Semana horribilis. Mis niveles de misantropía están en la raya roja. Tengo ahora mismo más peligro que un macaco con una Guillette. En fin, a ver si dándole a la tecla se aplaca un poco mi justa cólera.
Por sugerencia del Sr. Antonio, un amable seguidor, vamos a traspasar la barrera de las postrimerías del segundo milenio, o sea, nos vamos al puñetero siglo XX, y proseguiremos con las bayonetas en ese belicoso período de la historia de la humanidad.
Como ya vimos en la entrada anterior sobre bayonetas, a finales del siglo XIX se impuso un tipo de arma de grandes dimensiones, apta tanto para su uso como complemento del fusil como para empuñarla como si de una espada se tratase. Sin embargo, en lo tocante a su principal función, que no era otra que como bayoneta, estos diseños adolecieron de más contras que pros. Eran demasiado largas, lo que hacía el conjunto fusil más bayoneta más pesado y por ende menos manejable, y además dicho peso extra en el extremo del arma hacía se se resintiera mucho la puntería. O sea, había que buscar un nuevo diseño que supusiera un término medio: lo suficientemente larga como para dar ventaja a su usuario, pero no tan pesada que convirtiera el fusil en un arma poco manejable.
Así pues, a raíz del estallido de la Gran Guerra, fueron puestos a prueba los diseños del momento, los cuales tuvieron sus defensores y detractores como está mandado. Veamos las diversas tendencias...
A la derecha tenemos la espada-bayoneta mod. 1886, creada para el fusil Lebel francés y más conocida como Rosalie, en honor de la Virgen homónima patrona de Bayona, lugar donde según la tradición se inventó éste tipo de arma. La Rosalie era en cierto modo una reminiscencia de las bayonetas de cubo por que su hoja delgada y de sección cruciforme. Medía en total 64 cm. y la hoja 52 cm. El galluelo, como ya se explicó en su momento, servía para trabar y partir la hoja de la bayoneta enemiga. Era un arma ligera, de solo 400 gramos de peso, y lo suficientemente larga como para tener ventaja contra las bayonetas germanas. Si observamos la foto inferior, vemos que la anilla de engarce queda encastrada en el punto de mira, lo que hace que el bloqueo de la bayoneta al cañón del fusil sea inmejorable. Sin embargo, la Rosalie tenía un defectillo, y es que su estilizada hoja de apenas 14 mm. de ancho tenía una irritante tendencia a partirse cuando se enfrentaba a las robustas bayonetas tedescas. A pesar de todo, este tipo de bayoneta tuvo bastante difusión en diversos países como Bélgica, Finlandia, Polonia, Bulgaria entre otros.
Así pues, en este tipo de arma vemos que perdura el concepto de convertir el fusil en una pica. Pero eso hacía que la bayoneta no tuviera otra utilidad verdaderamente práctica, ya que no podía emplearse como cuchillo de trinchera ni para cortar un rábano. Lo único verdaderamente útil en este tipo de diseño era, como ya se ha comentado, su enorme longitud cuando era calada en el fusil. La imagen de la izquierda lo dice todo: un soldado gabacho con su arma la cual sobresale por encima de su cabeza. El conjunto tiene una longitud total de 202 cm., que no es moco de pavo. Pero, ¿algo así era verdaderamente útil en un combate en el angosto espacio de una trinchera? Diría que más bien no.
