos a la derecha: mogollón de ciudadanos perfectamente alineados y marcando el paso rítmicamente aunque lleven ya varias horas caminando a pleno sol y con 30 kilos a cuestas. Una formación kilométrica cuyos flancos están debidamente protegidos por jinetes que vigilan las alturas para que ningún enemigo caiga sobre ellos de forma sorpresiva y un cuantioso tren de bagajes donde van las acémilas con la impedimenta, los carros con las vituallas y demás bastimentos, etc. Sin embargo, bien por ignorancia, bien por considerarlos carente de interés, se omite casi siempre el otro mogollón de ciudadanos que seguía al ejército: los CALONES (sirvientes de las tropas), mozos de cuadra y demás personal civil dependiente del ejército y, los más numerosos, los LIXÆ. Estos últimos son un misterio misterioso porque, a pesar de que su existencia es sobradamente conocida y mencionados unas 70 veces en las fuentes clásicas, nadie se preocupó de especificar cuál era exactamente su misión, que posiblemente fue cambiando a lo largo del tiempo, y tampoco el origen del término, que nos habría permitido saber a qué puñetas se dedicaban. Sin embargo, los LIXÆ existieron y acompañaron a las tropas romanas durante siglos por lo que, ante la imposibilidad de adjudicarles un oficio o cometido concreto, han sido asimilados a lo que desde la Edad Media hasta el siglo XIX se consideraba el personal civil que acompañaba a los ejércitos para suministrarles cualquier cosa, desde vituallas a ropa pasando por ocio, juego, mujeres y, en fin, todo aquello que 6.000 ciudadanos aburridos en un campamento podían necesitar para no acabar con jeta de iguana encerrada en un terrario de por vida.

Si buscamos en el diccionario Spes del maldito bachillerato el término LIXA nos dirá que significa cantinero, que como vemos es una acepción que se tomó más por desconocimiento del verdadero significado del palabro que por el hecho de que, en efecto, fueran dueños de una taberna. Los gabachos (Dios maldiga al enano corso) lo traducen como vivendiers, que viene a significar algo así como "proveedor de víveres", mientras que los british (Dios maldiga a Nelson) y tedescos los llaman sutlers y Marketender respectivamente, palabros que traducimos como "proveedores del ejército". En todo caso, fuese cual fuese su verdadero oficio, lo cierto es que se vincula estrechamente la presencia de LIXÆ a los campamentos, dando lugar a las CANABÆ, un término procedente del griego κἀναβος (kánabos), que significa andamio, estructura de madera o tinglado, o sea, un chiringuito donde el LIXA de turno montaba su pequeño negocio que duraba por lo general lo mismo que la estancia de un ejército en una determinada zona. Pero, ¿todos los campamentos tenían su CANABA?

CASTRVM de NOVÆSIVM, construido hacia el 80 d.C. y
ocupado por la LEGIO VI VICTRIX. Su superficie alcanzaba
las 24,7 hectáreas

Ante todo, debemos tener en cuenta que el ejército romano establecía diversos tipos de campamento en base a dos factores: la permanencia en el lugar y el número de efectivos que debía albergar. Así, podemos encontrarnos con CASTRA ÆSTIVA, campamentos levantados para acoger tropas cuya misión era llevar a cabo una campaña estacional, o sea, en verano, que es cuando se mataba mejor porque hacía buen tiempo. Del mismo modo, podían levantar CASTRA HIBERNA para pasar el invierno a la espera de que, con la llegada de la primavera, se pudiera reiniciar la guerra de turno. Finalmente tenemos los CASTRA STATIVA ya mencionados en el artículo anterior, que eran los campamentos permanentes donde se acantonaba una determinada unidad para defender un LIMES o cualquier otra zona que conviniese mantener bajo vigilancia como, por ejemplo, un vecindario especialmente proclive a la rebelión y cosas así. Y a su vez, estos campamentos serían de un determinado tamaño en función de los efectivos que los guarnecían. Por norma, lo habitual eran los CASTRA AD LEGIONIS donde se acantonaba una legión entera y que solían ocupar una superficie de entre 18 y 24 Ha. A continuación estaban los campamentos auxiliares que podían servir de apoyo o, simplemente, vigilar una zona de menos peligro y que, por ello, requería de menos efectivos. A título orientativo, un campamento para una cohorte o una unidad de AVXILIARIS de 500 hombres requería entre 1,4 y 3,2 Ha. Finalmente tenemos los NVMERVS y los VEXILLATIONES, destacamentos destinados a controlar zonas pequeñas o vías terrestres y/o fluviales que se aviaban con una superficie de entre 0,5 a 1 Ha

