Herakles posando como si fuera la Sota de Bastos |
¿Nunca se han preguntado por qué en los tiempos anteriores a la baja Edad Media Occidental nunca aparece ningún tipo de arma contundente en ninguna representación gráfica o artística, en ninguna crónica o, simplemente, en ningún yacimiento arqueológico? Diría que no. Y, simplemente, porque estamos tan habituados a que la panoplia de los combatientes europeos desde antes de los tiempos de Cristo estuviera limitada a la espada, la lanza y, en determinadas culturas, el hacha, que ni nos lo cuestionamos. Si hacemos un rápido repaso mental vemos que, en efecto, ni los griegos, ni los romanos, ni los pueblos germanos, ni los eslavos, ni los celtas, ni los iberos, ni tampoco los etruscos y demás pueblos itálicos usaban mazas o armas similares, y eso que el primer asesinato de la historia fue con un arma contundente en forma de quijada de burro, indudablemente más aerodinámica que una maza normal y que dejó al iluso de Abel con el cráneo en un estado lamentable, y a Caín marcado para la eternidad como un sujeto nada recomendable. No obstante, el uso de garrotes como armas ya era concebido por los griegos hace la torta de años ya que el mismo Herakles hizo uso de uno fabricado con madera de olivo cuando fue a acometer el primero de sus trabajos, matar al León de Nemea, si bien este animalito resultó inmute a cualquier tipo de armas y tuvo que finiquitarlo estrangulándolo. Desde entonces anda metido en un pleito tras otro con los animalistas, me temo. Pero, en cualquier caso y a pesar de que todo un dios como Herakles concibió el uso de armas contundentes, los viles humanos no se dignaron emularlo y siguieron dale que te pego con sus espadas y sus lanzas.
Mazas hindúes y persas |
Pero al otro lado del mundo sí se tenía claro que las mazas eran unas armas no solo efectivas, sino también mucho más fáciles y baratas de fabricar que una espada. Lógicamente, carecían de la efectividad de estas ante enemigos bien protegidos pero si, como era habitual en aquellas latitudes, iban ligeritos de armamento defensivo, sus efectos eran demoledores. Recordemos que ya los egipcios hacían uso de buenas mazas con las que aliñaban bonitamente en nombre de Rá y Amón, que no Ramón, a sus enemigos hititas, asirios, etc., y en tierras aún más remotas, en el Lejano Oriente, se venían usando también desde tiempos muy antiguos. En definitiva, no deja de ser paradójico que en un continente cuyos habitantes han tenido la guerra como principal distracción durante los últimos cuatro mil años se les pasase por alto equipar a sus tropas con armas tan eficaces.
Detalle de una miniatura de la Biblia Maciejowski (c. 1250), en el que se ve como un caballero hunde el yelmo de un enemigo. |
Así pues, no fue aproximadamente hasta principios del siglo XII, tras el regreso victoriosos caballeros que retornaron de la Primera Cruzada cuándo, gracias al intenso intercambio cultural habido en aquellas tierras, debieron traerse de recuerdo alguna que otra maza, armas estas que rápidamente se propalaron por toda la Europa. Los motivos de tanta popularidad eran evidentes: eran muy baratas, fáciles de fabricar y sumamente eficaces contra los mal armados peones de las milicias medievales. De ese modo, los gentiles caballeros podían machacar los cráneos de sus mal armados enemigos, convertir sus sesos en comida para gatos y, lo más importante, preservando sus onerosísimas espadas de sufrir algún daño irreparable. Así pues, aquí es cuando surge la pregunta clave: ¿de quiénes copiaron los europeos las mazas que tanta difusión alcanzaron en pocos años? Pues a la respuesta a dicha pregunta está dedicada la entrada de hoy: de los bizantinos.
KATAPHRAKTÓS blandiendo una maza |
A pesar de la tradición cultural heredada de Occidente, los bizantinos supieron adoptar todas las ventajas que les ofrecía el contacto con los pueblos orientales. De ahí que las tropas pertenecientes al Sacro Imperio de Oriente, que en aquellos tiempos ocupaba la actual Turquía, los países Balcánicos, Grecia, etc., mostraran una peculiar mezcolanza de armas, tanto ofensivas como defensivas, de ambos lados del mundo. Así, entre otras cosas adoptaron el uso de los KATAPHRAKTOI, la caballería pesada que desde siglos antes ya era empleada por persas, partos y sármatas. Y era precisamente en este cuerpo de élite donde principalmente se usaban las mazas que, en aquella época, estaban consideradas como el arma por excelencia de la caballería. El motivo de esta distinción debía estar basado en el hecho de que los enemigos a los que por lo general se enfrentaban los KATAPHRAKTOI eran tropas desprovistas de yelmos y armaduras, por lo que sus efectos sobre cabezas y cuerpos mal protegidos debían ser bastante contundentes. Así, a fin de que las cargas de los KATAPHRAKTOI fuesen lo más devastadoras posible, los componentes de las cuatro primeras filas de KATAPHRAKTÓS eran equipados, además de con espadas- dos por cabeza- y lanzas, con un par de mazas, las cuales podían ser portadas según León el Diácono en sendas fundas a cada lado del pomo de la silla, metidas en el cinturón o simplemente colgando de la muñeca mediante un fiador. Según el PRÆCEPTA MILITARIA, obra del emperador Nicéforo Focas (c.912-969) las mazas y las espadas eran las armas de choque durante la carga y además cuando, a continuación, comenzaba un combate cerrado donde siempre era más ventajoso el empleo de un arma que podía herir de gravedad o incluso matar golpeando al enemigo de cualquier forma y en cualquier dirección. De hecho, ese mismo manual aconseja que la caballería ligera y los arqueros que iban en formación junto a los KATAPHRAKTOI debían ir también armados con mazas.
