miércoles, 15 de junio de 2011

Armamento medieval: El yelmo VI. La capelina o capiello


Este yelmo es contemporáneo al yelmo de cimera. Como se ve, era un capacete dotado de una amplia ala que evitaba que el rebote de un tajo dirigido a la cabeza acabase produciendo una herida en el hombro. Sin embargo, la protección en cara o nuca eran inexistentes. Su uso era más frecuente en peones y ballesteros que entre caballeros o hombres de armas, si bien hay constancia de que también los utilizaban, quizás en lugares o épocas del año en que el calor hacía imposible portar un yelmo, o bien por resultar los capiellos más asequibles a sus medios económicos. A los ballesteros les venía bastante bien porque su amplia visera les protegía de la luz solar, lo que les facilitaba la puntería en caso de tener el sol en una posición incómoda, así como de la lluvia. Como protección extra, podían añadir una babera que cubría la parte inferior de la cara, quedando expuesta en este caso solo la zona de los ojos y la nariz, un almófar de malla, o un chaperón acolchado.
En todo caso, eran vulnerables incluso para una simple espada. En el “Poema del Conde Fernán González” podemos leer:

“Un rey de los de Africa, valiente caudillo
feriol de una espada por medio del capyllo”

Lo cual viene a querer decir que el caudillo musulmán le partió la cabeza en dos a pesar de portar uno de estos yelmos. Y el mismo poema añade:

“El capyello et el almofar e la cofya de armar
ovolo la espada ligero de cortar”

Lo cual corrobora que con una espada se podía producir una herida en la cabeza, hendiendo tanto el yelmo como el almófar de malla y la cofia.
Al igual que los demás, su diseño iba al gusto de su dueño, pudiendo tener las alas más o menos grandes, con mayor o menor ángulo, con el capacete reforzado por tiras de bronce o hierro, etc. Veamos un par de ejemplos:


El que vemos en la ilustración de la izquierda corresponde al tipo más convencional. Estaba fabricado en dos mitades unidas mediante una tira de metal al ala, y entre estas a su vez por una pletina a la que iban remachadas. En su interior iba provisto de una guarnición de cuero acolchado con cendal para amortiguar tanto los golpes como los roces en caso de no llevar bajo el mismo ni almófar ni chaperón, lo que era bastante habitual en los peones.
Para fijarlo a la cabeza va dotado de un barbuquejo formado por dos tiras de cuero. Hay constancia de que algunos hombres de armas o caballeros, que siempre optaban por modelos más lujosos, los pintaban o los forraban de terciopelo o seda. El peso de uno de estos yelmos oscilaba alrededor de los 3 kg., dependiendo, como siempre, del grosor de la chapa y las dimensiones del mismo.


Otro tipo es el que vemos a la derecha. En este caso, el ala es aún mayor y se prolonga hacia abajo, formando un rudimentario facial que protege de forma bastante eficaz la parte superior de la cara. En este caso, está fabricado en una sola pieza. Además se le ha añadido una pequeña cresta para desviar los golpes desde arriba. Todo ello lo convierten en un yelmo estructuralmente más resistente que el anterior. En cuando a su interior, iba guarnecido de la misma forma.
Uno de estos capiellos, dotado de una babera, cubrían prácticamente toda la cabeza como si de un yelmo de cimera se tratase, y si a la babera se la añadía una gorguera, la parte superior del pecho y la espalda, la nuca, así como toda la cara y la cabeza quedaban perfectamente a salvo de los golpes del enemigo.

Como dato curioso, decir que el casco adoptado por el ejército inglés a partir de la Primera Guerra Mundial y hasta finales de los años 50 no era otro que un capiello ( chapel de fer los llamaban en Francia e Inglaterra en la Edad Media, lo que significa capilla de hierro por su peculiar morfología) en el que se inspiraron cuando se hizo imperioso el uso de una protección para la cabeza a fin de aminorar el enorme número de bajas producidas por esquirlas de metralla y/o cascotes que caían sobre los combatientes por las explosiones. Su aspecto resultaba un tanto grotesco comparado con el elegante casco Adrian usado por los franceses, y mucho más con el impresionante modelo 1917 del ejército imperial alemán. Así, en plan de burla, la tropa los llamaba la campana de la libertad. Sin embargo, pronto se ganó el respeto de sus usuarios, y su efectividad quedó patente al permenecer operativo durante los dos conflictos mundiales, así como su adopción por varios países, como el americano, el australiano y el portugués. De hecho, aún sigue en uso en el ejército hindú. En la foto inferior, de unos soldados ingleses en las trincheras del frente occidental, puede verse la similitud. Así pues, se puede decir con propiedad que el capiello es, en cierto modo, el yelmo que durante más siglos ha estado operativo.Y aún lo está, que conste... Hala, he dicho.





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