viernes, 10 de diciembre de 2021

LAS FRONTERAS

 

Paso fronterizo de San Ysidro, en el distrito de San Diego, California, con Méjico. Es la cuarta frontera terrestre más transitada del mundo, con un paso anual de decenas de millones de vehículos y personas. Si esa frontera desapareciera, es posible que Méjico viera su población reducida a la mitad en menos de 24 horas

Al hilo del artículo sobre la era de las migraciones del siglo XXI, para darnos un descanso y tal (la elaboración del que dedicamos a la autolisis del ciudadano Hermann me ha dejado un poco bastante agotado), creo que sería un buen complemento hablar de las fronteras. Sí, esas rayitas que se ven en los mapas y en las que a cada lado de ellas escriben el nombre de un país. España – rayita – Portugal. Alemania – rayita – Polonia. Y al paso que vamos, con tanto trepa y tanto parásito sin oficio ni beneficio ávido de mandar y trincar, posiblemente lleguemos a ver Valdeconejos del Potorro – rayita – Villabotijos del Pitorro.

Dos probos úrsidos en pleno debate sobre cuestiones territoriales.
Ellos solventan sus diferencias a zarpazos. Nosotros a tiros

Las fronteras son casi tan antiguas como el hombre. Como ya comentamos en su momento, somos animales territoriales, ergo marcamos una serie de líneas imaginarias para que los miembros de otras tribus sepan dónde está el límite que no pueden traspasar si no quieren verse en problemas. De hecho, cualquier animal territorial señala sus fronteras de forma instintiva: el chucho marca con unas meaditas los límites de su “país”; los osos rascan la corteza de los árboles, indicando a sus congéneres su estatura a modo de aviso: “Compadre, puesto de pie mido tres metros, así que no me vaciles o te breo a zarpazos con estas enormes garras cuyas marcas he dejado en el árbol a modo de prueba.” El león ruge desafiante sin dar un palo al agua, apalancado bajo una acacia reseca en mitad de la sabana mientras sus hembras se baten el cobre para buscar el sustento de la manada a costa de llevarse las coces de cebras, ñúes y demás animalitos alineados en la base de la pirámide alimentaria. Pero el rugido, audible a kilómetros de distancia, indica a posibles invasores dónde está el límite. En fin, creo que este punto está claro, y los ejemplos mostrados son lo bastante elocuentes.

VALLVM ÆLIVM, o Muro de Adriano, 117 km. de murallas y
fortificaciones que cruzaban de lado a lado el norte de la
brumosa Albión marcando el LIMES BRITANNICVS. Es un
concepto que en algunos países sigue vigente

El hombre, como se supone que es más listo aunque carece de las garras del oso y de la potente voz del león, optó por soluciones más prácticas: demarcó su territorio con signos visibles pero perfectamente comprensibles que indicaban con claridad meridiana a cualquier grupo de nómadas que se estaban metiendo donde no debían. Postes con osamentas tenebrosas, dibujos en las piedras con motivos desagradables y que no se podían confundir con una invitación, etc. Si los visitantes eran escasos, les faltaba arrojo o no querían problemas, bordeaban esa frontera y seguían su camino. De lo contrario, traspasarían el límite y las consecuencias ya las vimos cuando hablamos de las migraciones. Traspasar una frontera implicaba un enfrentamiento con los habitantes que estaban más allá del poste con una calavera colgando con una flecha clavada en una órbita vacía. El resultado era imprevisible, pero la cuestión es que unos nómadas traspasaron la frontera sin permiso, y los que vivían tras la frontera no estaban dispuestos a compartir su territorio. Es algo básico, pero parece que aún hay gente que no se entera de una regla que, además de elemental, forma parte de nuestro acervo desde tiempos de Adán.

Tropas soviéticas plantando un poste de marcación
fronteriza de la extinta URSS. No hay alambradas,
ni siquiera una valla corralera, pero el poste dejaba
bien claro que el que traspasase el límite tenía
todas las papeletas para recibir un balazo. O dos.

