Alguno se dirá: "¿A qué viene hablar a estas alturas del asesinato de César, si esa historia ya nos la sabemos?" Pero yo le diría: "¿Seguroooo...?" "Sí, claro, lo mataron en el senado en los idus de marzo, y su hijo Bruto formaba parte del complot". En ese caso, recomendaría al lector que siguiera leyendo porque la cosa fue un poco más compleja, y los conjurados eran bastantes más de los que el personal suele imaginar. Así pues, vamos al grano.
LAS CAUSAS
Lucio Tarquinio el Soberbio |
¿Han oído vuecedes mentar al rey Tarquinio, apodado el Soberbio? ¿No? Bueno, pues Lucio Tarquinio el Soberbio fue el último monarca de Roma. Reinó entre los años 534 y 509 a.C., en que fue derrocado por su contumaz despotismo y su abyecta tiranía. Pudo largarse a tiempo antes de perder la cabeza a ponerse bajo la protección de Aristodemo, tirano de Cumas, una ciudad estado ubicada en la costa de la Campania. Precisamente, uno de los conjurados fue Lucio Junio Bruto, antepasado del Bruto que todos conocemos. Bien, la cosa es que los romanos acabaron tan escarmentados con la monarquía que, aparte de establecer la república y desterrar a toda la parentela de Tarquinio, se estableció la pena de muerte para todo aquel que intentara reinstaurar dicha forma de gobierno.
Gneo Pompeyo |
Y eso era lo que muchos senadores temían por parte de César. Su victoria en la guerra civil contra Gneo Pompeyo, su inmensa popularidad, su incuestionable carisma entre la plebe y la tropa y, sobre todo, su desmedida ambición, lo hacían el candidato perfecto para aspirar a convertirse en el rey de Roma. Hasta tres veces le ofreció Marco Antonio la corona, si bien se negó a aceptarla porque César, astuto como una raposa, sabía que eso no sería admitido por los OPTIMATES y que, al cabo, con su cargo de dictador perpetuo tenía el poder absoluto de todas formas. Pero a pesar de sus protestas y de clamar por la conservación de la república, muchos senadores daban por sentado que su meta era la corona o, al menos, verse convertido en un nuevo Sila.
Con todo, la plebe no veía con malos ojos el ver a César al frente del estado a la vista de las corruptelas senatoriales. Incluso a veces le llamaban REX cuando iba por la calle, a lo que él replicaba "Me llamo César, no Rex", haciendo un chiste con el nombre de Marcio Rex, un antepasado de su abuela. Pero había además otra cosa que los OPTIMATES no le perdonaban a nuestro hombre, y era su magnanimidad. Sí, como lo leen. Su clemencia para con los aliados de Gneo Pompeyo al concluir la guerra civil, a los que no solo perdonó sino que restituyó en sus cargos y prebendas, fue tomado como una forma de querer ganarse sus voluntades precisamente para que le dieran su apoyo a la hora de tomar el poder absoluto. Desagradecidos que eran los muy felones...
Sin embargo, según indica Suetonio, la gota que colmó el vaso fue por una mera cuestión protocolaria: no se levantó de su sitial cuando una representación de senadores marcharon al templo de Venus Madre a presentarle una serie de decretos muy ventajosos para él, actitud esta que tomaron como un acto de soberbia y un amago de monarca en ciernes que no se levantaba ante nadie. Y para rematar las ansias homicidas del personal, el QVICEDENVIRVS Lucio Aurelio Cotta iba a proponer en el Senado que se coronara rey a César ya que en los Libros del Destino estaba escrito que solo un rey podría derrotar a los partos, contumaces enemigos de Roma.
EL COMPLOT
Aureo con la efigie de Gaio Casio Longino |
El alma de la conjura era Gaio Casio Longino, un acérrimo partidario y colaborador de Pompeyo durante la guerra civil que, no solo fue perdonado por César tras su victoria sobre los optimates, sino que lo nombró legado de una legión y, en el año 44 a.C., PRAETOR PEREGRINVS, un tipo de magistrado encargado de solucionar casos en los que intervenían personas que no eran ciudadanos de Roma, e incluso le había prometido el gobierno de Siria, que era una provincia jugosa para ganar buenos dineros. Pero Casio odiaba a César de forma obsesiva, y su única aspiración era acabar con el dictador.
Casio convence a Bruto |
Pero Casio sabía que por sí mismo carecía de la influencia necesaria para arrostrar semejante empresa, así que optó por ganar para la causa a uno de los hombres más respetados de Roma: su cuñado Marco Junio Bruto. Bruto era, además de descendiente de uno de los que acabaron con la odiosa monarquía de Tarquinio, inmensamente rico. Su madre, Servilia, había sido amante de César y, para colmo, también había sido perdonado por éste tras la caída de Pompeyo, y hasta le dio el gobierno de las Galias. Pero Casio le lavó el cerebro de tal forma que lo convenció para que se convirtiera en la cabeza visible de la conspiración que liberaría a Roma del tirano César. Y lo hizo estupendamente, porque Bruto se lo tomó tan en serio que se puso manos a la obra y llevó a cabo una fructífera labor de captación que logró arrastrar a más de sesenta senadores.
