jueves, 4 de febrero de 2021

EL MATRIMONIO Y LAS LEGIONES ROMANAS

 

           -Y que no me entere de que tus cinco hermanos ponen un pie en casa, ¿estamos?
           -Hay que ver la manía que les tienes, pobrecitos... Pero, ¿qué te han hecho?
           -Vaciarme la bodega cada vez que vienen, ¿te parece poco?

Curiosamente, uno de los temas que se suelen obviar cuando se habla sobre las legiones romanas es lo referente al casorio, como dando por sentado que estos probos imperialistas se matrimoniaban sin problema y sufrían a sus cuñados como todo bicho viviente. Pero no, las cosas no eran tan simples, y el IVS CONNVBIO, el derecho a establecer una relación marital legalmente constituida, tuvo sus más y sus menos a lo largo de 200 años. Pero vayamos por orden porque para explicar una cosa hay que conocer, aunque sea grosso modo, los orígenes del ejército romano.

El POMERIVM en tiempos de Servio Tulio. Fuera
de ese entorno ya era entrar en otra galaxia

Desde su fundación, los romanos eran, como en tantas otras culturas de su tiempo, ciudadanos que acudían a la llamada de las armas en caso de necesidad. Hablamos de una época en que no existían guerras largas ni un vasto imperio que defender, sino su mínimo territorio, el POMERIVM, es decir, el área sagrada donde se encontraba Roma. Todo lo que quedaba fuera ya era el extranjero si bien, por razones obvias, los límites del POMERIVM se fueron extendiendo a lo largo del tiempo a medida que la ciudad crecía. Ojo, no confundamos el POMERIVM con los territorios que conformaban el imperio. Así pues, solo en caso de verse amenazados por el vecindario, léase etruscos, sabinos, oscos, umbros y demás tribus que poblaban la Península, se organizaban para ir a informarles de que estaban haciendo un máster avanzado de imperialismo y conquista, y que mejor se largaban por dónde habían venido. Hablamos pues de ciudadanos soldados, o sea, hombres que ejercían sus oficios, tenían sus familias y vivían como vivimos nosotros con la salvedad de que, en caso de peligro, todos los hombres útiles debían colaborar en la defensa del territorio. Como dato curioso y aunque muchos lo desconozcan, los suizos mantienen un sistema similar por el que todos los hombres entre los 19 y los 34 años están sujetos a filas, y anualmente deben llevar a cabo un período de instrucción para no perder facultades. De hecho, hasta guardan en casa el uniforme, las armas y las municiones, y tienen un sistema de alerta para convocar al personal en caso de peligro por el que, mediante mensajes emitidos por radio y televisión, indican en clave la orden ce movilización, que pueden completar en 48 horas.

A la izquierda, un guerrero de las centurias formadas por los ciudadanos
de 2ª, 3ª y 4ª clase. A la derecha, uno de 1ª clase que, como vemos,
aún usaban la panoplia de los hoplitas griegos. La diferencia
entre el armamento de ambos salta a la vista. Los de 5ª clase solían
combatir como honderos, que era un arma baratita y la munición aún más

