jueves, 10 de noviembre de 2022

MÁS CURIOSIDADES HERÁLDICAS. LOS BASTARDOS

Escudo de armas de Urraca Alfonso, hija bastarda del rey don Alfonso IX. Como vemos, aparecen las armas paternas pero con una barra en gules que nos hace saber que no era hija legítima

TEMPVS FVGIT una cosa mala, ¿qué no? Estoy absolutamente desolado. Esta mañana vi que unos probos operarios ya estaban instalando las lucecitas navideñas en las calles, lo que me hizo sentir como un mazazo en la base del cráneo porque era la señal inexorable de que el 2022 está a punto de irse al carajo, y no me he dado ni cuenta. En fin, solo Dios nuestro Señor se escapa de esa irritante sensación ya que, como es de todos sabido, el tiempo no existe en su memoria, pero nosotros, viles mortales, nos chinchamos bonitamente contemplando como se pasa la vida y como se viene la muerte tan callando... 😢😢 Bueno, no es plan de ponerme trágico, así que vamos a dar cuenta de algunas curiosidades heráldicas de relleno porque la malvada musa sigue en paradero desconocido. La muy perra se ha tomado un año sabático, sangre de Cristo. Bien, a lo que vamos...

Puede que alguno se haya preguntado si los hijos espurios de monarcas, nobles e hijosdalgo tenían derecho a hacer uso de las armas paternas. Como ya sabemos, en aquellos tiempo el personal engendraba hijos a mansalva, y a pesar de la religiosidad imperante, así como de los estrictos convencionalismos sociales, cuando alguno de estos fulanos avistaba una real hembra se abalanzaba sobre ella como verraco en celo sin cuestionarse su rango o estatus. En una época en que la mayoría de los casorios eran por conveniencia no era raro pasar de la propia y buscar satisfacción en la coyunda con las ajenas, e incluso hombres verdaderamente enamorados de sus mujeres tampoco se privaban de un revolcón si la ocasión se prestaba a ello. Al cabo, la carne es débil y tal... Buen ejemplo de ello lo tenemos en las grandes cantidades de hijos bastardos con que la realeza europea en general y la española en particular han sembrado el mundo. Y si los reyes no se cortaban un pelo a la hora de fornicar con damas o criadas, pues los nobles menos aún, faltaría más...

Don Juan José de Austria (1629-1679), hijo de Felipe
IV y la actriz María Calderón. Casi con seguridad, si
este hombre hubiese heredado el reino en vez del pobre
Carlos II la historia de España habría sido muy distinta

Con todo, antes de nada debemos tener claro un detalle que muchos suelen ignorar, y es la diferencia entre hijos naturales e hijos bastardos. Mucha gente, la mayoría diría yo, creen que son la misma cosa, pero no es así. Un hijo natural es el que el que se engendra estando soltero, mientras que el bastardo es consecuencia de un adulterio. Los primeros podían pasar a ser legítimos si los padres se casaban, siendo reconocidos sin más y obteniendo la misma consideración que si hubieran nacido dentro del matrimonio. Los bastardos ya no lo tenían tan fácil por razones obvias, y a lo más que solían llegar era a ser reconocidos por sus padres o, con suerte, ser adoptados por ellos. De ese modo, su condición de bastardo era legalmente borrada y pasaba a ser hijo legítimo de pleno derecho si bien esto podía considerarse como una injusticia ya que, obviamente, perjudicaba a los hijos legítimos. Hoy día no damos importancia a estas cuestiones, pero antaño, cuando estaban en juego patrimonios y territorios, no era un tema baladí. Tengamos en cuenta que ser un bastardo no implicaba desdoro alguno en aquella época, y recordemos personajes tan encumbrados como don Juan de Austria, los Trastámara, don Juan José de Austria o el desmedido César Borja, que gozaron de fama y gloria y, en el caso de los Trastámara, hasta pudieron sentir sobre sus cráneos el dulce peso de la corona y fueron el tronco de una dinastía real.

Bien, aclarados estos matices semánticos, procedamos a dar cuenta de cómo se transmitían los blasones a la progenie espuria.

Tanto los hijos naturales como los bastardos tenían pleno derecho a hacer uso de las armerías paternas siempre y cuando hubiesen sido reconocidos por sus progenitores. No debemos olvidar que la sangre transmitida de varón a varón era siempre tenida en cuenta independientemente de la condición legal de la progenie. Sin embargo, por la misma razón había que diferenciar los blasones de los legítimos de los espurios, para lo cual se recurrió a una brisura especial para estas cuestiones. Sí, ya sé lo que viene ahora: ¿qué leches es una brisura?