Con el paso de los siglos, las fronteras no solo se han mantenido, sino que se han buscado métodos para demarcarlas con precisión. De su correcto trazado depende que tal ciudad próxima a la raya tenga claro a quién pagar los impuestos, o si la mina de oro pertenece al que está al otro lado de la misma. Pero, ante todo, las fronteras se han convertido en murallas invisibles, otras no tanto, para impedir que las migraciones de las que hablamos en su día se conviertan en invasiones. A partir de aquí, y tal como ya dejé bien claro en su momento, declaro que como ciudadano libre hago uso de mi libertad de expresión, de manifestar mis ideas con toda claridad sin someterme a los mantras y dictados de la corrección política que me paso por el paquete escrotal y, aunque ni soy racista ni xenófobo, es evidente que más de uno me tomará como tal, lo cual me importa un soberano carajo. El racista es aquel que se considera superior a otros por pertenecer a un determinado grupo de humanos cuyos genomas les hacen tener unas características físicas concretas, y a mí el que un humano sea blanco, negro, amarillo o colorado me da una higa. El xenófobo es aquel que odia a los extranjeros o incluso a, dentro de un mismo país, a los de otra región, comunidad, demarcación o del pueblo de al lado. Yo no odio a nadie por ser extranjero. Simplemente considero que hay que tomar precauciones contra las masas de nómadas que pretenden traspasar nuestras fronteras ilegalmente y, encima, costándonos el dinero, un dinero que en forma de impuestos nos saquean para que cuatro trepas de chichinabo puedan acudir a las conferencias y demás saraos internacionales dándoselas de generosos pero sin que a ellos les cueste un duro, que es muy fácil tirar con pólvora del rey.

Dicho esto, veamos la utilidad de las fronteras, y la gran temeridad que supone relajar su vigilancia o incluso abrirlas sin más.

1. La animadversión que determinados grupúsculos sienten ante la presencia de vallas, concertinas y demás elementos disuasorios en zonas especialmente sensibles.

Paso fronterizo testimonial entre Rusia y Georgia que, aunque avisa
en inglés que está cerrado, obviamente puede cruzarlo cualquiera.
Si no la vigilan guardias armados, una frontera no es más que una
línea en un mapa

Una de las primeras estupideces que suelen hacer los tontos de babero irresponsables cuando les dan algún cargo es ponerse en plan bondadosos. Ordenan relajar la vigilancia y desmantelar parte de los dispositivos disuasorios instalados en las fronteras, contentando así a los grupúsculos de redentores que por cojones nos quieren redimir y que, a pesar de que no paran de hablar de libertad, pretenden imponernos sus dogmas a toda costa, señalándote como un fornido SA tedesco señalaba en 1933 una tienda propiedad de un judío pintando una estrella de David en el escaparate. Viva la libertad, ¿verdad? Obviamente, como el parásito trepa y los redentores viven a cientos de kilómetros de la frontera, les da una higa ver como una avalancha de nómadas de aspecto bastante intimidante saltan las vallas y se introducen ilegalmente en un territorio que no les pertenece. Por otro lado, esos asaltos solo sirven para fomentar las mafias, la trata de carne humana y, lo que es peor, el tránsito de nómadas que no necesariamente son personas honradas que huyen de alguna guerra o catástrofe, sino también fugitivos de la justicia en sus países de origen o portadores de enfermedades para las que no estamos preparados porque tras la frontera esa enfermedad no existe hace décadas o siglos o incluso nunca se ha padecido. Las consecuencias son nefastas: un gasto sanitario extra, un aumento de la delincuencia porque esos nómadas se tienen que llenar el buche como sea y no tienen con qué, y el mantenimiento de centros de acogida en los que, gracias a leyes absurdas amparadas en un sentimentalismo carente de rigor, se van amontonando SINE DIE. Ningún parásito quiere ser señalado como el malvado que expulsó a diez mil probos nómadas que llevaban meses o años consumiendo los recursos de un país sin aportar nada a cambio mientras los nativos del país se desloman a diario para pagar los impuestos que los sangran como gorrinos bajo cuchilla de matarife.