Por marcar un punto de comienzo, propondremos la reforma llevada a cabo por Servio Tulio, sexto rey de Roma, hacia el 570 a.C. y que se basaba en un principio bastante lógico. Los ciudadanos debían costearse las armas, ergo habría que establecer una serie de clases o categorías ya que un alfarero no podía pagarse el mismo equipo que un terrateniente, así que se establecieron cinco clases que, aunque inicialmente se basaban en las IVGERA (yugadas) de tierra que se poseían, poco después se optó por las rentas anuales. Así pues, se formaron cinco clases divididas de la siguiente manera: los que gozaban de unas rentas iguales o superiores a los 100.000 ases pertenecerían a la primera categoría. Los que ganaban entre 75.000 y 100.000, serían de segunda. Entre 50.000 y 75.000, de tercera; entre 25.000 y 50.000, de cuarta, y entre 11.000 y 25.000 de quinta. Aparte de estas cinco clases habría que añadir los EQVES, los más ricachones, que eran los que podían costearse un caballo y que obviamente servían en la caballería y, finalmente, los tiesos, uséase, los PROLETARII o CAPITE CENSI, que estaban exentos de combatir porque lo más que podían comprar para ir a la guerra era un saco de piedras. Así pues, solo en caso de verdadera necesidad se recurría a ellos para que acudiesen a la llamada de las armas con lo que tuvieran a mano, aunque fuera una puñetera hoz o, más generalmente, a ayudar en cuestiones de tipo logístico y como mano de obra. Con las distintas categorías formadas se distribuyeron en centurias de forma que los ciudadanos de primera clase debían nutrir 80 de ellas; los de segunda, tercera y cuarta, 20 centurias cada una; los de quinta, 30 centurias, formando un total de 170 que, a su vez se dividían en dos: las CENTVRIAS IVNORES, formadas por los hombres entre 17 y 46 años, y las de SENIORES, en este caso hombres de entre 47 y 60 tacos. O sea, allí arrimaba el hombro hasta el potito. Y a todas ellas, sumarle cinco centurias de CAPITE CENSI por si había que recurrir a ellos, más 18 de EQVES, con lo que el ejército romano entre los siglos IV y II a.C. estaba nutrido exclusivamente por ciudadanos con sus familias, cuñados, etc. Se casaban con romanas y engendraban romanitos que, naturalmente adquirían la ciudadanía en el instante en que, según la costumbre, la comadrona presentaba al crío y lo depositaba en el suelo. Si el padre lo recogía era la forma de reconocerlo como legítimo, sumando un romanito más al censo. Posteriormente, en los primeros tiempos de la República, se llevó a cabo una nueva transformación que dio lugar al ejército manipular, pero en el tema que nos atañe las cosas permanecieron invariables: el ciudadano seguía siendo soldado.

Bodorrio romano

En esta época, el matrimonio se contraía CUM MANV, una fórmula legal por la que la novia pasaba a formar parte de la familia del marido y quedando bajo su PATRIA POTESTAS. Por lo tanto, en caso de que el maromo palmara podía heredar la parte de sus bienes que hubiera dispuesto en el testamento o, caso de morirse INTESTATIO, pues ya se sacaría las tiras de pellejo con la familia política ya que, según las leyes de estos sujetos, si un hombre moría antes que su padre, no podía legar nada ya que el dueño de todo era el PATER FAMILIAS, condición que mantenía mientras tuviera el ojo abierto. La verdad es que es un poco lioso, pero así se las gastaban. De hecho, en prevención de que una muerte repentina dejara a la parienta y la prole sin un denario, no podían siquiera hacer una DONATIO, o sea, ceder parte de sus bienes en vida ya que, como hemos dicho, todo pertenecía al PATER FAMILIAS y, caso de que muriera, el primogénito era el que heredaba esa condición. Por lo tanto, los segundones lo tenían un poco bastante complicado en ese sentido. La otra fórmula matrimonial era SINE MANV, que empezó a imponerse a finales de la República y se generalizó durante el Principado. En este tipo de matrimonios, la mujer permanecía bajo la PATRIA POTESTAS de su padre, por lo que en caso de divorcio podía recuperar la dote y, aunque no podía heredar los bienes de su marido, sí los de su padre o hermanos que palmaran solteros y sin hijos.

