viernes, 17 de diciembre de 2021

EINSATZGRUPPEN

 

Miembros de un Einsatzgruppe inmortalizados en una de sus metódicas sesiones de exterminio. La instantánea fue tomada justo cuando el pelotón de selectos psicópatas abría fuego contra varias de sus víctimas alineadas contra un muro. A la vista de la inmensa cantidad de testimonios gráficos que muestran la barbarie a la que se entregaron los tedescos, así como los escalofriantes relatos de los que lograron escapar de sus garras, siempre me pregunto cómo es que los aliados permitieron que Alemania siguiera existiendo como nación. Las cosas como son: se pasaron siete pueblos, dos aldeas y cuatro pedanías.

Sin duda, la eminencia gris más grisácea del nazismo

Einsatzgruppen, Grupos de Operaciones. Einnn... ssssssaaatz... gruppen. Suena como la cuchilla de la fallbeil de Plötzensee deslizándose por los largueros para, finalmente, cercenar con un golpe seco el cuello de la víctima y caer la cabeza en un balde metálico. Este palabro tan germánico es de los que quizás tengan unas connotaciones más siniestras del extenso surtido de organismos, milicias y demás unidades paramilitares relacionados con el nazismo. De hecho, solo sale a relucir cuando se hace mención a alguna masacre especialmente cruenta o por las paranoias de sus comandantes, elegidos entre lo más selecto de las complejas ramificaciones de las SS. Como creo es de todos sabido, si alguien es capaz de planificar cualquier cosa con una minuciosidad milimétrica es un tedesco, desde como untar la manteca colorá en la tostada a invadir un país y no dejar títere con cabeza. Así pues, diseñar un plan para crear un Reich milenario y suprimir al mismo tiempo el más mínimo atisbo de oposición era algo tan chorra como hacer el crucigrama matutino mientras te tomas un café con leche para alguien como Reinhard Heydrich, que si en vez de darle por ser un nazi contumaz le hubiera dado por la ciencia podría haber sido infinitamente más útil a la humanidad. Pero, ¿en qué consistía este plan? Bien, vayamos por partes porque todo en esta vida tiene un origen y un motivo, y los Einsatzgruppen no iban a ser menos.

El ciudadano Adolf haciendo su entrada triunfal en Viena a bordo de
su fastuoso Mercedes 540 G4. Tras él, sentadido y calladito, Arthur
Seyss-Inquart, que en ese momento no imaginaría que su destino era
acabar colgando del pescuezo por un sargento yankee

El primer paso para expandir la maltrecha Alemania producto del Tratado de Versalles era el Anschluss, la unión con Austria propiciada por el pangermanismo de ambas naciones porque, como ya sabemos, la unión hace la fuerza y tal. En realidad, dicha unión tenía una base histórica, cultural y racial sumamente sólida ya que ambas habían formado parte del Sacro Imperio durante siglos, y solo la atomización del mismo les hizo separarse. La desaparición del imperio austro-húngaro tras la Gran Guerra, así como la monarquía alemana con la Casa de Hohenzollern como cabeza visible, había dado paso a sendas repúblicas, por lo que consumar la unión ya no dependía de la voluntad de dinastías regias, sino del pueblo. Y por lo que se ve, muchos austriacos no veían precisamente con malos ojos eso de recuperar las añejas glorias imperiales bajo la égida de un nuevo Reich cuyo líder, encima, era paisano de ellos. En fin, el que quiera ilustrarse sobre el complejo proceso que llevó a la unificación, en la red hay información de sobra. A nosotros nos basta con saber que dicha unión se consumó el 12 de marzo de 1938. El primer territorio del Gran Reich acababa de sumarse a la fiesta.

Papeleta del referéndum por la unificación. Para los dubitativos,
nada mejor que ponerles el círculo del "sí" tres veces más grande
que el del "no"

Obviamente, los tedescos no eran tan memos como para no dar por sentado que, aunque deseado por muchos, el Anschluss también tenía sus detractores, y que amplios sectores de la clase política e intelectual austriaca no estaban por la labor de verse convertidos en una provincia alemana. Había que quitarse de encima a socialistas, comunistas, masones, clero católico (no olvidemos que en Austria el luteranismo no se comió una rosca durante la Reforma) y, por supuesto, a los judíos y cualquier otra raza que no figurase entre las aceptables. Naturalmente, también había gente que tampoco estaban precisamente convencidos de las bondades de la unificación tan cacareada por el ciudadano Adolf. Hablamos de gente normal, profesionales de cualquier tipo y en definitiva, gente del pueblo. Obviamente, estos posibles opositores debían ser eliminados o, en el mejor de los casos, estrechamente vigilados para impedir que la sociedad austriaca se lo pensara mejor. Si Austria pasaba a formar parte del Reich, los austriacos debían someterse en cuerpo y alma a los dictados del partido, y de la misma forma que Alemania fue limpiada de ovejas negras lo sería Austria. ¿Y quién mejor para organizar una buena limpieza que Heydrich? Obviamente, nadie.

