viernes, 6 de septiembre de 2019

Ratas de túnel. Armamento y equipo


Rata de túnel con un revólver provisto de supresor.
Estas armas eran bastante apreciadas por su fiabilidad
Prrrrrosigamossssss... Hoy toca hablar del armamento y demás utensilios necesarios para que estos probos homicidas subterráneos pudieran cumplir su cometido con propiedad, enviando si era necesario a posibles habitantes del subsuelo al paraíso comunista de forma eficiente y, sobre todo, contundente. Porque uno de los problemas que se suelen presentar cuando se lucha contra enemigos especialmente fanatizados, ya sean por motivos religiosos o políticos, es que no tienen inconveniente en vender muy caras sus miserables envolturas carnales y palmarla sin pestañear si de ese modo pueden llevarse por delante a uno o más adversarios, así que para acabar con ellos era recomendable recurrir a medios lo suficientemente expeditivos como para dejarlos en el sitio sin darles tiempo a accionar alguna trampa explosiva, arrojar una granada o, simplemente, soltar una postrera ráfaga de su Kalashnikov mohoso pero que siempre funciona. Sin embargo, y según iremos viendo a lo largo del artículo, el ejército yankee (Dios maldiga a Hearst) tampoco mostró lo que se dice un interés especial en dotar a sus abnegados topos guerreros con armas adecuadas a su peculiar oficio considerando el medio en el que debían desenvolverse: angosto, oscuro, húmedo, asqueroso y con la opción de poder usar solo una mano ya que la otra debía sujetar la linterna, el teléfono, la sonda, la bayoneta o la figurita vudú llena de alfileres con cabeza negra del cuñado que le recomendó ir voluntario porque le aseguró que podría elegir destino y quedarse en una base Hawai tocándose el escroto o disfrutando de la compañía de frondosas y complacientes señoritas hippies hasta las cejas de farlopa.

En los albores del conflicto, cuando los yankees pudieron corroborar que sus corruptos e inútiles aliados de la RVN no habían hecho los deberes y tenían todo su territorio con más agujeros que la contabilidad de un partido político, el "kit" para ratas de túnel se limitaba a lo que vemos en la foto de la izquierda: la pistola Colt 1911A1, la linterna MX-991/U y la bayoneta M7 o un K-Bar. Con eso se tenían que aviar porque no había otra cosa disponible. Pero, aunque parezca más que suficiente para adentrarse en las entrañas de la arcillosa tierra vietnamita, este mínimo equipo adolecía de ciertos inconvenientes, sobre todo la pistola. No vamos a entrar en detalles sobre ella porque nos sabemos de memoria cada pieza de la misma, pero sí en su funcionalidad para combatir en un angosto túnel. Por un lado, es innegable que el calibre .45 ACP era y es óptimo para neutralizar a cualquier agresor con un solo disparo. Me retrotraigo a lo comentado en el párrafo anterior, cuando mencionaba que a los enemigos fanáticos hay que dejarlos literalmente en el sitio para impedir que mueran matando. La bala de 240 grains que disparaba esa pistola tenía la suficiente energía cinética como para, caso de no impactar en la cabeza o el corazón, producir un shock que dejase momentáneamente aturdido o sin conocimiento a la víctima, dando al agresor la opción de rematarlo sin temor a que hiciese una postrera puñetería y lo matase antes de estirar la pata. Vervi gratia, finiquitarlo con un certero disparo en el cerebro o, si no se quería hacer más ruido, metiéndole la bayoneta por el plexo solar y filetearle el músculo cardíaco.