Todo el bullicio ciudadano se evaporaba cuando los ciudadanos
partían a la guerra. Solo quedaban las mujeres, los críos, ancianos,
PROLETARII y los esclavos

Bien, así estaba el patio en la augusta Roma hasta que terminaron con sobresaliente el máster de imperialismo y conquista y empezaron a extender sus dominios más allá del sacrosanto POMERIVM. Primero sometieron a las demás tribus de la Península Itálica para, posteriormente, cogerle una manía tremenda a los cartagineses, que también habían sido unos aventajados alumnos del expansionismo a toda costa. Pero estas guerras ya no eran campañas que duraban el tiempo de ir en busca del enemigo, darse estopa y volver a casa, o sea, cuestión de unos días. Hablamos de ausencias de semanas, de meses e incluso de años enteros, y bajo esas condiciones ya no era viable un ejército formado por ciudadanos que, no solo dejaban a la familia desatendida, sino también sus negocios, sus oficios y sus tierras. Como ya podemos suponer, este plan de vida no resultaba especialmente atractivo a nadie, y cuantos más medios de fortuna tuviesen menos dispuestos estaban a arrostrar la dureza de la vida militar. Un panadero o un tintorero no podía pasar meses en la Hispania batallando con los africanos de Cartago y los númidas de Yugurta sabiendo que su familia no tendría que llevarse a la boca, así que era el momento de llevar a cabo una nueva reforma, en este caso orientada hacia un ejército profesional y permanente.

Recreación de Mario basada en un
busto de su persona

En el 107 a.C., el cónsul Gaio Mario concibió una fórmula bastante sensata: ofrecer al personal la posibilidad de alistarse por un período de 16 años durante los cuales recibiría un STIPENDIVM más la parte que les correspondiera de los botines ganados al enemigo. Al final del servicio serían licenciados, recibiendo a modo de gratificación una suma en metálico o bien una parcela de tierra. Es evidente que los primeros en apuntarse a la fiesta fueron los PROLETARII, que preferían apostar por jugarse el pellejo a cambio de obtener una vejez decente y con medios de vida que les permitieran alejarse de la miseria. Mario incluso ofrecía equiparlos, detrayéndoles del salario una parte para que pudieran pagar su panoplia poco a poco. A todo ello, se sumaba la posibilidad de mejorar su posición social y de participar en las DONATIVA con que los mandamases, y luego los emperadores, solían obsequiar a las tropas para tenerlos contentitos. El precio que había que pagar por ello era decirle adiós a la familia hasta vete a saber cuándo, pero siempre era preferible ser un soldado profesional en el quinto pino que un pobretón de mierda en Roma.

Tras el parto vemos a la comadrona con el crío en brazos.
A continuación lo depositará en el suelo a la espera de que
el padre lo coja, reconociéndolo así como suyo

Y a partir de este momento es cuando la cosa conyugal empieza a torcerse porque, en algún momento entre la reforma de Mario y el inicio del Principado se abolió el IVS CONNVBIO a los legionarios. Ojo, no se prohibió, ya que contravenir la norma supondría un delito sino que, simplemente, no se permitió el casorio a las tropas. Y la cosa no quedó ahí sino que, además, los hombres que ya estaban casados antes de la entrada en vigor de esta norma se vieron de la noche a la mañana "descasados" porque sí. Es decir, sus matrimonios fueron anulados sin más historias, lo que suponía que, de entrada, los hijos que pudieran tener se acababan de convertir en ilegítimos si bien, al menos, conservaban la ciudadanía ya que eran fruto de una unión carnal entre ciudadanos. Por lo demás, es curioso que no haya una sola fuente contemporánea que cite con exactitud quién y cuando decidió abolir el IVS CONNVBIO a los militares profesionales si bien la opinión más generalizada señala a Augusto que, para colmo, hasta se contradijo a sí mismo tanto en cuanto dictó severas normas contra el celibato ya que muchos OPTIMATES pasaban de matrimoniarse y, por ende, de formar una familia, núcleo incuestionable de la sociedad romana. Así, a todo aquel que no se aviniera a buscarse una esposa lo crujían a impuestos y multas para que perdiesen las ganas de estar todo el día picando de flor y flor y se centrasen en una sola para dar ciudadanitos a Roma, siempre ávida de aumentar su demografía.