El joven Heydrich con los parches de cuello
de SS-Oberführer

Desde el ascenso al poder del ciudadano Adolf, sin prisa pero sin pausa toda la infraestructura policial del estado fue yendo a parar a manos de las SS si bien Heydrich, principal fautor de estas unidades especiales, no era ni remotamente un veterano del partido. De hecho, tras ser expulsado en abril de 1931 de la Reichsmarine por un tribunal de honor debido a un lío de faldas, apenas un mes más tarde se afilió al NSDAP, al parecer instigado por su prometida, Lina von Hosten, que a pesar de su jeta de bollito de leche recién sacado del horno era una nazi fanática. Himmler no tardó mucho en tener noticias del nuevo fichaje y, tras conocerlo personalmente, quedó impresionado ante las dotes de aquel sujeto de aspecto absolutamente ario y con una inteligencia y una capacidad de trabajo poco vistas. Tanto le entusiasmó que en julio del año siguiente fue ascendido al rango de SS-Standartenführer y se le confió el cargo de Chef des Sicherheitsdienst beim Reichsführer SS, o sea, jefe del SD. A partir de ahí, su carrera fue meteórica, y se convirtió de facto en el alter ego de Himmler. En 1934, con apenas 30 años, ya había alcanzado el grado de SS-Gruppenführer, y dos años más tarde le fue confiada la Sicherheitspolizei (Policía de Seguridad), más conocida por su acrónimo: Sipo.

Franz Six (1909-1975)

Con estas herramientas en sus manos, Heydrich podía y, de hecho, pudo, confeccionar unas minuciosas listas de enemigos del estado en base a su posible influencia política, militar o social. Como una máquina perfectamente engrasada, nuestro hombre averiguó hasta la talla de calzoncillos que gastaba cada posible elemento subversivo, así que formó una unidad destinada a, una vez consumada la unificación, ir visitando uno por uno a los que figuraban en las listas de indeseables porque, como sabemos, un alemán sin una lista está más perdido que un submarino en un bidé. Así nació el Einsatzkommando Österreich (literalmente, Grupo de Trabajo de Austria), que entró en el territorio detrás de la Werhmacht para cumplir puntualmente las órdenes recibidas: limpiar a fondo todo el país. Una observación: este primigenio Einsatzkommando no era aún la típica unidad militar armada hasta los dientes merodeando por el Frente Oriental en busca de hijos del padrecito Iósif en forma de partisanos y comisarios políticos, aparte de los siempre anhelados judíos y gitanos condenados de antemano a acabar sus días en una fosa común. Hablamos de un grupo de la Sipo que, aparte de la limpieza de personal, debía entrar a saco en los organismos oficiales de Austria y poner a buen recaudo cualquier información de interés para el estado, así como vigilar que ningún probo funcionario que hubiese votado "no" al ciudadano Adolf se colase en los archivos para perpetrar alguna puñetería. Esta unidad fue puesta al mando del SS-Standartenführer Franz Six, un fulano que, además de nazi, tenía un doctorado en filosofía e incluso alternaba su militancia en las SS con su labor docente como profesor de periodismo en la universidad de Königsberg y como Presseleiter im SD-Hauptamt, Jefe de Prensa de la Oficina Principal del SD. 

El cantante homicida Waldemar Klingelhöfer
(1900-1977) con uniforme de SS-Sturmmann a
principios de los años 30
Abro un paréntesis para detallar un aspecto curioso sobre los mandos de los Einsatzgruppen, y es que prácticamente todos los que los comandaron a lo largo de la guerra eran profesionales altamente cualificados y con un nivel cultural muy por encima de la media. Recordemos que nuestro entrañable psicópata Oskar Dirlewanger era doctor en Ciencias Políticas, y entre los comandantes de los Einsatzgruppen había arquitectos, abogados, farmacéuticos, historiadores, filólogos, economistas e incluso dos personajes tan pintorescos como el SS-Sturmbannführer Waldemar Klingelhöfer, un profesor de canto y cantante lírico que en 1941 fue puesto al mando del Sonderkommando 7b, y alguien tan surrealista como el SS-Obersturmbannführer Ernst Biberstein, que hasta 1938 ejerció como pastor luterano para, a continuación, metamorfosearse en homicida al por mayor, y en vez de bendecir a los difuntos produjo cantidades industriales de difuntos cuando dirigió entre junio de 1942 y 1943 el Einsatzkommando 6, perteneciente al Einsatzgruppe C en Rostow (Rusia), pero como eran difuntos judíos le importaban un carajo. Heydrich, que era peligroso como una mamba negra pero listo como el hambre, afirmaba que no quería solo matones, sino también gente con talento. Hoy día sabemos que una de las características más acusadas de la psicopatía es una inteligencia superior a la media, cuando no niveles de superdotado. Si a eso añadimos el resto de ingredientes, como la falta de empatía y la ausencia de sentido de culpa, tenemos el ejecutor perfecto que no dudará en volarle la cabeza a un bebé mientras lo sostiene su madre en brazos. Cierro paréntesis.

