martes, 18 de octubre de 2016

Cohetes de guerra 3ª parte. Lanzadores navales


La escuadra británica (Dios maldiga a Nelson) inicia el bombardeo con cohetes sobre Fort Henry en 1812

En las dos entradas anteriores hemos podido ver las diferentes tipologías de cohetes que surgieron en Europa a principios del siglo XIX de la mano del polifacético William Congreve. Solo nos resta mencionar los tipos de lanzadores empleados tanto por la armada como por el ejército que, como ya podemos imaginar, fueron evolucionando a lo largo del tiempo. Pero dicha evolución se irá detallando a medida que, en sucesivas entradas, vayamos estudiando el desarrollo de estas armas, de forma que podamos ir compaginando cada tipo de cohete con los complementos contemporáneos al mismo. Dicho esto, al grano sin más dilación.

Pinaza
Lanzar cohetes desde una embarcación no era cosa baladí. Aparte del evidente riesgo de incendio, los movimientos producidos por el oleaje, por birrioso que fuese, limitaba mucho la precisión de estos artefactos hasta el extremo de que algunos consideraban que un bombardeo con cohetes solo podía ser viable si el objetivo era algo de un tamaño similar a una población. Por todo ello, se recurrió a emplear pinazas como plataformas de lanzamiento. Las pinazas eran una de las embarcaciones que llevaban los navíos de guerra como pequeñas embarcaciones auxiliares y que se movían tanto a remo como  vela ya que disponían de uno o dos palos. Y precisamente por el escaso espacio disponible, como para evitar el riesgo de que las llamaradas que emitían los cohetes al ser disparados causaran un desastre, la dotación de cohetes era estibada en un bote unido a la pinaza por un cabo, uniéndose ambas embarcaciones cada vez que había que recargar.

El lanzador consistía en una simple escalera de unos 4,5 ó 5 metros de largo provista de una argolla de hierro que fijaba a un palo. Según podemos ver en el grabado de la derecha, el lanzador era puesto en posición cuando el objetivo estaba a la vista, para lo cual bastaba tirar de una driza y darle el grado de elevación adecuado. En el detalle podemos ver tanto la argolla de sujeción como las dos cajas metálicas situadas en el extremo de la escalera, siendo estas donde se colocaban los cohetes, por lo que solo había que subir por dicha escalera a la hora de recargar. Eso sí, siempre y cuando estuviera la mar en calma ya que, de lo contrario, el lanzador era arriado y recargado sobre la cubierta. Cuando llegaba el momento de disparar los cohetes toda la tripulación de la pinaza se agrupaba en la popa y se cubrían con gruesas lonas impermeables para no sentir sobre sus curtidos pellejos de marineros ahítos de ron las llamaradas y chispas que despedían esos chismes.

La madre del cordero estaba en las cajas metálicas del extremo de la escalera ya que estaban diseñadas no solo para proteger el lanzador de madera de las llamas que despedía el cohete, sino para aprovechar al máximo los gases producidos por la combustión del propelente. Como vemos en el gráfico de la derecha, estaban provistas de una tapa abatible para impedir, dentro de lo posible, fugas del gas que se producía durante el lanzamiento. Recordemos que el propelente, al estar fabricado con pólvora negra, carecía como es lógico de energía para imprimir una velocidad inicial verdaderamente potente. Antes de colocar el cohete en la caja, el artillero le quitaba la tela encerada que lo protegía de la humedad y lo preparaba todo para efectuar el lanzamiento. Los dos arcos eran para impedir que el cohete saliera despedido hacia atrás por el cabeceo del barco.

La ignición se efectuaba con una llave similar a la empleada en los mosquetes de chispa. Es cada caja se atornillaba una chapa como la que vemos en la figura A, la cual estaba provista de dos orificios roscados para fijar la llave mediante palometas. La muesca grande que vemos en la parte superior era para comunicar el fuego al interior de la caja y, de ese modo, prender el propelente del cohete. La llave la vemos en la figura B con sus dos palometas para removerla a voluntad. Las llaves solo eran montadas cuando se iba a entrar en combate, permaneciendo mientras tanto a buen recaudo. La figura C nos muestra el aspecto de la llave montada en su soporte y lista para el combate. El disparo se efectuaba tirando de un largo cordel para que el artillero se mantuviera a una saludable distancia y no verse achicharrado sin más. Estas llaves solían tener gran parte de sus mecanismos por la cara exterior ya que al carecer del espacio disponible en las culatas de los mosquetes, los muelles y demás piezas debían estar en la parte de fuera. En la figura D vemos una llave original de la época en la que merece la pena reparar en la pieza que señala la flecha. Se trata de la batería en la que se cebaba para efectuar el disparo que, como se aprecia con toda claridad, se proyectaba hacia la cara interna de la llave para que el fuego alcanzase la base del cohete.