Un romano con su mujer y su hijo. La familia era algo
sagrado y no como ahora, que se está extinguiendo por
obra y gracia de los experimentos de ingeniería social
instigados por la progresía empeñada en destruir todo
lo relacionado con nuestras raíces culturales

Como decimos, los autores clásicos no se molestaron en dejarnos datos y fechas al respecto y, de hecho, este asunto no se mencionó para nada hasta que, en el 44 d.C., Dión Casio se molestó en reseñar que Clau-Clau-Claudio "...otorgó los derechos de los hombres casados a los soldados ya que, de acuerdo con la ley, no se les permitía tener esposas". En resumen, que si Casio no lo menciona, pues a estas alturas igual hubiese sido un hecho totalmente ignorado. Tampoco se sabe con exactitud quiénes fueron los afectados por esta medida si bien se tiene constancia de que los procónsules, legados y tribunos se libraron del veto matrimonial, entre otras cosas porque su paso por el ejército era un trámite circunstancial para iniciar el CVRSVS HONORVM, su carrera política, y en cuanto terminaban sus breves deberes militares se largaban a toda velocidad de vuelta a Roma. Con todo, conocemos casos como, por ejemplo, el gran Germánico, que permaneció en los campamentos de Germania acompañado de su mujer, Agripina la Mayor, y de su nefando retoño Gaio Calígula, apodado así por la costumbre de su madre de vestirlo de legionario, lo que a las tropas les pareció signo de buena fortuna y fueron los que le idearon el mote con que pasó a la historia (CALIGVLA es diminutivo de CALIGA, la sandalia militar romana). También pudieron quedar exentos los prefectos de campo y los centuriones primipilarios ya que estos, al alcanzar dichos rangos, pasaban a convertirse en EQVES. Pero el resto del personal, incluyendo posiblemente los demás centuriones y los OPTIONES, se quedaron solterones, al menos oficialmente.

Típica alianza matrimonial romana en la que se muestran
dos manos entrelazadas

No se sabe tampoco qué fue lo que impulsó a Augusto o a quién quiera que tomase esta medida. Por lo general, se acepta que, hacia el año 13 a.C., tras tantos años de guerras civiles y deseoso que implantar una férrea disciplina en el ejército, consideró que el matrimonio era ante todo motivo de distracción en los deberes del soldado. De hecho, los miembros del orden senatorial y los EQVES a los que sí se les permitía casarse tenían sin embargo terminantemente prohibido hacerlo con PEREGRINÆ, o sea, nativas de los lugares donde estaban destinados, así como comprar tierras en las provincias como una forma de "obligarlos" a volver a Roma e impedir una excesiva acumulación de dinero y poder que los hiciese proclives a creerse capaces de convertirse en los amos de sus respectivos destinos. Por razones más o menos similares, se pensaba que el celibato haría volver a los hombres a la metrópoli una vez terminado su período de servicio hasta obtener la licencia, que en tiempos de Augusto se alargó primero hasta los 20 años y, posteriormente, a 25, más otros cinco como reservistas o EVOCATI.

Anillo de llave romano. Estos anillos, fabricados de hierro como
un símbolo de la solidez del vínculo matrimonial, no abrían nada.
Usados solo por las mujeres, representaban su papel de guardiana
del hogar

Al parecer, en el caso de los que ya estaban casados cuando entró en vigor la norma no se vieron obligados a divorciarse en toda regla sino que, por decirlo de algún modo, sus matrimonios quedaron "suspendidos" hasta que llegase el día de la licencia si bien su familia quedaba en una situación de total desamparo tanto en cuanto la mujer se convertía en una mera concubina y los hijos, aunque no perdían la ciudadanía, pasaban a ser SPVRII, ilegítimos. Si el legionario llegaba vivo a la jubilación, pues se recuperaban los vínculos matrimoniales y no pasaba nada, pero si palmaba antes de tiempo, bien por enfermedad o en combate, no podría legar sus bienes a su familia, siendo los herederos legítimos los AGNATES del difunto, o sea, su parentela legítima: el padre, si es que sobrevivía a su hijo, hermanos e incluso sobrinos. Pero a su mujer y sus hijos les daban morcilla. 