Grupo de judíos obligados a limpiar las calles de Viena de rodillas.
Primer paso del manual: degradar al enemigo para presentarlo
como un ser inferior
Bien, así se gestó el concepto de Einsatzgruppe, y está de más decir que la minuciosa y callada labor del Einsatzkommando Österreich cumplió las expectativas porque, y esto siempre lo tuvieron muy presente todos los que en algún momento ostentaron el mando de estas unidades, su trabajo debía ser lo más sigiloso posible. En modo alguno convenía que sus travesuras trascendiesen más allá de los miembros de la unidad si bien, como veremos más adelante, el secreto raramente se pudo mantener y con el tiempo todo el mundo tenía como mínimo una vaga idea de quiénes eran y cómo actuaban estos personajes. Como vemos, la intención de Heydrich al crear este tipo de unidad era hacerse con el control administrativo y político del territorio anexionado, y ser las SS los encargados desde el primer momento de mover los hilos para eliminar la disidencia de la forma más discreta posible. Como es obvio, no era nada conveniente que la ciudadanía tuviese noticia de que el Dr. Fulano o el eximio Profesor Mengano, con ideas opuestas al pangermanismo pero a pesar de ello respetados por sus conciudadanos, habían sido enviados con nocturnidad y alevosía a algún campo de trabajo en Alemania o, peor aún, dos tipos de aspecto inquietante lo habían sacado de su casa de madrugada para, al cabo de un par de días, aparecer sus cadáveres flotando en el Danubio azul.

Neville Chamberlain (izda.) junto al ciudadano Adolf. Tanto quiso
apaciguar a la fiera que, al final, la fiera dio por sentado que tenía
carta blanca para hacer lo que le diera la gana. Aún hoy día vemos
cómo la tolerancia es considerada como signo de debilidad por los
fanáticos que aún se creen sus propios mantras supremacistas
El siguiente territorio en la lista para expandir el Reich Milenario eran los Sudetes, una zona que en aquel momento formaban parte de Checoslovaquia, país de nuevo cuño desgajado del Imperio Austro-Húngaro tras la Gran Guerra y que albergaba alrededor de un 30% de población de etnia, cultura y lengua germánicas. En este caso, el ciudadano Adolf no se anduvo con chorradas de convocatoria de referendos porque se trataba de parte de un país al que eso de sumarse al Reich le daba una higa, por lo que había que ocuparlo por la fuerza de las armas. A pesar de la angustiosa llamada de socorro del gobierno checo a las potencias europeas, nadie tuvo la osadía de pararle los pies al cada vez más agresivo ciudadano Adolf, que optó por los hechos consumados sin que nadie moviera ni una pestaña. Francia e Inglaterra se inclinaron por la apaciguación, o sea, dejar que los tedescos hicieran lo que les diera la gana, lo que acabó convenciendo al ciudadano Adolf de que, llegados a ese punto, nadie se opondría al movimiento definitivo, que sería la invasión de Polonia para reunificar Prusia Oriental con el resto de Alemania. Como sabemos, la cesión a Polonia de parte de Silesia y Prusia fue una de las cláusulas del Tratado de Versalles que solo sirvió para que los tedescos estuvieran planificando la siguiente guerra cuando aún no se había secado al tinta con la que firmaron el humillante documento.

Alemania tras la anexión de Austria, los Sudetes y el protectorado
de Bohemia y Moravia. En año y medio aumentaron en un
tercio su territorio sin que nadie tuviera valor para levantar la
voz al ciudadano Adolf
Tras consumarse la anexión de los Sudetes el 30 de septiembre de 1938, al día siguiente hicieron acto de presencia tropas de la Werhmacht que ocuparon el territorio en los diez días siguientes y, al igual que ocurrió en Austria, tras el ejército iban los encargados de la limpieza, en este caso dos unidades: el Einsatzgruppe Dresden al mando del SS-Standartenführer Heinz Jost y dividido en cinco Einsatzkommandos y, por otro lado, el Einsatzgruppe Wien al mando del SS-Standartenführer Walter Stahlecker y formado por dos Einsatzkommandos. Como ya pueden suponer, las órdenes que recibieron Jost y Stahlecker fueron exactamente las mismas que Six: limpiar a fondo el territorio ocupado, trincar a todos los enemigos raciales que no hubiesen tenido tiempo de largarse echando leches o que fueron tan pardillos como para pensar que nadie les haría nada, y quitar de la circulación a cualquier checo que pudiera incordiar para el siguiente paso, que llegaría en marzo del año siguiente: ocupar la mitad occidental de Checoslovaquia, creando el Protectorado de Bohemia y Moravia. Para esta ocasión se enviaron los Einsatzgruppen Praga y Brno, más el Einsatzkommando 9 al mando del SS-Hauptsturmführer Gustav vom Felde, enviado a la ciudad de Mies (Stříbro en checo), otra de las ciudades arrebatadas a Alemania tras su derrota.

