jueves, 20 de diciembre de 2012

Curiosidades funerarias regias




DIBUJO QUE MUESTRA LA MOMIA DEL EMPERADOR CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA 


Como se puede suponer, hay cantidad de datos curiosos acerca de los enterramientos regios en España. Antaño, algunos monarcas dejaron extravagantes disposiciones acerca de qué hacer con sus restos, o bien otros fueron a parar a la fosa de las formas más peculiares. Veamos algunas de ellas...


1. En el Panteón de los Reyes del Escorial sólo pueden ser enterradas reinas que hayan sido madres de reyes. En caso contrario, son depositadas en el panteón de los infantes. Sólo hay una excepción: la reina Isabel de Borbón, primera mujer de Felipe IV que, aunque dio dos hijos varones al rey, ninguno de ellos llegó a la edad adulta. Otra excepción sería, si nos atenemos a los estrictamente reglamentado, la de la reina doña Victoria Eugenia, abuela del actual monarca y cuyo hijo, en teoría, no fue coronado como rey.






2. Solo hay dos monarcas que no reposan en dicho panteón tras ser declarado como sepultura regia por Felipe II. Se trata de Felipe V y Fernando VI que, junto a su mujer, Bárbara de Braganza, reposan en el monasterio de las Salesas Reales de Madrid, convento fundado por ésta última. Al parecer, la decisión de Fernando VI fue debida a que su mujer, a la que siempre amó profundamente, no le dio hijos. Por ello, sus restos no podrían reposar junto a los suyos en el Panteón Real. De ahí que, no queriendo verse separado ni tras la muerte de su querida Bárbara, optase por tener un enterramiento en otro sitio donde sí pudieran reposar el uno junto a la otra.







3. Antes de que los restos de los monarcas vayan a parar al panteón, deben pasar al menos 25 años en el pudridero, una estancia situada en un rellano de la escalera que conduce al mismo. El cadáver es entregado a los monjes agustinos que rigen el monasterio, tras lo cual sacan el féretro de plomo del ataúd de madera y lo depositan en un nicho cubierto de cal viva tras practicarle varios orificios en las paredes de féretro para facilitar la descomposición. Sólo cuando se comprueba que de dichos orificios no sale mal olor es cuando se abre y se introducen los huesos en una urna, también de plomo, que es depositada en los suntuosos féretros de mármol del panteón.

4. Actualmente, sólo ocupan el pudridero los padres del rey don Juan Carlos I, don Juan y doña María de las Mercedes, condes de Barcelona. Una vez sean trasladados al panteón, todos los nichos disponibles estarán ocupados.



5. Carlos I quiso presenciar sus propios funerales antes de morir. Tras consultarlo con su confesor, fray Juan de Regla, se dispuso la ceremonia para el 30 de agosto de 1558. En la misma, todos los criados y servidores del monarca vistieron de luto riguroso, así como el mismo don Carlos. En el centro de la capilla del monasterio de Yuste se dispuso un catafalco rodeado de cirios, y toda la ceremonia se desarrolló tal como sería una vez fallecido el rey. Murió el 22 de septiembre, a las dos de la madrugada.





6. En su última disposición testamentaria sobre su lugar de reposo, aunque inicialmente había ordenado ser trasladado a Granada junto a los restos de su mujer, decidió ser enterrado en Yuste, en una cripta bajo el altar, con el féretro introducido sólo hasta la mitad en un nicho, de forma que "...la mitad de mi cuerpo, hasta los pechos, esté debaxo de dicho altar y la otra mitad, de los pechos a la cabeça, fuera dél, de manera que cualquier sacerdote que dixere missa ponga los pies sobre mis pechos y cabeça". Sin embargo, en 1574, sus restos y los de su mujer Isabel fueron trasladados al Panteón Real del Escorial, siendo sus primeros ocupantes.