Pero cuando se dispara un arma de ese tipo en un sitio cerrado, el sonido se magnifica enormemente al rebotar contra las paredes, de forma que lo deja a uno medio sordo y con un pitido en los oídos que tarda un rato en desaparecer (doy fe). En algunos casos puede incluso producir una perforación del tímpano con las consecuencias que podemos imaginar. Así pues, aparte de la molesta y dolorosa sensación que produce el sonido del disparo, incapacitaba durante un breve pero vital tiempo la capacidad auditiva del rata, que podía no escuchar como el cuñado del difunto vietcong se aproximada por el siguiente recodo para abrasarlo a tiros. Ante algo tan palmario, los mandamases decidieron actuar en consecuencia introduciendo diversas armas para darle al personal la opción de defenderse sin quedarse sordo o, peor aún, palmarla en el hoyo por no haber podido oír como se le echaba encima un enemigo. 

Las cosas como son: dedicarse a rata de túnel no estaba
pagado con nada. ¿Se imaginan en el lugar de ese sujeto?
Por otro lado, a medida que se iban descubriendo complejos cada vez más grandes quedó claro que también había que mejorar los medios para que el rata que actuaba en solitario sin hombre de apoyo pudiera mantener el contacto con la superficie sin tener que ir cargando con el pesado teléfono TA-1/PT con la mano que le quedaba libre para sujetar la linterna o tantear el suelo con la bayoneta o la sonda, porque la pistola como que era mejor no soltarla ni para mear. Y todo ello teniendo en cuenta que, salvo contadas excepciones, la escasa altura de los túneles obligaba al rata a avanzar gateando, lo que dificultaba aún  más su movilidad y su capacidad para manejar varios objetos al mismo tiempo. En realidad, lo raro es que unos pijos armamentísticos como los yankees, que hasta formaban comisiones de estudio e invertían un pastizal para diseñar un simple abrelatas, no hubiesen dedicado más medios y atención a solventar un problema tan grave ya que, y ellos eran plenamente conscientes, incluso tenían túneles a escasas decenas de metros de sus bases con mogollón de vietcongs paseándose bajo ellos como Pedro por su casa.

A medida que las bajas por sordera aumentaban mientras que el ejército tomaba cartas en el asunto, algunas unidades se agenciaron revólveres Smith & Wesson modelo 10 (foto superior) o Colt Police Positive Special (foto inferior) que solían ser los que se distribuían entre los pilotos. Ambas armas estaban recamaradas para disparar munición del .38 Sp. y tenían el mismo largo de cañón, 4 pulgadas. El .38 Sp. es un calibre muy extendido para uso policial y defensa personal, con una potencia similar o algo inferior al 9 mm. Para., o sea, inferior en cualquier caso al poderoso .45 ACP de la Colt reglamentaria. Pero, a cambio, ofrecían una ventaja innegable: los revólveres nunca se encasquillan, motivo sobrado para tenerlos en cuenta por alguien que se jugaba literalmente el pellejo si el arma le fallaba en el momento supremo. Lo más que podía pasar era que un cartucho fallase, en cuyo caso bastaba con apretar nuevamente el gatillo para que el tambor girase y, con él, un nuevo cartucho. Por otro lado, eran armas menos sensibles a la suciedad por tener menos mecanismos en movimiento que una pistola, y con sus seis cartuchos de capacidad no es que fuesen sobrados de munición- la Colt llevaba 7 + 1-, pero no era habitual que se formase un tiroteo dentro de un túnel.

Por fin, en 1966 se distribuyeron para ser probados sobre el terreno media docena de "Tunnel Exploration Kit", o sea, Equipo para Exploración de Túneles, diseñado por el Limited Warfare Laboratory. Este equipo estaba ideado para que el rata pudiera tener más libertad de movimientos, disponer de un arma eficaz y, al mismo tiempo, que no le dejase los tímpanos convertidos en comida para peces. Porque los supresores que ya han visto en más  de una foto no estaban destinados para actuar de forma taimada y silenciosa, sino para no dejar sordo a medio ejército. El kit en cuestión estaba formado por un revólver Smith & Wesson modelo 10 como el que hemos visto en el párrafo anterior, pero provisto de un generoso supresor y una luz de puntería sobre el armazón; un foco de minero que se colocaba sobre la gorra del uniforme de faena y un sistema de comunicaciones. Veamos cada pieza paso a paso...