Recreación de una CANABA junto a un CASTRVM. En estos
asentamientos tenían los legionarios un lugar donde esparcirse
y, más importante aún, tener cerca a su familia

Pero los que se alistaban siendo aún célibes no tardaban mucho en echar de menos eso de formar una familia, sentimiento incrustado hasta el tuétano en la sociedad romana. Un hombre sin familia y, sobre todo, sin hijos, era un fracaso completo. Recordemos que hasta en las cuestiones de ultratumba la familia jugaba un papel primordial ya que, según sus creencias, si su memoria caía en el olvido su alma vagaría por no se sabe dónde para siempre jamás, así que la perspectiva de no dejar a nadie tras de sí les resultaba un poco agobiante. Y en lo tocante a la cosa terrenal, tampoco resultaba nada agradable saber que sus bienes irían a parar al FISCVS, o sea, el odioso erario estatal. Los que morían sin herederos verían sus posesiones convertidas en BONA VACANTIA, bienes libres que iban a parar al estado al no haber nadie que los reclamara. 

CONTVBERNIVM de un CASTRVM STATIVVS. Es obvio que
en semejante sitio no era posible llevar una vida familiar
Por otro lado, la edad media de los reclutas oscilaba entre los 17 y los 23 años, edad en la que el cuerpo requiere de forma imperiosa que alguien le caliente la piltra para aliviar los humores de vez en cuando, por lo que no tardaban mucho en arrejuntarse con alguna PEREGRINA del lugar donde eran destinados y que, bajo la condición de HOSPITA (invitada) o de FOCARIA (cocinera), se dejara querer. Más aún, se dieron infinidad de casos en los que adquirían una esclava que, posteriormente, manumitían y finalmente la convertían en su mujer tras licenciarse, por lo que tanto ella como los hijos habidos en ese concubinato impedido pero tolerado pasaban a convertirse en ciudadanos romanos. Obviamente, la pseudo-familia del legionario no podía alojarse en el CASTRVM, por lo que se instalaban en las CANABÆ anejos a los campamentos. La CANABA era una especie de barrio que crecía a extramuros de esos CASTRA que durante años y años no se movían de su sitio, y que surgieron de la simple necesidad de esparcimiento para las tropas en forma de tabernas, comercios donde adquirir objetos o comida, putiferios y, en el caso que nos ocupa, pues las viviendas de las concubinas o esposas ex-legítimas a la espera de que el licenciamiento de sus maridos les permitiera recuperar su estatus de mujer con todas las de la ley. Algunos autores sugieren que podrían alojarse dentro del campamento, pero no resulta muy creíble que una o más familias se amontonaran en un CONTVBERNIVM para ocho hombres donde, aparte de no haber espacio, se carecía de la más mínima intimidad.

DIPLOMA MILITARIS que se entregaba a los auxiliares
al obtener la licencia y con el que se les otorgaba la
ciudadanía. Los legionarios no lo recibían ya que eran
ciudadanos, y su familia lo era por transmisión hasta
que entró en vigor la dichosa norma