Tropas de la Wehrmacht aporreando el suelo con su brioso paso de
oca durante una parada militar tras la ocupación de Checoslovaquia
Como vemos, Heydrich había dado forma a un tipo de unidad policial que, con precisión quirúrgica, se infiltraba en los territorios que se iban anexionando y, como pulpos, extendían sus tentáculos de forma inexorable para hacerse con el control de los mismos. Una vez cumplida su misión, los Einsatzgruppen eran disueltos y sustituidos por miembros de las diversas policías tedescas incluyendo, como no podía ser menos, a la Gestapo. Ellos se encargaban de mantener el orden y tener a raya o, mejor aún, reprimir de forma implacable los distintos movimientos de resistencia que surgían en cuanto se calmaban las aguas. A esos no les iba mejor, por supuesto. Tras unos interrogatorios en los que el ciudadano más granítico juraba a los cinco minutos que amaba profundamente a todos sus cuñados, eran enviados a cualquier campo donde sería usado como mano de obra esclava hasta la extenuación o, sin más, lo mandaban a la cámara de gas nada más bajarse del vagón de ganado en el que lo habían transportado a su destino final.

El padrecito Iósif, muy contentito él, rodeado por el incombustible
Mólotov y Von Ribbentrop tras la firma del Pacto de No Agresión
Bien, tras la ocupación de Checoslovaquia ya solo restaba dar comienzo al plan definitivo: aplastar Polonia, reunificando Alemania con Prusia Oriental y, finalmente, expandirse hacia el este. No olvidemos que, aunque Von Ribbentrop y el camarada Viacheslav Mijáilovich Mólotov se hacían arrumacos por aquellas fechas ante la sonriente jeta del padrecito Iósif, que daba por hecho que el ciudadano Adolf sería un aliado valioso, la intención había sido siempre y seguiría siendo ocupar inmensos territorios de la URSS como parte de un programa de expansión territorial para apoderarse de sus recursos naturales y explotarlos con mano de obra esclava, los untermenschen rusos que los nazis consideraban meros cachos de carne con menos valor monetario que un asno artrítico.

Da comienzo la limpieza. Miembros de un Einsatzgruppe ejecutando
a civiles polacos en Bochnia, cerca de Cracovia, en diciembre de 1939
Así pues, tras su meritoria actuación en Austria, los Sudetes y la ocupación de Checoslovaquia, Heydrich no perdió el tiempo y preparó los Einsatzgruppen que seguirían a la Werhmacht durante su avance por Polonia que, además de estar llena de polacos que odiaban bastante a los tedescos, estaba atiborrada de judíos que, obviamente, serían los primeros en ser eliminados. La invasión comenzó, como saben hasta los cuñados más zotes, el 1 de septiembre de 1939, y antes de que terminara el mes se llevó a cabo una profunda reforma en la estructura policial de Alemania con la creación del Reichssicherheisthauptamt, interminable palabro que traducimos como Oficina Principal de Seguridad del Reich y que abreviamos como RSHA, donde fueron a parar todas las policías del Reich: el SD, la Gestapo, la Sipo y la Kripo (Kriminal Polizei, Policía Criminal), a los que, aunque fuera del organigrama del RSHA, hay que sumar la Orpo (Ordnungspolizei, Policía del Orden), una policía uniformada convencional pero que se apuntaba a todas las movidas sangrientas que se presentasen, incluyendo matanzas tan sonadas como la de Lidice, que perpetraron con la precisión de un neurocirujano hasta borrar literalmente del mapa la desdichada población.

Ejecución sumaria durante la Operación Tannenberg. Como vemos,
para impedir rebotes se han colocado contra la pared de la casa una
hilera de traviesas de ferrocarril. Siempre tan previsores los tedescos...
Gracias a la previsión de Heydrich, cuando la Werhmacht se hizo la famosa foto doblando la barrera del paso fronterizo, siete Einsatzgruppen y un Einsatzkommando independiente estaban ya asignados para seguir la estela de los ejércitos que invadieron Polonia y empezar la limpieza desde el minuto uno. Sin embargo, estas unidades ya no estaban concebidas como grupos policiales destinados a reprimir a posibles enemigos políticos, sino como los escuadrones de la muerte por los que se les conoce de forma mayoritaria. Estos Einsatzgruppen tenían como objetivo el asesinato en masa de todos los judíos que se les pusieran a tiro y, sobre todo, llevar a cabo la Unternehmen Tannenberg (Operación Tannenberg). El nombre de dicha operación tenía unas siniestras connotaciones vengativas ya que hacía referencia a la batalla librada en 1410 por los caballeros teutónicos y una coalición de polacos y lituanos que le dieron las del tigre a los poderosos freires tedescos.

