Bueno, ahora le toca a las porras o garrotes que aparecen en la informativa, ilustrativa y edificante biblia.
Aparecen en tres iluminaciones, y siempre portadas por tropas de a pie. En ningún caso en acción de golpear, sino simplemente apoyadas en los hombros de sus usuarios. Las tres son distintas, si bien dos de ellas están construidas con el mismo sistema. Vamos allá...

Su cabeza de armas está guarnecida por unas aristas metálicas que, mirando con lupa la iluminación de marras, permite ver que son en forma de dientes. Estas aristas están embutidas en la madera, formando siete hileras, a razón de cuatro por hilera. Las cuatro primeras son más pequeñas que las tres últimas. Su contudencia está fuera de toda duda, creo yo. Un arma de ese tipo, blandida por un hombre fuerte, debía ser devastadora. Sin embargo, conviene reparar en un detalle, y es que es un arma de peones. Ni un solo hombre a caballo de todas las iluminaciones la usa.
No deja de ser curiosa esta diferenciación de armas en función del estatus de cada figura, lo que me reafirma en mi opinión de que dichas iluminaciones son un fidelísimo reflejo de la realidad de su época. Solo en cuatro de ellas (me refiero a acciones de guerra) aparecen hombres a pie usando espadas, y de esas cuatro, en tres son claramente caballeros que han desmontado. Solo en una, donde varios hombres sin lóriga ni perpunte combaten en una melée y se apuñalan con saña, se usan tres espadas (el resto usan puñales. La escena representa en realidad un combate entre partidarios de David e Ishbothesh, un hijo del rey Saúl). Por norma, las tropas de a pie aparecen con estas porras, hachas, lanzas de diversos tipos, etc., pero no con espadas, arma caballeresca por excelencia en aquella época.


Bueno, referente a la otra, como digo, solo se diferencia en que lleva muchos más clavos, algo así como el doble (no se pueden contar bien debido a lo reducido del tamaño). Un arma así, no es que fuese barata de fabricar, es que cualquiera podía hacerse una recurriendo a una simple rama de roble, darle forma, endurecerla y, con un puñado de clavos robados al herrero en un despiste mientras mira con ojos lascivos a la hija del posadero, que está tela de buenorra, pues ya tiene el peón una maza capaz de derribar sin problemas a un caballero de lo alto de su corcel. Como es obvio, un certero tajo de una espada o un hacha dejaba al peón sin nada con qué defenderse, pero eso se evitaba colocando unas pletinas de hierro o bronce a lo largo de la empuñadura. O, quizás, lo que yo supongo es una tira de cuero puede que sea una tira de hierro que, envolviendo dicha empuñadura en espiral, impida que la afiladísima espada de un caballero le inutilice su arma.
En cualquier caso y a modo de conclusión, está de más decir que, aunque efectiva, no era un arma de calidad y duradera. Aunque su morfología fuera quizás fuente de inspiración a armas posteriores, como el "morgen stern", a la que se parece bastante, estas porras eran simples armas de peones, suficientes para hacer daño, pero con muchas probabilidades de verla inutilizada. Aparte de la posibilidad de que le partieran el mango, los clavos o las aristas se caerían con facilidad con solo una reducción de humedad en el ambiente. Cierto es que bastaría volver a meter la pieza en su sitio y mojar la madera para que quedase de nuevo firmemente asentado, pero su vida operativa debía ser bastante corta. No es que eso supusiera un gran quebranto al peón tanto en cuanto era un arma muy barata y fácil de fabricar pero, verse en plena batalla con la porra inutilizada, era tener todas las papeletas para que a uno lo mandasen precisamente a la porra de un espadazo en mitad del cráneo. En cualquier caso, debió tener bastante difusión entre las tropas con menos poder adquisitivo. Si muchos iban a la guerra con un mayal o un bieldo, ¿por qué no con una estupenda porra claveteada? Seguro que más de uno dejó el pellejo en el lance como consecuencia de un porrazo en plena cara.
Bueno, ya seguiremos otro día con la biblia de marras. Hale, he dicho...
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