CASTRVM auxiliar y VICVS de Zugmantel, a 1'5 km. de la
actual Taunusstein-Orlen, en Hesse. Compárese la
diferencia de tamaño con el de NOVÆSIVM

En base a esta serie de factores, se sabe que una permanencia breve no era impedimento para que los LIXÆ montaran sus chiringuitos. Por citar un ejemplo famoso, junto a los campamentos del ejército que sitió Masada entre el 72 y el 73 d.C. se han descubierto los cimientos de chozas donde las sufridas tropas de Lucio Flavio Silva iban a echar una cana al aire o tomarse unas copichuelas cuando se terminaba el turno de acarrear tierra para la inmensa rampa que tuvieron que construir. Sin embargo, el riesgo y el largo paseo que tuvieron que dar los LIXÆ por el puñetero desierto hasta llegar a Masada debió merecerles la pena ya que hablamos de suministrar chucherías a 9.000 probos imperialistas sedientos, aburridos y hartos de pasar calor. No obstante, y como es lógico, las CANABÆ de más importancia fueron las que se desarrollaron junto a los CASTRA de más categoría, que eran los campamentos permanentes que vigilaban el LIMES. Así pues, podemos considerar que estos asentamientos tuvieron su origen en la caterva de personal civil que seguía a los ejércitos con la sana intención de ganarse la vida suministrando a las tropas todo aquello que el estado no les proporcionaba. De hecho, la única fuente clásica que se molestó en dar una descripción de los LIXÆ es la Suda, una fuente bizantina un poco tardía (siglo X) pero que, al menos, nos arroja algo de luz sobre estos sujetos cuando nos dice que los LIXÆ QVI EXERCITVM SECVNTVR QVAESTVS GRATIA, DICTI QVOD EXTRA ORDINEM SINT MILITIAE, EISQVE LICEAT QVOD LIBVERIT, amasijo latino que viene a querer decir que "obtuvieron la merced de seguir al ejército para lucrarse, y se les llama así porque están fuera de la milicia y se les permite hacer lo que quieran". Ojo, hacer lo que quieran en el sentido de que no estaban sujetos a la disciplina militar, pero sí estaban bajo la autoridad del LEGATVS o el PRÆFECTVS CASTRORVM, que eran los que cortaban el bacalao.

