viernes, 17 de junio de 2011

Armamento medieval: La cota de malla II

Bueno, ya explicamos en la entrada anterior sobre la lóriga sus generalidades. Ahora toca ahondar un poco en las mismas.
La lóriga podemos dividirla en tres partes, a saber: la camisa, las calzas y el almófar. Y dentro de cada una de esas partes, lógicamente, tenemos una serie de variantes. Vamos a verlas...

A la derecha tenemos una camisa de malla del tipo más básico. Es de mangas cortas, y apenas cubre un poco más abajo de la zona púbica. Evidentemente, es de las que usaban los que no disponían de mucho dinero para equiparse, como milicianos o peones. Para proteger el cuello y la zona posterior de la cabeza solían usar un chaperón acolchado que poco podía contra un tajo de espada o cualquier arma de corte. Estas camisas de malla son las herederas de las que usaban los pueblos germánicos antes de las invasiones árabes en la península. Su nivel de protección era lo mínimo exigible, si bien por su ligereza permitía a su usuario más movilidad y, al menos, salir ileso de una flecha disparada con el pequeño arco turco usado por los musulmanes, muchísimo menos potente que una simple ballesta de estribo, o de un puntazo de lanza o espada. De su calidad dependía el que no fuese hendida por el filo de una espada o un hacha.



A la izquierda vemos una cota más elaborada. Este tipo se generalizó entre caballeros y hombres de armas a caballo. Cubrían todo el brazo, manos incluidas, y llegaban por debajo de las rodillas. Al estar abiertas permitían montar sin problemas, quedando cada lado colgando a lo largo de las piernas para darles mayor protección. Una de estas cotas podía alcanzar los 20 kilos de peso si bien, por su flexibilidad, no restaba movilidad a sus usuarios.  
Las había con las mangas terminadas en manoplas que cubrían solo el dorso de la mano, y se llegaron a fabricar incluso guantes, pero desprovistos de malla en las palmas a fin de evitar que la empuñadura de las armas resbalara.





En la ilustración de la derecha podemos verlo con más claridad. Como se ve, la parte de la palma de la mano queda cubierta por una pieza de cuero cosida a la manopla. En el centro y en sentido longitudinal lleva una abertura por donde se puede sacar la mano. Las mangas de las cotas dotadas de manoplas se ceñían a las muñecas con unas correas para ajustarlas al brazo. De esa forma, además, se evitaba que la holgura de la manga pudiese estorbar a la hora de combatir. En la ilustración de la izquierda vemos como quedaban las manoplas cuando no se usaban. Bastaba sacar las manos y quedaban colgando de las mangas.


 
En cuanto a las calzas, eran exactamente iguales que las de tela que usaban los hombres en aquella época. Cubrían toda la pierna, desde las ingles hasta los pies. Para ser usadas como un zapato iban dotadas de suelas de cuero. La parte superior se sujetaba al cuerpo mediante unas cintas unidas a un ceñidor ajustado a la cintura, tal como muestra la lámina de la izquierda. En caso de no ser calzas completas, se usaban como calzado zapatos de lazo o botas. A fin de mejorar su protección, podían llevar el empeine cubierto de malla como se ve en el dibujo de la derecha. Tras el mismo iba ajustada la correa que sujetaba el acicate a la bota.
En la lámina izquierda podemos ver como se vestían. Sobre unos calzones de algodón, lino o lana ceñidos con un cinturón, se sujetan ambos perniles por delante y por detrás. Ponérselas era una operación fácil que el caballero podía llevar a cabo sin ayuda de nadie.
Había otro tipo de calzas que no envolvían totalmente las piernas, protegiendo solo la parte delantera de las mismas y cerradas por detrás con un cordón, pero sin cerrarse sobre el muslo y la pantorrilla, tal y como puede observarse en la ilustración de la derecha. Este tipo, aparte de dejar indefensa la parte trasera de las piernas y por donde cualquier peón podía lanzar un tajo con su alabarda o espada, requería de la ayuda de un escudero para colocarlas, aparte del tiempo necesario para ir anudando cada tira de cuero que sujetaban cada pernil.


Finalmente, nos queda por mencionar el almófar o almafre. Como se ve en la foto de la izquierda, era un capuchón de malla que cubría la cabeza, los hombros y parte del pecho. Sólo la cara quedaba la descubierto. No se debe confundir con el camal de malla, que era, como anteriormente vimos, la que se unía al bacinete para el mismo fin que el almófar. Existió una variante del almófar, bastante extendida, que consistía en una lengüeta que salía del lado derecho de la cara y, mediante unas cintas o un cordón de cuero, se anudaba en el lado izquierdo de la cabeza, ocultando así el mentón y la boca, tal como se aprecia en la lámina de la derecha. De esa forma, un guerrero equipado con un yelmo con barra nasal y uno de estos almófares, dejaba solo a la vista los ojos y una pequeña parte de los pómulos. 
Como refuerzo para la zona del cuello podía usarse una gola de obispo, que era una pieza tejida con anillas de menos diámetro a fin de que quedase más tupida y mejorar así la protección contra las armas de filo.

Bajo el almófar se vestía la cofia. Esta prenda consistía en una caperuza, generalmente de algodón o lana, para impedir roces con el metal. Como se ve en el dibujo, iba anudada bajo el mentón. Podía ir acolchada o no. Algunos autores italianos le daban el nombre de cofia a un pequeño capacete metálico para, como sucedía con los bacinetes más primitivos, portarlos bajo el yelmo de cimera como protección adicional. Sin embargo, el término cofia, en España, se ha usado de forma genérica para describir la caperuza que menciono.

Ya solo nos resta hablar del último complemento de las cotas de malla: el perpunte. Pero esto lo dejaremos para otra entrada en el que se mencionarán también los gambesones, brigantinas y demás prendas destinadas principalmente a amortiguar los golpes de armas contundentes. Como se recordará, la cota era una buena protección contra proyectiles y armas de filo, pero no contra las mazas o martillos de guerra. Por ello, había que complementarlas con algo que aminorase el demoledor efecto de esas armas. Hale, he dicho...

Termino dejando esa ilustración donde vemos precisamente unos hombres de armas protegidos por perpuntes sobre sus cotas de malla.


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