Si se eliminan los elementos disuasorios de las vallas, estas se
convierten en un congreso de nómadas que pueden arrollar sin
problemas a los guardianes que, si osan hacer uso de la fuerza
para rechazarlos, serán denunciados por los mismos que son
defendidos por ellos acusándolos de todo lo acusable

Por otro lado, miembros de las ONG’s redentoras se dedican a filmar vídeos en los que se ve como las fuerzas de seguridad del país invadido intentan repeler la avalancha. Posteriormente, estos vídeos, convenientemente editados, son mostrados ante la opinión pública para presentar a los guardianes de las fronteras como sádicos desalmados que aporrean sin motivo a un inocente nómada que solo busca un mundo mejor. Lo que no vemos es como, unos segundos antes, el inocente nómada que solo busca un mundo mejor le abría la cabeza a un guardián de un ladrillazo o propinándole una patada en salva sea la parte. Para más inri, esos redentores se dedican a hacer perder el tiempo y el dinero de los ciudadanos saturando los juzgados al presentar denuncias contra los guardianes que impiden que los inocentes nómadas que solo buscan un mundo mejor los echen a patadas de sus propias casas. Como consecuencia de estas denuncias, unos jueces siempre garantistas con los delincuentes y severos con las víctimas ponen en un brete a los guardianes de las fronteras, que ven peligrar sus puestos de trabajo, ergo sus sustentos para mantener a sus familias y, encima, se ven marcados con el estigma de Caín por malos malosos ante una sociedad manipulable y aborregada hasta la nausea.

Concertinas coronando una valla. Para lesionarse con ellas hay que
escalar la valla. Si no la escalas no te pasa nada. Solución, no la
escales y todos contentos.

Lo de las alambradas y concertinas es algo que clama al cielo, y no por ponerlas, sino por quitarlas. Un ejemplo: la frontera de Melilla está trazada con dos vallas paralelas de seis metros de altura. Dichas vallas están separadas escasos metros, por lo que una vez saltada la primera hay que repetir la hazaña con la segunda. Coronando cada valla se instaló en 2005 una concertina de cuchillas que levantó una oleada de protestas de redentores europedos y patrios, curiosamente estos últimos habitantes de la frontera, mientras que los europedos, como viven a miles de kilómetros, no se tienen que preocupar por los efectos secundarios de las avalanchas de nómadas. Se limitan a hacer el paripé para justificar sus chiringuitos y prebendas y santas pascuas. Tras quitarlas y ponerlas varias veces, actualmente hay una estructura de barrotes que, en teoría, impide la escalada, lo que no ha evitado que en lo que va de año cientos de nómadas hayan vulnerado la frontera. Bien, ante esto, mis preguntas son:

a) Si la concertina está instalada a seis metros de altura, es evidente que nadie puede cortarse con ella por un descuido. Solo le causará daños si escala la valla. Por lo tanto, ¿por qué la escalan? No hemos puesto trampas invisibles, ni se ha electrificado la valla sin colocar letreros de aviso. Solo se ha instalado un dispositivo disuasorio que afectará a los que no se dejen disuadir, por lo tanto es problema de ellos si la disuasión les produce severas lesiones. A la derecha tenemos a una redentora haciéndose la mártir con manchas de pintura y un letrero en el que afirma que las cuchillas cortan los derechos humanos. Bueno, pues que nadie suba donde están las cuchillas y nadie verá cercenados ni sus derechos ni sus dedos. Por cierto, nunca se les ve exigiendo los derechos humanos ni paridad laboral delante de una cuadrillas de currantes asfaltando una carretera en la Andalucía a pleno sol en el mes de agosto. En cualquier caso, lo cierto es que si yo me tiro en paracaídas y el paracaídas no se abre, pues me estampo contra el suelo. Si no quiero estamparme contra el suelo, pues no me tiro en paracaídas, que es lo que hago porque eso de caer desde 3 km. de altura a plomo debe ser increíblemente desagradable.