Fotograma de una película de alta velocidad que muestra con toda claridad
la fuga de gases que se produce entre el tambor y la recámara en el momento
del disparo. Esa fuga tiene lugar antes incluso de que la bala salga del cañón
El revólver. El arma en sí era perfectamente válida, pero como ya sabemos, y al que no lo sepa yo se lo digo, los supresores no son totalmente efectivos en un revólver. El motivo es el siguiente: cuando se efectúa un disparo en realidad oímos tres sonidos producidos prácticamente al unísono: el estampido del pistón que inicia la carga, los gases de la pólvora, que salen por la boca de fuego a velocidad supersónica, y la bala rompiendo también la barrera del sonido si supera los 330 m/seg. de Vo.  teniendo en cuenta que la velocidad del sonido no es un valor exacto ya que varía en función a una serie de factores. Como sabemos, los revólveres no son estancos. Hay una pequeña ranura entre el tambor y la recámara por donde escapa una parte de esos gases supersónicos. Es ínfima, cuasi despreciable, pero lo suficiente como para que la supresión del sonido del disparo no sea tan efectiva como en una pistola. Por otro lado, la excesiva longitud del supresor desequilibraba el arma y lo hacía poco manejable en la angustiosa estrechez de los túneles. En cuanto a la luz, prácticamente no servía de nada porque el foco era tan potente que la anulaba. La pieza más peculiar era la enorme funda que, como ya podemos imaginar, era totalmente inútil e incluso molesta y engorrosa cuando se arrastraban por un túnel.

El foco. Era un trasto alimentado con una pila de 6 voltios que se encendía y se apagaba mordiendo esa especie de chupete que lleva en la boca el fulano de la foto. De ese modo no tenía que usar la mano libre para ese menester. En sí no era una idea nada mala, pero el problema es que, al parecer, fallaban más que las promesas de un político. Por otro lado, el peso del foco hacía que se volcase hacia adelante, o que la visera de la gorra le restase eficacia o que en túneles especialmente angostos sufriese golpes constantemente contra el techo. En resumen, un churro de foco que, además, pesaba horrores. La batería la llevaba a la espalda, en la bolsa que vemos a la izquierda y cuyo cable de alimentación era susceptible de engancharse en todas partes.

Un primer plano del engorroso sistema de comunicaciones, el foco, el
revólver con el supresor y la luz de puntería. Salta a la vista que no debía
ser nada cómodo, y la jeta sonriente del yankee en camiseta lo dice todo
El equipo de trasmisiones. Constaba de un micrófono de alta sensibilidad de conducción ósea  que se colocaba en la parte trasera de la gorra en contacto con la cabeza. Para los que lo desconozcan, este sistema recoge la voz que se transmite por la osamenta del cráneo. Para que me entiendan: si se tapan los oídos y hablan siguen oyendo su propia voz, pero con una frecuencia más baja aunque con más nitidez. Es lo que hacen muchos cantantes que, imagino, habrán visto alguna vez, que se tapan al menos un oído para escuchar su voz con más claridad cuando cantan a coro. Bien, pues este era el sistema ideado para transmitir la voz del rata aunque, la verdad, podrían haber recurrido a un laringófono como los que usaban los carristas y los aviadores desde hacía la torta de años con excelentes resultados, pero en fin... Y para transmitir, el rata se colocaba un micrófono en la oreja, claro está. Los cables- demasiados cables ya- iban a una bobina que colgaba del cinturón (la que vemos en el lado derecho), e iba soltando hilo a medida que avanzaba. En teoría era más cómodo que ir tirando de decenas o centenas de cable de la bobina situada en superficie. En este caso, en vez del teléfono TA-1/PT el cable era conectado a un TA-312/PT.

A la izquierda podemos ver el teléfono en cuestión con sus partes más importantes. 

A: Regulador de volumen de recepción del auricular.