Sin embargo, lo peor de todo era la situación de alegalidad en que se encontraban estas familias, lo que fue una constante fuente de problemas sobre todo en caso de la muerte repentina del cabeza de familia ya que su pseudo-mujer y su prole se quedaban literalmente en la calle y más tiesos que un bacalao. Los prefectos, procuradores y demás mandamases provinciales recibían por ello constantes reclamaciones y quejas que, a su vez, transmitían a Roma y, de hecho, los emperadores comprendían que aquella situación era bastante enojosa. Por ello, a medida que pasaba el tiempo se iban autorizando diversas concesiones para mitigar esa inseguridad angustiosa tanto para el legionario como para su familia que, inicialmente, se solucionó haciendo declaraciones ante testigos de que Fulanita era su compañera, y que tenía tantos hijos habidos de ella. Eso, junto a la autorización para que pudieran hacer testamento acabó al menos con la incertidumbre de pensar que, si caían en combate, todos sus bienes irían a parar a un hermano o un sobrino del que no sabían nada hacía años o, en el segundo caso, ni siquiera conocían. Así, si un legionario moría INTESTATIO (sin haber hecho testamento), su concubina e hijos podían reclamar la herencia mostrando la declaración por la que se anunciaba ante testigos que el muerto era su compañero y padre respectivamente. El FISCVS, en estos casos, se hacía el loco para no cabrear al personal y prefería que la BONA VACANTIA acabara en manos de quienes, en justicia, les correspondía aunque fuese de una forma un tanto vaporosa según las normas vigentes.

Septimio Severo (146-211)

Lo más curioso de todo este embrollo marital es que los emperadores se tomaron muchas molestias por favorecer a los hombres que padecían esta absurda norma pero, incomprensiblemente, no la abolieron sin más. Quizás prefirieron, como suele pasar tantas veces, que conviene mantener leyes impopulares pero mirando para otro lado si se incumplen, pero que si interesa en algún momento se acaba la tolerancia para imponerlas con toda la contundencia necesaria. Sea como fuere, lo cierto es que el que acabó con esta historia fue Septimio Severo, que abolió esta norma permitiendo a las tropas recuperar el IVS CNNVBIO y tener una familia como Júpiter manda. Clau-Clau-Claudio, Adriano, Trajano y Marco Aurelio fueron quizás los que más interés se tomaron en facilitar las cuestiones derivadas de las herencias o la legitimación de facto, aunque no legal, de los hijos, pero Severo fue el que decidió terminar con esa situación porque, entre otras cosas, tras sobrellevar dos guerras civiles no estaba por la labor de tener al ejército descontento. Así pues, aparte de mejorar sus condiciones salariales, abolió la obligatoriedad del celibato y en el año 195 hasta paseó a su amada parienta Julia Domna por los campamentos de Siria, donde fue nombrada por el personal como MATER CASTRORVM (Madre del Campamento).

El mayor premio para un romano de pro: llegar
a casa después de asesinar gente y encontrarse
con la familia, y más si se ha enterado de que su
cuñado ha palmado durante su ausencia

En fin, esta fue la norma que, durante dos largos siglos, impidió a los legionarios formar una familia conforme a sus tradiciones seculares. Cierto es que, casi desde la entrada en vigor de la misma, se llevaron a cabo diversas triquiñuelas más o menos legales para sortearla, pero no debió ser fácil para muchos hombres ver de la noche a la mañana a sus mujeres e hijos convertidos en concubinas y bastardos. Augusto, caso de ser el verdadero instigador de esta ley, no se cubrió de gloria precisamente, y solo cuando se permitió que la compañera y los hijos ilegítimos pudieran convertirse en HERES (herederos) los legionarios pudieron al menos tener la tranquilidad de saber que no se quedarían con lo puesto si morían antes de finiquitar su periplo militar. La abolición llevada a cabo por Severo no solo permitió regularizar estas uniones sino, además, que los hombres fuera de servicio pudieran salir del campamento y vivir con su familia en la CANABA o el VICVS anejos al mismo. Así, muchos hombres que tras pasar la mitad de su vida acantonados en una determinada provincia en los CASTRA STATIVA (campamentos estáticos), cuando eran licenciados y recibían su gratificación pasaban de volver a Roma y preferían quedarse en el VICVS, donde podían montar un negocio o dedicarse a trabajar las tierras que, compradas u obtenidas con la licencia, le permitirían ganarse la vida y llevar una apacible existencia con los suyos.

Bueno, como dudo que los del Canal Historia hayan mencionado este tema ni de lejos, ya saben: a saco con los cuñados que lo saben todo sobre los romanos.

Hale, he dicho

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