Tanto las sirgas como las concertinas proliferaron durante la Gran
Guerra. Por desgracia, las circunstancias no has permitido
relegarlas al olvido, sino todo lo contrario por mucho que se
empeñen los redentores como la señorita pseudo-sangrante de arriba

b) Si entre ambas vallas se instala una sirga tridimensional con púas de dos dedos de largo o cuchillas afiladas como navajas barberas y alguien accede al espacio entre vallas, es porque previamente ha saltado la primera. ¿La sirga era invisible? No. ¿Sabe que las lesiones que puede producir una sirga son chungas? Sí. ¿Le obligó alguien a saltar la valla? No. Por lo tanto, la sirga no contraviene ninguna ley humanitaria. Es un dispositivo disuasorio que nos advierte que por ahí no se puede pasar, y totalmente inofensivo si no se zambulle en el mismo. Si quiere pasar, que lo haga por el puesto fronterizo, y si huye de un régimen tiránico pues que pida asilo político. Si quiere entrar como emigrante, pues que presente los documentos que le soliciten y, si procede, podrá pasar por la frontera. Si no, pues lo sentimos mucho pero no se entra. Es la ley. Nuestra ley, no la que Vd., probo ciudadano nómada, quiere imponernos con la solidaria ayuda de los redentores que quieren redimirnos, pero a costa de nuestro dinero. Curiosamente, hay países en los que las leyes contra la migración ilegal es estricta a más no poder, pero nadie los menciona nunca, nadie les afea esa conducta y nadie se atreve a contravenir sus leyes porque las aplican de forma inexorable. ¿Por qué ningún redentor protesta ante ellos? Pues porque son países libres de complejos a los que las milongas de los redentores les dan varias higas, y como los mentados redentores saben que sus protestas son como clamar en el desierto, prefieren montar sus grandiosos espectáculos mesiánicos en naciones donde no cabe un acomplejado más, V.gr. España.

2. El Espacio Schengen

Frontera hispano-portuguesa. Salvo por el Covid, lleva sin
vigilancia hace la torta de años. Cualquier criminal puede cruzarla
sin que nadie le pregunte ni a dónde se dirige. Lo importante es que
Espanha está a 200 metros, a partir de los cuales quedará impune

En teoría, eso de eliminar barreras entre naciones supuestamente aliadas es muy guay, pero se ha demostrado que es un fracaso. Como saben, y si no lo saben en la red hay información de sobra, no todos los países de la UE han aceptado el Espacio Schengen, mientras que otros que no pertenecen a la UE sí lo han hecho por los motivos que sean y que a mí me son indiferentes. Pero, a lo largo del tiempo, ha quedado claro un detalle bastante enojoso: a nivel político, la UE ha sido uno de los mayores fracasos de la historia. Ni hay unidad política, ni hay intereses comunes entre los países miembros, y por no haber no hay ni un ápice de confianza entre dichos países. Cada uno arrima el ascua a su sardina y al resto que le den. La UE solo tiene utilidad a nivel económico por la supresión de aranceles y la libre circulación de mercaderías, cosa que interesa a todos, pero ya está. No olvidemos que la UE nació como un pacto comercial, el famoso Mercado Común que permitía la libre circulación de personas, mercancías y capitales entre los estados miembros.

¿Qué maravillosos beneficios nos ha deparado el Espacio Schengen aparte de ahorrarnos colas en los puestos fronterizos donde antaño había que presentar los pasaportes y abrir el maletero por si llevabas “algo que declarar”? Pues facilitar la fuga de delincuentes que, como hemos visto en España, luego no son extraditados porque no hay ni unidad política, ni amistad ni confianza entre estados, solo palabrería hueca para responder a las preguntas que los periodistas hacen a los parásitos en las ruedas de prensa tras la cumbre de turno. Por otro lado, favorecer el tránsito de criminales de un país a otro, acogiéndose al que más le conviene, favorecer el contrabando, el asentamiento de mafias procedentes de terceros países, así como el tráfico de personas traídas bajo engaños para ser sometidas a la prostitución, mano de obra esclava, etc. en condiciones inhumanas, más un et cétera de muchos párrafos que omito por razones de espacio pero que ya sabemos todos cuáles son.