A continuación vemos otro tipo de diseño, éste mucho más racional y práctico y seguido por británicos, alemanes y demás potencias centroeuropeas. Las que muestro son solo algunos ejemplos más significativos, que conste. Así pues, de abajo arriba tenemos la bayoneta para el fusil Mannlicher 1895. Curiosamente, las bayonetas diseñadas en Austria tenían por norma el filo al revés, o sea, que al calarla quedaba hacia arriba. Imagino que esta peculiaridad estaba ideada para, aprovechando el impulso del bayonetazo, abrir una tremenda herida de abajo arriba en el vientre del enemigo. En todo caso, una bayoneta con una hoja de filo siempre era mucho más mortífera que la Rosalie mostrada antes, que "solo" hería de punta y la herida resultante era un orificio que siempre tenía mejor cura que un tajo. En el centro aparece el modelo 1907 británico en sus dos versiones, con y sin galluelo. Esta bayoneta estaba destinada al fusil Enfield el cual, siendo más corto que el Gewehr 98 alemán, se veía compensado con su larga y robusta hoja. Arriba del todo aparece una bayoneta alemana, concretamente el modelo 98 fabricado en Erfurt. Como vemos, el galluelo mira en sentido inverso, y otros modelos tanto alemanes como austríacos carecían del mismo por lo que cabe pensar que ese aditamento, en la práctica, no era especialmente útil.
Así pues, estos diseños se corresponden con el concepto de cuchillo-bayoneta que, a la larga, es el que ha prevalecido con la única salvedad del acortamiento de las hojas. En los modelos actuales, como es lógico, carece de sentido este tipo de bayoneta kilométrica. Por otro lado, su efectividad era muy superior como ya se ha comentado. Aunque en teoría el hecho de afilar las bayonetas estaba en contra de los usos de la guerra, esta prohibición se la pasaba el personal por el arco del triunfo. Como ya podemos suponer, una cuchillada con una de esas bayonetas debía producir una tremenda herida que interesaría los intestinos, el estómago y el hígado. O sea, que las dos segundas podemos decir que eran mortales de necesidad en el contexto de un campo de batalla de aquella época. En la foto podemos ver a modo de comparación con la del gabacho anterior la longitud del conjunto fusil más bayoneta. En este caso, como salta a la vista, se trata de soldados alemanes.
Prosigamos. Otro concepto novedoso fue el de bayoneta-herramienta, o sea, armas aptas tanto para acoplar al fusil como para hacerlas servir de útil en diversas tareas. Este concepto, como ya podemos imaginar, lo introdujeron los alemanes, que en eso de inventar cosas bélicas son unos figuras. A la derecha tenemos un preclaro ejemplo del invento: se trata del modelo 1898/05, un auténtico machete tronzador muy adecuado para equipar a las unidades de zapadores e ingenieros. El ejemplar de abajo lleva el lomo provisto de una sierra, accesorio éste que dio más de un disgusto a los soldados alemanes que caían prisioneros de los aliados, ya que estos pensaban que la sierra era para hacer más daño y no una herramienta, por lo que tenían la enojosa tendencia a fusilar en el acto a todo aquel que trincaran con una de estas bayonetas. En cuando a sus efectos, ya podemos imaginarlos tanto calada al fusil como empleada como machete: su hoja ancha, pesada y muy robusta podía producir heridas bestiales. Y usándola como machete, un tajo propinado en el cuello podría medio decapitar a cualquiera.
En fin, esto es lo que dio de sí el desarrollo de las bayonetas a comienzos del pasado siglo. Obviamente, los demás ejércitos del mundo tomaron estos mismos conceptos tanto en cuanto el armamento que usaban estaba basado en el europeo o directamente comprado a las fábricas de esta parte del mundo. Sólo los rusos siguieron fieles durante muchos años más al concepto de la bayoneta de cubo con el modelo 1891 para el fusil Mosin Nagant. Era una bayoneta de sección cuadrangular cuya punta plana servía como destornillador. En la foto podemos verla junto a los diferentes tipos de vaina que usaba si bien casi siempre iba calada al fusil. Curiosamente, a raíz de la Segunda Guerra Mundial hubo países que retomaron este concepto, si bien de eso ya hablaré otro día porque por hoy ya vale. Ah, lo olvidaba... No he mencionado las bayonetas ersatz, o sea, las fabricadas cuando la escasez de materias primas obligó a elaborar piezas en base a la disponibilidad de materiales, dejando de lado calidades y acabados. En todo caso, sus morfologías eran similares a lo que hemos visto hoy
Bueno, ya está.
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