jueves, 13 de marzo de 2014

Asesinatos: Gaio Julio César




Alguno se dirá: "¿A qué viene hablar a estas alturas del asesinato de César, si esa historia ya nos la sabemos?" Pero yo le diría: "¿Seguroooo...?" "Sí, claro, lo mataron en el senado en los idus de marzo, y su hijo Bruto formaba parte del complot". En ese caso, recomendaría al lector que siguiera leyendo porque la cosa fue un poco más compleja, y los conjurados eran bastantes más de los que el personal suele imaginar. Así pues, vamos al grano.

LAS CAUSAS

Lucio Tarquinio el Soberbio
¿Han oído vuecedes mentar al rey Tarquinio, apodado el Soberbio? ¿No? Bueno, pues Lucio Tarquinio el Soberbio fue el último monarca de Roma. Reinó entre los años 534 y 509 a.C., en que fue derrocado por su contumaz despotismo y su abyecta tiranía. Pudo largarse a tiempo antes de perder la cabeza a ponerse bajo la protección de Aristodemo, tirano de Cumas, una ciudad estado ubicada en la costa de la Campania. Precisamente, uno de los conjurados fue Lucio Junio Bruto, antepasado del Bruto que todos conocemos. Bien, la cosa es que los romanos acabaron tan escarmentados con la monarquía que, aparte de establecer la república y desterrar a toda la parentela de Tarquinio, se estableció la pena de muerte para todo aquel que intentara reinstaurar dicha forma de gobierno.


Gneo Pompeyo
Y eso era lo que muchos senadores temían por parte de César. Su victoria en la guerra civil contra Gneo Pompeyo, su inmensa popularidad, su incuestionable carisma entre la plebe y la tropa y, sobre todo, su desmedida ambición, lo hacían el candidato perfecto para aspirar a convertirse en el rey de Roma. Hasta tres veces le ofreció Marco Antonio la corona, si bien se negó a aceptarla porque César, astuto como una raposa, sabía que eso no sería admitido por los OPTIMATES y que, al cabo, con su cargo de dictador perpetuo tenía el poder absoluto de todas formas. Pero a pesar de sus protestas y de clamar por la conservación de la república, muchos senadores daban por sentado que su meta era la corona o, al menos, verse convertido en un nuevo Sila.

Con todo, la plebe no veía con malos ojos el ver a César al frente del estado a la vista de las corruptelas senatoriales. Incluso a veces le llamaban REX cuando iba por la calle, a lo que él replicaba "Me llamo César, no Rex", haciendo un chiste con el nombre de Marcio Rex, un antepasado de su abuela. Pero había además otra cosa que los OPTIMATES no le perdonaban a nuestro hombre, y era su magnanimidad. Sí, como lo leen. Su clemencia para con los aliados de Gneo Pompeyo al concluir la guerra civil, a los que no solo perdonó sino que restituyó en sus cargos y prebendas, fue tomado como una forma de querer ganarse sus voluntades precisamente para que le dieran su apoyo a la hora de tomar el poder absoluto. Desagradecidos que eran los muy felones...

Sin embargo, según indica Suetonio, la gota que colmó el vaso fue por una mera cuestión protocolaria: no se levantó de su sitial cuando una representación de senadores marcharon al templo de Venus Madre a presentarle una serie de decretos muy ventajosos para él, actitud esta que tomaron como un acto de soberbia y un amago de monarca en ciernes que no se levantaba ante nadie. Y para rematar las ansias homicidas del personal, el QVICEDENVIRVS Lucio Aurelio Cotta iba a proponer en el Senado que se coronara rey a César ya que en los Libros del Destino estaba escrito que solo un rey podría derrotar a los partos, contumaces enemigos de Roma.

EL COMPLOT

Aureo con la efigie de Gaio
Casio Longino
El alma de la conjura era Gaio Casio Longino, un acérrimo partidario y colaborador de Pompeyo durante la guerra civil que, no solo fue perdonado por César tras su victoria sobre los optimates, sino que lo nombró legado de una legión y, en el año 44 a.C., PRAETOR PEREGRINVS, un tipo de magistrado encargado de solucionar casos en los que intervenían personas que no eran ciudadanos de Roma, e incluso le había prometido el gobierno de Siria, que era una provincia jugosa para ganar buenos dineros. Pero Casio odiaba a César de forma obsesiva, y su única aspiración era acabar con el dictador. 