Estos controles tradicionales siguen impidiendo la entrada de muchos
alijos de drogas y contrabando, pero no valen de nada en el Espacio
Schengen

Si se hubiesen mantenido las fronteras tradicionales, gran parte de estos problemas se habrían evitado. Sí, un delincuente puede obtener documentos falsos y colarse por la cara. Eso ha pasado siempre. Pero es que ahora el delincuente no tiene que hacer otra cosa que cruzar la frontera limitada a una raya en el mapa y un cartel pintado de azul donde te dicen “Bienvenido a España”, “Bem vindo a Portugal” o “Witamy w Polsce”. Por una zancada de apenas 25 cm. ya estás fuera de la jurisdicción de las autoridades de tu país, te acabas de convertir en un fugitivo al que, gracias a que tienes pasta, han facilitado un maravilloso pasaporte falso donde dice que te llamas Pierre Moreau, natural de Marsella, y por si acaso llevas en la maleta otros dos, uno en el que eres João do Nascimento da Silva, natural de Oporto, y otro en el que, como eres de tez cetrina y pelo negro, pues te llamas Vito Andolini, natural de Corleone. En breve, tus contactos en tu nuevo país de acogida te pondrán al corriente de sus actividades en cuestiones de tráfico de drogas, armas, prostitución y demás negocios que deparan pingües beneficios sin dar un palo al agua, como los parásitos.

Controles fronterizos estrictos evitarían infinidad de infamias
como las de la foto, donde vemos varias personas hacinadas
en un tráiler durante días

Conclusión: el espacio Schengen es simple y llanamente un coladero de delincuentes y de nómadas que pasan por las fronteras como Pedro por su casa sin que nadie les pida explicaciones. Y del mismo modo pasan camiones donde decenas de personas son transportadas como ganado, asfixiándose literalmente por la falta de aire fresco, ocultos tras bultos y embalajes por si les hacen un registro, haciendo sus necesidades en un cubo delante de los demás, devorados por la sed y el hambre, exhaustos por la claustrofobia, el mareo, la oscuridad... Si hubiese una frontera tradicional, el canalla desalmado que ha engañado a esa gente con “un mundo mejor” sería desenmascarado, su infame cargamento humano devuelto a su país de origen y el hideputa del traficante detenido, procesado y condenado a varias décadas de prisión de las que apenas cumplirá una tercera parte porque nuestro beatífico sistema penal se cree que una hiena que trafica con seres humanos se reinsertará, será bueno y ayudará a las abuelitas a cruzar las calles o a llevar la compra a casa. Sí, por los cojones. Prueba de la estulticia de los parásitos es que se creen, o dicen creerse, que semejantes subproductos cárnicos tienen intención de dejar atrás su pasado criminal. Ni un parvulario se lo creería, pero unos parásitos con el C.I. de un babuino es obvio que sí se lo creen.

3. La ausencia de fronteras o la relajación en la vigilancia de las mismas es bien vista por los grupúsculos de redentores, que incluso cuando se cometen atentados indiscriminados acusan a Occidente de ser los causantes indirectos de los mismos porque supuestamente apoyan o provocan conflictos en los países de origen de los terroristas, que se vengan de los malvados Occidentales con los medios que las laxas leyes occidentales les permiten acaparar.