Oficiales de la Selbstschutz preparados para tomar parte en la
represión en Pomerania, en el contexto de la
Operación Tannenberg
La Unternehmen Tannenberg tenía la misión de eliminar físicamente alrededor de 61.000 polacos pertenecientes a las élites intelectuales, académicas, religiosas, militares y, en resumen, cualquiera que pudiera impedir que la población se convirtiera en una masa servil de sus nuevo amos. La lista de posibles subversivos fue elaborada durante varios años con la ayuda de la Volksdeutscher Selbstschutz (literalmente, Autoprotección del Pueblo Alemán), colaboracionistas de origen tedesco (no olvidemos que parte de Polonia había pertenecido a Alemania hasta 1918) que, tras la Gran Guerra, se vieron de la noche a la mañana convertidos en ciudadanos polacos. La redada fue seguida con la precisión habitual, y cada uno de los que pudieron detener acabó conforme se había dictado en su día: o eran enviados a campos de trabajo o, simplemente, eliminados in situ. Esta limpieza, que duró hasta enero de 1940, supuso la destrucción de 531 poblaciones y el asesinato de unos 20.000 polacos en 714 fusilamientos en masa más los que fueron enviados a palmarla lentamente en los campos de exterminio. En la segunda fase de esta operación, llevada a cabo en Pomerania, liquidaron a unas 40.000 personas de todos los sexos y edades. El paso final era reunir a los judíos que iban capturando en aldeas y pueblos pequeños para enviarlos a guetos hasta que llegara el momento de proceder, no a una aniquilación total, sino a su desaparición literal y absoluta convertidos en pavesas.

Desolador panorama de una calle polaca tras el paso de un
Einsatzgruppe. Muchos soldados de la Werhmacht veían
estas matanzas con malos ojos. No todos estaban fanatizados
hasta ese extremo, y la visión de mujeres y críos fusilados
les revolvía el estómago porque tenían familia en casa
La organización de estos Einsatzgruppen fue confiada por Heydrich al SS-Obergruppenführer Werner Best, que a su vez encargó la selección del personal al SS-Standartenführer Hans Joachim Tesmer, indicándole que, como ya citamos anteriormente, fueran sujetos con un nivel cultural por encima de la media y, si era posible, con experiencia militar. No obstante, este no era un requisito insalvable tanto en cuanto los Einsatzgruppen no estarían destinados a operaciones de combate, sino al papel de meros exterminadores. Por ello, lo más importante era que tuviesen claro que aquello no iba a ser un paseo militar ni una mera misión para mantener el orden público en las zonas ocupadas previamente por la Werhmacht. Antes al contrario, su cometido sería un enjundioso y exhaustivo trabajo de exterminio en el que se verían en el brete de aniquilar no solo hombres, sino también mujeres y críos sin excepción de edad. O sea, todos los señalados debían ser fusilados sin más. Salvo los pocos asesinatos previamente anunciados de las anteriores operaciones llevadas a cabo por los Einsatzgruppen en Austria y Checoslovaquia, donde de verdad empezaría la fiesta sería en Polonia.

Theodor Eicke (1892-1943). Palmó cuando
efectuaba un reconocimiento aéreo sobre
Artelnoje, en Rusia. La Storch en la que
viajaba fue derribada por los bolcheviques
Las actividades de los Einsatzgruppen en Polonia dieron lugar a las primeras fricciones con la Werhmacht que, de hecho, no dudaron en meter un paquete a los líderes de estos grupos de los que tenían constancia de que se habían pasado de la raya con sus acciones contra la población civil. Obviamente, al ciudadano Adolf le daban varias higas los escrúpulos de los estirados militares prusianos. Heydrich había organizado los Einsatzgruppen porque se lo ordenó Himmler, y Himmler recibió la orden de él mismo, así que los pundonorosos oficiales de la Werhmacht se quedaron con un palmo de narices porque el 4 de octubre de aquel mismo año, o sea, apenas cinco semanas después de iniciar la invasión, el ciudadano Adolf dio orden de sobreseer todas las denuncias interpuestas y, para colmo, tenían que sufrir la irritante compañía de las unidades de las SS-Totenkopfverbande al mando del aún más insoportable, arrogante y desconfiado SS-Obergruppenführer Theodor Eicke, que para la ocasión había desplegado tres regimientos: el Oberbayern, el Brandenburg y el Thurigen, que parecían querer hacerle la competencia a los Einsatzgruppen tanto en eficacia homicida como en sadismo. Poco después, los psicópatas de Eicke formarían la tristemente célebre 3ª SS-Division Totenkopf.

