sábado, 20 de mayo de 2023

HISTORIAS DE LA MILI. EL 23-F

 

¡Qué noche la de aquel día...!

Parece que fue ayer, pero ya han transcurrido algunos meses desde que el teniente coronel Antonio Tejero se personó en el congreso pistola en mano dispuesto a liarla parda. Solo los que ya no cumplan los 40 tacos vivieron aquella jornada y este menda la saboreó con largueza, sangre de Cristo. Al cabo, no todo el mundo tiene ocasión de protagonizar, aunque sea a escala molecular, una movida de este tipo, ¿no? Bueno, oído al parche, porque se pudo formar un follón mu, pero que mu gordo...

En aquellas fechas yo estaba recién incorporado a la Policía Aérea, y me destinaron al 3er. turno que, como ya he explicado, entraba de servicio a las 23:00 horas y salía a las 07:00. El día 22 andaba malucho. Había pillado un trancazo de aúpa, y me planteé apuntarme al reconocimiento médico al salir de guardia. Finalmente deseché la idea porque tenía fiebre y me sentía fatal, por lo que me habrían dejado ingresado en la enfermería y me habrían atiborrado de "antigripales", una especie de panacea que le daban a todo el mundo te doliera lo que te doliera. Hasta si te pegaban dos tiros te mandaban los jodidos antigripales, que en realidad no eran más que unas tabletas del tamaño de una tapa de alcantarilla de ácido acetilsalicílico fabricadas en la farmacia militar. La noche del 23 al 24 tendría que entrar de guardia de nuevo, pero pensé que lo mejor sería tomar cualquier pócima decente al llegar a casa y resistir heroicamente esa noche ya que libraba el día siguiente, uséase, el 24, por lo que tendría tiempo de sobra de pasar al gripazo sin verme en la jodida enfermería, que era un sitio muy aburrido.

Cuando nos relevaron, llegué a la armería a entregar el armamento y la munición literalmente reptando. Qué malísimo estaba, carajo... Pero lo que me apuntilló fue que, al pasar lista, el sargento de semana nos dijo que, de pirarnos a sobar a casita, nanay de la China.

-¡A vé, quiero a to'r mundo vehtío de romano!- anunció con su jeta de bulldog bien criado-. ¡Correaje, SEGME y mashete, y a formá cuando ehtéi preparao!

Vestido de romano era, en argot, uniforme para las ocasiones de gala, uséase, uniforme de paseo con correaje blanco, casco, guantes blancos más el CETME y el machete (machete = bayoneta) reglamentarios. El motivo: el coronel de la base había ascendido a general de brigada y lo destinaban no sé dónde, y el nuevo coronel tomaría el mando. Para eso, en vez de echarse unas risas y tomarse unas copitas en un despacho, mandaron a 72 guripas, 9 cabos, 11 sargentos, 4 tenientes o alféreces, el jefe de la unidad y la bandera de la misma a rendir honores de ordenanza. Naturalmente, también estaban invitadas la banda al mando del teniente Solfeo, la banda de cornetas y tambores y el brigada Antoñito como cornetín de órdenes aunque ese, como siempre estaba flotando en su nebulosa etílica, le daba igual todo. Obviamente, tras el anuncio no era plan de decir que estaba malito porque me mandarían al carajo, así que hice de tripas corazón. Pero lo peor era que la movida no sería aquella mañana, sino a primera hora de la tarde.

Por lo tanto, y con la habitual antelación que se hacen las cosas en el ejército, a eso de las 08:30 ya estábamos todos "vehtío de romano". Se pasó lista y, a partir de ahí, una interminable espera hasta que, a eso de las 15:00 horas, tuviese lugar la ceremonia. Yo estaba que se me fundían hasta las uñas del fiebrón que tenía, pero tenía que aguantar como fuese. 

El evento no duró ni 15 minutos. Formar en la pista, breves discursos de despedida y llegada y desfilar ante el nuevo mandamás. Y para eso, pues nos tuvieron a todos horas esperando. Total, a eso de las 16:00 volvimos a la escuadrilla, dejamos el armamento en los armeros (los fusiles no se guardaban en la armería, sino en las escuadrillas), soltar la impedimenta en la taquilla y caminata hasta la salida de la base para coger el autobús. Cuando por fin llegué a casa serían las 18:00 horas.

Me desplomé literalmente en la piltra. Más aún, creo que ya estaba dormido cuando caí sobre el colchón. Disponía de cuatro horas antes de tener que salir de nuevo para la base. En fin, un panorama bastante irritante porque, a pesar de meterme el el cuerpo todo lo que pillé en la botica doméstica, aquello tardaría aún varias horas en hacer efecto. Pero aquel día estaba marcado como uno de los más enojosos de mi periplo castrense, juro a Cristo.

A eso de las 18:30, cuando apenas empezaba a gozar del sueño reparador, mamá me despierta zamarreándome, totalmente despavorida.