7. Enrique IV el Impotente fue enterrado en el Real Monasterio de Guadalupe. Cuando se exhumó su cadáver el 19 de octubre de 1946 para su estudio por parte de una comisión científica encabezada por el doctor don Gregorio Marañón, se vio que, curiosamente, iba vestido con la misma ropa que, según las crónicas de la época, decían que llevaba puestas al morir de forma repentina tras volver de un paseo a caballo. O sea, que el cadáver no fue, según los usos de la época, ni lavado ni amortajado, sino metido directamente en el ataúd sin más ceremonia y enterrado a toda prisa. Sólo se limitaron a cubrirlo con una tela de brocado y un sudario de lino que le cubría la cara.








8. Cuando las tropas franchutes saquearon el monasterio de las Huelgas, en Burgos, el único féretro que no profanaron las hordas de gabachos fue el del infante de la Cerda, primogénito de Alfonso X el Sabio. Se salvó del expolio gracias a que en su sarcófago de piedra, además de las armas de Castilla y León, aparecían las flores de lys de la corona francesa por su madre, Blanca de Francia. Dios maldiga a los gabachos ladrones por los siglos de los siglos, amén.









9. Durante el largo periplo de Juana la Loca con el cortejo fúnebre que portaba el cadáver de Felipe el Hermoso, jamás consintió en pernoctar en monasterios de monjas pensando que, quizás, su lascivo marido se enamoraría de alguna de ellas. En casos así, todo el cortejo se veía obligado a pernoctar al raso, lo que no era precisamente una experiencia gratificante. Sólo cuando avistaban un convento de frailes permitía pasar la noche a cubierto.



10. El rey don García de Galicia, hijo de Fernando I y hermano de Alfonso VI y Sancho II, tras pasar 17 años encarcelado en el castillo de Luna por obra y gracia de sus ambiciosos hermanos, dispuso que su cadáver fuese sepultado con las cadenas que soportó durante tantos años de encierro. Fue enterrado en el panteón regio de San Isidoro de León, y en la tapa de su sarcófago de piedra mandó poner el siguiente epitafio (el original está en latín): 


AQUI REPOSA EL SEÑOR GARCÍA, REY DE PORTUGAL Y GALICIA, HIJO DEL GRAN REY FERNANDO, QUE CON ENGAÑOS FUE CAPTURADO Y ENCADENADO POR SU HERMANO. MURIÓ EL 22 DE MARZO DE 1090



11. Según la leyenda, la efigie yacente del rey Sancho el Fuerte de Navarra, que se encuentra en Roncesvalles, está realizada a tamaño natural, o sea, mide lo mismo que el monarca en vida. Tiene nada menos que 2,20 metros de largo. Como todos sabemos, éste fue el que partió a hachazos las cadenas que rodeaban la tienda del miramamolín en la gloriosa jornada de Las Navas, cadenas éstas que, desde entonces, son el escudo de Navarra. Aunque no se ha hecho un estudio de sus restos, parece ser que, en efecto, era un hombre gigantesco.




12. Finalmente, una curiosidad que, aunque no es regia, sí es principesca. Concretamente, de los príncipes de la Iglesia. En algunas catedrales, como por ejemplo la de Toledo, se pueden ver los capelos cardenalicios de estas jerarquías eclesiásticas colgando del techo sobre sus mausoleos. Según una tradición, cuando el cordón que los sustenta se rompa y el capelo caiga sobre la tumba querrá decir que el alma del cardenal de turno habrá entrado en el Cielo. Por cierto que no tengo noticia de que, hasta el día de hoy, se haya caído ninguno, y por el aspecto que muestran los cordones que he visto, me temo que aún pasará muuuuuuuuuucho tiempo antes de que los eminentísimos monseñores desalojen el purgatorio.



Bueno, ya está.

Hale, he dicho


Asesinatos 3. Don Fadrique, maestre de Santiago



Este personaje, desconocido quizás para la gran mayoría, fue uno más de la abundosa prole bastarda que Leonor de Guzmán dio a Alfonso XI de Castilla y que ascendió nada menos que a diez retoños. Concretamente, parece ser que fue gemelo o mellizo de Enrique, el primer monarca de la dinastía de los Trastámara. Para aclararnos, eran hermanos bastardos del rey don Pedro I. Antes de nada, pongámonos un poco en situación para entender el contexto en que se desarrolló ésta historia...