Policías auxiliares ucranianos, especialmente entusiastas a la hora
de dar caza a comisarios políticos soviéticos y partisanos rusos
En cuanto a los efectivos de los Einsatzgruppen, eran equiparables a los de un batallón de infantería ordinario, o sea, entre 500 y 900 hombres. Ya saben que estas cifras nunca eran definitivas y podían oscilar en base a innumerables factores. En el caso que nos ocupa es aún más complicado saber a ciencia cierta el número de hombres de cada unidad ya que en muchas ocasiones se sumaba a un determinado Einsatzgruppe un contingente de tropas locales fieles a los alemanes o bien eran traídos de otras zonas ocupadas- rusos, lituanos, húngaros, rumanos, etc.- que no figuraban en los roles de la unidad, por lo que oficialmente no existían. Por lo demás, sobre el papel cada Einsatzgruppe se dividía por lo general en cuatro Einsatzkommandos o Sonderkommandos- que podían ser reducidos a solo dos llegado el caso-, con efectivos comparables a los de una compañía. La unidad más pequeña era el Teilkommando, con efectivos a nivel de pelotón que podían ser usados de forma aislada para determinadas misiones, pero nunca de forma independiente de su unidad principal.

Los Einsatzgruppen que actuaron en Polonia, como dijimos anteriormente, fueron siete más un Einsatzkommando independiente. Cinco de ellos fueron agregados a sendos ejércitos, y el resto enviados a zonas ya ocupadas. Su modus operandi era bastante básico: cada Einsatzgruppe se asentaba en el sector que le correspondía, ya fuese el de ejército al que estaba agregado o al que se le asignaba, y sus Einsatzkommandos eran distribuidos por áreas más reducidas que debían peinar a fondo hasta dejarlas totalmente limpias de enemigos. No se andaban con muchas florituras: cavaban una profunda y larga fosa en la que iban alineando grupos de víctimas que, sin dilación, eran fusilados. La minuciosidad germánica hasta trazaba, como vemos en el gráfico, el perfil de las fosas, así cómo las distancias de tiro y el número de hombres que debían formar parte del pelotón en base al de víctimas. Los desdichados que esperaban su turno solían ser vigilados fuera de la vista del lugar de la ejecución para evitar en lo posible escenas de pánico o revueltas inesperadas en un intento postrero por salvar la vida, pero el simple hecho de oír las descargas ya era suficiente para saber lo que les esperaba.

Grupo de mujeres conducidas al lugar de ejecución, en este
caso en el bosque de Kampinos, al noroeste de Varsovia, en
diciembre de 1939
Y aunque los miembros de los Einsatzgruppen eran todos tipos correosos y, por supuesto, furibundos nazis, a muchos de ellos se le hizo bastante cuesta arriba verse en el brete de disparar a mujeres que suplicaban que, al menos, dejasen con vida a los críos que lloraban desesperadamente abrazados a ellas. Imaginen la escena y ya me dirán. Hay que ser un auténtico y verdadero hijo de la gran puta, un psicópata sin alma o estar fanatizado hasta extremos inconcebibles para perpetrar semejante aberración. Fusilar a un grupo de hombres a sangre fría ya debía ser un trance difícil de superar, pero apuntar con un arma a un crío aterrorizado demuestra el grado de perversión tan descomunal que puede alcanzar el ser "humano" cuando se le adoctrina y se le fanatiza adecuadamente.

Cinco fulanos para matar a una madre con su crío al borde
de una fosa común. Manda... cojones...
Con todo, muchos miembros de los Einsatzgruppen no lograron superar esas experiencias incluyendo a los oficiales, que eran los encargados de dar el tiro de gracia para que también se pringasen. Obedecieron porque su fanatismo les obligaba y porque, obviamente, si se echaban atrás en aquel momento acabarían haciendo compañía a sus víctimas, pero quedaron marcados de por vida. Más aún, las matanzas llevadas a cabo durante la invasión de Polonia se empezaron a conocer, como ya comentamos anteriormente, por los SD o los Sipo que volvían a casa de permiso o convalecientes de alguna herida y tenían que contarle a quien fuese el trago por el que habían tenido que pasar, lo que lógicamente contribuyó a que este tipo de acciones no fuera tan secretas como deseaban Himmler y Heydrich, que sabían que ciertas cosas era mejor que quedasen ocultas.