Si no se hubiese bajado la guardia, posiblemente estas escenas que
se viven actualmente no serían necesarias

Bien, lo cierto es que los que viajan al extranjero en avión son los que de forma más notoria están pagando el pato a causa de esa permisividad. La última vez que viajé allende nuestras fronteras en uno de esos siniestros aparatos tenía solo 15 años. Fue un viajito de unos días a Londres, donde pasé más hambre que un lagarto debajo de una pita porque esos isleños (Dios maldiga a Nelson) solo comían pseudo-patatas fritas, algo rebozado que denominan “fried fish”, uséase, pescado frito, aunque nadie te asegura que no sea un cacho de pitón o una loncha del culo del cadáver de un indocumentado de la morgue, y huevos a la plancha, que no fritos. Bien, cuando me bajé del chisme ese que volaba en el aeropuerto de Heathrow, un funcionario con jeta de bulldog me pidió el pasaporte, me abrió la maleta y, tras hurgar en su interior, me preguntó el motivo de mi visita. Tras quedar satisfecho con mis respuestas y mi aspecto de mocito educado y de aspecto cándido, me plantó un sello en el pasaporte donde ponía como fecha límite de mi estancia en la isla no sé qué día. Si quería estar más tiempo, tendría que pedir permiso a no sé quién ni cómo porque tampoco tenía interés en pasarme allí una larga temporada. Un sebiyano hablando inglich es algo tan antinatura como un tigre vegano, y desenvolverme en un sitio donde al cruzar la calle te atropella el que viene por tu derecha es algo carente de toda lógica.

¿Va a embarcar en un avión o a ingresar en una prisión? Porque los
registros a los que se someten son similares

En fin, la cuestión es que ahora, según veo en las películas, al personal le obligan a quitarse los zapatos, los cinturones, no le permiten llevar recipientes con líquidos, una puñetera raqueta de tenis o una lata de refresco; si eres diabético tienes que mostrar el justificante médico para poder llevar la insulina; si padeces algún otro tipo de enfermedad crónica que te obliga a consumir un medicamento a diario, ídem, y como sospechen algo hasta te miran el culo. Por mirar, te miran hasta las muelas por si los empastes ocultan una pequeña cantidad de semtex que, colocado en una ventanilla, destruiría el cristal, provocando una descompresión y, con ello, la caída del aparato. Alá es grande y tal, y te piras al Paraíso a fornicar eternamente con 72 huríes con la vagina sin estrenar mientras que el resto del pasaje se irá al infierno por no acatar la doctrina del falso profeta Mahoma. Sí, ya sé que un terrorista decidido a aterrorizar puede agenciarse un certificado que asegure que es diabético y llevar en la jeringa de insulina la misma dosis, pero de nitroglicerina, o una chalada nacida de Lepe pero convertida al Islam por su noviete mena la ha convencido para que pase el control con el nene que han engendrado y, en nombre de Alá, haga detonar el biberón de 250 ml. petado de alguna porquería que explota.

Los caballos de Troya del Bataclán. Menos dos, el resto eran de
nacionalidad francesa, belga y un luxemburgués. Mataron a 137
personas e hirieron a 415. Dejar entrar al enemigo no te libra de
ser atacado por el enemigo, sino todo lo contrario

Pero si el relajo en las fronteras nunca hubiese tenido lugar, esos atentados indiscriminados no habrían sucedido, ergo los que ahora se tiran horas pasando humillantes controles se evitarían semejante coñazo. Se seguiría como siempre: pidiendo el pasaporte, el visado, volviendo la maleta como un calcetín y preguntándote con jeta de perro de presa si vas por trabajo o de vacaciones. En fin, ya vemos que las fronteras no es que sean necesarias, es que cada vez es más imperioso reforzarlas tanto por tierra como por mar, y el idílico Espacio Schengen solo ha sido el enésimo fiasco de unos utópicos Estados Unidos de Europa, Federación Europea o como carajo queramos llamarlos porque en Europa no existe el más mínimo interés más allá de lo meramente económico. Vivimos en un mundo globalizado en el que las fronteras deben ser respetadas, y el que quiera cruzarlas deberá hacerlo provisto de toda la documentación necesaria para garantizar la seguridad del país al que pretende acceder. No se puede permitir que segundas generaciones de nómadas, nacidos y educados en Europa pero radicalizados a través de las redes sociales, se conviertan en caballos de Troya, como ha ocurrido en Francia, España o Inglaterra. ¿No han caído en la cuenta de que en países como Polonia o Suiza los atentados son cuasi inexistentes, y los pocos que ha habido se han saldado con un número de víctimas ínfimo? ¿Por qué será...?