Campamento auxiliar con su CANABÆ. A la derecha
se atisba el campo de maniobras, y al lado la PRATA
LEGIONIS donde pastan los pencos militares
Ahora bien, ¿cuál era la diferencia entre una CANABA y un VICVS, término este que significa aldea o barrio? Pues no está claro. De hecho, muchos autores consideran que se trata de la misma cosa, mientras que otros afirman que las CANABÆ eran los asentamientos erigidos junto a los campamentos y dependían de ellos, mientras que los VICI eran poblaciones separadas a cierta distancia, generalmente unos cientos de metros o poco más, y que podían incluso existir desde fechas anteriores a la construcción del mismo CASTRVM, estando poblados por nativos de la zona. Por esta razón, algunos autores afirman que, mientras que la CANABA estaba íntegramente bajo control militar, el VICVS podría tener cierta autonomía respecto al campamento, e incluso la posibilidad de nombrar sus propios magistrados o llegar a la condición de MVNICIPIVM, que obviamente les confería una serie de ventajas respecto a los LIXÆ que en todo momento se tenían que ceñir a las órdenes provenientes del PRÆTORIVM. Más aún, al parecer, en caso de necesidad los mandamases podían ordenar a los LIXÆ que, junto a los CALONES, echaran una mano si las cosas se ponían chungas aún no siendo combatientes, pero valían para fortificar o incluso para berrear como posesos si se veían invadidos y hacer creer al enemigo que eran más de los que imaginaban. Sea como fuere, la realidad es que no hay datos que permitan establecer cuál podría ser la diferencia, o si la había de hecho. La cosa es que lo único que está claro es que ambos estaban bajo la órbita del campamento, el TERRITORIVM LEGIONIS que abarcaba un radio de 1,5 millas romanas, o sea, 2.220 metros aproximadamente alrededor del campamento y que incluía además los prados donde pastaban los caballos y acémilas de la legión (PRATA LEGIONIS o PRATA COHORTIS en el caso de los campamentos auxiliares), así como el campo de maniobras donde a diario se ejercitaba el personal para que no se oxidasen e incluso granjas para la obtención de carne fresca, leche y huevos que, como se comentó en su día, eran parte primordial de la austera dieta militar. 

La taberna, donde el personal se olvida del miserable del
centurión que cada día pone más caros los sobornos

Pero, como sabemos, el ejército proporcionaba la materia prima, pero el rancho se lo tenían que preparar las tropas. Además, aunque con el paso del tiempo el estado se acabó haciendo cargo de la manutención del personal, en tiempos del Principado y del Imperio temprano se les detraía una cantidad de dinero de su salario para la manduca que no brillaba precisamente por su variedad. En cuanto al bebercio, las raciones eran escasas y ya podemos imaginar su calidad, así que ya tenemos dos motivos para que 6.000 clientes potenciales se dejaran mogollón de ases en las TABERNÆ y THERMOPOLIA de la CANABA o el VICVS. Vino del bueno y comidas que sacasen de la monotonía cotidiana a las aburridas tripas de los legionarios deseosos de degustar un GARVM de calidad o cualquier otro capricho gastronómico. Obviamente, la CANABA ofrecía muchas más cosas, y no solo para las tropas, sino también para el vecindario: talabarteros para reparar correajes, atalajes y demás piezas de cuero, zapateros, sastres, herreros/armeros, sopladores de vidrio, fundidores, tallistas, fabricantes de ladrillos y, en fin, cualquier cosa que el ejército no les facilitase incluyendo médicos. Sí, matasanos particulares porque, aunque la sanidad militar era bastante buena comparada con la que podían conseguir los civiles, siempre habría más de uno al que el galeno militar le tenía ganas o lo consideraba un incompetente y prefería los servicios de algún físico foráneo. Otrosí, y como ya podemos suponer, los habitantes de la CANABA también se ponían chungos, y también necesitaban un médico que los rematase a base de sangrías y pócimas.

El negocio más rentable de la historia, y más con cinco
o seis mil clientes potenciales a menos de cien metros y
sin competencia alguna
También se construían MANSIONIS, o sea, posadas que, generalmente, se encontraban ante la PORTA PRÆTORIA del CASTRVM y que solían alojar a personal militar en tránsito o funcionarios que se desplazaban a solventar cualquier cuestión burocrática. Y, por supuesto, no podían faltar los LVPANARIS donde los célibes, y los no célibes también, naturalmente, podían refocilarse a su sabor porque mantener a palo seco a 6.000 fulanos en edad de fabricar más hormonas de las que se consumen acaba produciendo problemas sí o sí. A todo eso debemos añadir la posible existencia de templos, generalmente dedicados al culto de dioses ajenos a la religión romana para las tropas extranjeras o al dios Mitra, una deidad oriental que ganó una enorme popularidad entre las legiones. También se han hallado termas construidas muy cerca de la muralla del CASTRVM, las cuales no solo serían usadas por la población de la CANABA o el VICVS, sino también por las tropas a pesar de que los CASTRA disponían de este tipo de instalaciones. No se sabe el motivo por el que pudieran usar unas termas de pago teniendo las propias gratuitas, pero podemos imaginarlo. En la terma castral no habría frondosas tracias ni esbeltas nubias para masajearles los lomos mientras que una hispana de mirada profunda les canturreaba por lo bajini y les rascaba detrás de la oreja. Pero, temas lascivos-relajantes aparte, es de todos sabido que en el mundo romano las termas eran el lugar predilecto para socializar, y las largas sesiones entre los distintos baños, los masajes y sacar la mugre con el STRIGIL era la mejor forma de intercambiar chismorreos o poner a caldo al cuñado más miserable de todos y que, encima, acababa de ser ascendido a centurión.