Armas de Don Felipe IV cuando era Príncipe de Asturias.
En el jefe pueden ver el lambel en azur con tres pendientes

La brisura, palabro proveniente del gabacho (Dios maldiga al enano corso) brisure (fragmento) es "una pieza con la que se cargan los escudos de la línea no primogénita de una familia". Para entendernos: aunque el primogénito ostentaba las armas puras, o sea, las mismas del padre, mientras que los demás añadían una determinada figura a dichas armas para indicar el orden de sucesión, lo cierto es que el heredero no adoptaba las armas puras hasta que el padre palmaba. En España, la brisura que suele usarse es el lambel (véase ilustración de la derecha), mientras que para el resto se recurre a modificaciones en las figuras del escudo o a diversas figuras dependiendo del orden: un creciente para el tercer hijo, una estrella para el cuarto, una merleta para el quinto, un anillo para el sexto y una flor de lis para el séptimo. Había más formas de diferenciar el orden de nacimiento, pero no vamos a redundar en eso ahora porque, además, cada reino tenía sus propias normas. Nos limitaremos pues a dejar constancia de las brisuras empleadas por los bastardos, que son el motivo de este articulillo.

Así pues, hacia finales de la Edad Media se optó por diseñar las armerías de forma que los bastardos reconocidos por sus padres pudieran ser fácilmente distinguibles de los legítimos. Para ello, usaban un escudo con un solo esmalte o metal y un franco cuartel en el que se colocaban las armas paternas. Para entendernos, lo que vemos a la izquierda. Ahí hemos recreado el blasón de un hipotético bastardo de una de las ramas del linaje de los Alburquerque, cuyas armas son: de oro, cinco lises de azur puestas en sotuer. Bien, pues esas son las que vemos en el franco cuartel sobre un escudo con campo de gules liso, mondo y lirondo. De esta forma, los reyes de armas y heraldos de la época podían saber que no estaban ante un retoño legítimo de esa ralea, sino de uno bastardo. Repetimos: en modo alguno debemos pensar que esta forma de diferenciar a unos de otros implicaba algún tipo de deshonra. Simplemente era un método para saber quién era quién, nada más.

Esta moda no duró mucho ya que en el siglo XV se introdujo otra forma de indicar la bastardía que es la que ha perdurado hasta nuestros días. Consiste en emplear el blasón del padre, pero colocando sobre el mismo una barra o, si la composición lo requería, una pieza similar pero más delgada como la traversa, la cotiza o el filete. A la derecha tenemos un ejemplo, en este caso las del antes citado don Juan José de Austria. En el blasón podemos ver el extenso surtido de las armas paternas y sobre todo un filete de plata. Otra opción, empleada por la mayoría de los nacidos de nobles e hidalgos, consistía en poner en los cuarteles 1º y 4º las armas maternas si las tuviere, y en el 2º y 3º las paternas, uséase, una composición justamente al revés de lo establecido ya que los cuarteles 1º y 4º deben corresponder al linaje paterno. En este caso no se aplicaba la barra de bastardía, pero el simple cambio de los cuarteles era ya suficiente para indicar la condición espuria del sujeto.

Y por si alguien pudiera plantear alguna duda ya que, aunque escasas, algunas armerías españolas tienen piezas en posición de barra sin por ello pertenecer a linajes bastardos, lo que daba el marchamo absoluto de ilegitimidad era el timbre, en este caso el yelmo que se colocaba sobre el escudo de armas. Imagino que muchos ya saben a qué me refiero: el casco con forma de almete que decora el escudo y que, conforme a su diseño y posición, indican el título de su propietario. Pero de los timbres ya hablaremos otro día con detalle, así que ahora nos limitaremos a concretar el de los bastardos. Como pueden ver en el escudo de la izquierda, el del supuesto bastardo de los Alburquerque, al timbre vemos un yelmo de escudero mirando al lado siniestro (a la derecha según lo vemos nosotros).  ¿Por qué el de escudero y no el del conde o el simple hidalgo que lo engendró? Porque en España, la transmisión de títulos a los bastardos estaba terminantemente prohibida. Por lo tanto, se tenían que conformar con el yelmo más birrioso, que es el que vemos en la ilustración. Solo en el caso de ser bastardos reales, que por ser papá el mandamás se lo podía permitir, podrían hacer uso del yelmo y la corona del título que recibiese de su progenitor con sus armas, pero de esos cocos, pocos.

Bien, así era la heráldica para los hijos no legítimos. Solo resta añadir que estos sujetos podían legar su blasón a su descendencia, creando así un nuevo linaje si bien los distintivos de bastardía no podían ser eliminados salvo que, por méritos propios, alguien de esa casa fuera premiado con armas propias, o sea, concedidas por el Rey. De ese modo, el antiguo blasón de bastardo pasaba al olvido y podrían poner el yelmo mirando a la derecha, como está mandado.

Bueno, vale de momento. Ya seguiremos.

Hale, he dicho

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