Sistema más habitual para los fusilamientos en masa: una
larga trinchera donde los que estaban a punto de morir
tenían ante sí los montones de cadáveres de los que ya
habían sido ejecutados
Con todo, el reglamento y el orden eran lo primero y, a pesar de las dantescas escenas que protagonizaron, nunca dejaban de enviar a la superioridad los informes preceptivos en los que se daban pelos y señales de cada operación, del número de personas liquidadas especificando sexo y edad y, por supuesto, una relación detallada de los bienes incautados incluyendo ante todo los objetos de valor, que eran enviados sin demora para engrosar las arcas del Reich si bien, como es habitual en estos casos, lo más valioso solía pasar a manos de los verdugos porque, total, nadie se enteraría. Sea como fuere, lo cierto es que muchos de ellos se vieron acometidos por graves depresiones y desórdenes psicológicos, y no fueron pocos los que decidieron autoasesinarse porque la conciencia les pesaba más que una hipoteca de interés fijo a 50 años.

Para ir concluyendo y poder chinchar a sus cuñados, ahí dejo una relación con los mandamases principales. Aclaración previa: los Einsatzgruppen solían estar al mando de un jefe con un rango acorde a sus efectivos que, como hemos dicho, eran bastante dispares. Los Einsatzkommando, aún siendo equivalentes a una compañía, estaban al mando de un SS-Sturmbannführer, el equivalente a un comandante del ejército regular. Bueno, al grano:

Einsatzgruppe I Wien, al mando del SS-Standartenführer Bruno Streckenbach. Agregado al 14º Ejército y compuesto por cuatro Einsatzkommandos.

Einsatzgruppe II Oppeln, al mando del SS-Obersturmbannführer Emanuel Schäfer. Agregado al 10º Ejército y compuesto por dos Einsatzkommandos.

Einsatzgruppe III Breslau, al mando del  SS-Obersturmbannführer Hans Fischer. Agregado al 8º Ejército y compuesto por dos Einsatzkommandos.

Einsatzgruppe IV Dramburg, al mando del  SS-Brigadeführer Lothar Beutel y, a partir del 23 de octubre de 1939, del SS-Standartenführer Josef Albert Meisinger, conocido por propios y extraños como "el carnicero de Varsovia" por su entusiasta labor como jefe de la Sipo y el SD en la capital polaca. Agregado al 4º Ejército y compuesto por dos Einsatzkommandos.

Einsatzgruppe V Allenstein, al mando del SS-Standartenführer Ernst Damzog. Agregado al 3º Ejército y compuesto por tres Einsatzkommandos.

Einsatzgruppe VI, al mando del  SS-Oberführer Erich Naumann. Destinado al sector de Wielkopolska (provincia de Gran Polonia, al oeste de Varsovia con Poznań como capital) y compuesto por dos Einsatzkommandos.

Einsatzgruppe z.b.V. (zur besonderen Verwendung, para uso especial), al mando del SS-Obergruppenführer Udo von Woyrsch y el SS-Oberführer Otto Rasch. Destinado al sector industrial de la Alta Silesia y Cieszyn Silesia, y compuesto por cuatro Polizeibataillone (batallón de policía) de la Ordnunsgpolizei y un Sonderkommando del SD formado por 350 hombres.

Einsatzkommando 16 Danzig, al mando del SS-Sturmbannführer Rudolf Tröger. Destinado al sector de Pomorze.

Varios SD bajan a toda velocidad del vehículo para llevar a
cabo una redada. Cualquier delación o sospecha suponía la
inesperada visita de estos sujetos tan impulsivos y cuyo
desenlace era por lo general totalmente imprevisible. Bueno, en
realidad sí era bastante previsible: o te pegaban dos tiros o te
mandaban a un campo de exterminio
Bueno, grosso modo, este fue el origen de los tenebrosos Einsatzgruppen. Tras su estreno bélico en Polonia tuvieron ocasión de dar rienda suelta a su barbarie en Rusia, donde se emplearon a fondo aniquilando a cientos de miles de víctimas que acabaron en enormes fosas comunes abiertas en lo más profundo de inmensos bosques para no dejar ni rastro de sus crímenes. Pero ojo, los Einsatzgruppen no solo estaban concebidos para limpiar los territorios del Este que, según los gloriosos planes del ciudadano Adolf, serían la inmensa colonia que daría a los semidivinos arios espacio vital de sobra para multiplicarse como un virus en una caja de Petri. Los países ocupados en Europa Occidental también serían visitados por unidades de Einsatzgruppen, si bien por el contexto en que se desarrolló la guerra en esa zona no hubo ocasión de perpetrar las matanzas que se llevaron a cabo en el Este y los Balcanes. De hecho, ante la hipotética invasión de la brumosa Albión (Dios maldiga a Nelson) ya tenían planificado el envío del denominado Einsatzkommando 6 al mando de Six, y tenían previsto otro sumamente peculiar, el Einsatzkommando Ägypten, que estaría al mando del SS-Obersturmbannführer Walther Rauff y concebido como un escuadrón de la muerte móvil para exterminar a los judíos que vivían en Palestina. La derrota de las fuerzas tedescas en El Alamein les libró de semejante visita, similar a la de un cuñado con hambre atrasada.