Casio convence a Bruto
Pero Casio sabía que por sí mismo carecía de la influencia necesaria para arrostrar semejante empresa, así que optó por ganar para la causa a uno de los hombres más respetados de Roma: su cuñado Marco Junio Bruto. Bruto era, además de descendiente de uno de los que acabaron con la odiosa monarquía de Tarquinio, inmensamente rico. Su madre, Servilia, había sido amante de César y, para colmo, también había sido perdonado por éste tras la caída de Pompeyo, y hasta le dio el gobierno de las Galias. Pero Casio le lavó el cerebro de tal forma que lo convenció para que se convirtiera en la cabeza visible de la conspiración que liberaría a Roma del tirano César. Y lo hizo estupendamente, porque Bruto se lo tomó tan en serio que se puso manos a la obra y llevó a cabo una fructífera labor de captación que logró arrastrar a más de sesenta senadores.

LOS CONJURADOS

Marco Junio Bruto, la
cabeza visible del complot
Además de Casio y Bruto, ha quedado constancia de varios de los conjurados: Servio Sulpicio Galba, Quinto Ligario, Lucio Minucio Basilo, Gaio Servilio Casca y su hermano Publio, Decimo Junio Bruto Albino, Lucio Tillio Cimber, Gaio Trebonio, Lucio Casio Longino, Gaio Casio Parmenis, dos hermanos por nombre Caecilio y Bucoliano, Marco Rubio Ruga, Marco Spurio, Publio Sexto Naso, Publio Sexto Naso, Lucio Pontio Aquila, Petronio, Patisco, Decimo Turullio, Pacuvio Antistio Labeo, Favonio, Lentulo Sphinter, Marco Aquino y Publio Cornelio Dolabella. A Cicerón también le ofrecieron unirse al complot, pero se negó porque era experto en nadar y guardar la ropa. Como vemos, son algunos más de los que el personal suele pensar.

EL PLAN

Recreación de la CVRIA POMPEYA
Una vez captado un número suficiente de adeptos a la causa, era evidente que había que decidir como y cuando consumar el magnicidio. Y no era un tema baladí ya que la popularidad de César impediría acometerle en lugares públicos con la certeza de que la plebe lo protegería. Una parte de los conjurados se inclinó por tirarlo desde un puente durante los comicios del campo de Marte, quedando bajo el mismo un grupo para rematarlo si era preciso. Otros propusieron darle muerte en plena Vía Sacra  o en la entrada del teatro. Y otros, por fin, en una sala del teatro de Pompeyo presidida por una estatua de su enemigo llamada CVRIA POMPEYA, la cual se usaba para reuniones del senado mientras se trasladaba el hemiciclo desde la CVRIA CORNELIA a la CVRIA IVLIA. El día señalado fue el idus de marzo ya que ese día tendría lugar el debate definitivo sobre la guerra contra los partos, teniendo César prevista su marcha para el 18 de ese mes, o sea, tres días más tarde. 

LOS DÍAS PREVIOS

César, que de tonto no tenía un pelo y no se le escapaba una, intuía que Casio tramaba algo. Tanto era así que, durante una cena, comentó a sus amigos "¿Qué pensáis que se trae Casio entre manos? Porque no me agrada mucho verlo tan pálido". En otra ocasión, alguien le previno contra el mismo Marco Antonio y contra Dolabela, a lo que replicó "No le tengo miedo a esos gordos peludos, sino a aquellos pálidos y flacos" en clara referencia a Casio y a Bruto. Aparte de eso, tuvieron lugar bastantes prodigios de mal augurio que, para un pueblo tan supersticioso como los romanos, bastarían para poner en guardia al más pintado. Y para colmo, un conocido augur por nombre Spurinna le previno durante la celebración de un sacrificio con la famosa advertencia: "Guárdate de los idus de marzo".

LA VÍSPERA

-¡Ten cuidao con esoh mamone,
que te quien matá, miarma!
- ¡No me seah gafe, cohone!
La noche del 14 de marzo acudió a casa de Marco Lépido, el cual lo había invitado a cenar junto a otros amigos. Durante la charla, surgió el tema de qué muerte preferían cada uno de los presentes a lo que César respondió que la repentina e inesperada, como teniendo un presentimiento de lo que se avecinaba. Al volver a su casa se acostó y su mujer Calpurnia pasó la noche agitada por terribles pesadillas: soñó que el techo de su casa se desplomaba sobre ellos y que su marido moría en sus brazos mientras que las puertas del dormitorio se abrían violentamente. Al despertar se abrazó llorando a César rogándole que no saliera ese día de casa. Tanto insistió que lo tenía ya convencido cuando apareció Decimo Bruto Albino en la casa del dictador exhortándole a no hacer esperar al Senado. Ante la desesperación de Calpurnia, a la hora quinta (las 11 de la mañana), César salió para no volver más junto a Marco Antonio y Decimo Bruto. No usaba escolta porque no quería dar la impresión de que tenía miedo.

LOS IDUS DE MARZO

Spurinna previene a César: los idus aún no han pasado
En el camino al senado, César se topó con el augur Spurinna, al que le dijo en tono jocoso que los idus de marzo ya habían llegado sin que ocurriera nada. El augur le replicó sombrío que, ciertamente, ya habían llegado, pero aún no habían pasado. Poco más adelante se le acercó un pedagogo de griego llamado Artemidoro que le alargó un supuesto memorial mientras le decía "Léelo tú solo y cuanto antes, porque ahí hay escritas cosas importantes que te interesan". César lo tomó de la misma forma que iba aceptando todos los memoriales que le intentaban hacer llegar los ciudadanos que se arremolinaban alrededor suyo, pero el de Artemidoro lo conservó en la mano junto a un estilo en vez de pasarlo a sus secretarios. El memorial era una detallada relación de la conjura y los implicados en la misma, información que el pedagogo había obtenido por su relación con muchos senadores a cuyos hijos enseñaba griego ya que esta lengua era la usada por las clases altas de Roma por ser considerada una lengua culta.

Ya en las escaleras del senado, el plan se puso en marcha...


¡ISTA QVIDEM VIS EST !
Gaio Trebonio retuvo a Marco Antonio con el pretexto de una conversación mientras César proseguía solo. Ya dentro, los conjurados se habían colocado estratégicamente para  controlar el desarrollo del magnicidio ya que, aunque eran muchos los seguidores, también había senadores que no tenían ni idea de lo que estaba a punto de ocurrir. César tomó asiento tras lo cual se le acercaron varios conjurados con Tillio Cimber al frente de ellos, el cual se postró ante César con la excusa de implorar clemencia para su hermano desterrado. César hizo un gesto de que se apartase ya que no consideraba adecuado hablar de aquello en aquel momento, pero Cimber lo agarró por la toga mientras proseguía con su cantinela.

- ¡ISTA QVIDEM VIS EST! (¡Esto es violencia!)- exclamó César haciendo un gesto de defensa.

Pero agarrar de la toga al dictador era precisamente la señal de ataque. En ese momento, Gaio Servilio Casca, que sea encontraba detrás suya, sacó de la toga un PVGIO y le asestó una cuchillada entre los hombros. César se revolvió y lo agarró por la muñeca mientras le clavaba en el brazo el estilo. 

- ¡Malvado Casca, ¿qué haces?!- bramó enfurecido César. 

Casca, asustado, gritó a su hermano en griego

- ¡Hermano, auxilio!


En ese instante, César se vio completamente rodeado por sus matadores que, puñales en mano, se habían juramentado para que todos cataran su sangre debido a lo cual incluso ellos mismos se hirieron entre sí a causa de la gran cantidad de cuchilladas que llovían sobre el dictador. César, viendo que era hombre muerto y en un postrero arrebato de la enorme DIGNITAS que le había sido característica durante su vida, se cubrió el rostro con la toga para que sus enemigos no pudieran ver sus gestos de dolor mientras que con la otra mano se la sujetaba a las piernas para que no se le vieran al caer.

Se dice, aunque en esto los cronistas no se ponen de acuerdo, que fue Marco Bruto el que le asestó la última puñalada, concretamente en la ingle, mientras César le decía lo de "ET TV, BRVTE" o bien "BRVTE, TV QVOQVE FILII MIHII" pero, la verdad, no creo que en pleno apuñalamiento masivo estuviera el hombre para largar muchas frases lapidarias. En cualquier caso, tras recibir veintitrés cuchilladas, el gran GAIVS IVLIVS CÆSAR había pasado de ser el todopoderoso dictador amo de Roma a un pelele desmadejado y envuelto en una toga ensangrentada justo a los pies de la estatua de Gneo Pompeyo Magno.

Su cadáver quedó abandonado en la curia hasta que tres esclavos lo recogieron, lo pusieron en unas angarillas y lo llevaron a su casa cubierto con su toga ensangrentada mientras que uno de sus brazos colgaba de la misma.


Los senadores que no formaban parte de la conjura huyeron echando leches del senado nada más empezar la matanza. El resto salieron muy sonrientes y dando grandes voces al concluir el magnicidio aclamando a los matadores, los cuales aún mostraban sus puñales tintos en sangre. Incluso los aprovechados de turno que no estaban en el ajo pero pensaban que les favorecería sumarse a los asesinos no tardaron en imitarles. Pero nunca pudieron imaginar la reacción de la plebe, y más cuando el suegro de César, Lucio Calpurnio Pisón, dio lectura al testamento del dictador, en el que legaba a cada ciudadano 300 sestercios y donaba a la ciudad los jardines de su villa junto al Tíber. 

Algunos de los asesinos actuaron de buena fe en el sentido de que consideraban que cometieron el crimen en beneficio de la República. Otros se involucraron por odio al que había sido su benefactor. Otros, en fin, por las presiones de otros conjurados. Pero, independientemente de los motivos que impulsasen a cada uno de ellos, nunca pudieron imaginar que la sombra de César les perseguiría hasta ver vengada su muerte. 

En fin, así fue como acabó César el 15 de marzo del 44 a.C. a los 56 años de edad.

Hale, DIXIT EST...

Quéribus, la tumba de los cátaros



El papa promete, además de la salvación eterna,
el oro y el moro a aquellos nobles que le ayuden
en su cruzada contra los herejes
La caída de Montségur en 1244 fue un golpe fatal para los cátaros, cada vez más acosados por la implacable persecución por parte de la Inquisición encabezada por los dominicos y, naturalmente, por el papado. Además de Montségur, sus refugios más relevantes fueron, entre otros, una serie de castillos situados en la que entonces era la frontera entre los reinos de Aragón y Francia, castillos estos emplazados en el corazón de los Pirineos en lugares tan increíblemente inaccesibles que se les consideraba inexpugnables: Puylaurens, abandonado por los cátaros y ocupado por las tropas del rey de Francia entre 1250 y 1259; Fenouillet, Peyrepertuse, rendido a Jean de Beaumont, chambelán de Luis IX, en noviembre de 1240 por su defensor Guillaume de Peyrepertuse  y Quéribus, que fue el último en caer.


Vista aérea del impresionante entorno de la fortaleza.
Tomarla por asalto era prácticamente imposible
Estas fortalezas habían ido cambiando de manos con el paso del tiempo, si bien en esta ocasión nos ceñiremos al que nos ocupa y del que se tiene noticia por primera vez en el testamento de Bernard Taillefer, conde de Besalú, en 1020. A continuación pasó a manos del vizcondado de Fenouillèdes, vasallo de Aragón, lo que complicaba las cosas al monarca francés ya que atacarlos implicaba atacar a un reino vecino. En la época en que transcurrieron estos acontecimientos, el castillo de Quéribus pertenecía al conde de Barcelona, que además era conde de Besalú, y estaba incluido en los territorios pertenecientes al vizcondado de Narbona. Para que nos aclaremos con tanto propietario: Quéribus era en tiempo de los cátaros una fortaleza aragonesa que controlaba la frontera con Francia.


Plano del castillo de Quéribus. En el extremo este se
yergue su enorme torre del homenaje, provista de muros
de entre 3 y 4 metros de espesor
Su etimología ha dado lugar a diversas teorías, como está mandado. En el testamento de Bernard Taillefer aparece citado como Popia Cherbucio. En otros documentos es denominado como Querbus y Quéribus. Fernand Niel (1903-1985), un ingeniero e historiador considerado como una autoridad en la historia del catarismo, propuso que el topónimo podría venir de la raíz ker, que hace referencia a una vivienda en o alrededor de una roca, y buccio, una corrupción del provenzal baou que significa escarpe rocoso. De ahí que Quéribus significaría la casa de la roca.


Recreación ideal del castillo.
Observense los tres niveles defensivos
Así pues, tras la caída de Montsègur, los adeptos, perfectos y obispos cátaros que se libraron de la escabechina optaron por los más intrincados refugios para intentar mantener viva su doctrina a pesar de la enorme presión a la que estaban sometidos. Dichos refugios fueron precisamente Puylaurens y Quéribus, cuyo señor era un noble occitano llamado Chabert de Barbeira (o Barbayra o Barberá) el cual era un fanático seguidor del catarismo que puso tanto empeño en hacer frente a los cruzados papales que le apodaron Le lion de combat (el león del combate). La impunidad con que los cátaros se refugiaban en estas fortalezas sin que el rey de Francia hiciera nada por evitarlo era debido a una mera cuestión geopolítica: Quéribus pertenecía, como se comentó más arriba, al vizcondado de Fenouillèdes, que era propiedad de Nuño Sánchez, señor del Rosellón y al cual, al parecer, le daba una higa que uno de sus castillos fuese refugio de herejes si bien igual lo hacía por fastidiar al gabacho. En todo caso, don  Nuño partió a reunirse con sus ancestros a principios de 1242 sin dejar herederos, por lo que el señorío del Rosellón revirtió a la corona, o sea, a Jaime I de Aragón. Y, para desgracia de los herejes, el rey de Aragón no estaba por la labor de seguir manteniendo la política proteccionista seguida por don Nuño hacia los cátaros, lo que dio carta blanca a Luis IX para acabar de una vez por todas con el último bastión de los enconados herejes.


Carcassonne a comienzos del sigo XIII
La orden para ocupar Quéribus fue dada al senescal de Carcassonne, Pierre d'Auteuil, en la primavera de 1255. Pero el senescal no disponía de tropas suficientes para acometer semejante empresa, por lo que escribe al rey solicitando refuerzos. El monarca intentó que el alto clero del Languedoc se mojara un poco aportando tropas, a lo que se negaron por meras cuestiones de tipo político (como siempre), así que, finalmente, optó por ordenar al senescal de Beaucaire que se uniera a la hueste de d'Auteuil ya que, para colmo de males, gente del Rosellón se habían unido a la guarnición de Quéribus para ayudar a mantener la fortaleza. Sin embargo y contrariamente a lo que se pudiera pensar a la vista de los preparativos bélicos y con la mirada puesta en el complejo asedio de Montsègur, la cosa se solucionó de forma radicalmente opuesta.


Castillo de Puylaurens que, junto con Quéribus, fueron
los últimos reductos de los bons homes. Sobran los
comentarios sobre su emplazamiento, ¿no?
En julio de 1255, Jaime I comunicó a Luis IX que su ejército, con él mismo al frente, se dirigiría hacia el Langedoc camino de Montpellier a fin de sofocar una rebelión por lo que, siendo Quéribus al fin y al cabo un dominio de Aragón, d'Auteuil se vio obligado a levantar el cerco en otoño de ese año para evitar un conflicto internacional como se diría ahora. Aquello parecía que no se iba a terminar jamás de los jamases, y que los odiados cátaros seguirían contaminando al personal con sus herejías. Pero, afortunadamente para el senescal, hizo acto de presencia un hombre que haría dar un vuelco a la situación: Olivier de Termes. Este sujeto, pariente del obispo cátaro Benoit de Termes (fallecido precisamente en Quéribus  en 1241), había tomado parte en la séptima cruzada y gozaba de gran confianza con el rey Luis. Y, precisamente por su parentesco con un clérigo cátaro, supo engañar como a un gazapo al belicoso Chabert de Barbeira, al cual pudieron echar el guante tendiéndole una celada y ponerlo a buen recaudo en el castillo de Aguilar. Una vez apresado, las opciones que le ofrecieron eran evidentes: o entregaba Quéribus o ya podía hacerse a la idea de que acabaría sus días en Aguilar, enterrado en vida en la mazmorra más lóbrega y asquerosa de todas. Se desconoce como fueron las negociaciones, pero colijo que el aguerrido señor de Quéribus no se lo pensó mucho así que, antes de acabar aquel año de 1255, la fortaleza cayó en manos del senescal Pierre d'Auteuil y se acabó lo que se daba. 

Cátaros amablemente invitados a arder
en la pira por herejes
El colofón a esta historia es el siguiente:

Las fortalezas dependientes del vizcondado de Fenouillèdes fueron transferidas a la corona francesa tras la firma del tratado de Corbeil, firmado en 1258 entre Luis IX y Jaime I y que determinó las fronteras entre ambos reinos hasta el Tratado de los Pirineos, cuando se perdió el Rosellón. Eso cerró las puertas para siempre a posibles intentos de hacerlas servir de refugio de herejes ya que todas fueron guarnicionadas con tropas reales.

Chabert de Barbeira (1185-1275) puso tierra de por medio y se refugió en el Rosellón, donde volvió a contraer nupcias una dama occitana llamada Esclarmonda Conat, la cual le dio dos hijos que se sumaron a los otros dos habidos de su primer matrimonio con Sybille de Parcols en 1233. Queda patente que, además de fiero y belicoso, el señor de Quéribus era un tipo muy machote.

Olivier de Termes (c. 1200-1274) se aburría horrores en un Languedoc en el que reinaba la paz y la armonía tras la desaparición de los herejes, así que se fue de nuevo a Tierra Santa a participar en la octava cruzada como senescal de Jerusalén. Murió allí en agosto de 1274 después de dar guerra a base de bien a los agarenos seguidores de Mahoma.

Pierre d'Auteuil, senescal de Carcassonne, se pierde en la memoria del tiempo tras la ocupación de Quéribus. Cabe suponer que le agradecerían los servicios prestados con una palmadita en el lomo y le darían algún señorío birrioso para tener a qué agarrarse durante la vejez.

Otra vista de Quéribus encaramado sobre el imponente
risco calcáreo sobre el que se asienta
Los cátaros no pudieron mantenerse durante más tiempo. Entre el acoso por parte de Roma, la Inquisición, la corona de Francia y la indiferencia de Aragón no tenían otro destino que la desaparición. Quéribus fue su tumba sin epitafio.

En cuanto a la fortaleza, se yergue en un impresionante risco a 728 metros de altura controlando el paso de Grau de Maury, en aquellos tiempos frontera entre Aragón y Francia. Datado hacia el siglo XI, fue sufriendo sucesivas reformas hasta el siglo XVI entre las que destacan la cámara de la torre del homenaje, construida posiblemente por los cátaros ya que en ella la luz entra de una determinada forma durante el comienzo del solsticio de invierno, o una extraña chimenea cuya ubicación es un misterio. Mantuvo una guarnición hasta que, con la firma del Tratado de los Pirineos, el Rosellón fue a parar a manos  gabachas y la utilidad militar del castillo perdió su razón de ser.


Herejes apiolados por los cruzados
Bueno, esta es la historia de como los controvertidos cátaros, los bons homes que tanto dieron que hablar y tanta guerra dieron durante casi medio siglo, desaparecieron sin más en el momento en que sus últimos refugios cayeron en manos de los cruzados. No fue un final heroico, ni apocalíptico ni terrible. No fue a consecuencia de una sangrienta batalla final ni de una capitulación honrosa o de una mística reconciliación con la Iglesia. Simplemente, la cosa se limitó a que los pocos que iban quedando se aburrirían de verse relegados a vivir en cuevas perdidas en los montes, de ser acosados como alimañas y de soportar toda clase de vejaciones y los más tremendos castigos en una época en la que salirse del rebaño era la peor idea que uno podía tener.

En fin, ya está. Ah, por cierto, para poder ver mogollón de fotos del castillo de Quéribus, sírvanse clavar la flecha aquí.

Hale, he dicho...


Vista del interior de la torre del homenaje. Merece la pena reparar en su peculiar bóveda de crucería