LOS CONJURADOS
Marco Junio Bruto, la cabeza visible del complot |
Además de Casio y Bruto, ha quedado constancia de varios de los conjurados: Servio Sulpicio Galba, Quinto Ligario, Lucio Minucio Basilo, Gaio Servilio Casca y su hermano Publio, Decimo Junio Bruto Albino, Lucio Tillio Cimber, Gaio Trebonio, Lucio Casio Longino, Gaio Casio Parmenis, dos hermanos por nombre Caecilio y Bucoliano, Marco Rubio Ruga, Marco Spurio, Publio Sexto Naso, Publio Sexto Naso, Lucio Pontio Aquila, Petronio, Patisco, Decimo Turullio, Pacuvio Antistio Labeo, Favonio, Lentulo Sphinter, Marco Aquino y Publio Cornelio Dolabella. A Cicerón también le ofrecieron unirse al complot, pero se negó porque era experto en nadar y guardar la ropa. Como vemos, son algunos más de los que el personal suele pensar.
EL PLAN
Recreación de la CVRIA POMPEYA |
Una vez captado un número suficiente de adeptos a la causa, era evidente que había que decidir como y cuando consumar el magnicidio. Y no era un tema baladí ya que la popularidad de César impediría acometerle en lugares públicos con la certeza de que la plebe lo protegería. Una parte de los conjurados se inclinó por tirarlo desde un puente durante los comicios del campo de Marte, quedando bajo el mismo un grupo para rematarlo si era preciso. Otros propusieron darle muerte en plena Vía Sacra o en la entrada del teatro. Y otros, por fin, en una sala del teatro de Pompeyo presidida por una estatua de su enemigo llamada CVRIA POMPEYA, la cual se usaba para reuniones del senado mientras se trasladaba el hemiciclo desde la CVRIA CORNELIA a la CVRIA IVLIA. El día señalado fue el idus de marzo ya que ese día tendría lugar el debate definitivo sobre la guerra contra los partos, teniendo César prevista su marcha para el 18 de ese mes, o sea, tres días más tarde.
LOS DÍAS PREVIOS
César, que de tonto no tenía un pelo y no se le escapaba una, intuía que Casio tramaba algo. Tanto era así que, durante una cena, comentó a sus amigos "¿Qué pensáis que se trae Casio entre manos? Porque no me agrada mucho verlo tan pálido". En otra ocasión, alguien le previno contra el mismo Marco Antonio y contra Dolabela, a lo que replicó "No le tengo miedo a esos gordos peludos, sino a aquellos pálidos y flacos" en clara referencia a Casio y a Bruto. Aparte de eso, tuvieron lugar bastantes prodigios de mal augurio que, para un pueblo tan supersticioso como los romanos, bastarían para poner en guardia al más pintado. Y para colmo, un conocido augur por nombre Spurinna le previno durante la celebración de un sacrificio con la famosa advertencia: "Guárdate de los idus de marzo".
LA VÍSPERA
-¡Ten cuidao con esoh mamone,
que te quieren matá, miarma!
- ¡No me sea gafe, cohone!
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La noche del 14 de marzo acudió a casa de Marco Lépido, el cual lo había invitado a cenar junto a otros amigos. Durante la charla, surgió el tema de qué muerte preferían cada uno de los presentes a lo que César respondió que la repentina e inesperada, como teniendo un presentimiento de lo que se avecinaba. Al volver a su casa se acostó y su mujer Calpurnia pasó la noche agitada por terribles pesadillas: soñó que el techo de su casa se desplomaba sobre ellos y que su marido moría en sus brazos mientras que las puertas del dormitorio se abrían violentamente. Al despertar se abrazó llorando a César rogándole que no saliera ese día de casa. Tanto insistió que lo tenía ya convencido cuando apareció Decimo Bruto Albino en la casa del dictador exhortándole a no hacer esperar al Senado. Ante la desesperación de Calpurnia, a la hora quinta (las 11 de la mañana), César salió para no volver más junto a Marco Antonio y Decimo Bruto. No usaba escolta porque no quería dar la impresión de que tenía miedo.
LOS IDUS DE MARZO
Spurinna previene a César: los idus aún no han pasado |
En el camino al senado, César se topó con el augur Spurinna, al que le dijo en tono jocoso que los idus de marzo ya habían llegado sin que ocurriera nada. El augur le replicó sombrío que, ciertamente, ya habían llegado, pero aún no habían pasado. Poco más adelante se le acercó un pedagogo de griego llamado Artemidoro que le alargó un supuesto memorial mientras le decía "Léelo tú solo y cuanto antes, porque ahí hay escritas cosas importantes que te interesan". César lo tomó de la misma forma que iba aceptando todos los memoriales que le intentaban hacer llegar los ciudadanos que se arremolinaban alrededor suyo, pero el de Artemidoro lo conservó en la mano junto a un estilo en vez de pasarlo a sus secretarios. El memorial era una detallada relación de la conjura y los implicados en la misma, información que el pedagogo había obtenido por su relación con muchos senadores a cuyos hijos enseñaba griego ya que esta lengua era la usada por las clases altas de Roma por ser considerada una lengua culta.
Ya en las escaleras del senado, el plan se puso en marcha...
ISTA QVIDEM VIS EST ! |
Gaio Trebonio retuvo a Marco Antonio con el pretexto de una conversación mientras César proseguía solo. Ya dentro, los conjurados se habían colocado estratégicamente para controlar el desarrollo del magnicidio ya que, aunque eran muchos los seguidores, también había senadores que no tenían ni idea de lo que estaba a punto de ocurrir. César tomó asiento tras lo cual se le acercaron varios conjurados con Tillio Cimber al frente de ellos, el cual se postró ante César con la excusa de implorar clemencia para su hermano desterrado. César hizo un gesto de que se apartase ya que no consideraba adecuado hablar de aquello en aquel momento, pero Cimber lo agarró por la toga mientras proseguía con su cantinela.
- ISTA QVIDEM VIS EST! (¡Esto es violencia!)- exclamó César haciendo un gesto de defensa.
Pero agarrar de la toga al dictador era precisamente la señal de ataque. En ese momento, Gaio Servilio Casca, que sea encontraba detrás suya, sacó de la toga un PVGIO y le asestó una cuchillada entre los hombros. César se revolvió y lo agarró por la muñeca mientras le clavaba en el brazo el estilo.
- ¡Malvado Casca, ¿qué haces?!- bramó enfurecido César.
Casca, asustado, gritó a su hermano en griego
- ¡Hermano, auxilio!
En ese instante, César se vio completamente rodeado por sus matadores que, puñales en mano, se habían juramentado para que todos cataran su sangre debido a lo cual incluso ellos mismos se hirieron entre sí a causa de la gran cantidad de cuchilladas que llovían sobre el dictador. César, viendo que era hombre muerto y en un postrero arrebato de la enorme DIGNITAS que le había sido característica durante su vida, se cubrió el rostro con la toga para que sus enemigos no pudieran ver sus gestos de dolor mientras que con la otra mano se la sujetaba a las piernas para que no se le vieran al caer.
Se dice, aunque en esto los cronistas no se ponen de acuerdo, que fue Marco Bruto el que le asestó la última puñalada, concretamente en la ingle, mientras César le decía lo de "ET TV, BRVTE" o bien "BRVTE, TV QVOQVE FILI MI" pero, la verdad, no creo que en pleno apuñalamiento masivo estuviera el hombre para largar muchas frases lapidarias. En cualquier caso, tras recibir veintitrés cuchilladas, el gran GAIVS IVLIVS CÆSAR había pasado de ser el todopoderoso dictador amo de Roma a un pelele desmadejado y envuelto en una toga ensangrentada justo a los pies de la estatua de Gneo Pompeyo Magno.
Su cadáver quedó abandonado en la curia hasta que tres esclavos lo recogieron, lo pusieron en unas angarillas y lo llevaron a su casa cubierto con su toga ensangrentada mientras que uno de sus brazos colgaba de la misma.
Los senadores que no formaban parte de la conjura huyeron echando leches del senado nada más empezar la matanza. El resto salieron muy sonrientes y dando grandes voces al concluir el magnicidio aclamando a los matadores, los cuales aún mostraban sus puñales tintos en sangre. Incluso los aprovechados de turno que no estaban en el ajo pero pensaban que les favorecería sumarse a los asesinos no tardaron en imitarles. Pero nunca pudieron imaginar la reacción de la plebe, y más cuando el suegro de César, Lucio Calpurnio Pisón, dio lectura al testamento del dictador, en el que legaba a cada ciudadano 300 sestercios y donaba a la ciudad los jardines de su villa junto al Tíber.
Algunos de los asesinos actuaron de buena fe en el sentido de que consideraban que cometieron el crimen en beneficio de la República. Otros se involucraron por odio al que había sido su benefactor. Otros, en fin, por las presiones de otros conjurados. Pero, independientemente de los motivos que impulsasen a cada uno de ellos, nunca pudieron imaginar que la sombra de César les perseguiría hasta ver vengada su muerte.
En fin, así fue como acabó César el 15 de marzo del 44 a.C. a los 56 años de edad.
Hale, DIXIT EST
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