En fin, sirva este articulillo para hacer boca, porque los Einsatzgruppen dan para mucho más que una mera entrada. Y a modo de colofón y reflexión final, p
uede que muchos se pregunten cómo en el siglo XX se pudieron ver tantas escenas que parecen sacadas de la época más oscura de la Edad Media, pero el adoctrinamiento y el subsiguiente fanatismo son capaces de asacar el lado más perverso del ser humano. Cuando se cosifica, se considera un ser inferior y se inculca el odio al que es señalado como diferente ya no se le ve como una persona, sino como un sub-producto al que hay que aniquilar a ultranza. Himmler lo tenía muy claro cuando, refiriéndose a los judíos y demás razas prescindibles, afirmaba que "...hemos exterminado un germen, no queremos al final ser infectados por el germen y morir por él. No toleraré que aquí aparezca ni siquiera una pequeña mancha de sepsis que logre mantenerse. Donde quiera que aparezca, la cauterizaremos." Como vemos, el ex-avicultor reciclado en ángel exterminador, con su jeta de boticario de pueblo bonachón y sus gafas de probo funcionario, tenía las de Caín, y no dudaba en comparar a seres humanos con gérmenes a los que se elimina con un chute de penicilina. Ahí lo ven, con la parienta, su querida hija Gudrun (salió tan nazi como su padre) en el centro de la foto y dos chavales más que no tengo ni puñetera de quiénes son. Serían los hijos del que hizo la foto, supongo... En cualquier caso, el risueño Heini, con su caña de pescar y su apariencia de PATER FAMILIAS cariñoso y benevolente no era más que una máscara tras la que se escondía un fanático criminal que se creía de la misma estirpe que Odín.

Varios judíos obligados a jalarse de las barbas como forma de
humillación pública. Así se degrada a las personas para que,
finalmente, pierdan la condición de seres humanos ante los
ojos de la "raza superior". Los métodos han cambiado, pero
la teoría aún se sigue a rajatabla en algunos lugares del
planeta y, por supuesto, de España

Sin embargo, esta aberrante doctrina la seguimos viendo años más tarde en determinados estados yankees contra los negros tras haber, en teoría, dejado atrás el racismo imperante tras la derrota alemana. No deja de ser paradójico que el país que de facto ganó la guerra en el Frente Occidental y dejó cientos de miles de muertos y heridos para acabar con el ciudadano Adolf y juzgar a sus más encumbrados lacayos por crímenes contra la humanidad, mirara hacia otro lado cuando se linchaban negros, los segregaban de todas las formas imaginables y hasta se prohibía por ley el matrimonio mixto en algunos estados. Pero lo verdaderamente preocupante es que hoy, ya en el siglo XXI y escuchando a diario consignas en pro de la igualdad de todo lo igualable, aún hay quiénes inculcan y quiénes se dejan fagocitar por ese odio racista, sectario y supremacista que les lleva a matar a sangre fría en nombre de mitos identitarios inexistentes, a señalar, a aislar socialmente, a despreciar, a humillar o incluso a querer apedrear a un crío de cinco años porque sus padres no se avienen a someterse a los dictados de una parte de la tribu. No hay la más mínima diferencia entre un miembro de un Einsatzgruppe y esos orcos que destilan odio y fanatismo por cada poro de su cuerpo y se ahogan en su propia bilis. ¿Qué estoy desbarrando? Cito una parrafada de Himmler durante una reunión celebrada Poznań el 4 de octubre de 1943 con varios gerifaltes de las SS:

"Un principio básico debe ser la regla de conducta absoluta para los hombres de las SS: debemos ser honestos, decentes, leales y buenos camaradas con los miembros de nuestra propia sangre y con nadie más. Lo que le ocurra a un ruso o a un checo no me interesa en lo más mínimo. Que las naciones vivan en prosperidad o mueran de hambre me interesa sólo en la medida en que las consideremos esclavas de nuestra cultura."

Se atisban inquietantes coincidencias con el discurso de ciertos políticos de la España actual, ¿verdad? Más aún, cambien los términos "ruso", "checo" y "naciones" por los de, por ejemplo, "murciano", "extremeño" y "regiones" y ya no veremos inquietantes coincidencias, sino que será cuasi literal. En resumen, perros idénticos con distintos collares. Sirva de aviso. 

Hale, he dicho

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Esta monstruosidad tuvo lugar aún no hace 80 años. Desde entonces, se ha repetido sin solución de continuidad a lo largo del tiempo en los diversos genocidios que se han perpetrado en el mundo, siempre provocados por las mismas causas: el racismo, el nacionalismo y las ideologías que no toleran ningún tipo de oposición: Sudán, Bosnia, Biafra, Bangladesh, Myanmar, Ruanda, Camboya, Guatelama, Somalia, Congo, Uganda, China... y los que aún nos quedan por ver, me temo

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