ALFONSO XI
Alfonso XI, cuya legítima mujer era la reina María de Portugal, tuvo un único heredero: el infante don Pedro. Hubo un crío anterior, pero murió con apenas un año de edad. Una vez asegurada la descendencia, don Alfonso mandó a paseo a su mujer para tomar como concubina a ésta Leonor de Guzmán la cual, aparte de tener fama de hermosa, era evidentemente una paridora de primera clase. Leonor y su prole vivían como una reina y sus infantes, y don Pedro jamás lo perdonó. La temprana muerte de su padre, con apenas 39 años, durante el cerco a Algeciras debido a una epidemia de peste negra, le hizo subir al trono rumiando mil venganzas contra todo el mundo: la concubina, sus hermanastros, su ayo, Juan Alfonso de Alburquerque, y una extensa lista negra. Apenas cinco meses después de su coronación, con apenas 16 años, contrajo una grave enfermedad, al parecer una fiebre cerebral que le dejó la razón un poco alterada. 


PEDRO I
Eso, unido a un carácter por naturaleza fiero, desmedido, desconfiado como una serpiente, y viendo traiciones por todos lados, convirtió su reinado en un baño de sangre. Una veces con razón y otras sin ella, no se cortó un pelo a la hora de mandar asesinar a todo aquel que le inspirara la más mínima sospecha. Y uno de ellos fue su medio hermano Fadrique, que se vio elevado al rango de maestre de la poderosa orden militar por mediación de su padre en el año de 1342. Apenas tenía ocho años de edad cuando recibió el maestrazgo, el cual disfrutó hasta su muerte, como veremos ahora.

La vida de Fadrique fue, como la de sus hermanos, un constante trueque de lealtades, traiciones, desavenencias, de odios y perdones con su medio hermano. Hasta que un día, don Pedro vio colmada su paciencia por las connivencias del maestre con los infantes Pedro y Fernando de Aragón, lo que le hizo decidir su muerte. Veamos como fue la cosa...



MARIA DE PADILLA
Don Pedro hizo ir a su hermanastro al alcázar sevillano, donde estaba viviendo en aquella época. Fadrique acudió acompañado de un séquito de caballeros, como correspondía a su rango. El rey, que se encontraba en un salón jugando a las tablas, lo recibió cariñosamente, interesándose por su persona y, en definitiva, sin mostrar nada que hiciera pensar al maestre que su final era cosa hecha. Eran alrededor de las nueve de la mañana del 29 de mayo de 1358. Tras rendir pleitesía al monarca, fue a saludar a la mujer de éste, María de Padilla, que con sus hijas se encontraba en el Salón del Caracol de alcázar. Doña María, que estaba al tanto de las intenciones del monarca, miró al maestre con una tristeza tan infinita que éste, que se olió que algo iba mal, optó por poner tierra de por medio, marchándose a las cuadras donde habían dejado sus mulas tanto él como su séquito. Pero al llegar a la cuadra vio que no había una sola cabalgadura, lo que le hizo confirmar sus sospechas. Solo estaba allí un caballero por nombre Suero Gutiérrez, el cual le insistió en que saliese de aquel lugar por un postigo que estaba abierto. Dudando estaba si se marchaba o no cuando aparecieron dos caballeros informándole que el rey le ordenaba acudir a su presencia. A medida que iba avanzando por las dependencias del alcázar, los porteros de las mismas iban cerrando una tras otra las puertas, impidiendo así tanto la huida del maestre como que su séquito acudiera en su ayuda. Finalmente, llegó a una dependencia del palacio del Yeso, donde esperaba el maestre de Calatrava, Diego García, hermano de María de Padilla y cuñado del rey, Pero López de Padilla, ballestero mayor, y don Pedro. La orden no se hizo esperar:

-Pero López, prended al maestre- ordenó el monarca.


El ballestero, desconcertado porque no sabía de qué iba la cosa, preguntó:

-¿Señor, a cual dellos prenderé?
-Al maestre de Santiago- señaló el rey.

En ese momento, el ballestero apresó a don Fadrique, mientras don Pedro ordenaba a sus maceros que lo mataran. Éstos, dudando de poner la mano encima a semejante personaje, no acababan de obedecer la orden hasta que un gentilhombre de cámara del rey, Ruy López de Atienza, los amenazó diciendo:


-¡Traidores, ¿qué fazéis?! ¿Non oys que vos manda el rey matar al maestre?



Muerte de Don Fadrique
Entonces ya no lo dudaron ni un instante, y los maceros se abalanzaron sobre don Fadrique, el cual se pudo soltar de Pero López y empezó a correr de un lado a otro, esquivando los mazazos e intentando desenvainar la espada. Pero la cruceta se le trabó con el manto, y no pudo sacarla. Finalmente, uno de los maceros logró alcanzar en la cabeza al maestre, derribándolo de un certero mazazo. Cuando los maceros cesaron de golpearlo, viendo el rey que aún estaba vivo, desenvainó su daga y se la tendió a un paje, ordenándole que rematara a su medio hermano. Así acabó el infante don Fadrique Alfonso de Castilla, maestre de la más poderosa orden peninsular y I señor de Haro, con apenas 24 años de edad, cerca de la puerta del Salón del Crucero, machacado a mazazos y rematado por un simple paje. En el suelo de mármol blanco aún se ven unas manchas que, según la tradición, son de la sangre que derramó el maestre.

CURIOSIDADES


1. Don Fadrique, a pesar de su celibato por pertenecer a una orden militar, no por ello quedó sin descendencia. Tuvo varios hijos de al menos tres mujeres, siendo su primogénito Alfonso Enríquez de Castilla, tronco del ilustre linaje de los Enríquez, que según la leyenda era hijo de una judía.

2. Los maceros que acabaron con el maestre fueron Nuño Fernández de Roa, Juan Diente, Garci Díaz de Albarracín y Rodrigo Pérez de Castro. El primero que logró golpearlo fue Nuño Fernández.


3. Además del maestre, encontró la muerte ese día el caballerizo del mismo, Sancho Ruiz de Villegas el cual, huyendo de la escabechina, quiso escudarse en María de Padilla y su hija Beatriz. Don Pedro, cegado por una furia homicida, lo apuñaló con saña tras lo cual ordenó a Ferrán Sánchez de Tovar que lo rematara con su propia daga.


4. Se dice que, tras acabar con su medio hermano, el rey don Pedro ordenó que le sirvieran de comer en un salón llamado de los Azulejos, al lado de donde yacía muerto el maestre.


5. Además de matar a Fadrique, don Pedro también acabó con la vida de otros dos hermanastros suyos: Pedro y Juan, de 14 y 18 años. Este suceso tuvo lugar en 1359.


6. Don Pedro fue el último vástago de la Casa de Borgoña. Tras ser asesinado por su hermanastro Enrique en Montiel, éste fue coronado rey, lo que supuso el advenimiento de la Casa de Trastámara, cuya última reina fue Juana la Loca.


7. Don Fadrique había nacido precisamente en Sevilla, el 13 de enero de 1334


8. Tras su muerte, el maestre fue enterrado en la catedral de Sevilla. En 1579, sus restos fueron depositados en la cripta de la Capilla Real de la sede hispalense y, como por una burla del destino, están junto a los de su hermanastro y matador, el rey don Pedro.


Hale, he dicho




DE IZQUIERDA A DERECHA: URNA CON LOS RESTOS DE MARIA DE PADILLA, URNA CON LOS RESTOS DEL REY DON PEDRO, Y URNA CON LOS RESTOS DEL INFANTE DON FADRIQUE