-¡Ninio, levántate, por Dió! ¡Niniioooooooooooooo!- berreaba como una posesa.

-¿Qué cohone pasa?- farfullé con la jeta enterrada en la almohada-. ¿Me quié dejá dormí, que'toy fatá?

-¡C'abío un gorpe d'ehtao! ¡Que la Guardia Siví s'ha presentao en'er Congreso y s'han liao a tiro!

-Güeno, po que sigan- mumuré sin acabar de creerme aquello- Y déjame dormí, leshe.

No había terminado de hablar cuando sonó el teléfono de la mesita de noche. Era el abuelo, un ciudadano extremadamente belicoso a más no poder del que, sin duda, heredé mi vocación castrense. Lo cogió mamá, que de inmediato me lo pasó a mí.

-¡Ninio, qué cohone jase ahí!- bramaba enfurecido.

-Si no entro de guardia jahta la onse de la noshe, joé...- me excusé con voz doliente.

-¡Y un carajo!- aulló-. ¡Ahora mihmo sale cagando leshe p'al cuarté, joío mamón! ¡Ahora toca defendé a la Patria, coño!

-Pero si estoy fatá, agüelo, de verdad que...

-¡Que te pire p'al cuarté, cagüendió! ¡Ante un nieto muerto que cobarde, hohtia!

Total, salí arrastrándome de la piltra y me metí bajo la ducha para despejarme. Mamá tuvo la gentileza de llevarme a la base y, una vez allí, se notaba el ambiente un poco tenso, como no podía ser menos. Me presenté al teniente Beatífico, que era el tercero al mando.

-Pero, ¿tú no ere del tersé turno?

-Sí, mi teniente.

-¿Entonse, pa qué carajo llega tan temprano?

-(Manda cohone, me dije a mí mismo) Bueno, mi teniente, con la que s'ha liao...

-De momento no hay ná que haga cambiá la rutina, de modo que te apalanca ande quiera y ehpera a que sea la hora pa entrá de guardia- me dijo. 

Cagádome en todo lo cagable y echando pestes del abuelo, me acomodé en un banco de la sala de armas a dormitar, pero no había forma. El trasiego de gente era cada vez mayor. El personal estaba pasando del estupor inicial a la actividad febril, y ya habían empezado a llegar órdenes para sellar la base. Como guinda del pastel, se personó en teniente coronel Alba, jefe del escuadrón, como un Rambo de 1,60 de alto por 1,60 de ancho. Junto a él, su inseparable chucho, un cocker spaniel que estaba como una verdadera cabra. Pero al ver el arsenal que llevaba encima, la verdad, me inquieté un poco: en el costado derecho, una P-08 alemana que incluía el águila con la svástica en una cacha; al otro lado, una Star del 9 corto. Correaje de combate con cuatro granadas PO-1, y del maletero del coche va y saca un lanzagranadas. En fin, la descojonación.

Por fin llega la hora de entrar de guardia. Mi puesto era Acceso Principal, uséase, la entrada al conjunto de la base. Entre Acceso Principal y Acceso Base estaban las viviendas de los mandamases, la capilla, el pabellón de oficiales y el conocido como Barrio Viejo, un conjunto de viviendas más modestas usadas por suboficiales y que, como su nombre indicaba, debían tener más años que la tos. Acceso Principal no era por aquel entonces como la foto que ven a la derecha. No había zona ajardinada, ni avión vetusto de recuerdo ni pollas en vinagre. Solo una garita, una especie de cubo de 2x2 metros con cristales antibalas y, a cada lado, una barrera basculante. En caso de mamoneo, la primera hostia nos la llevábamos el colega que hacía puesto conmigo y yo, ambos armados con simples pistolas del 9 Largo, si bien aquel día se echaba de menos algo más potente. 

Triplicaron la guardia añadiendo guripas de la 22 Escuadrilla, cuya única preparación había consistido en disparar 40 cartuchos con el CETME y 75 con el subfusil durante el período de instrucción. En Acceso Principal nos endosaron tres fulanos que estaban, literalmente, blancos como sábanas. Si les digo la verdad, me preocupaba más tener detrás de mí a tres inútiles que lo que pudiera venir de frente. La consigna era no permitir que grupos de civiles en plan protestón se aproximasen a menos de 100 metros de la entrada, y si se ponían en plan soviético, realizar unos disparos al aire como aviso. Si no surtían efecto, realizar unos disparos a sus barrigas y santas pascuas. Pero a mí me daba una higa la presencia de posibles revoltosos. Mi genética guerrera me permitía pasar semejante brete como si tal cosa, así que llamé a los tres guripas y les pregunté si habían hecho algún servicio de armas. Los tres menearon la cabeza, con las jetas totalmente desencajadas. Al cabo, eran simples chupatintas. Intenté tranquilizarles y les dije que, si la cosa se ponía chunga, que no se les ocurriera liarse a tiros, y menos estando yo por medio. Por lo tanto, debían reunirse conmigo en la garita y no hacer absolutamente nada. Ya nos encargaríamos mi colega y yo de repeler lo que fuera.

