Schembart de Nuremberg, o sea, carnaval de las máscaras de madera |
Los tedescos, siempre tan serios y con jeta de pocos amigos, también tenían su sentido del humor. Tanto es así que, prácticamente durante todo el XVI, se pusieron de moda entre los monarcas y nobles del Sacro Imperio una serie de yelmos bastante peculiares en lo tocante a su diseño, al parecer motivado por un carnaval muy popular en Núremberg denominado Schembart. Una schembart era una máscara de madera tallada en la que se plasmaban caricaturas de los personajes famosos de la época, las cuales se ponían los cachondos de turno para hacer parodias de los nobles, el clero, el monarca o incluso de su cuñado más odioso. Por lo tanto, y ya que se lo pasaban tan bien haciendo el gamba y poniéndose de zumo de cebada hasta las trancas, pues los magnates germanos también se dedicaron a encargar a sus armeros yelmos e incluso armaduras nada convencionales destinados a paradas militares, torneos y demás saraos en los que intervenía la nobleza. En honor a la verdad, no se por qué no los usaban también en combate ya que algunos de ellos, como veremos a continuación, tenían un aspecto capaz de hacerle encoger el ombligo al más bragado. Vean pues...
En primer lugar tenemos una muestra de los que actualmente se denominan como yelmos grotescos o yelmos con visores schembart. Yo los llamaría en todo caso yelmos carnavalescos ya que surgieron de dicho evento. Eran, como podemos ver en la ilustración inferior, unos yelmos con visores antropomorfos que caricaturizaban posiblemente a sus propietarios o pretendían emular a las máscaras de madera de los charlatanes de carnaval.
De izquierda a derecha tenemos en primer lugar un almete de manufactura alemana que representa un rostro con una prominente nariz aguileña y un mostacho rematado en dos bolas. Este ejemplar, depositado en el Royal Armouries, está barrado bajo el visor-máscara lo que indica que dicho accesorio podía removerse y, de ese modo, usar el almete en combate o, al menos en justas a pie. El siguiente es muy similar, lo que me hace suponer que estos visores con nariz ganchuda y mostachos debieron ser bastante populares. El siguiente es como un poco siniestro ya que el visor has sido moldeado de forma que representa un rostro humano así como un tanto fantasmagórico. Su manufactura es incierta, dudándose si es obra de un taller alemán o italiano. Está datado hacia finales del siglo XVI. La borgoñota cornuda es quizás una de las piezas mas conocidas de esta tipología. Corresponde a un arnés encargado por Maximiliano I como regalo a Enrique VIII en 1514. Obra del armero Konrad Sousenhofer y solo perdura el yelmo ya que el resto de la armadura desapareció. Tanto estupor causó este extravagante yelmo que, por cierto, representa la jeta imperial, que tras la muerte del Tudor muchos pensaban que la pieza en cuestión era una especie de broma y que había pertenecido al bufón real, un tal Will Somers. El yelmo se conserva en la Royal Armouries de Leeds. El último es un almete de la tipología bigotuda-nariguda de los dos primeros, pero con un acabado más lujoso. Datado hacia 1515, fue obra del famoso armero Kolman Helmschmid, apellido este que, por si alguno no se ha dado cuenta, no significa otra cosa que "forjador de yelmos". Sí, en alemán helm es yelmo y schmid herrero.
Pero además de fabricarse visores con jetas caricaturizadas también se elaboraron unos peculiares yelmos con animalitos tanto salvajes como de granja. Vean unos cuantos ejemplos:
A la izquierda tenemos un almete cuyo visor representa la cabeza de un águila. De procedencia alemana, el yelmo está finamente cincelado. Basta ver la delicada traza de la cabeza del pájaro y las plumas de su cuello. Este visor, como el de la gallina que aparece en tercer lugar, eran removibles y podían cambiarse por visores de combate porque eso de presentarse ante el enemigo con una gallina en la jeta podría dar lugar a lamentables malentendidos. En segundo lugar podemos ver una borgoñota de parada del césar Carlos. Como vemos en la foto, la bufa podía quitarse simplemente soltando la correa que la mantenía unida al yelmo. La visera del mismo, así como el colodrillo, tienen representado la cabeza de un pájaro y su plumaje. La pieza está datada hacia 1540. Por último tenemos una borgoñota cuyo visor representa la cabeza de un oso y es atribuida a un taller de Innsbruck.
Por último, restarían los yelmos de parada que, aunque no pertenecerían en puridad a la tipología de los grotescos, por su aspecto bien podrían incluirse en la misma. En este caso podemos establecer tres grupos, a saber:
Peces y bestias marinas como vemos en los dos primeros ejemplares. Delfines, sirenas o peces de especie indeterminada pero, eso sí, de terrorífico aspecto, solían decorar la parte frontal de estas borgoñotas. Como digo, su uso estaba relegado a paradas y torneos y no se trata de yelmos provistos de accesorios como los almetes vistos más arriba, que les permitía su uso tanto en la guerra como en los jolgorios nobiliarios.
Figuras alegóricas como las que vemos en tercer lugar, por lo general buscando lo heroico o lo glorioso.
Por último, recreaciones de antiguas tipologías helénicas que, precisamente a causa del Renacimiento, vivieron un momentáneo resurgir. El ejemplar que aparece a la derecha, propiedad de Carlos I, representa el típico yelmo corintio tardío con las yugulares repujadas con la forma de las mejillas, la boca y la barba de su portador.
Obviamente, solo he mencionado las tipologías más representativas. En estos temas, modas aparte, el diseño era siempre algo que concernía directamente al que se iba a gastar un pastizal por un yelmo rarito para dar la campanada, así que siempre podremos encontrar ejemplares a cual más extraño.
Bueno, a chascar tocan.
Hale, he dicho
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