CASTRVM de DEVA, con su CANABA y su anfiteatro
situado a extramuros

El súmmum en algunas de estas CANABA era la disponibilidad de un anfiteatro, de cuya presencia hay restos abundantes en diversos CASTRA, como el de ISCA (actual Caerleon), DEVA (actual Chester) o CARNVNTVM (provincia de Panonia, actualmente Austria). Estos edificios, construidos por los mismos legionarios a base de madera o combinaciones de obra y madera, no eran precisamente pequeños ya que estaban concebidos para un aforo de cinco o seis mil personas. Ya conocemos sobradamente la afición de los romanos por los LVDI GLADIATORII, VENATIONES y demás espectáculos sangrientos que, además de proporcionar solaz y entretenimiento a las tropas, suponían jugosos beneficios a los LANISTÆ, tratantes de animales y, por supuesto, a los LIXÆ cuyas tabernas se atiborraban de legionarios que bebían como esponjas mientras discutían acaloradamente sobre los combates que habían tenido lugar.

Recreación de la zona de mercado de una CANABA

Como ya podemos suponer, la extensión de una CANABA o un VICVS para dar cabida a esta población que vivía de las puntuales pagas de las legiones no eran precisamente unas aldeas de mala muerte. Debido a la lentitud de las excavaciones que se llevan realizando desde hace décadas no se puede aún conocer con exactitud el tamaño de cada uno de estos poblados, pero en algunos casos se puede hablar de alrededor de 100 Ha. que equivalen aproximadamente a la superficie de un pueblo actual de unos ocho o diez mil habitantes o, por poner otro ejemplo, una tercera parte del casco antiguo de Sebiya, que ocupaba aproximadamente unas 325 Ha. incluyendo el alcázar. Las casas eran por lo general largas y estrechas, con la parte delantera dedicada a los negocios, tiendas, etc., y las traseras eran habilitadas como corrales, letrinas, establos, etc. No parece ser que los LIXÆ se dedicaran a cuestiones agrícolas ya que la PRATA LEGIONIS estaba en manos del ejército, pero entra en lo posible que hubiera algún LIXA que alquilase un terreno dentro del TERRITORIVM, bien para su propio mantenimiento, para vender el producto al vecindario o incluso a las tropas si la calidad del mismo lo merecía.

Puertas y calles de un campamento romano

En cuanto a la distribución de los edificios, hasta ahora se han comprobado tres tipos distintos aunque conservando la misma morfología de casas estrechas y largas. Por un lado, tenemos edificios alineados a lo largo de las vías que conducían al campamento por las PORTAS PRÆTORIA, PRINCIPALIS DEXTRA Y PRINCIPALIS SINISTRA, siendo la zona ocupada por la PORTA DECVMANA la menos o nada poblada. A lo largo de estas vías y conforme era costumbre entre los romanos era donde se sepultaba al personal, colocando los monumentos funerarios a ambos lados del camino. Otra distribución era construyendo los edificios de forma tangencial, en línea con la vía principal que entraba por la PORTA PRÆTORIA y, finalmente, circunvalando el recinto del campamento. Por lo general, las CANABÆ no estaban fortificadas si bien en algunos casos se han hallado restos que podrían ser de estructuras defensivas. Al cabo, hablamos de asentamientos cuyas poblaciones crecían con el paso de los años, y muchos de sus ocupantes eran ciudadanos que no podían quedar expuestos a un repentino cambio de alianzas entre los régulos locales y el prefecto o el procurador de turno.


Finalmente, debemos añadir que a los LIXÆ y demás personal civil que habitaron las CANABÆ y VICI se fueron sumando muchos veteranos que, una vez licenciados, preferían permanecer con sus familias en el lugar donde, al cabo, habían pasado gran parte de su vida. Tras 25 años de servicio, Roma era ya para ellos un recuerdo lejano donde sus parientes igual habían palmado de alguna plaga, y los veteranos se encontraban de repente convertidos en hombres con una posición económica muy desahogada cuando cobraban la gratificación que les permitía reciclarse en taberneros, panaderos o lo que les diera la gana y acabar sus días apaciblemente junto al CASTRVM donde tenían a sus camaradas con los que contarse embustes y jugar a los dados mientras cogían unas cogorzas monumentales. Y, como ya comentamos en su momento, la cercanía del ambiente militar hizo que muchos retoños habidos EX CASTRIS acabasen en los CASTRA alistándose en la misma legión que papá, que eso de ser hijo del cuerpo siempre ha venido bien para medrar en la milicia. A la izquierda vemos la concesión de los DIPLOMATIS a dos AVXILIARIS recién licenciados. A los legionarios no se les entregaba tanto en cuanto ya eran ciudadanos y no necesitaban ningún documento que lo corroborase.

La sanidad privada mucho mejor, dónde va a parar...

Con el paso del tiempo, muchos de estos asentamientos alcanzaron el rango de MVNICIPIVM y, en algunos casos, de COLONIA, lo que les permitió tener sus propios MAGISTRI y un ORDO DECVRIORVM, por lo que a efectos legales tenían la misma consideración que cualquier ciudad de la metrópolis. Los CASTRA acabaron desapareciendo y con ellos las CANABÆ o los VICI que nacieron y se desarrollaron junto a ellos pero, como ya se ha comentado, en otros casos el campamento se vaporizó junto al imperio, pero la ciudad permaneció y fue creciendo poco a poco hasta llegar a nuestros días. Así pues, lo que actualmente son grandes capitales ya vemos que tienen su origen en modestos chiringuitos donde los legionarios libres de servicio iban a relajarse un rato bebiendo vino menos asquerosillo que el que les daban en el campamento, se metían en un THERMOPOLIVM a degustar alguna chorradita gastronómica que no fueran polentas, huevos duros y nabos o, ya puestos, se pulían el DONATIVVM con el que celebró la toma de posesión el nuevo legado en el CVNNVS AVREVS, el mejor putiferio de la comarca, que ofrecía las fulanas más suculentas y que incluso hablaban un latín bastante fluido.

THERMOPOLIVM, donde el personal se iba de tapeo. En las
DOLIA (tinajas) se conservaban salazones, frutos secos,
aceitunas o platos que solo había que calentar para comerlos

Bueno, criaturas, con esto terminamos. Como hemos podido ver, los campamentos no eran ni remotamente esos recintos aislados en la gran puñeta donde el personal solo vivía para hacer guardias o pasar las horas en el campo de maniobras mientras los centuriones los molían a palos. Junto a ellos se crearon asentamientos rebosantes de vida y donde disponían de todo lo necesario para que sus largas estancias en los territorios donde estaban destinados fuesen razonablemente aceptables, y más en el caso de los que tenían a la familia junto a ellos y podían ver crecer a los nenes, que eso de tener a la parienta en Roma durante años solía producir unas inquietantes pesadumbres en el cráneo y la terrible duda de si los hijos eran suyos o de Hogazus Petreus, el golfo del panadero del barrio que aprovechaba las ausencias del personal para hacer arrumacos a las pobres esposas ávida de cariño.

En fin, s'acabó por hoy

Hale, he dicho

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