B: Alojamiento para dos baterías BA-10 (las mismas que usaban los bazookas, ¿las recuerdan?)

C: Bornes de conexión para baterías externas.

D: Conector del cable telefónico

E: Tecla de llamada. Cuando se quería hablar había que mantenerla presionada, y soltarla para recibir. O sea, no era bidireccional como los teléfonos normales, en los que dos personas pueden insultarse simultáneamente sin problemas. Aquí hay que esperar a que la parte opuesta termine para poder darle la réplica.

F: Manivela de llamada. Cuando el operario del teléfono quería contactar con el rata debía avisarlo girando esa rueda. El rata solo tenía que hablar para que su voz se escuchase, aunque para ello había que tener descolgado el auricular.

Y aparte de todo lo mencionado, con cada equipo se adjuntaba un juego de tapones para los oídos que, en teoría, no harían falta si se usaba el supresor, pero ya en origen daban por sentado que la eficacia del mismo no era la deseable. De hecho, para lograr una disminución notable del ruido del disparo había que usar una munición especial con carga reducida que hacía que la bala saliera a velocidad subsónica y la fuga de gases fuese menos escandalosa pero, cosas de yankees, ese tipo de munición nunca estuvo disponible, así que tuvieron que emplear la normal para ese tipo de armas. 

El 6 de enero de 1967 se elaboró un informe con las conclusiones tras las pruebas efectuadas por los cuatro grupos a los que se distribuyó el equipo. Dichas conclusiones acerca del dichoso kit ratonil no eran para tirar cohetes, sobre todo en lo referente al foco. No obstante, parece ser que se distribuyeron 250 equipos de los que no se sabe nada, ni siquiera si llegaron a usarse. Imagino que al poco de llegar a destino los mandarían a hacer puñetas y se quedaron solo con los revólveres, que estaban más cotizados a pesar de que el supresor no funcionaba como debía pero, al menos, eran armas sólidas, fiables y jamás lo dejarían a uno tirado a la hora de la verdad. 

De hecho, hubo ratas que optaron por usar revólveres que, aunque anticuados, no habían perdido su vigencia para este tipo de guerra asquerosa. El rata de la foto superior empuña un Smith & Wesson M1917 de 5'5 pulgadas y calibre .45 ACP. Al carecer la vaina de reborde, era necesario engarzarlos en unos clips con forma de media luna para tres cartuchos como los que vemos en la foto de la derecha. Una vez disparados las vainas servidas se extraían de los clips. Este sistema permitía llevar en el bolsillo varios de ellos ya preparados para recargar con más rapidez que mediante el sistema habitual, introduciendo los cartuchos uno a uno en el tambor.

Como vemos, el tema del arma idónea no acababa de solucionarse y, de hecho, algunos ratas incluso optaban por las opciones más dispares y extrañas: escopetas con cañones recortados o carabinas M1 con el cañón y la culata recortados adaptándole un pistolete, algo similar a lo que vemos en la foto de la izquierda. Obviamente, estas armas tenían una contundencia más que sobrada para aliñar a un vietcong canijo, pero si disparar un .45 en un túnel ya era un sacrificio imaginemos un postazo de calibre 12 o un disparo de un .30 Carabina. En fin, cada cual se buscaba la vida como podía si bien las armas más usadas seguían siendo las Colt reglamentarias y los revólveres con o sin silenciador, y si se te chingaban los tímpanos pues mejor para ti porque así te mandaban a casa aunque tuvieras que usar un audífono de por vida, pero mejor sordo que muerto y, total, para las chorradas que hay que escucharle a la gente mejor se desconecta el aparatito y santas pascuas. 