KATAPHRAKTOI rematando caídos tras la batalla del río Esperqueo (997). Como se puede ver, tres de ellos blanden sendas mazas. |
El buen uso de estas armas debió dejar perplejos a los caballeros occidentales, los cuales no iban más allá de los efectos propios de espadas y lanzas. Según narraba León el Diácono, las mazas de los KATAPHRAKTOI podían romper sin problemas los yelmos enemigos, sus armaduras y hasta el cráneo de un caballo. Incluso menciona a un combatiente griego por nombre Teodoro Lalakon, el cual debía ser además una mala bestia, que podía no solo destruir los yelmos del personal, sino también los cráneos y los cerebros que había debajo con su maza de hierro. Porque, eso sí, la mayoría de las mazas empleadas en Bizancio estaban fabricadas con bronce, material este que es igual de eficaz que el hierro contra un enemigo mal armado, pero mucho menos o nada efectivo contra uno con la cabeza cubierta por un buen yelmo.
En cuanto a su apariencia, la mayoría de estas mazas estaban conformadas por una cabeza de armas y un mango de madera, así de simple. Las cabezas estaban fabricadas en su mayoría mediante fundición partiendo de moldes de arcilla de dos valvas, por lo que su proceso de colada era de lo más sencillo. En la imagen de la izquierda podemos ver varios ejemplos basados en ejemplares que se conservan en diferentes museos. La forma más habitual era la globular, bien lisa, estriada, o fragmentada, si bien también tenían bastante difusión las formadas por prismas de diversas formas y tamaños como los dos ejemplares de la izquierda. Estas mazas recibían el nombre de RAVDION.
Con todo, no solo se fabricaban mazas con el aspecto espartano que acabamos de ver. Según Al-Turtusí, un jurista e incansable viajero andalusí (1057-1127), los combatientes con mayor poder adquisitivo solían forrar el mango con una fina badana o cordobán que eran a continuación decorados con delicados dibujos. Por otro lado, hacia el siglo X apareció una tipología más elaborada que tenía el mango de hierro y la empuñadura con pomo y cruceta como si de una espada se tratase. Estas mazas eran denominadas como SIDERORADVION o SPHATOVAKLION, y colijo que debieron estar inspiradas en el shispar hindú, un tipo de maza de aletas provisto de una empuñadura con las guarniciones similares a las de un sable. A la derecha podemos ver una recreación basada en una maza de aletas turca a la que le he puesto una guarnición de espada bizantina, y supongo que su apariencia debía ser, sino la misma, al menos muy similar a lo que vemos.
En cuanto a las mazas de hierro, su morfología se basaba principalmente en las aletas tal como vemos a la izquierda. Según Nicéforo Urano, un militar de alto rango al servicio del emperador Basilio II, cuando las mazas estaban fabricadas con ese metal eran denominadas como OLOSIDIRA, y al igual que sus hermanas de bronce, también estaban provistas de mangos de madera. No obstante, y supongo que a raíz del cada vez más efectivo armamento defensivo de sus enemigos, cada vez proliferó más el empleo de mazas fabricadas enteramente de hierro. Como ya sabemos de sobra, un mango de madera siempre es susceptible de ser destruido por el filo de una espada o un hacha, y confiar la contundencia de una carga de KATAPHRAKTOI a estas armas convertía en cuasi obligatorio el mejorar la calidad y la resistencia de las mismas. Por otro lado, el mismo Nicéforo Urano recomendaba que las aletas debían tener tres aristas, las cuales tenían que ser afiladas para aumentar su capacidad letal. Este tipo de maza es la que la mayoría suele tener in mente cuando se habla de mazas medievales, y en realidad son unas armas de origen otomano. Por último, cabe reseñar que las mazas se habían convertido, como luego ocurrió en Europa, en símbolos de estatus o de un rango determinado, apareciendo en la iconografía bizantina vistosos ejemplares llenos de petos en manos de guardias, funcionarios de palacio y nobles.
En fin, este es el origen de las mazas usadas en Occidente. Como ya comentamos al inicio de la entrada, sus cualidades hicieron que ganaran gran popularidad en muy poco tiempo, y rápidamente pasaron a formar parte de la panoplia de cualquiera que se dedicase a masacrar ciudadanos, ya fuese un humilde miliciano como un hombre de armas o un poderoso noble. De hecho, los mismos cruzados pudieron probar sus efectos en sus atribuladas carnes cuando, en los conflictos que mantuvieron con los taimados griegos durante la piadosa y a la par sanguinaria expedición, se enfrentaron con los KATAPHRAKTOI de la misma forma que vemos en la ilustración de la derecha. Por último, recordarles que aún en el siglo XVIII la maza siguió en uso como arma para el cuerpo a cuerpo junto con el martillo de guerra en diversas unidades de caballería, así que ya podemos ver que su eficacia le permitió alcanzar una longevidad notable.
Bueno, como es viernes no me enrollo más.
Hale, he dicho
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