Los controles fronterizos impiden que esta porquería llegue a los
consumidores. Si esos controles fuesen férreos no habría que
decomisar alijos de drogas porque no habría alijos

Los buenismos, doctrina que practican de verdadera buena fe un 1% mientras que el 99% restante lo consideran un momio para trincar pasta sin doblarla, como es habitual en la progresía redentora, solo han servido y sirven para ver las calles llenas de ilegales, aumento de la delincuencia, de violaciones y de manteros. Un mundo sin fronteras debidamente defendidas es un caos. ¿De qué nos sirve mantener helicópteros patrullando en el Estrecho si no pueden abrir fuego contra las veloces lanchas petadas de drogas que los chulean bonitamente? Colijo que en el momento en que abrasen a tiros a una de esas embarcaciones y se hunda en el abismo con su cargamento, a los traficantes les costará Dios y ayuda encontrar fulanos que se atrevan a pasar más alijos. Y si los encuentran, pues se repite la jugada, que la letra con sangre entra. Pero, claro, el problema es que si se cumple con el objetivo de cercenar de raíz el contrabando de drogas creando una frontera impenetrable, los redentores pondrán el grito en el cielo porque no se han respetado los derechos humanos de criminales por cuyas acciones muchas familias, decenas de miles, ven como sus hijos caen en ese vicio asqueroso que los consume hasta la muerte. Al parecer, para los redentores la vida y los derechos de un mafioso tiene más valor que la de miles de sus conciudadanos que no han sabido o no han querido aceptar que esnifar la primera raya de farlopa puede ser el principio del fin de su existencia.

Y como conclusión, una anécdota bastante ilustrativa acerca de lo que significa una frontera con sus controles y una donde no hay ni un guardia de tráfico porque el prójimo es guay, todos vamos de buen rollito por el mundo y la paz y la concordia reinan en el planeta.

Y estas armas llegarían a manos de las mafias

A principios de los 90, cuando aún no había entrado en vigor lo de Schengen aunque ya estaba firmado, un club de tiro de una población del Algarve invitó al club de tiro al que yo pertenecía a participar en una serie de competiciones. A los tiradores de 1ª categoría (no es una figura retórica, es que en las modalidades de tiro deportivo y olímpico hay tres categorías en función a las puntuaciones que obtienen en tiradas oficiales), nos ofrecieron participar formando equipos por modalidades. Así, los trofeos se repartirían a nivel individual y por equipos, costumbre bastante habitual en este tipo de eventos. Yo, que en aquella época aún era tonto del culo y me avenía a tomar parte en esas soplapolleces, acepté. Además, un finde en el Algarve siempre es un plan agradable.

Bien, como había que cruzar la frontera de un país donde la legislación sobre armas era aún más restrictiva que la española, que ya es decir, teníamos que llevar un certificado extendido por la Federación Andaluza de Tiro Olímpico con las armas que llevaríamos cada uno. Habría tres tiradas: Grueso Calibre, Pistola Estándar y, para las señoras, Pistola Damas. Yo tomaba parte en las dos primeras. En la otra no porque no soy una dama, obviamente. Así pues, me facilitaron el certificado con los datos de las armas que llevaba al concurso donde figuraban marca, modelo, calibre y número de serie. Aparte, el número de cartuchos para cada pistola.

Cuando cruzamos el Guadiana en Ayamonte paramos en el puesto fronterizo. El presidente del club avisó a un guardinha (pronúnciese guardiña), nombre coloquial que se les da a los miembros de la GNR (Guardia Nacional Republicana), un equivalente a nuestra Guardia Civil, o sea, una policía militarizada. Como íbamos una caravana de fulanos armados, pues pasamos un buen rato mientras que revisaban el arsenal de cada uno. Una vez concluido el trámite nos facilitaron un papelito diciendo que las armas que llevábamos eran legales y la finalidad de las mismas por si nos paraban por cualquier motivo y veían los maleteros petados de cacharras. Bueno, la tirada muy bien, nos llevamos algunos trofeítos, nos convidaron a una comilona espléndida y aquí paz y después gloria.