Bien, este sería el aspecto de la caja del lanzador con la llave ya instalada. Tras cada disparo, el artillero refrescaba el metal con una esponja empapada en agua que, además, apagaría cualquier resto de pólvora ardiendo que quedase en el interior. Para ello abría la tapa superior y controlaba que todo estuviera en orden antes de recargar. A continuación solo tendría que colocar otro cohete, cebar la batería, amartillar la llave y disponerse a abrir fuego tirando del cordel.

Para comprender mejor la secuencia de disparo la detallaremos paso a paso según el gráfico de la derecha. En A podemos contemplar una vista de perfil de la caja de disparo con un cohete ya preparado en su interior. Como se puede ver, aproximadamente la mitad del cuerpo del cohete está dentro de la caja, quedando un espacio vacío tras el mismo para permitir la acumulación de gas. Así mismo, se puede ver el orificio por donde entrará el fogonazo producido por el disparo de la llave situada en el exterior de la caja. En B se acaba de producir el disparo, y el fogonazo del mismo está prendiendo el propelente del cohete y la mecha de la cabeza de guerra que, en este caso, se trata de una cabeza explosiva tal como explicamos en la entrada anterior. En un instante, un chorro de fuego saldrá por la base del cohete. Y eso es lo que está ocurriendo en C: el interior de la caja se ha llenado del gas ardiendo que está empezando a impulsar el cohete hacia adelante. En una fracción de segundo abandonará el lanzador y saldrá en busca de su objetivo para sembrar muerte y destrucción + IVA.

Y ese instante es el que recoge este grabado. El cohete está comenzando a elevarse dejando tras de sí un reguero de chispas, fuego y humo. Se aprecia perfectamente al artillero sujetando el cordel con que dispara la llave de chispa, así como toda la tripulación agrupada en la popa de la pinaza para ponerse a salvo de las llamas. Por cierto que era habitual en las embarcaciones que, como las pinazas, usaban velas, arriarlas y mojarlas con agua para que hiciesen de pantalla protectora. Así pues, la secuencia completa de disparo sería la siguiente: en primer lugar había que aproximarse previamente hasta unos 1.300 metros del objetivo, tras lo cual se maniobraba con los remos para enfilar el objetivo. Una vez apuntado el barco se echaba el ancla, se colocaban los remos en la proa y se aproximada la embarcación auxiliar para tomar dos cohetes. Dicha aproximación siempre era desde la popa de la pinaza, nunca acostando una embarcación con la otra. Una vez pasados los dos cohetes se retiraba la embarcación auxiliar, que quedaba unida a la principal por un cabo de unos 50 metros para preservarla del más mínimo riesgo de ignición accidental. A partir de ese momento, el artillero retiraba la protección de los cohetes, los colocaba en los lanzadores, cebaba las llaves y se retiraba a popa para efectuar los disparos. Este ciclo se repetiría tantas veces como fuera necesario o les hubiesen ordenado. 

Una excepción a este sistema fueron los casos del HMS Galgo y el HMS Erebus, este último armado con 26 cañones y botado en agosto de 1807. El Erebus fue modificado en el Laboratorio de Woolwich entre febrero y marzo de 1813 bajo la dirección personal de Congreve para alojar diez lanzadores en cada banda. Como podemos ver en el grabado superior, las portas convencionales fueron abiertas más arriba para permitir el ángulo de elevación necesario para los cohetes. La vista en sección nos permite vez las modificaciones efectuadas en el puente para alojar los largos estabilizadores de estas armas. El Erebus tomó parte en la guerra de 1812, formando parte de la escuadra que bombardeó con cohetes Fort Henry, siendo finalmente enviado al desguace en 1819.

En fin, ya vale de momento. Con lo tratado hoy seguramente podrán humillar bonitamente a algún cuñado porque dudo que el sistema de ignición de estos artefactos aparezca en algún documental del Canal Historia ese.

Hale, he dicho

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