Tras el fiasco del "Tunnel Exploration Kit" y en un nuevo un intento por dar con la solución al problema, en 1967 el Comando de Asistencia Militar empezó a devanarse un poco el cerebro a la vista de los informes que les llegaban del frente. En sus conclusiones finales dedujeron que los ratas de túnel necesitaban un arma totalmente silenciosa, muy manejable, fiable y sin posibilidad de interrupciones y que no precisara de una munición devastadora, sino que su capacidad letal cumpliera para acabar con cualquier fulano que se encontrasen dentro de un túnel y que, por razones obvias, no estaría a más de 8 o 10 metros de distancia. Y para asegurar el disparo, lo más adecuado no era que el cartucho contuviera un único proyectil, sino varios, como si de un cartucho de escopeta se tratase. Obviamente, de ahí solo podía salir un engendro, pero ya sabemos que los yankees no dudan en llegar a donde sea si creen que van en la dirección correcta aunque al final se caigan por un precipicio. El ejército puso el proyecto en manos de una firma particular, la Aircraft Armaments Inc. de Baltimore, que llevaba tiempo trabajando en un tipo de munición basado en la proyección de los proyectiles mediante un émbolo interno para la NASA y la industria aeroespacial. Igual era por si había que ir a matar marcianos, vete a saber...

En realidad, el invento no era el arma, sino la munición, para la cual solo hubo que adaptar un arma que se ajustase a sus características. El cartucho consistía en una vaina de acero en cuyo interior se encontraba la carga de propelente, la cual empujaría un émbolo que a su vez haría lo mismo con un sabot que contenía 15 pequeñas bolas de Mallory, una aleación de acero al tungsteno más dura que la jeta de un cuñado. Cuando se producía el disparo, la vaina quedaba sellada en todo momento por lo que el ruido era mínimo, así que se podía prescindir de silenciadores y demás incordios. De hecho, la denominación oficial del arma era Quiet Special Purpose Revolver (QSPR), o sea, Revólver Silencioso para Usos Especiales. Para entenderlo mejor veamos los siguientes gráficos...

Ahí tenemos el cartucho. Se trata de una vaina de acero de calibre .52 cromada en negro, y con una longitud de 47'4 mm. La figura A es el yunque que golpeaba el martillo del arma. Este yunque percutía a su vez en el pistón B. El motivo de esta peculiaridad en vez del método convencional por el que se golpea el pistón directamente era para sellar la parte trasera de la vaina. La figura C es el émbolo en cuyo interior vemos la carga de pólvora. La figura D es el sabot de calibre .40 que contiene 15 sub-municiones de 3'5 mm. de calibre y 7'5 grains de peso cada una. Estas postas o como queramos llamarlas no eran en realidad esféricas, sino que presentaban el aspecto de una bola con una pequeña banda o faja alrededor. Esto se debía a su proceso de fabricación, consistente en obtenerlas mediante troquelado. Por último, la figura E muestra un paso de rosca cuya finalidad no era otra que frenar el émbolo para impedir que se saliera de la vaina, con lo cual se anularía el efecto de supresión de sonido deseado.

En esta ilustración tenemos el momento del disparo. El martillo del revólver golpea el yunque, este hace lo propio con el pistón y se inicia la carga de pólvora, cuyos gases empujarán el émbolo hacia adelante, y este a su vez empujará el sabot. Como vemos, el sellado de la parte trasera no permite ningún tipo de fuga, y el único sonido que se ha producido en ese momento es el de la detonación del pistón, que queda bastante apagado por estar dentro de una vaina de acero de gruesas paredes. 

El émbolo sigue empujando el sabot, que comienza a salir por la boca de la vaina y se introduce en el cañón del revólver. Como se puede apreciar, los gases del propelente en plena combustión permanecen dentro de la vaina ya que el émbolo la mantiene completamente sellada. Su ajuste es absoluto, así que no hay ninguna fuga que produzca un ruido anormal. El sabot pasa limpiamente a través del paso de rosca que detendrá al émbolo.

Y, finalmente, el sabot sale por la boca del revólver. Se abre en tres pétalos dejando salir los 15 proyectiles a una velocidad de 228 m/seg., o sea, muy inferior a la velocidad del sonido, por lo que tampoco se producirá el estampido habitual cuando es una bala supersónica. Como podemos ver, el émbolo es frenado progresivamente por los hilos de rosca hasta llegar casi a la boca de la vaina, y los gases de la deflagración empiezan a enfriarse. Como mucho, solo algunas chispas de poca intensidad a causa de alguna pequeña fuga entre el émbolo y los hilos de rosca delatarán el disparo, pero no producirán ningún ruido. De hecho, las mediciones efectuadas dieron entre 110 y 120 decibelios a un metro de la boca de fuego, que es algo menos del ruido que hace un arma de calibre .22 LR con supresor. Al decir de algunos que probaron este revólver, era similar al de esas pistolas de juguete con mixtos. 

Obsérvense los orificios del culote de la vaina, destinados
al útil que permitía atornillar la pieza donde se alojaba el
yunque
El arma elegida fue el Smith & Wesson modelo 29 de calibre .44 Magnum (el de Harry el Sucio) por ser la única con el tamaño suficiente para acoger unas vainas de semejante tamaño.  Las recámaras del tambor tuvieron que ser recalibradas hasta las 0'528 pulgadas que, aunque lo dejaron con las paredes demasiado finas, no suponía ningún peligro por dos motivos: uno, porque la vaina de acero ya era por sí sola una recámara, y dos, porque la carga era muy reducida. El cañón fue desenroscado y sustituido por un simple tubo de 3'5 cm. de longitud de calibre de .40", que era el diámetro del sabot. El ánima era lisa. Finalmente, se eliminó el alza ya que no tenía ninguna utilidad, dejando solo una muesca para puntería instintiva. Por otro lado, se reforzó el muelle real para que el martillo golpease con más fuerza ya que, no lo olvidemos, no caía sobre el pistón directamente, sino sobre un yunque de acero. Posteriormente hubo que reforzarlo aún más porque en las pruebas se detectaron un 18% de fallos de ignición por este motivo, y además hubo que sustituir el percutor original por otro de mayor dureza. Como vemos en la foto superior, el resultado fue un arma rechoncha y fea de castigo, que alcanzaba un peso cargada de 1.075 gramos.

Un QSPR en su sobaquera. Delante vemos las cananas para la munición de
reserva. Un arma pequeña y manejable era lo más deseado entre los ratas
En julio de 1969, la Aircraft Armaments Inc. había preparado diez armas más una que se quedaron ellos de muestra y que fueron enviadas a Vietnam para ser probadas en combate con los 992 cartuchos que acompañaron a los revólveres. El lote se dividió en dos, enviándose cinco QSPR's y 496 cartuchos a la 1ª y 25ª Divisiones de Infantería para testarlas durante tres meses. Los resultados fueron bastante aceptables y en algunos casos incluso elogiosos. Su capacidad letal quedó demostrada hasta aproximadamente los 10 metros, no siendo preciso hacer puntería ni nada similar. Bastaba el tiro instintivo para meter unos cuantos proyectiles en un charlie por muy canijo que fuera. Obviamente, no tenían ni de lejos el poder de parada de una bala normal, pero se mostraron suficientes para dejar malheridos o matar al sujeto. Se consideraba que sus efectos eran similares a los de una escopeta de cartuchos de calibre .410. Se comprobó que podían atravesar una tabla de madera contrachapada de 2 cm. de grosor a 4'5 metros, más que suficiente para que penetrasen en lo más profundo de las negras almas comunistas de los vietcongs. 

Caja de munición para las QSPR. En sí eran las mismas que
usaba el ejército para otras municiones salvo por el refuerzo interno
Con todo, esta munición se mostró especialmente peligrosa ya que cada vaina era en sí un cañón, y si se producían disparos fortuitos por golpes o aumento anormal de la temperatura, podía tener lugar una escabechina entre el personal cercano. Para almacenar esta munición sin tener que llevarse un susto gordo se reforzaron las cajas de munición con un revestimiento de 3 mm. de acero para impedir que, en caso de un accidente, salieran las postas disparadas en todas direcciones. Pero cuestiones de seguridad aparte, para aumentar el número de hombres que probasen la nueva arma, el 22 de agosto la 1ª División envió sus cinco QSPR y 125 cartuchos a la 23ª División de Infantería para que pudieran aportar sus conclusiones y sugerencias aprovechando el tiempo que quedaba de prueba. Al final de las mismas, la impresión general fue buena, e incluso pudieron disponer de estas armas tropas convencionales destinadas a operaciones de búsqueda y destrucción que se mostraron muy satisfechos por su rendimiento, sobre todo de noche ya que la ausencia de fogonazo no delataba su posición, y su mínimo ruido era apenas audible en el fragor nocturno de la jungla. Sin embargo, la renuencia de muchos ratas de túnel, muy apegados a sus armas de siempre aunque no fueran las ideales y, por otro lado, el empeoramiento de la situación política en USA a partir de comienzos de lo 70 por el rechazo a la guerra hizo que el proyecto quedara relegado al olvido. 

Y para terminar con el tema del armamento, mencionar dos pistolas que, en este caso, sí tenían una gran demanda aunque su disponibilidad era escasa. Ante todo, estaba la High Standard modelo HD, una pistola de calibre .22 LR con un cargador para diez cartuchos. Aún más golosa era la modelo HDM (foto de la derecha), una versión diseñada en 1943 para la OSS y provista de un silenciador integrado. Era la típica arma de asesinato destinada a escabechar enemigos en operaciones de infiltración y similares. La HDM tenía, como decimos, el supresor integrado, o sea, formaba parte del arma sin que pudiera desmontarse. Su vida útil era de unos 200 disparos, tras lo cual habría que enviarla a fábrica para cambiarle el relleno del supresor. En la foto de la derecha podemos ver el arma que, como salta a la vista, era un trasto de generosas dimensiones. En el detalle superior podemos ver un corte en sección de la envuelta que permite ver el cañón perforado con la envuelta de fibra que absorbía los gases. 

No obstante y a pesar de ser una pieza codiciada, la High Standard tenía sus inconvenientes, que no eran pocos. De entrada, era muy larga, o sea, todo lo contrario a lo que se venía predicando desde el primer momento. Por otro lado, un calibre .22 LR mata poco, pero al menos podían efectuarse varios disparos en una secuencia rápida por su escaso retroceso y meterle al charlie el cargador entero en el cuerpo si era necesario. Para cambiarlo se accionaba una pequeña pestaña situada en el talón de la empuñadura. En cualquier caso, la cuestión es que, como decíamos anteriormente, eran armas escasas que, además, estaban muy solicitadas por las unidades de Boinas Verdes que se infiltraban en lo más profundo de la jungla en busca de vietcongs que asesinar con premeditación y alevosía, cuando no cruzaban la frontera de Camboya o Laos para hacer alguna visita al extranjero. Otra pistola que tuvo cierta difusión fue la Ruger Mk I (foto superior), un arma del mismo calibre y misma capacidad de cargador muy fiable, robusta y precisa. Yo tuve una con cañón pesado para tirar "Pistola Standard" (una modalidad de tiro deportivo) y puedo dar fe de que iba de maravilla, no se encasquillaba jamás de los jamases, y su precisión no tenía nada que envidiar a otras armas que costaban cuatro veces más. Solo tenía un inconveniente: era complicada de desmontar para su limpieza.  En todo caso, tampoco logró una amplia difusión, imagino que más bien por cuestiones burocráticas ya que no era un arma reglamentaria que cada unidad tendría que adquirir a título particular. 

Bueno, criaturas, con esto vale de momento. En la próxima entrada seguiremos estudiando con detalle el material de estos sufridos y abnegados homicidas del subsuelo.

Hale, he dicho

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