lunes, 12 de diciembre de 2011

Partes del castillo: Montaje de las puertas





Acabo de caer en la cuenta de que, a pesar de que las puertas se han tocado ya varias veces, no he caído en explicar cómo se instalaban, así que vamos a ello...



Como se comentó en su momento, las puertas de las fortificaciones no iban provistas de bisagras, sino de dos goznes situados en los extremos de la hoja, los cuales iban a su vez empotrados en sendas gozneleras o ranguas ubicadas en el suelo y el dintel del muro. Para no tener que hacer memoria, a la izquierda podemos ver una foto de una de estas ranguas, sillares de piedra en los que se practicaba un orificio cilíndrico donde se alojaba el gozne. Así pues, más de uno es posible que se haya preguntado como se podía instalar la pesada hoja de una puerta si el alojamiento de sus goznes era algo tan inamovible como dos pesados sillares que, obviamente, estaban empotrados en el muro desde que éste fue construido. Bueno, pues vamos a verlo...



Ante todo, conviene aclarar que se conservan muy pocas puertas originales. El tiempo, la carcoma y el expolio han acabado con la inmensa mayoría de ellas, así que se puede decir que las que veáis no tendrán mucho que ver con su apariencia original ya que las "réplicas" son portones fabricados sobre un bastidor de madera con tablones clavados en su cara exterior. Las originales eran simples tablones de un grosor respetable que, si nos basamos en los diámetros de las ranguas que se conservan, superarían tranquilamente los 15 ó 20 cm. de grosor. La unión entre los mismos se realizaría mediante un machihembrado posiblemente, tras lo cual el conjunto entero era reforzado con flejes de hierro o bronce, o incluso forrándola entera de planchas de metal, lo que, además de hacerla mucho más sólida, contribuía a reducir la posibilidad de que fueran presa de las llamas. Por cierto que, ya que la combustibilidad de las puertas las hacía un blanco relativamente fácil a base de lanzar contra ellas pellas ardiendo o flechas incenciarias, para impedirlo había castillos en los que, sobre la puerta, se abría una buzones matafuegos para poder lanzar agua sobre la puerta en llamas. En este caso no hablamos de matacanes, sino de simples vertederos. En la foto de la derecha, dentro de un óvalo blanco, se puede ver uno de ellos con más detalle.



Bien, aclarado este punto, vamos al grano. En la ilustración de la izquierda vemos la parte superior de la hoja de una puerta. En la esquina de la misma se abre una mortaja para dar cabida a las pletinas de forman el gozne, tal como vemos en el dibujo. Una vez alojado, el conjunto se asegura mediante clavos. Eso permitía que, en caso de fuera necesario sustituir la hoja, bastaba con sacar los clavos, desmontar el gozne superior y desempotrarla. Conviene aclarar que no era precisamente una tarea fácil, ya que el peso que alcanzaba una sola hoja, entre los gruesos tablones y el flejado de metal, podía superar tranquilamente la tonelada de peso, e incluso más, dependiendo lógicamente del tamaño de la puerta.



Para instalarla, se colocaba el gozne inferior en la hoja y se encajaba en la rangua, tal como vemos en la ilustración de la derecha. A continuación, bastaba alinear la hoja con la rangua superior, donde ya estaba alojado el gozne. Se encajaba éste en la mortaja que previamente se había practicado en la hoja, se clavaba, y sanseacabó. En la hoja del dibujo aparece un postigo, accesorio habitual para permitir el paso de personas o animales sin necesidad de abrir la puerta entera. Estos postigos iban provistos de varios cerrojos y trancas como es de suponer.
A la derecha vemos una rangua antes de ser empotrada en el muro. De estas piezas solo vemos la parte que sobresale del mismo, pero una buena parte de ella quedaba encajada con los demás sillares que componían el vano de la puerta. Sobre la misma aparece un casquillo cilíndrico de hierro que era embutido en el hueco de la rangua, a fin de que, debido al roce que producía el gozne, éste no acabara desgastando la piedra e inutilizándolo. De esa forma, además, se podía untar con grasa en cantidad para impedir tanto la oxidación como el agarrotamiento de los goznes. Fijaos, cuando observéis alguna rangua, como en el interior de algunas aún se ve que el moho ha teñido el color de la piedra, lo que indica que esa en particular contó con uno de estos casquillos para su protección.



Y ahora, puede que alguno se pregunte: ¿qué pasaba en el caso de que el vano de la puerta no dejara espacio entre éste y el grosor de la muralla en la que se abría? Obviamente, en ese caso no habría sitio para fijar el gozne en la canto lateral de la hoja.  Pues solo se me ocurre una opción: que la pletina del gozne superior quedara fijada en la hoja solo por la parte de arriba, como muestro en el dibujo de la izquierda. En todo caso, si alguien consigue ver una puerta original, que le haga un par de fotillos y me las envíe, por lo cual le estaré infinitamente agradecido.






Bueno, explicado está. Hale, he dicho...

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