O que las mafias introduzcan mano de obra esclava

Actualmente, gracias a lo guays y lo molones que son los parásitos del parlamento europedo, yo puedo entrar en Portugal- o viceversa- con una furgoneta hasta las trancas de Kalashnikovs y cajas y cajas de munición y no se entera NI-EL-TA-TO. Ídem en Francia o cualquier otro país acogido al dichoso tratado ese, por supuesto, y puedo pasearme por toda Europa repartiendo armas a las mafias que son mis clientes (por poner un ejemplo) como si fuera el lechero. Como no hay fronteras vigiladas, pa’lante como la gente d'Alicante. Cuando había fronteras, si el guardinha se da cuenta de que en vez de 200 cartuchos para mis dos pistolas llevo 225 me tiene allí una semana dando explicaciones y, naturalmente, me despido de los 25 cartuchos sobrantes. El certificado decía 200, ergo solo podía pasar con 200 y ni uno más. Ojo, 200 a razón de 100 por calibre, no 150 de uno y 50 de otro. Así se vela por la seguridad de la gente.

Ahora, algún redentor irredento me espetará que yo podría haberme levantado al día siguiente oyendo voces y cargarme a cualquiera, por lo que las fronteras que tanto defiendo no habrían servido de nada. Obviamente, nadie está a salvo de que a un pirado le dé por cargarse a alguien, pero esas fronteras que defiendo sí servirían para echarme el guante en un pispas. No habría que llamar ni a los del CSI de Lisboa. La víctima presenta un orificio de entrada y salida producido por un proyectil de 9 mm. ¿Quién usa en Portugal un arma de 9 mm. que no sea policía o militar? Nadie. Es un calibre prohibido para civiles. Ha podido ser un portugués con un arma adquirida en el mercado negro, naturalmente, pero, mira por dónde, anteayer cruzaron la frontera de Ayamonte una caterva de sebiyanos que iban a un concurso, y varios de ellos entraron provistos de armas de calibre .38 Special, o sea, de 9 mm. Empecemos por apretar las clavijas a los sebiyanos, que igual alguno de ellos está en el ajo. Sin fronteras, nadie se habría enterado de la existencia de los sebiyanos que pasaron por la frontera de Ayamonte con un arsenal a cuestas, así que la lista de sospechosos pasa de media docena a varios millones. ¿Me s’entiende ahora, no?

Moraleja: ¿Cuándo vuecé, amable lector, se va de vacaciones o simplemente va a súper, deja la puerta de casa abierta? Más aún, ¿la deja abierta cuando se va a la piltra a planchar la oreja? Voy más lejos, ¿la deja abierta mientras está en casa atocinado en el sofá viendo la caja tonta salvo que viva en un villorrio de 4 habitantes en mitad de la nada? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué carajo dejan abiertas de par en par las puertas de la gran casa en la que vivimos millones de personas?

Si la puerta se deja abierta, tarde o temprano entran chorizos, ocupas y demás fauna, eso fijo. Sirva de aviso.

Hale, he dicho

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Frontera entre las dos Alemanias en los años 60: alambradas, vallas, campos minados y torres de vigilancia. Una frontera prácticamente infranqueable por la que unos querían salir y otros no querían pasar. En ambos casos, a los que cruzaban los Vopos los freían a tiros y luego preguntaban. Las fronteras, quieran o no los progretas y demás parásitos, son hoy más necesarias que nunca. A su pertinaz empeño en no quererlo reconocer solo le encuentro una explicación: desean que seamos invadidos y que nuestros invasores los conviertan en gobernantes títeres a perpetuidad, como hacía el ciudadano Adolf con los peleles que se sometían a sus dictados en Austria, los Sudetes, Hungría, etc.

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