Carros M-47 paseándose por Valencia. Aunque por aquella
época ya estaban un tanto obsoletos, esos chismes acojonaban
una burrada
Porque a mí, lo que me inquietaba no era una turba revoltosa, sino ver aparecer los M-47 del Regimiento de Infantería Mecanizada Soria nº 9, en aquella época acantonado en Sebiya. ¿Y por qué me 
inquietaba? Porque el Capitán General de la II Región Militar, el teniente general Merry, era de la misma cuerda de Milans del Bosch si bien no se le acabó relacionando con el complot. Ojo, que el historial de Merry era de los buenos: combatió en la guerra como alférez en la Legión, y como no se quedó contento, luego se largó a Rusia con la División Azul, tomando parte en la sonada batalla de Krasni Bor, en la que 5.000 españoles clavaron los cuernos en la nieve a 40.000 hijos del padrecito Iósif. En cuanto al mandamás de la II Región Aérea, como era marqués, aunque había combatido como piloto en la escuadrilla de García Morato, pues era un monárquico que haría lo que dijese el Rey, y años después me enteré por fuentes totalmente fidedignas que había mandado armar los F-5 de la base de Morón. En resumen, que si Merry saca los carros de combate, los F-5 los borran del mapa. Chungo, ¿qué no?

La rojambre, que tanta memoria tiene para lo que ocurrió hace ya casi
90 años, se ha olvidado de que este hombre salvó a España de una
guerra civil y de volver a la dictadura. Verlo exiliado e insultado
como si fuera un criminal por esta basura de "políticos" que tenemos
me rehierve la sangre, juro a Dios
Cuando nos relevaron, llegamos al cuerpo de guardia justo cuando Su Majestad el Rey estaba emitiendo su famoso discurso ordenando a los capitanes generales de las Regiones Militares, Zonas Marítimas y Regiones Aéreas que se dejaran de gilipolleces, y que a nadie se le ocurriera sacar los pies del tiesto. Una expresión de alivio se nos dibujó a todos en nuestros atribulados caretos. El cuerpo de guardia estaba a rebosar, y hasta habían vaciado el caleto de guripas arrestados para hacer sitio a tanto personal. El caleto eran los calabozos ubicados en el semi-sótano del cuerpo de guardia. No obstante, personajes como Armada, Milans o Merry no eran de los que se les metía en cintura con facilidad. Siempre cabía la posibilidad de que, si veían apoyo entre la población civil, tirasen pa'lante. Y, además, quedaba Tejero, que ni siquiera se sometió a Armada.

Cuando volví a entrar de puesto a las 03:00 estaba ya al borde de la muerte. Agotado por la fiebre, por la falta de sueño y por la tensión, me pasó lo que jamás me había pasado ni me ha vuelto a pasar en mi vida: me quedé dormido de pie. Serían unos segundos, o un par de minutos, no lo sé... pero la cosa es que apoyé la cabeza en el grueso cristal de la garita y me quedé sopa. El cristal frío me ayudó a refrescarme la cabeza, que me echaba humo, y así estuve hasta que me desperté sobresaltado, sin saber qué había ocurrido en realidad.

En fin, una noche toledana. No obstante, cuando nos relevaron los del 1er. turno a las 07:00 horas, el golpe de estado ya era historia. Aunque Tejero no se dio por vencido hasta bien avanzada la mañana del 24, Milans había retirado las tropas de madrugada, y el susto ya había pasado. Quiera Dios que no volvamos a vivir algo semejante.

En cuanto a mi maltrecha persona, pasé de apuntarme al jodido reconocimiento médico. Me zambullí en una litera sin quitarme siquiera las botas, me envolví en una manta como si fuera una croqueta y dormí como un lirón hasta que el hambre me despertó y me largué al comedor a llenar el buche. La historia no acabó aquí, ya que nos tuvieron acuartelados quince días, pero fueron dos semanas de aburrimiento supremo sin nada reseñable. Eso sí, el abuelo me llevó al cabo de dos o tres días dos cartones de tabaco y un billete de mil pelas, cuando con mil pelas se hacían encajes de bolillos. Ah, el trancazo me lo auto-curé. Cuando se es tan joven aguanta uno lo que le echen.

En fin, criaturas, así me tocó vivir aquella movida. No fue una experiencia agradable, y menos aún sabiendo que se podía haber liado parda. Pero parda de verdad. 

Hale he dicho

El teniente general Gutiérrez Mellado, en aquel momento Vicepresidente 1º del Gobierno, fue el único que tuvo cojones para plantar cara a Tejero e incluso forcejeó con los guardias. Suárez tampoco se amilanó y salió en su ayuda, y Carrillo permaneció sentado, no sé si porque se quedó petrificado. El resto, desplomados tras los escaños, absolutamente acojonados. Los defensores de la democracia...😂


No hay comentarios: